El pasado 7 de mayo se realizó una nueva edición de Asu Jeguata, un recorrido guiado por sitios emblemáticos de nuestra capital, que con motivo de las actividades por los 213 años de la Independencia tuvo una parada especial en el sitio donde se planificaron las acciones para ejecutar la revolución incruenta que puso fin al dominio colonial español.

El punto de encuen­tro de la jornada fue el Centro Cultural de la Ciudad Carlos Colombino - Manzana de la Rivera, que está compuesto por una serie de edificaciones que conjugan diversas corrientes arqui­tectónicas como la colonial y neoclásica.

De acuerdo a la información disponible en el código QR de la placa informativa, el com­plejo está conformado por la casa Viola (siglo XVIII), la más antigua de Asunción; Casa Clari (siglo XX), Casa Clari Mestre (siglo XX), Casa Castelví (siglo XIX), Casa Vertúa (siglo XIX), Casa Emasa (siglo XX), Casa Serra 1 y 2 (siglo XIX) y Casa Balla­rio (siglo XX)”.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Bajo la guía de Alberto Vera Maciel, encargado de produc­tos turísticos de la Munici­palidad de Asunción, el reco­rrido se inició poco después de las nueve de la mañana en el Museo de la Ciudad de dicho centro cultural, donde los visitantes pudieron obser­var documentos, ilustracio­nes e imágenes de la ciudad, desde su fundación en 1537 por el capitán Juan de Sala­zar, algunos episodios que marcaron su diseño como el gran incendio de 1543 y la organización en cuadrí­culas dispuesta durante el gobierno de Gaspar Rodrí­guez de Francia (1813-1840) –antes de lo cual las calles no respondían a un trazo plani­ficado y los caminos seguían en muchos casos los surcos abiertos por el paso de los rau­dales– hasta fotografías del siglo XX de gran calidad téc­nica y artística.

La primera parte del itine­rario finalizó con una foto grupal en la explanada de la Manzana con una imponente vista al Palacio de López, que fue concebido original­mente para ser residencia de Francisco Solano López y cuya construcción arrancó en 1857. No obstante, a raíz del estallido de la guerra con­tra la Triple Alianza, López dejó la capital para dirigir las tropas paraguayas, por lo que nunca pudo verlo termi­nado ni mucho menos habi­tar en él.

En efecto, los primeros que se establecieron allí, tras bom­bardearlo, fueron las fuerzas brasileñas tras la ocupación de Asunción en 1869, en las postrimerías de la contienda. El palacio quedó abando­nado por 10 años hasta que durante el gobierno de Juan Gualberto González (1890-1894) se impulsó la recons­trucción y en 1894 se convir­tió en despacho presidencial habiendo sido Juan Egus­quiza su primer ocupante en tal carácter.

GESTA EMANCIPADORA

La siguiente parada fue la Casa de la Independencia, que fue la residencia de los herma­nos Martínez Sáenz y donde los próceres se reunían para hacer los planes revoluciona­rios y de donde salieron a tra­vés del callejón histórico en la noche del 14 de mayo de 1811 para intimar al gobernador español Bernardo de Velasco que entregara el poder.

El guía refirió que en el lugar, donde funcionaba una posada, el capitán Pedro Juan Caballero, quien era oriundo de Tobatí, se hospedaba cuando estaba de visita en la capital. Enfrente se encon­traba la casa de doña Juana María de Lara, quien cumplió un papel fundamental en la gesta emancipadora facili­tando la comunicación de los conspiradores y quien ade­más albergaba a su sobrino Vicente Ignacio Iturbe, quien también formaría parte de aquellos sucesos.

La casa era de dominio pri­vado hasta que en 1943 fue adquirida por el Estado paraguayo. En 1961 el sitio fue declarado Monumento Nacional y en ese mismo año se iniciaron las labores de res­tauración y puesta en valor para su posterior conversión en Museo Histórico Nacional en 1965.

