Washington, Estados Unidos. AFP.

El primer escándalo relacionado con inves­tigaciones científicas sobre la pandemia de corona­virus ha creado una distrac­ción innecesaria en torno a la hidroxicloroquina, una droga políticamente divisiva, dicen los científicos, mientras sur­gen preguntas en torno a la pequeña empresa médica que está en el centro de la polé­mica.

El jueves, la mayoría de los autores de dos estudios que aparecieron en The Lan­cet y New England Journal of Medicine (NEJM) se retrac­taron de su trabajo y emitie­ron disculpas, diciendo que ya no podían responder por sus datos después que la firma que los suministró, Surgisphere, se negó a ser auditada. En cual­quier otro momento, el asunto podría haber provocado dificul­tades en la academia, pero ha adquirido una nueva dimensión en la medida que el mundo está lidiando con un virus que se ha cobrado unas 400.000 vidas.

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De particular interés resultó un artículo publicado en The Lan­cet que, a partir del análisis de los registros de 96.032 pacien­tes ingresados en 671 hospi­tales de seis continentes, con­cluía que la hidroxicloroquina no reportaba ningún beneficio a los enfermos e incluso aumen­taba el riesgo de muerte.

IMPACTO GLOBAL

La publicación del estudio tuvo un impacto global y llevó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a suspender sus ensayos clínicos sobre la hidroxicloroquina. Francia y Gran Bretaña siguieron sus pasos. La retractación de los autores de la investigación es vista ahora como un impulso a los partidarios del empleo de la droga, utilizada por décadas contra el paludismo, en el tra­tamiento del covid-19, entre los cuales figuran el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su homólogo brasi­leño, Jair Bolsonaro. Antes de la publicación de The Lancet se habían acumulado pruebas contra el uso de hidroxicloro­quina en el tratamiento de la covid-19.

UNA MISTERIOSA COMPAÑÍA

Surgisphere, fundada en 2007 por el cirujano vascular Sapan Desai, el cuarto autor del estudio publicado por la revista The Lancet y New England Journal of Medicine (NEJM), se había negado a compartir datos con revisores externos, argumentando que si lo hacía estaría violando acuerdos de confidencialidad suscritos con hospitales.

Sin embargo, cuando el sitio de noticias científicas The Scientist comenzó a comunicarse con hospitales de todo Estados Unidos para pregun­tarles si habían participado en el estudio, no encontró ninguno que lo hubiera hecho. El perfil de internet de Surgisphere, que se presenta como una compañía de análisis de datos sanitarios, también plantea dudas; solo se pudo encontrar un puñado de empleados de la firma en LinkedIn, y la mayoría ahora ha desactivado sus cuentas.

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