El helado es uno de los postres preferidos alrededor del mundo. Existen de múltiples sabores y formas de elaboración, pero una marca japonesa llamó la atención recientemente por crear el helado más caro del mundo que tiene un precio de 6.400 dólares por kilo. Se llama Byakuya y entre sus ingredientes se destacan el pan de oro comestible, quesos naturales y trufa blanca.
“La marca japonesa de helados Cellato se propuso obtener el llamativo título de Guinness World Records, creando un postre muy especial hecho con ingredientes raros que elevó su precio por las nubes”, expresó, en un comunicado sobre el Byakuya, la afamada organización británica que colecciona las marcas y hechos más insólitos del mundo.
¿Por qué cuesta tan caro? Este postre exclusivo tiene unos ingredientes muy especiales donde se destaca la rara trufa blanca, cultivada en Alba (Italia), con un precio de 15.192 dólares el kilo, así como Parmigiano Reggiano y un toque de sake. Otro dato es que Cellato no solo tuvo el objetivo de crear el helado más caro del mundo, también quiso fusionar ingredientes europeos y japoneses para su elaboración.
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Caro, pero ¿rico?
La marca Cellato también cuidó el detalle de quién iba a crear el postre, para ello contrató al chef Tadayoshi Yamada, el jefe de cocina de RiVi, un restaurante en Osaka (Japón) conocido por su cocina de fusión. Ahora, otra incógnita es si realmente vale su precio; según el personal de Cellato, que participó en la sesión de degustación, es rico en sabor y textura.
Opinaron que el aroma de la trufa blanca genera una sensación única en el paladar, seguida de sabores complejos y afrutados del Parmigiano Reggiano, por otro lado, el toque de sake completan la experiencia de sabores, opinó Guinness. “Nos tomó más de un año y medio desarrollarlo, con muchas pruebas y errores para obtener el sabor correcto. Lograr un título de Guinness World Records hizo que todo el esfuerzo valiera la pena”, dijo un representante de Cellato.
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El ñandutí: una tradición que lleva el pan a los hogares
- Jimmi Peralta
- Fotos: Matías Amarilla
El ñandutí, tejido tradicional del Paraguay, presenta en sí misma una sutil metáfora de su naturaleza dentro de la ciudad que sin dudas es su hogar, Itauguá. Situado a 30 kilómetros de Asunción, el distrito es conocido como el centro de producción de vestidos, cuadros, blusas y manteles confeccionados a base de este tejido artesanal, que representa al suelo guaraní en todo el mundo en diversas instancias y certámenes. Las artesanas redoblan la apuesta y ahora van por el Récord Guinness.
El ñandutí es realizado generalmente de manera individual por manos de mujeres. En su desarrollo, tejen más allá del bastidor una trama de producción en comunidad que traza formas, líneas rectas y curvas interconectadas en la diversidad de colores y direcciones.
Como artesanía, el ñandutí se aprende en la casa, con la magia de la formación no sistemática, que da vuelo y vida a su esencia. Al mismo tiempo, pone el sentido de la transmisión de conocimiento de madres a hijas y de hijas a madres, entretanto se cimenta parte del sustento familiar. Este tejido primero pone pie en la función más elemental: llevar el plato de comida a los hogares de los itaugüeños para después barnizar el vínculo colectivo de una ciudad que cuenta con varios centenares de tejedores y tejedoras.
“Mi abuela no sé si tejía, pero yo aprendí de mi mamá, de muy chiquita, y ni bien cuando yo empecé a hacer los bordados, me daba la plata mi mamá. ‘Este es tu trabajo. Te va a servir para comprar otra vez tus materiales’, me solía decir mi mamá. Y así nunca dejé de hacer. Este trabajo también ayudó para criar a mis tres hijas”, comenta Antonia Morínigo, tejedora itaugüeña que esta semana se sumó a la Red Tejiendo Cultura, una plataforma que nuclea a más de 500 artesanas del ñandutí del Paraguay y de países como Australia, Puerto Rico, Chile, Reino Unido, España y Argentina.
Más de 150 de estas artesanas son de Itauguá, algunas jóvenes y otras de más de 90 años. Ahora forman parte de este proyecto que busca sumar el trabajo individual para armar el tejido de ñandutí más grande el mundo, que será de 120 metros de largo por 5 metros de ancho, buscando el récord mundial.