“Posee un estilo colonial pre­vio a la Independencia cuando el país era una colonia espa­ñola. Ha sido refaccionada y debido a estas modificaciones, realizadas a través de los años, se ha desvirtuado parte de la esencia del estilo arquitectónico que ella representa. Esto se observa en las facha­das que dan al Callejón His­tórico y sobre la calle 14 de Mayo, las cuales ya no cuen­tan con las galerías exter­nas, que, en algunos de sus lados, debieron ser demoli­das en las ‘rectificaciones’ del mandato del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia. Estas galerías comunicaban el inte­rior de las casas con la calle”, dice la información del código QR sobre las características del edificio.

En su interior están expues­tos documentos relativos a la Independencia, muebles, joyas, utensilios, objetos, cua­dros y otras pertenencias de los próceres, así como ins­trumentos de la época colo­nial como un reloj de sol de la época jesuítica.

INTIMACIÓN A VELASCO

La ocasión también fue pro­picia para transitar una polé­mica que fue abierta por his­toriadores en ocasión del Bicentenario: ¿cuál es el cua­dro que ilustra la verdadera intimación a Velasco? ¿La del artista italiano Guillermo Da Re o la del pintor paraguayo Jaime Bestard?

Según advirtió en su momento el historiador, escritor y poeta Carlos Villa­gra Marsal, la famosa imagen que se encuentra en el reverso del billete de 10.000 guara­níes representa la intimación en Buenos Aires al virrey del Río de la Plata, Bartolomé Hidalgo de Cisneros, en la noche del 24 de mayo de 1810.

“La pintura fue realizada por el artista italiano Gui­llermo Da Re por encargo del Gobierno argentino para conmemorar el centenario de Independencia de este país en 1910. Sin embargo, tras un cambio de gobierno, la obra no fue aceptada por el aquel entonces presidente Hipólito Yrigoyen. Según versiones, el cuadro fue vendido al para­guayo Juan Silvano Godoy con el nombre de ‘Intimación a Velasco’, algo conveniente en su momento”, señala una publicación del sitio Historia Numismática del Paraguay.

En efecto, como bien dan cuenta las crónicas históri­cas, la intimación a Velasco fue presentada por Iturbe en un espacio abierto ubicado entre la plaza, donde esta­ban desplegados los caño­nes de los revolucionarios, y la Casa de los Gobernadores, que estaba situada frente al Cabildo y que fue demolida paradójicamente en el marco de las labores de “hermosea­miento” para los festejos del centenario de la Independen­cia. Esta escena fue magis­tralmente recreada por el pin­tor paraguayo Jaime Bestard en el óleo sobre lienzo “Inti­mación de los revolucionarios a Velasco” (1960).

El historiador Julio César Chaves, en su obra “Com­pendio de historia para­guaya”, relata que en la nota “Pedro Juan Caballero ‘por sí y sus subalternos’ exigía: que se entregue al cuartel la plaza y todo el armamento; que el gobernador siga en su gobierno pero asociado con dos diputados que nombrará el cuartel; que posterior­mente se tratará y establecerá la forma y modo de gobierno que convenga a la provincia; que se clausure la casa capi­tular; que ningún barco se mueva de los puertos; que no salgan de la ciudad los ‘portu­gueses que ahora a poco han entrado en ésta con diputa­ción clandestina’”.

Con respecto a este último punto es preciso aclarar bre­vemente el motivo de la men­ción a los portugueses. Si bien el movimiento ya venía ges­tándose desde la victoria sobre la expedición de Manuel Belgrano entre setiembre de 1810 y marzo de 1811, la chispa que terminó de hacer estallar el movimiento fue el acerca­miento entre Velasco y Portu­gal propiciado por el primero con el fin de precautelar los intereses españolistas ante el acecho de Buenos Aires.

Esta aproximación a Portu­gal vendría a precipitar un movimiento que ya estaba siendo preparado, pero que debió adelantarse ante el inminente acuerdo entre el gobernador-intendente y la potencia lusa, como eviden­ciaba la misión que cumplía por esos días en nuestra capi­tal el teniente José de Abreu.

Otro pasaje de la intima­ción a Velasco expresa que “en atención a que la provin­cia está cerca de que habién­dola defendido a costa de su sangre, de su vida y de sus haberes del enemigo que le atacó, ahora se va a entre­gar a una Potencia Extran­jera, que no la defendió con el más pequeño auxilio, que es la Potencia Portuguesa, este Cuartel, de acuerdo con los Oficiales Patricios, y demás soldados, no puede menos que defenderla con los mayo­res esfuerzos”.

