El pasado 7 de mayo se realizó una nueva edición de Asu Jeguata, un recorrido guiado por sitios emblemáticos de nuestra capital, que con motivo de las actividades por los 213 años de la Independencia tuvo una parada especial en el sitio donde se planificaron las acciones para ejecutar la revolución incruenta que puso fin al dominio colonial español.
- Por Paulo César López
- paulo.lopez@nacionmedia.com
- Fotos: Eduardo Velázquez
El punto de encuentro de la jornada fue el Centro Cultural de la Ciudad Carlos Colombino - Manzana de la Rivera, que está compuesto por una serie de edificaciones que conjugan diversas corrientes arquitectónicas como la colonial y neoclásica.
De acuerdo a la información disponible en el código QR de la placa informativa, el complejo está conformado por la casa Viola (siglo XVIII), la más antigua de Asunción; Casa Clari (siglo XX), Casa Clari Mestre (siglo XX), Casa Castelví (siglo XIX), Casa Vertúa (siglo XIX), Casa Emasa (siglo XX), Casa Serra 1 y 2 (siglo XIX) y Casa Ballario (siglo XX)”.
Bajo la guía de Alberto Vera Maciel, encargado de productos turísticos de la Municipalidad de Asunción, el recorrido se inició poco después de las nueve de la mañana en el Museo de la Ciudad de dicho centro cultural, donde los visitantes pudieron observar documentos, ilustraciones e imágenes de la ciudad, desde su fundación en 1537 por el capitán Juan de Salazar, algunos episodios que marcaron su diseño como el gran incendio de 1543 y la organización en cuadrículas dispuesta durante el gobierno de Gaspar Rodríguez de Francia (1813-1840) –antes de lo cual las calles no respondían a un trazo planificado y los caminos seguían en muchos casos los surcos abiertos por el paso de los raudales– hasta fotografías del siglo XX de gran calidad técnica y artística.
La primera parte del itinerario finalizó con una foto grupal en la explanada de la Manzana con una imponente vista al Palacio de López, que fue concebido originalmente para ser residencia de Francisco Solano López y cuya construcción arrancó en 1857. No obstante, a raíz del estallido de la guerra contra la Triple Alianza, López dejó la capital para dirigir las tropas paraguayas, por lo que nunca pudo verlo terminado ni mucho menos habitar en él.
En efecto, los primeros que se establecieron allí, tras bombardearlo, fueron las fuerzas brasileñas tras la ocupación de Asunción en 1869, en las postrimerías de la contienda. El palacio quedó abandonado por 10 años hasta que durante el gobierno de Juan Gualberto González (1890-1894) se impulsó la reconstrucción y en 1894 se convirtió en despacho presidencial habiendo sido Juan Egusquiza su primer ocupante en tal carácter.
GESTA EMANCIPADORA
La siguiente parada fue la Casa de la Independencia, que fue la residencia de los hermanos Martínez Sáenz y donde los próceres se reunían para hacer los planes revolucionarios y de donde salieron a través del callejón histórico en la noche del 14 de mayo de 1811 para intimar al gobernador español Bernardo de Velasco que entregara el poder.
El guía refirió que en el lugar, donde funcionaba una posada, el capitán Pedro Juan Caballero, quien era oriundo de Tobatí, se hospedaba cuando estaba de visita en la capital. Enfrente se encontraba la casa de doña Juana María de Lara, quien cumplió un papel fundamental en la gesta emancipadora facilitando la comunicación de los conspiradores y quien además albergaba a su sobrino Vicente Ignacio Iturbe, quien también formaría parte de aquellos sucesos.
La casa era de dominio privado hasta que en 1943 fue adquirida por el Estado paraguayo. En 1961 el sitio fue declarado Monumento Nacional y en ese mismo año se iniciaron las labores de restauración y puesta en valor para su posterior conversión en Museo Histórico Nacional en 1965.