TEMPRANA INICIACIÓN
Como la mayoría de las tejedoras, Antonia empezó de niña. Ahora es abuela y ya no puede producir en bastidores grandes como antes. Ella tiene a su cargo las labores del hogar y todos los días, después del almuerzo, se sienta en su dormitorio a dibujar con el hilo y la aguja sobre su tela. “Este bastidor armado yo termino en un día, porque yo soy ama de casa, tengo que cocinar todo, yo soy la mamá de la casa. A la tarde, puede comer la comida, me suelo sentar acá en mi pieza y hago mi ñandutí, a la noche ya quiero descansar”, comenta. El proceso de producción arranca con el dibujo sobre el papel “y regla”, recuerdan las tejedoras. Luego se estira la tela en el bastidor, se dibuja en la tela y se comienza a tejer. Terminado el trabajo, se separa el tejido de la tela, se lo lava y finalmente se le pone el almidón para que se endurezca.
“Hay gente que tuvo que migrar a otros países, pero se llevaron parte de sus culturas y otras que se dedicaron a enseñar y así esparcir por todo el mundo. La ciudad de Itauguá es conocida como la capital del ñandutí y cuna de la misma. En cada compañía de Itauguá te encontrarás con un o una artesana elaborando su trabajo porque la técnica fue otorgada de generación a generación y se ha vuelto una tradición para las familias. Es por ello que hay más cantidad de artesanos en la localidad de Itauguá”, comenta Guillermo Acosta, coordinador de la Red, itaugüeño y profesor de ñandutí, quien en su propio perfil vital narra la historia del tejido y las familias de su ciudad.
“Todo se inició desde la tristeza de mi querida Maximina Quiñónez. En una tarde se puso triste y observaba su ñandutí y me dice ‘qué pena que ninguna de mis hijas va a legar esto que yo hago, ninguna de ellas dos sabe hacer’. Sentí tanta pena al oírla decir eso que entonces le pregunté cuál era el dechado más difícil y complicado de hacer. A lo que ella me respondió el arasape y la filigrana, que coincidentemente estaba haciendo. Entonces me fijo en sus idas y vueltas que realizaba sin decirle nada en absoluto. Como ella trabajaba cama adentro y venía a casa los fines de semana, la sorprendí con un trabajo que estaba realizando sin decirle nada. Era una imagen de san Blas, pero en ñandutí. Me pregunta quién hizo y le digo que yo.
Me mira y dice que no me cree. Para que me pudiera creer, me siento y le muestro que sí lo podía hacer y desde entonces le tomé como hobby”, narra Acosta sobre cómo en el ñandutí se reafirma el tejido social y el empoderamiento económico de las mujeres de una ciudad.
TRANSMISIÓN INTERGENERACIONAL
Juliana Centurión (88) y Esmérita Antonia Centurión (91) son dos hermanas tejedoras que viven junto a la hija de la segunda en una humilde casa en el centro de Itauguá, donde las tres comparten además el amor al ñandutí y su creación.
Las hermanas aprendieron el oficio desde pequeñas. Su madre transmitía el conocimiento a su descendencia femenina, “porque los varones buscaban otras formas de aportar, como trabajando en la carpintería y otras cosas”.
“Cuando teníamos entre 7 u 8 años nosotros mirábamos a escondidas cómo trabajaba nuestra mamá y hacíamos que practicábamos en papel. No podías hacerlo bien porque ella no quería que nosotras trabajemos. Pero cuando se dio cuenta de que ya lo hacíamos, finalmente decidió mostrarnos cómo hacerlo bien”, comenta Esmérita.
“Cuando me siento puedo producir rápido, pero ahora ya no puedo sentarme por mucho tiempo, ya estoy grande”, explica Juliana.
“Antes valía más nuestro trabajo, se pagaba mejor por el ñandutí. Nosotras ya no salimos a vender ahora, no nos vamos a ninguna parte. Vienen a hacernos el pedido y hacemos. Antes salíamos, ahora tenemos una patrona. Antes producíamos muchísimo más”, explica Esmérita.