Si bien hubo un tímido intento de las tropas espa­ñolistas de resistir, estas huyeron al ser tiroteadas y el gobernador terminó entre­gando el bastón de mando sin derramamiento de sangre de por medio.

Menos de un mes después, el 8 de junio de 1811, a raíz de los nuevos intentos de Velasco de recibir auxilio de los portugueses, fue definiti­vamente depuesto quedando en el gobierno los diputados Dr. Francia y el capitán Juan Valeriano Zeballos, un espa­ñol partidario de las reivindi­caciones criollas.

PANTEÓN Y ORATORIO

Posteriormente, la delega­ción se dirigió al Panteón de los Héroes y Oratorio de la Virgen Nuestra Señora Santa María de la Asunción, un edificio de estilo neoclá­sico y réplica a escala menor del Le Panthéon de los Invá­lidos de París, Francia. La construcción fue encargada por Francisco Solano López en 1863. Las obras se inicia­ron en 1864 bajo la dirección del arquitecto italiano Ales­sandro Ravizza, pero poco después se paralizaron por el inicio de la guerra y con­cluirían recién 70 después, en 1936, bajo el gobierno de Rafael Franco, quien lo con­virtió en Panteón Nacional de los Héroes e hizo depositar en él los presuntos restos del cuerpo del mariscal López y del soldado desconocido. Además de los ya menciona­dos, en el lugar están depo­sitadas las cenizas de Carlos Antonio López, el Gral. José Eduvigis Díaz, el general Ber­nardino Caballero, el maris­cal José Félix Estigarribia, su esposa Julia Miranda Cueto, los niños mártires de Acosta Ñu, Eusebio Ayala, y el poeta y músico Emiliano R. Fer­nández.

El edificio tiene la particula­ridad de tener dos nombres, pues luego de su declaración como Panteón Nacional de los Héroes la feligresía y la jerarquía eclesiástica pro­testaron, por lo que en 1937 el presidente Félix Paiva le res­tituyó el carácter de Orato­rio a la Virgen de la Asunción.

LA PRIMERA DIÓCESIS DEL RÍO DE LA PLATA

Poco antes de iniciarse la misa de las once, la comitiva llegó al último punto del cir­cuito, la Catedral de Asun­ción, la primera de nues­tro país y del Río de la Plata, que fue inaugurada en 1845, durante el gobierno de Carlos Antonio López.

Vera Maciel explicó que desde su inauguración el templo funciona con la misma estruc­tura, con un pasillo central flanqueado por seis colum­nas en cada lado, que simbo­lizan a los doce apóstoles que acompañaron a Jesús, ade­más de que conserva el techo de madera original. El altar mayor es un retablo que fue hecho por jesuitas coronado por la imagen de San Blas, el patrono del Paraguay, y por una réplica de la imagen de la Virgen de la Asunción.

A sus pies, en la parte dere­cha, se encuentra un relicario que contiene tejidos del cora­zón del primer y único santo paraguayo, Roque Gonzá­lez de Santa Cruz. En el lado izquierdo hay otro relicario que contiene un pedazo del cráneo de la beata María Feli­cia de Jesús Sacramentado, Chiquitunga. A los costa­dos se observan capillas que homenajean a diversos san­tos y en la parte superior de la entrada se encuentra uno de los únicos dos órganos a tubo que hay en el Paraguay y que fue inaugurado con una audición abierta al público realizada en 2018; el otro pertenece a la iglesia de La Encarnación.

Al son de las campanadas que anunciaban el inicio de la misa, charlamos breve­mente con la profesora Caro­lina Espínola, de la carrera de Hotelería y Turismo de la Universidad Americana, quien acompañó el circuito con una decena de jóvenes y que destacó que con este tipo de actividades los estudian­tes, además de la experiencia en clase, tuvieron la oportu­nidad de conocer más sobre nuestra cultura, además de la puesta en valor del patri­monio y el conocimiento de la historia a través del turismo cultural.

Déjanos tus comentarios en Voiz