La etapa de construcción de la represa de Itaipú duró nueve años y en ese periodo unos 40.000 trabajadores pasaron por el cantero de obras. Lo que la mayoría recuerda es la magnitud y la complejidad del trabajo. A 40 años de la puesta en funcionamiento de la hidroeléctrica, La Nación/Nación Media habló con Mario Aldo López Salinas, uno de los obreros que tomaron parte de la construcción de ese prodigio de la ingeniería.

En mayo pasado fue­ron celebrados los 40 años del inicio de la generación de energía en la represa de Itaipú y, a pro­pósito de la fecha, fueron realizados actos conmemo­rativos en diferentes instan­cias tanto en Brasil como en Paraguay, las altas par­tes contratantes en la Itaipú Binacional.

La mano de obra de miles de obreros fue empleada en la etapa de construcción de ese monumento de la ingeniería concebido en ese tiempo.

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Uno de aquellos trabajadores fue Mario Aldo López Sali­nas, quien actualmente tiene 66 años e ingresó en 1978 al cantero de obras, como era denominado en ese tiempo el sitio destinado para la futura hidroeléctrica. Su función era la de oficial electricista a cargo de la empresa brasileña Unicon (Brasil), que estuvo a cargo de las obras civiles junto con Conempa (Paraguay).

López Salinas relata que eran cinco hermanos y todos tra­bajaron en Itaipú. Primero ingresó el mayor y luego los demás. Con solo 20 años ya era parte de la construcción de una obra de gran magni­tud. Culminó su enseñanza secundaria en una escuela vocacional de Villarrica y salió con una formación téc­nica en electricidad, al igual que sus hermanos con otros oficios. “Esa formación nos permitió ser contratados sin prueba”, refiere con orgullo don Aldo.

En el cantero de obras de Itaipú durante la etapa de construcción de la represa

PELIGROSIDAD

“Nuestro trabajo era ilumi­nar todo el sector del trabajo, conectar en vivo, no se podía estar desligando tableros para trabajar. Trabajábamos en tensión 380, alzábamos y bajábamos lámparas de 2.000 watts, reflectores muy pesa­dos, hacíamos conexiones en directo, podíamos elevarnos unos cien metros o bajar otra distancia grande hasta el sitio exacto de lo que debíamos ilu­minar. Fue un trabajo intenso y peligroso”, dijo el profesio­nal.

Contó igualmente que tenían semanas de trabajo en hora­rio diurno y otras semanas en el turno nocturno, así como trabajos de 24 horas algu­nos fines de semana; solo en su sector estaban unos doce electricistas, “pero eran muchas áreas y turnos de tra­bajo como también demasia­dos oficios”, expresó Mario Aldo.

“A la hora de marcar ingreso o salida es que nos encon­trábamos los que trabajába­mos en el cantero, realmente éramos demasiados trabaja­dores”, indicó el trabajador ya jubilado, quien destacó que mucho tiempo después dimensiona mejor la cantidad de trabajadores que llegaron a estar en una misma zona con diferentes funciones a ambos lados.

Para don Mario hubo una situación en particular que le impresionó mucho en la época que formó parte de la construcción. Era el trabajo en las épocas de frío en el caso de los que operaban el “lava jato”, porque eso “les tiraba agua y aire, los mojaba en el frío intenso y el personal debía hacer lo mismo una y otra vez hacia los hormigo­nes, que no eran hormigones comunes. Verlos en ese tra­bajo, lo sacrificado que era, me impresionó”.

SALARIO

Mario Aldo trabajó en Itaipú en dos etapas. La primera vez estuvo de 1978 al 1983. “Nos alcanzó la reducción de personal, los que éramos jóvenes y solteros fuimos los pri­meros tenidos en cuenta”. Comentó que su salario era de 12.000 guaraníes y en ese tiempo adquirió el inmueble donde luego esta­bleció su hogar. “En esa época agarré este terreno donde estamos ahora, pagaba 3.000 guaraníes por mes”, dijo el trabajador. Se trata del barrio Ciudad Nueva, que en esa época era una zona boscosa.

Volvió a la entidad en 1990 cuando Itaipú ya producía energía y había terminado la etapa de construcción. “Ya no iba al cantero de obras, sino a la usina, trabajaba en ser­vicios auxiliares en el man­tenimiento de las turbinas, estaba como contratado en una empresa”, contó.

Los cascos azules y amarillos diferenciaban funciones entre los obreros de Itaipú

DIFERENCIAS

Consultado sobre cómo era la relación entre trabajado­res brasileños y paraguayos, López Salinas explicó que cada grupo estaba en lo suyo y que era tanto el trabajo que no había tiempo para nada. En cambio, recuerda que desde un principio hubo marcadas diferencias entre cada país en el sitio de obras.

“Un clavo allá, un clavo acá fue siempre en ese tiempo de la obra. Sin embargo, la supremacía de los brasile­ños se notaba. Ellos man­daban, siempre fue mi pelea con ellos. Cuando estuve la segunda vez, ya estábamos mezclados”, rememoró.

Respecto a cómo se notaba esto en el sitio de obras, dijo que “todos los cargos impor­tantes se les daba a los bra­sileños, los fiscales de obras eran ellos, en ambos lados”.

En este sentido, nuestro compatriota se consideraba “un poco revolucionario” peleando contra lo que con­sideraba que estaba mal en la relación de funciones y observa que “quizás por eso no me quedé, estuve cinco años en la etapa de operación y volví a salir en 1995″.

Aludió igualmente a la dife­rencia en el pago de los sala­rios que existía entre ambas márgenes como una de las formas en que los paragua­yos se llevaban la peor parte.

“El salario era bajo para lo que hacíamos. Siempre dije que en ese tiempo debíamos haber cobrado como se empezó a cobrar después de la dictadura, haciendo las diferencias en el tiempo”, señaló don Mario.

“El beneficio adicional del 30 % del salario como peligrosi­dad cobrábamos totalmente cuando estuve el primer año en el cantero de obras, porque yo pertenecía a la empresa brasileña, pero luego de pasar a la empresa paraguaya ya no se tenía ese pago por peligro­sidad”, relató López Salinas.

En ese punto recordó que por este tipo de situaciones es que sigue existiendo el grupo que reclama el cobro de beneficios que en su tiempo fueron paga­dos a los trabajadores brasile­ños, pero no a los paraguayos.

“Trabajamos con tensio­nes en vivo, por eso cobra­mos el máximo estipulado por peligrosidad. También otros beneficios como ayuda habitacional, desarraigo, etc. Esos puntos luego fue­ron aplicados también en el lado paraguayo muchos años después producto de las huelgas que debieron realizarse tras el golpe del 89″, manifestó.

López Salinas recuerda que trabajaban a grandes alturas

HITOS

El 26 de abril de 1973 fue fir­mado el Tratado de Itaipú, instrumento legal para el aprovechamiento del poten­cial hidráulico del río Paraná. En mayo de 1974 fue consti­tuida la empresa Itaipú Bina­cional para construir y dirigir la usina. Las primeras máqui­nas llegaron a la cantera de obras en 1974 y los trabajos comenzaron en 1975.

El 5 de mayo de 1984, nueve años después, se generó por primera vez energía limpia y renovable desde la citada hidroeléctrica. En esos nueve años de construcción pasa­ron por el sitio unos 40.000 trabajadores, según los gre­mios que se formaron en la hidroeléctrica tras la caída de la dictadura en 1989.

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