El oficio que le legó su madre le sirvió para sostenerse durante una larga vida y para la crianza de su hija, que también teje. Las hermanas se sumaron esta semana al proyecto que busca batir el récord mundial con un tejido de producción colectiva.
ENSAMBLE
Actualmente la producción de las tejedoras se realiza de diversas maneras, pero la preferida es la realización individual de piezas que después son acopiadas e integradas a vestidos, manteles y otras piezas.
Los precios pueden variar y los productos se realizan en algunos casos bajo pedido y en otros es un proceso a la espera de clientes. Las pequeñas piezas se suman entre sí y de esta manera diversas tejedoras pueden finalmente articular sus trabajos en un producto final, que provee a sus hogares de sustento y de prendas a las principales tiendas especializadas de la ciudad o, como varias de ellas dicen, “a mi patrona”.
Entre tanto, para el proyecto del tejido más grande del mundo se les proveerá a todas las artesanas de insumos (bastidores, lienzos, hilos, agujas) y ellas decidirán cuántos módulos realizarán de acuerdo a sus capacidades y habilidades. Las piezas serán posteriormente certificadas para el ensamble. Como es dable esperar, la producción del tejido significará un ingreso económico.
Se estima que se juntarán unas 2.200 piezas a través de la red. Esta será de los diez dechados (dibujos) seleccionados para la ocasión: jazmín poty, mbokaja poty, buey pypore, machete punta, arasape, arapaho un lado, estrella de cuatro puntas con kurusu’i, takuru con karê’i doble, margarita y pensamiento. A los costados la pieza contará con randas con cadenilla doble y en las esquinas estrellas de cuatro puntas con filete. La puesta en valor del ñandutí a través de este proyecto genera un aporte inmediato mediante la generación de pedidos para las tejedoras. A mediano plazo centralizará una red de trabajadoras, lo que podría facilitar a futuro la producción, la adquisición de insumos y la comercialización. A largo plazo se busca la valoración cultural y pecuniaria a nivel nacional e internacional de este tejido que data del XVI, y que surgió en estas tierras de la unión de una técnica europea y la creatividad de la mujer paraguaya.
“CADA VEZ QUE TE TENGO PEDIDO VENDO TODO MI ÑANDUTÍ”
Porfiria González (61), de Itauguá Guasu Costa Dulce, teje desde los 13 años. Ella valora la iniciativa del proyecto y celebra que significará más trabajo para ella.
“Aprendí a hacer ñandutí viendo a mi tía y mi prima. Al darle el primer trabajo que hice, mi tía ya lo llevó, vendió y me trajo ya directamente materiales para hacer más”, comenta Porfiria, quien trabaja mechando su artesanía con las labores domésticas con la ayuda de su hija.
“Yo me levanto a la mañanita y en medio de mi mate hago mi ñandutí. Después me levanto a hacer para el almuerzo, hago todo eso y ya me siento otra vez a trabajar. Si no hay pedido, igual nomás hago yo. En algún momento va a venir el pedido. Cada vez que tengo pedido vendo todo mi ñandutí; si no hago mi ñandutí, hago chipa”, comenta.
Relata que para ella la parte más difícil es el dibujo. “Eso se hace primero, el dibujo, con la regla se hace, se hace bien eso en el papel, después tenés que estirar con el bastidor la tela y dibujar. Ahí se trabaja”, narra sobre el proceso de producción.
“DESDE MUY CHIQUITA ME PAGABAN POR MI TRABAJO”
Felipa López (63) desde los 7 años se sumó a su mamá, su abuela y sus hermanas, todas de la ciudad del ñandutí, en el oficio de tejedora.
“Hago diferentes dibujos, con hilo fino y con hilo grueso, de ambas formas. Eso también me enseñó mi mamá. A ella le enseñó mi abuela. Desde muy chiquita me pagaban por mi trabajo. La plata me servía para mi escuela, para mis útiles. Tengo siete hijos, ahora conmigo ya solo vive uno. A tejer le enseñé solo a dos hijas mías”, comenta Felipa, quien desde sus manos y el arte dio de comer a su familia junto con su marido, quien es constructor.
“JAGANA´I, PERO JAGANA, UPÉA LA HE´ISÉVA”
Filemona Figueredo (68) arrancó como tejedora a los 12 años con su madre y sus seis hermanas. Ella también se sienta con su bastidor entre las actividades de cuidado y de la labor doméstica en su hogar itaugüeño.