“Posee un estilo colonial previo a la Independencia cuando el país era una colonia española. Ha sido refaccionada y debido a estas modificaciones, realizadas a través de los años, se ha desvirtuado parte de la esencia del estilo arquitectónico que ella representa. Esto se observa en las fachadas que dan al Callejón Histórico y sobre la calle 14 de Mayo, las cuales ya no cuentan con las galerías externas, que, en algunos de sus lados, debieron ser demolidas en las ‘rectificaciones’ del mandato del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia. Estas galerías comunicaban el interior de las casas con la calle”, dice la información del código QR sobre las características del edificio.
En su interior están expuestos documentos relativos a la Independencia, muebles, joyas, utensilios, objetos, cuadros y otras pertenencias de los próceres, así como instrumentos de la época colonial como un reloj de sol de la época jesuítica.
INTIMACIÓN A VELASCO
La ocasión también fue propicia para transitar una polémica que fue abierta por historiadores en ocasión del Bicentenario: ¿cuál es el cuadro que ilustra la verdadera intimación a Velasco? ¿La del artista italiano Guillermo Da Re o la del pintor paraguayo Jaime Bestard?
Según advirtió en su momento el historiador, escritor y poeta Carlos Villagra Marsal, la famosa imagen que se encuentra en el reverso del billete de 10.000 guaraníes representa la intimación en Buenos Aires al virrey del Río de la Plata, Bartolomé Hidalgo de Cisneros, en la noche del 24 de mayo de 1810.
“La pintura fue realizada por el artista italiano Guillermo Da Re por encargo del Gobierno argentino para conmemorar el centenario de Independencia de este país en 1910. Sin embargo, tras un cambio de gobierno, la obra no fue aceptada por el aquel entonces presidente Hipólito Yrigoyen. Según versiones, el cuadro fue vendido al paraguayo Juan Silvano Godoy con el nombre de ‘Intimación a Velasco’, algo conveniente en su momento”, señala una publicación del sitio Historia Numismática del Paraguay.
En efecto, como bien dan cuenta las crónicas históricas, la intimación a Velasco fue presentada por Iturbe en un espacio abierto ubicado entre la plaza, donde estaban desplegados los cañones de los revolucionarios, y la Casa de los Gobernadores, que estaba situada frente al Cabildo y que fue demolida paradójicamente en el marco de las labores de “hermoseamiento” para los festejos del centenario de la Independencia. Esta escena fue magistralmente recreada por el pintor paraguayo Jaime Bestard en el óleo sobre lienzo “Intimación de los revolucionarios a Velasco” (1960).
El historiador Julio César Chaves, en su obra “Compendio de historia paraguaya”, relata que en la nota “Pedro Juan Caballero ‘por sí y sus subalternos’ exigía: que se entregue al cuartel la plaza y todo el armamento; que el gobernador siga en su gobierno pero asociado con dos diputados que nombrará el cuartel; que posteriormente se tratará y establecerá la forma y modo de gobierno que convenga a la provincia; que se clausure la casa capitular; que ningún barco se mueva de los puertos; que no salgan de la ciudad los ‘portugueses que ahora a poco han entrado en ésta con diputación clandestina’”.
Con respecto a este último punto es preciso aclarar brevemente el motivo de la mención a los portugueses. Si bien el movimiento ya venía gestándose desde la victoria sobre la expedición de Manuel Belgrano entre setiembre de 1810 y marzo de 1811, la chispa que terminó de hacer estallar el movimiento fue el acercamiento entre Velasco y Portugal propiciado por el primero con el fin de precautelar los intereses españolistas ante el acecho de Buenos Aires.
Esta aproximación a Portugal vendría a precipitar un movimiento que ya estaba siendo preparado, pero que debió adelantarse ante el inminente acuerdo entre el gobernador-intendente y la potencia lusa, como evidenciaba la misión que cumplía por esos días en nuestra capital el teniente José de Abreu.
