La posibilidad de congeniar filosofía y religión –razón y fe– depende de la manera en que se entiendan ambos términos y de las áreas en las que se proponga dicha conciliación. Las interpretaciones de los distintos credos pueden ser abiertas al pensamiento racional, especialmente si se conciben como símbolos o metáforas.
- Por Gonzalo Cáceres
- Periodista
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Pensadores como Friedrich Nietzsche, Ludwig Feuerbach o Karl Marx consideraban la religión como un producto de la experiencia humana que debe inexorablemente ser superada. Desde esta perspectiva, la filosofía y la ciencia deberían sustituir –o al menos superponerse– a la religión, ofreciendo explicaciones sobre el sentido de la vida y el universo sin necesidad de recurrir al plano divino-fantástico.
Todavía más rígida es la postura de pensadores como Baruch Spinoza, quien considera que la filosofía debe mantenerse fuera de toda esfera de influencia de la religión. Para los naturalistas, la filosofía implica una búsqueda racional y empírica de la verdad, mientras que la teología no pasa de un conjunto de creencias que no requieren verificación racional: tienen objetivos y métodos tan distintos que no podrán fundirse de manera significativa ni en el mejor de los intentos.
La línea naturalista choca con las mentes de la inspiración de Soren Kierkegaard. Estos consideran más bien que la religión en sí trasciende la razón. O sea, la verdad basada en lo divino es ciertamente irracional o “absurda” y debe aceptarse sin más cuestionamientos racionales (se sugiere que hay “cosas” que la razón humana no puede comprender y que, en temas espirituales, es mejor confiar en la fe).
PUNTO INTERMEDIO
¿Pero acaso es posible encontrar un punto intermedio entre estas posiciones radicalmente antagónicas? En este punto un referente ineludible sería Ibn Rushd, mejor conocido como Averroes. Nacido en Córdoba (actual España) en 1126, este filósofo, médico y jurista musulmán ganó renombre por sus comentarios sobre las obras de Aristóteles, que tuvieron mucho peso en el pensamiento medieval y renacentista, así como en el mundo musulmán y en Europa.
Como referente de la tradición racionalista del islam, Averroes postuló que fe y razón no son necesariamente incompatibles y que hasta pueden complementarse. Según su visión, ambos caminos llevan a la verdad suprema y son necesarios para entender la vida y el mundo. Explicó que la filosofía nos acerca a la revelación mediante el juicio propio, mientras que la religión es una forma de comunicar/transmitir esa revelación a las personas que quizás no tengan la formación necesaria para comprender esas verdades.
Bajo esta premisa, Averroes desarrolló el concepto del “doble camino”, en el cual sugiere que la verdad puede ser alcanzada, ya sea a través de la fe como de la razón. Para Averroes, los textos religiosos no siempre deben interpretarse literalmente, ya que pueden ser estudiados de forma metafórica y ser compatibles con el pensamiento racional, generando así conclusiones semejantes (aceptar verdades teológicas sin tener que entenderlas o justificarlas, mientras que los filósofos pueden estudiar cuestiones sin necesidad de recurrir a la fe).
Para el Comentador, cuando la filosofía y la teología parecen contradecirse se debe a las interpretaciones erróneas de los textos religiosos o de la filosofía misma. A raíz de su postura, Averroes fue criticado en su tiempo por otros pensadores islámicos que consideraban su enfoque excesivamente racionalista. Incluso fue exiliado de su ciudad natal, pues contrariaba a pensadores más ortodoxos.
EL PENSAMIENTO TOMISTA
Por la misma línea va santo Tomás de Aquino. Conforme indica la tradición de la teología cristiana medieval y el pensamiento aristotélico, argumentó que existen dos fuentes de conocimiento: la razón (representada por la filosofía) y la revelación divina (representada por la religión).
A pesar de sus diferencias, ambas emanan de Dios y no pueden contradecirse. Es decir, para santo Tomás, la filosofía permite alcanzar una comprensión profunda de las cuestiones universales a través de la lógica, especialmente en lo que respecta al mundo natural y la ética. Sin embargo, reconocía que ciertas verdades –como el misterio de la Santísima Trinidad o la creación ex nihilo (de la nada)– eran accesibles solo a través de la fe.
Esta visión fue revolucionaria para su época porque mostraba cómo la razón podía ser una herramienta poderosa para fortalecer la fe en lugar de amenazarla. Por ejemplo, santo Tomás sostiene en obras como la “Summa theologiae” que la existencia de Dios puede ser demostrada por la razón mediante los argumentos cosmológicos (quinta vía). No obstante, la naturaleza de Dios y la fe cristiana –como la vida eterna o la redención– son temas de fe que superan la capacidad racional humana.
Averroes y Tomás de Aquino son ejemplos de quienes sostienen que razón y fe pueden coexistir en completa armonía. Para ellos, la filosofía proporciona un método racional para entender el mundo natural y las verdades universales, mientras que la religión ofrece una visión de lo divino y lo trascendental.
En última instancia, la reconciliación de la filosofía y la religión se da en las personas mismas, en su forma de comprender el mundo y el sentido de la existencia.