“Recuerdo que cuando era chiquita cada 15 días nos tocaba a cada una ir a vender. De esa plata comprábamos para nuestra ropa para farrear”, comenta entre risas.
“Nunca trabajamos para otra persona”, refiere acentuando que nunca tuvo un trabajo en situación de dependencia.
“Siempre jagana’i, pero jagana, upéa la he’iséva. Igusto remba’apo, revende ha rejúma nde platamíre” (siempre ganamos poco, pero ganamos, eso es lo que importa. Da gusto trabajar, vender y venir con tu platita), explica Filemona, quien es madre de tres hijos.
SOBRE EL PROYECTO
Tejiendo Cultura – El Ñandutí Más Extenso del Mundo es una iniciativa impulsada por Innovaciones Comerciales y la Asociación de Ñandutí en Japón, con el acompañamiento de la Municipalidad de Itauguá y la alianza estratégica de la EBA.
Su objetivo no solo es confeccionar de forma colaborativa la pieza de ñandutí más grande del mundo, sino también visibilizar el trabajo artesanal, fortalecer el turismo cultural y abrir nuevas oportunidades económicas para las tejedoras del país a través del arte textil.
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Ñandutí: una tradición que une generaciones
- Fotos: Gentileza
Adriana Aguilera, una tejedora de Itauguá, forma parte del proyecto colectivo que busca alcanzar un Récord Guinness. El pasado viernes se realizó en la Estación de Buses de Asunción (EBA) el lanzamiento oficial de la campaña nacional #SomosÑandutí, que busca posicionar al ñandutí como símbolo cultural del Paraguay y construir, de manera colectiva, la pieza más extensa de este tradicional encaje.
A los 13 años, Adriana Aguilera aprendió a tejer ñandutí observando a las madres y abuelas de sus compañeras de colegio en Itauguá. Había llegado desde Argentina con su familia y fue en esta ciudad –considerada la capital del ñandutí– donde descubrió la técnica que marcaría su vida.
Hoy, más de tres décadas después, es una de las artesanas que trabaja en la confección del ñandutí más extenso del mundo, un proyecto colectivo que busca alcanzar un Récord Guinness y posicionar al Paraguay en el escenario internacional.
“El ñandutí es un arte muy noble que se transmite de generación en generación. Yo lo aprendí mirando, preguntando, estudiando en comités, asociaciones, cursos del Instituto Paraguayo de Artesanía y otros espacios comunitarios”, explica Adriana.
Además del aprendizaje empírico, Adriana se formó como maestra artesana y participó de capacitaciones organizadas por instituciones nacionales e incluso por especialistas extranjeros. Uno de los momentos más significativos fue un curso impartido por un arquitecto ecuatoriano, quien introdujo nuevos enfoques geométricos al diseño tradicional del ñandutí.
OFICIO Y CULTURA
El ñandutí –cuyo nombre en guaraní significa “tela de araña”– es una técnica de encaje tradicional que simboliza la identidad cultural de Itauguá. “Cuando uno regala un ñandutí, está entregando una parte de nuestra historia. Donde hay un ñandutí, está presente el Paraguay”, afirma Aguilera.
En la actualidad, muchas mujeres y también varones de diferentes edades se dedican a este oficio, ya sea como actividad principal o complementaria. Algunas familias enteras dependen económicamente de la elaboración y comercialización de estas piezas.
Adriana destaca que el trabajo diario de una tejedora combina las tareas domésticas con la producción artesanal. “Hay quienes trabajan día y noche. Y aunque hay dificultades, como el acceso a materiales, el clima o la falta de valorización, seguimos adelante”, señala.
Uno de los principales retos, según explica, es la falta de reconocimiento del valor real del trabajo artesanal. “Muchas veces la gente no quiere pagar lo que realmente cuesta hacer un ñandutí. Es un trabajo completamente manual, que lleva tiempo y requiere mucha precisión”, agrega.
