- Toni Roberto
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- Foto: Gentileza
Este domingo, Toni Roberto reseña un ícono de Asunción y reivindica la necesidad de una restauración que haga justicia a la memoria urbana de la ciudad.
Eran las 17 horas del 1 de mayo. Frente mismo al Obelisco sobre la 9 de Julio, aquella ancha avenida que en su tiempo había llevado por delante parte de la historia de Buenos Aires para su realización, sentado en un banquito voy mirando cómo muchas personas van tomándose fotos frente a aquel monumento, que es un hito característico de la capital porteña. Esto me llevó a mi niñez, cuando frente a la vieja fuente al Hotel Guaraní se quitaban instantáneas, con lo que de esa manera refrendaban aquello de que “estuve en el centro de Asunción”.
LA ANALOGÍA URBANA
Ese detalle fue el momento urbano más importante del viaje al que fui invitado por Jorge Srur, gerente regional del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe, en mi impronta de relatos que me llevó a reflexionar en aquel punto neurálgico. Entre el ruido de los motores de la incesante gran avenida, el malón de gente cruzando la transitada Corrientes, una de las avenidas más caminadas del mundo. El sonido del paso del subte y en mi mente, constantemente, el viejo moderno Hotel Guaraní, frente a la plaza, una especie de “obelisco asunceno” desde 1961.
Aquella arquitectura moderna que había tomado protagonismo en la zona de lo que fuera el Mercado Guasu, sus personajes, las marchantes y el tradicional radio so’o, un “deporte” muy efectivo de comunicación hasta la primera mitad del siglo XX en la capital madre de ciudades.
Aquel moderno y particular edificio iniciado en 1958 en uno de los puntos más importantes de Asunción fue diseñado por un equipo de arquitectos brasileños (Morales, Vianna y Siebers), construido por Cavalcanti Junqueira y dirigido, entre otros, por Euclydes de Oliveira y Saturnino de Britto. Una de las construcciones más destacadas de la Latinoamérica moderna de su época, que tuvo el primer ascensor de cierre automático de la ciudad, se convirtió rápidamente en el punto referencial más importante de la Asunción.
MÚLTIPLES RETRATOS
Retratado varias veces por artistas de la talla de Ignacio Núñez Soler, Edith Jiménez o Lucio Aquino y, más recientemente, por Ida de los Ríos, Vladimir Correa, Cutillo o Pedro Florentín Demestri y, por supuesto, recordado en el billete de 5 guaraníes.
Si bien para muchos es una obra de “la diplomacia del general” en su relación pendular con el Brasil y la Argentina, asesorado por personalidades de la talla de Raúl Sapena Pastor y Alberto Nogués; para otros, entre los que me incluyo, es antes que nada una pieza arquitectónica de gran calidad estética, que entendió cómo dialogar con el entorno.
LOS BALCONES Y LA PLAZA, ARREBATADOS
Lamentablemente, en los años 90 perdió una de sus principales características, los balcones triangulares de su extremo norte, con la excusa de colocar unos vidrios, para colmo azulados, para insertar unas bañeras, afectando gravemente su estética. Esto motivó protestas de varios grupos de conservación patrimonial en aquella década del siglo pasado.
Mucha gente se sigue preguntando ¿por qué Asunción no tiene un elemento como aquel tan emblemático en la capital porteña? Esto sin percatarse de que lo tienen ahí, enfrente, en el medio del antiguo punto neurálgico, dialogando con el viejo Banco Central, el edificio Victoria y el Panteón de los Héroes y, por supuesto, sin su antigua plaza perdida, donde tantas familias capitalinas y de las afueras se hacían una instantánea como la imagen que acompaña esta publicación de domingo.
La historia pide una restauración, devolverle sus balcones triangulares a tan importante “edificio/obelisco” y la plaza que hacía de escenario para las fotos de aquellas inolvidables postales frente al hotel, patrimonio de la ciudad de Asunción. La memoria urbana se lo merece