Otro pasaje de la intimación a Velasco expresa que “en atención a que la provincia está cerca de que habiéndola defendido a costa de su sangre, de su vida y de sus haberes del enemigo que le atacó, ahora se va a entregar a una Potencia Extranjera, que no la defendió con el más pequeño auxilio, que es la Potencia Portuguesa, este Cuartel, de acuerdo con los Oficiales Patricios, y demás soldados, no puede menos que defenderla con los mayores esfuerzos”.
Si bien hubo un tímido intento de las tropas españolistas de resistir, estas huyeron al ser tiroteadas y el gobernador terminó entregando el bastón de mando sin derramamiento de sangre de por medio.
Menos de un mes después, el 8 de junio de 1811, a raíz de los nuevos intentos de Velasco de recibir auxilio de los portugueses, fue definitivamente depuesto quedando en el gobierno los diputados Dr. Francia y el capitán Juan Valeriano Zeballos, un español partidario de las reivindicaciones criollas.
PANTEÓN Y ORATORIO
Posteriormente, la delegación se dirigió al Panteón de los Héroes y Oratorio de la Virgen Nuestra Señora Santa María de la Asunción, un edificio de estilo neoclásico y réplica a escala menor del Le Panthéon de los Inválidos de París, Francia. La construcción fue encargada por Francisco Solano López en 1863. Las obras se iniciaron en 1864 bajo la dirección del arquitecto italiano Alessandro Ravizza, pero poco después se paralizaron por el inicio de la guerra y concluirían recién 70 después, en 1936, bajo el gobierno de Rafael Franco, quien lo convirtió en Panteón Nacional de los Héroes e hizo depositar en él los presuntos restos del cuerpo del mariscal López y del soldado desconocido. Además de los ya mencionados, en el lugar están depositadas las cenizas de Carlos Antonio López, el Gral. José Eduvigis Díaz, el general Bernardino Caballero, el mariscal José Félix Estigarribia, su esposa Julia Miranda Cueto, los niños mártires de Acosta Ñu, Eusebio Ayala, y el poeta y músico Emiliano R. Fernández.
El edificio tiene la particularidad de tener dos nombres, pues luego de su declaración como Panteón Nacional de los Héroes la feligresía y la jerarquía eclesiástica protestaron, por lo que en 1937 el presidente Félix Paiva le restituyó el carácter de Oratorio a la Virgen de la Asunción.
LA PRIMERA DIÓCESIS DEL RÍO DE LA PLATA
Poco antes de iniciarse la misa de las once, la comitiva llegó al último punto del circuito, la Catedral de Asunción, la primera de nuestro país y del Río de la Plata, que fue inaugurada en 1845, durante el gobierno de Carlos Antonio López.
Vera Maciel explicó que desde su inauguración el templo funciona con la misma estructura, con un pasillo central flanqueado por seis columnas en cada lado, que simbolizan a los doce apóstoles que acompañaron a Jesús, además de que conserva el techo de madera original. El altar mayor es un retablo que fue hecho por jesuitas coronado por la imagen de San Blas, el patrono del Paraguay, y por una réplica de la imagen de la Virgen de la Asunción.
A sus pies, en la parte derecha, se encuentra un relicario que contiene tejidos del corazón del primer y único santo paraguayo, Roque González de Santa Cruz. En el lado izquierdo hay otro relicario que contiene un pedazo del cráneo de la beata María Felicia de Jesús Sacramentado, Chiquitunga. A los costados se observan capillas que homenajean a diversos santos y en la parte superior de la entrada se encuentra uno de los únicos dos órganos a tubo que hay en el Paraguay y que fue inaugurado con una audición abierta al público realizada en 2018; el otro pertenece a la iglesia de La Encarnación.
Al son de las campanadas que anunciaban el inicio de la misa, charlamos brevemente con la profesora Carolina Espínola, de la carrera de Hotelería y Turismo de la Universidad Americana, quien acompañó el circuito con una decena de jóvenes y que destacó que con este tipo de actividades los estudiantes, además de la experiencia en clase, tuvieron la oportunidad de conocer más sobre nuestra cultura, además de la puesta en valor del patrimonio y el conocimiento de la historia a través del turismo cultural.