DESAFÍO COLECTIVO
Adriana forma parte de la red de tejedoras que impulsan la campaña #SomosÑandutí, cuyo objetivo es confeccionar la pieza de ñandutí más extensa del mundo. Se trata de una obra colectiva que reunirá 2.200 módulos de 50x50 cm, tejidos en diez dechados diferentes, con diseños y colores coordinados, para formar un techo textil de más de 100 metros de largo.
“El proyecto nos entusiasma muchísimo porque nos permite mostrar al mundo lo que somos capaces de hacer unidas. Estamos organizadas en grupos, nos comunicamos por WhatsApp y definimos juntas qué tipo de hilo vamos a usar, cómo serán los colores, la estructura y los métodos de endurecimiento para asegurar la durabilidad de la pieza”, explica.
La meta es lograr un montaje visualmente impactante, resistente al clima y transportable, que pueda exhibirse en diferentes ciudades del país y eventualmente del extranjero. “Participar en esta obra es una oportunidad única. Nos da visibilidad, nos une como comunidad y fortalece nuestra identidad”, valora.
PERSPECTIVAS
Más allá del récord, la campaña tiene como objetivo visibilizar el trabajo de cientos de tejedoras y promover la cultura paraguaya como parte del patrimonio vivo del país.
“Esto no solo nos va a dar reconocimiento a nivel local e internacional, también puede generar oportunidades económicas, turísticas y educativas”, afirma Adriana.
En un contexto donde muchas expresiones culturales enfrentan el riesgo de desaparecer, el desafío de estas mujeres va más allá de los números: es una apuesta por la memoria, la transmisión del saber y la revalorización del trabajo artesanal.
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La gran Comilona de Teletón Alto Paraná reunió a miles de familias en un hermoso domingo solidario
Más de 15.000 platos de comida, postres y deliciosas bebidas se sirvieron en la Comilona de Teletón que se desarrolló en la sede de la Gobernación de Alto Paraná, este domingo 4 de mayo desde las 10:00 hasta las 16:00.
Las familias altoparanaenses disfrutaron de la fiesta gastronómica solidaria y así colaboraron con las familias de la Fundación Teletón. La actividad contó con el apoyo de más de 60 stands de comida deliciosa y variada.
Además, contó con un espacio de juegos para niños y shows en vivo con más de 20 artistas nacionales, conductores e influencers que apoyan voluntariamente la actividad.
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“La Comilona Alto Paraná fue una verdadera fiesta familiar de la solidaridad. Este encuentro no solo recaudó fondos para que más niños accedan a los servicios gratuitos y de calidad que ofrece Teletón, sino que también reforzó el espíritu de unidad y el compromiso de la sociedad con la inclusión. Agradezco de corazón a las familias que vinieron a apoyar, a los voluntarios, artistas, las marcas, a los más de 300 cocineros y cocineras que con mucho amor y cariño ofrecieron exquisitas comidas y a los más de 1.000 jóvenes voluntarios que nos ayudaron a organizar esta enorme fiesta para las familias”, expresó emocionado el director ejecutivo de la Fundación Teletón, Víctor Ibarrola.
El entretenimiento y los atractivos para las familias del este del país se llevó a cabo gracias a la Banda de la Policía Nacional, Equipo Pirulín, Studio Of Dance Éxitos, Nathali Valdez, Lucero Caballero, July La Muñequita Guaireña, Helena Acosta, Academia La Fiore, Alta Cumbia y Aaron, Gabriela Monserrat, artistas varios del programa El Protagonista Somo El Mundo, entre otros.
Durante la fiesta gastronómica solidaria también estuvo disponible un área exclusiva con juegos para niñas y niños.
Además, fue una actividad pet friendly donde la gente pudo asistir con sus mascotas y las personas tuvieron la oportunidad de adoptar una mascota en el espacio de adopción “Rescate CDE”.
El Centro de Rehabilitación Integral de Teletón ubicado en Alto Paraná atiende a más de 500 niños, niñas y adolescentes con discapacidad provenientes todas las ciudades de Alto Paraná, Amambay, Caaguazú, Caazapá, Canindeyú, Concepción e Itapúa.
