Atenas, Grecia. AFP.

El enorme impacto humano y material de los incendios en las afueras de Atenas no es ninguna sorpresa para los expertos: casas construidas rodeadas de pinos, ausen­cia de planes de evacuación y años de austeridad expli­can el balance de al menos 79 muertos.

Para el ingeniero forestal Nikos Bokaris, la localidad de Mati, en la costa oriental del Ática, era un lugar propicio para los incendios mortales al reunir bosques de pinos y numerosos residentes en una zona urbanizada sin control a los pies de montañas bos­cosas.

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Esta vez los habitantes de Mati no tuvieron la misma suerte que en otros veranos en los que no sufrieron gran­des incendios, habituales en Grecia durante el verano.

“Los pinos eran viejos, muy altos y grandes, eran el com­bustible necesario para que las llamas crecieran y se des­plazaran con rapidez, desa­tando una enorme carga tér­mica”, que fundió hasta las carrocerías de los vehículos, explica Bokaris.

“Lo vemos bien con el ejemplo de California. Incluso en los países que destinan impor­tantes recursos a la lucha contra el fuego, representa un desafío enorme la coexis­tencia entre el tejido urbano y un entorno boscoso”, defiende Kostis Kalambokidis, geó­grafo y experto en catástro­fes naturales.

El fuego se desató a causa de vientos extremos, con ráfa­gas de hasta 100 km/h. Según Kalambokidis, “es cierto que el fenómeno era asimétrico”, como dijo el primer ministro griego, Alexis Tsipras. “Sabe­mos muy bien que el cambio climático favorece cada vez más situaciones climáticas extremas”, asegura este geó­grafo, quien considera que esta es una razón de peso para mejorar en la gestión del riesgo.

¿Qué faltó en Grecia? ¿Qué hubiera podido salvar más vidas? “La prevención. Estamos cansados de decirlo, repetirlo y que nada cambie”, lamenta Christina Théohari, doctora en ciencias ambientales.

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