• POR ALDO MARIATEGUI
  • ANALISTA, PERÚ

Es difícil describir la desazón y la desmoralización que impera ahora en el Perú a los lectores paraguayos. Increíblemente y de manera suicida, los peruanos eligieron en una segunda vuelta ajustada no solo a un gobierno de orientación comunista y repleto de elementos afines a la banda genocida Sendero Luminoso (SL), sino que además estos han resultado unos incompetentes siderales. El presidente Castillo es un elemental profesor primario de provincias, que actualmente no pasa de ser un campesino asustado por la enormidad del cargo y al que ya el eterno sombrero no le sirve para tapar sus carencias. Detrás de él y como eminencia gris se ubica Vladimir Cerrón, un corrupto ex gobernador regional que se alucina un “Lenin andino” en los profusos tuits que manda.

De primer ministro figura Guido Bellido, un radical que escribió que admiraba a la sanguinaria senderista Edith Lagos y un misógino que le espetó hace poco a una congresista que “solo faltan que te violen” cuando ella le pidió una oficina. Cómo estarán de mal las cosas que hoy se considera como el “moderado” del gabinete a Pedro Francke, un economista que fue el mayor soporte técnico de la candidata chavista Verónika Mendoza en estas últimas elecciones y que por años fue la mano derecha de Javier Diez Canseco, un finado congresista castrista.

La falta de cuadros en el partido oficialista Perú Libre (cuyo símbolo es un lápiz) ha generado un gabinete que ha sido calificado en el Perú como “el peor en su historia”, con improvisados en casi todos los cargos. No ha pasado un mes y ya tuvo que renunciar el ministro de Relaciones Exteriores Héctor Béjar, un octogenario ex guerrillero guevarista, por soltar hace unos meses disparates seniles como que “la CIA creó a Sendero Luminoso” y “la Marina fue la primera terrorista”.

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Ahora la crisis gira en torno a Iber Maraví, el ministro de Trabajo al que le han encontrado viejos atestados policiales, en donde figura como terrorista senderista en varios atentados hechos a inicios de la década de los ‘80. Ante el escándalo (no por nada el polpotiano SL asesinó a miles de peruanos), el primer ministro Bellido anunció la salida de Maraví. Sin embargo, el presidente Castillo apoyó su permanencia y Maraví anunció que no renunciará y ha retado al Congreso a que le interpele a ver si pueden censurarle (dicho sea de paso, este Congreso de mayoría opositora pecó de cobarde al otorgarle la confianza al gabinete Bellido por temor a una eventual posterior disolución dentro del absurdo régimen anfibio presidencialista-parlamentario que mantiene el Perú).

La enorme desconfianza ciudadana ante este gobierno comunista ha generado una colosal fuga de capitales del Perú (US$ 14 mil millones), tanto de grandes inversionistas como de pequeños ahorristas, que ha colocado su dinero en Miami, Panamá o debajo del colchón. Eso ha motivado una fuerte alza del dólar (de S/.3.70 a S/.4.10) y el consiguiente encarecimiento de los precios en el Perú. La vigorosa recuperación económica se ha pasmado ante el frenazo en la inversión y consumo, mientras que la agencia Moody’s acaba de retirarle la estupenda calificación de riesgo A3 al Perú, medalla que solo compartía con Chile en la región.

El gobierno insiste en forzar una Constituyente para redactar una nueva Constitución que, como en Venezuela, les permita entronizarse para siempre. No hay apoyo ciudadano, pero el oficialismo no ceja en este empeño.

Moraleja para Paraguay: Mucho cuidado cómo se vota, que eso es una función del cerebro –y hasta del estómago– antes que del hígado. ¡Es muy fácil destrozar a un país!

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