Aunque tenía un aspecto de viejito cascarrabias, nuestro profesor de alemán, Herr Ratzlaff, era un ser bondadoso y lleno de sabiduría. El tiempo lo había llenado de historias que a veces teníamos el privilegio de escuchar. Por ejemplo, nos relató episodios que en nuestra mente infantil nunca habríamos imaginado, como la forma en que llegó a Paraguay. Fue a principios del siglo XX, cuando él y varias familias lograron huir cruzando la frontera rusa mediante un lago que se había congelado. El peligro era real, en cualquier momento el hielo podría quebrarse y todos morirían ahogados, pero debían apurar el paso porque eran perseguidos por los bolcheviques, que querían asesinarlos. Nosotros, en nuestra ignorancia, escuchábamos atentos e imaginábamos que los bolcheviques eran como monstruos del espacio exterior.
Pronunciar el idioma teutón era todo un desafío y casi nunca acertábamos el tono correcto o a veces pronunciábamos al revés una palabra, presos del nerviosismo de que un error provocara la carcajada generalizada de la clase.
En una oportunidad, cuando a un compañero le tocó hacer una conjugación, a causa del miedo realizó la conjugación de la peor manera. Con paciencia, Ratzlaff le pidió que se sentara y con voz pausada nos dijo que no tuviéramos miedo de las personas, por más importantes que parecieran.
Pero claro, decir eso y hacerlo eran cosas muy diferentes. Fue entonces cuando de su mente escapó un ejemplo poco tradicional y dijo que cuando estuviéramos ante una persona autoritaria, incluso con uniforme, lo imaginemos en calzoncillos y nos daríamos cuenta de que era tan humano como nosotros. A veces las personas se envalentonan con su poder o su riqueza y en el fondo solo son humanos.
Muchas veces ese consejo me sirvió para bajar del pedestal a los más bravucones y hasta me causa lástima cuando ellos ni siquiera se dan cuenta de lo que creen que son y de lo que son en realidad.
Hace unos días leía las declaraciones del diputado liberal Marcelo Salinas, uno de los proyectistas de la ley de Patente Vehicular Unificada, quien tras darse cuenta de la poca gracia que causó en la ciudadanía su iniciativa, explicaba que iban a pedir modificaciones.
Recordé a Herr Ratzlaff y traté de imaginar qué pasaba por la mente del diputado cuando se despertaba recién, se sentaba en la cama, en calzoncillos, y era un ser común como cualquier otro.
Pensé en la emblemática frase que siempre esgrimen los parlamentarios cuando deben responder a sus metidas de pata: “Nosotros somos los representantes del pueblo”. Fue cuando me pregunté, ¿a quién representa él al presentar un proyecto semejante?
No creo que a ninguno de sus votantes le haya caído bien tener que pagar el doble y el triple por una ocurrencia desatinada suya. ¿Qué beneficio recibirían sus acólitos más que pagar por un servicio? ¿Qué servicio reciben? Los zorritos siempre se esconden detrás de los carteles y multan con igual saña.
El diputado explicaba que este ya era un proyecto que ya llevaba mucho tiempo, como si ese hecho le diera la razón. Otra excusa fue que los municipios “debían cobrar G. 300.000 y solo cobraban G. 50.000″. ¿Quién se cree este ser en calzoncillos para decidir sacarle más dinero al contribuyente, como si tuviera potestad sobre el bolsillo de sus votantes y no votantes?
También cuestionó que Asunción emite unas 24.000 patentes vehiculares, cuando se estima que hay cerca de 600 mil vehículos solo en la capital. Debería preguntarse por qué huyen los dueños de vehículos. En lugar de bajar el precio de la patente en Asunción, lo que haría que los contribuyentes volvieran y así recaudarían mucho más, cree que aumentar el costo en los demás municipios es la solución. ¿Y dónde queda el derecho del ciudadano de pagar donde más le conviene?
Ni siquiera saben qué categoría debe pagar más, o los autos de lujo -lo que haría que los clientes pierdan interés en comprar autos nuevos- o los vehículos viejos, cuyos dueños no pueden comprar más nuevos por la limitación económica. Si les aumentan el precio de la patente dejarán de usar sus autos y nuevamente la comuna saldrá perdiendo.
¿A quiénes representan autoridades como estas? ¿A quiénes benefician? Pareciera que un día amanecen y ven un disparate como una solución mágica. Lo único que logran es perder votos y empobrecer a los que les dieron su confianza.