Vivimos en la absoluta diversidad de los seres humanos sobre la faz de la tierra, muchos son convencidos de que resulta más placentero el llevar una buena vida que estar orientando una parte de nuestros ingresos al ahorro o inversión.

La opinión más común escuchada es que el dinero “no hace la felicidad”. Y podría ser, pues ello es algo intangible que está dentro de cada ser humano en forma diferente.

Pero tampoco podemos sustraernos al razonamiento lógico de que si no disponemos de dinero, mucho de nuestros objetivos y metas difícilmente podríamos lograrlo, pues casi todo hoy día está especificado en valores monetarios.

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A nivel mundial tenemos a muchos empresarios exitosos que en base a capacidad creativa, innovación y mucho trabajo participativo dentro de sus organizaciones, hacen que sus negocios sean florecientes en niveles de facturaciones como también en participación de mercado.

Lamentablemente esto también tiene su arista negativa, pues muchos de ellos “se marean” con el éxito y en vez de sacarle el mayor provecho posible expandiéndose y diversificando sus negocios “se dan a la gran vida”, a través de un consumo excesivo de alcohol o drogas, juegos en los casinos, autos lujosos y otros bienes materiales que si bien es cierto forman parte del bienestar de cualquier individuo, muchos “ya se pasan de revoluciones” y como los recursos siempre son limitados o finitos , si no se los maneja correctamente se acaban, y de una vida floreciente súbitamente pueden quedar “nuevamente en el piso”.

Es por ello que en la vida siempre deberíamos ir diseñando objetivos y metas que complementen de buena forma nuestros esfuerzos y talentos que nos puedan coadyuvar positivamente a ir fortaleciendo en forma sostenida y sustentable en el tiempo nuestra estructura patrimonial.

Como ejemplos que se dan en la práctica tenemos a muchos futbolistas que en su época de gloria han ganado mucho dinero, pero que debido a su escasísima educación financiera han dilapidado despiadadamente en lujos y otros bienes totalmente prescindibles y cuando les llegó la “época del invierno” en su vida profesional, muchos han quedado “en la calle” como literalmente se suele decir.

Es dable esperar que todo lo acumulado en la etapa productiva de nuestras vidas y bien administrado, muy bien nos podrían llevar a futuro a disfrutarlos a través de un patrimonio neto lo suficientemente fortalecido, que cubran razonable y hasta holgadamente la diferencia que se da entre activos y pasivos.

Tenemos a muchos emprendedores familiares que han fundado una empresa y el éxito “les ha sonreído” debido a la capacidad administrativa, gerencial y conocimiento acabado de los principales mercados objetivos, que hicieron de su empresa fortalecida desde el punto de vista económico-financiero-patrimonial.

¡Nuestras empresas familiares deben ir mucho más allá de la segunda generación!

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