La Comilona Alto Paraná fue presentada por Coca Cola, Ochsi, Pastas del Este, Cargill e Itaipú; con el auspicio de Itaú, Uninter, Inmobiliaria del Este, SOMAX, Comepar, Hotel Casino Acaray, Pechugón, El Mejor, El Sol Seguros, Teisa, Gobernación de Alto Paraná, Brumado, INPASA, Nuvetec, NEOTELECOM, Zitron, Tecnoedil, NSA, Cartones Yaguarete e Imprenta Platinum.
El siguiente gran evento de la Fundación Teletón será la Comilona en Asunción, el domingo 1 de junio en la sede de Jubilados Bancarios. Más información en las redes sociales: @TeletonParaguay @lacomilonapy
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Tomar helado ayuda a reducir el estrés y mejorar el ánimo
Sabías que tomar helado no solo es una experiencia deliciosa y fresca, sino que también contribuye al bienestar emocional. Hoy en el Día Mundial del Helado, te contamos por qué.
Una serie de estudios, como los publicados en Psychological Medicine, confirman que el helado puede ayudar a reducir el estrés y mejorar el ánimo de quienes lo disfrutan. Sucede que este postre no sólo cautiva por su delicioso sabor, sino también contribuye al bienestar emocional.
Se trata de una experiencia que activa el sistema de recompensa en el cerebro, proporcionando sensaciones de relajación y satisfacción. “Cada producto es una experiencia única para el consumidor, y en este Día Mundial del Helado, celebremos su impacto positivo en el bienestar emocional”, expresó Juan Pablo Pittaluga, director de Marketing de Tetra Pak Cono Sur.
Esto, en el marco del Día Mundial del Helado, que se celebra hoy sábado 12 de abril, y los fanáticos lo celebran recordando los beneficios de su consumo. El referente menciona que natural buscar una pausa para disfrutar de un postre refrescante, y pocas cosas resultan tan gratificantes como la dulzura y frescura de un helado.
Es por eso que el helado puede ser el compañero ideal para aliviar el estrés, pues a pesar de que el verano haya llegado su fin, las altas temperaturas siguen presentes en Paraguay, y con ellas, las exigencias de la rutina diaria que pueden afectar nuestro estado de ánimo y aumentar el estrés.
Algunos de los beneficios que el helado puede ofrecer son: Liberación de endorfinas: Al consumir helado, especialmente el cuerpo libera endorfinas, conocidas como las “hormonas de la felicidad”. Estos helados, hechos con leche rica en triptófano, un aminoácido que regula el ánimo, favorecen la producción de serotonina y dopamina, dos neurotransmisores que nos permiten sentir una sensación de bienestar y tranquilidad.
Placer sensorial: La combinación del sabor dulce y la textura cremosa del helado no solo es reconfortante, sino que también genera una experiencia sensorial única. Este fenómeno, denominado mouthfeel, tiene un gran impacto en la calidad del producto, ofreciendo una experiencia placentera que ayuda a disminuir la tensión y el estrés.
Aumento de melatonina: El helado también puede ser una excelente opción para relajarse gracias a la melatonina, un componente que regula el ciclo del sueño. Al disfrutarlo, se puede estimular la producción de esta hormona, favoreciendo una relajación más profunda y un descanso reparador.
Asociación emocional positiva: En Paraguay, el helado está muy relacionado con momentos de celebración y disfrute compartido. Desde reuniones familiares hasta festejos especiales, el helado se asocia a momentos felices, creando recuerdos que nos llenan de satisfacción. Además, cada cucharada representa un pequeño placer inmediato en medio de las exigencias diarias.
Fuente de calcio: Al estar elaborado con productos lácteos, el helado es una excelente fuente de calcio, un mineral esencial para mantener nuestros huesos y dientes saludables. Este mineral también juega un papel importante en la prevención de enfermedades óseas, como la osteoporosis, que afectan principalmente a adultos mayores.
Beneficios nutricionales: Rico en vitaminas A, D y B12, el helado no solo nutre el cuerpo, sino que también contribuye a la salud ocular, mejora el sistema inmunológico y favorece la producción de glóbulos rojos.
El consumo per cápita se de 1,5 litros al año, según referentes del rubro y va en aumento año a año gracias a las innovaciones en sabores, técnicas y procedimientos que permiten ofrecer opciones sin gluten, bajos en azúcar, en porciones pequeñas, entre otras; haciendo más inclusiva la experiencia de disfrutar un buen helado.