En este diálogo con La Nación/Nación Media, el entomólogo Ing. Agr. Edgar Benítez Díaz, quien trabaja en el Servicio Nacional de Calidad y Sanidad Vegetal (Senave), nos habla de una especialidad que puede resultar no muy conocida para muchos, pero cuyo rol está muy presente en el día a día de una economía predominantemente agrícola como la de nuestro país.

El profesor Edgar Bení­tez Díaz (77) es ento­mólogo, especiali­zado en el control integrado y control biológico de plagas. Se inició profesionalmente en el Ministerio de Agricul­tura y Ganadería (MAG) en 1972, específicamente en el proyecto de Investigación y Experimentación Algo­donera (IEA), donde tenía a su cargo el desarrollo de las variedades de algodón en la época del boom de este rubro agrícola. Fue entonces cuando nació su interés por la entomología.

Posteriormente fue becado por la Agencia de Coope­ración Internacional del Japón (JICA) como contra­parte nacional de la Facul­tad de Ciencias Agrarias en 1985 para una especializa­ción en plagas de la soja. Ha publicado más de 40 tra­bajos de investigación en revistas especializadas en la materia a nivel nacional e internacional, y ha sido pro­fesor titular en las cátedras de Entomología General y Entomología Forestal.

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Benítez Díaz nos recibió en el laboratorio del Senave, ubicado en la ciudad de San Lorenzo, para hablarnos de su labor en este campo y sobre cómo observa el actual escenario en el país desde su especialidad.

–¿Podría explicarnos en qué consiste su rama pro­fesional y su formación en el área?

–La entomología es una cien­cia, una rama de las ciencias biológicas que trata del estu­dio de los insectos. En el caso de la agronomía, las plagas principalmente, pero no solamente las plagas, por­que la mayoría de estas tie­nen también sus enemigos naturales, sus controladores biológicos. Y así nació en mí el interés por la especialidad. En el año 1973 tuve la opor­tunidad de acceder a una beca del gobierno de Francia y fui a Francia y a Costa de Marfil, en África, para espe­cializarme específicamente en el control de las plagas del algodón en el Instituto de Investigación y Expe­rimentación en Algodón. En el Ministerio de Agri­cultura estuve hasta el año 1979 y de ahí pasé a la Uni­versidad Nacional de Asun­ción (UNA), en la Facultad de Ingeniería Agronómica en aquel entonces, que hoy día es Facultad de Ciencias Agrarias. En la universidad mi actividad principal fue la didáctica, la enseñanza de la materia de Entomología, en donde pude aplicar ya con base en la experiencia ante­rior obtenida en el Ministe­rio de Agricultura todos esos conocimientos en la ense­ñanza a los estudiantes de la carrera de Agronomía. Y fui haciendo también la parte de investigación de plagas y de insectos benéficos. Des­pués, entre 1992 y 1993 fui a especializarme nuevamente en la Universidad Federal de Paraná, en Curitiba. Ahí obtuve la maestría en Cien­cias Biológicas con énfasis en el área de entomología.

–¿Hace cuánto tiempo está trabajando en el Senave?

–Desde 2009 hasta la fecha estoy desarrollando mis actividades en el Senave. Estoy en el laboratorio haciendo principalmente la parte de identificación de plagas. Nosotros recibi­mos acá muestras de todo el país, muestras de vegetales y de productos vegetales, y tenemos que hacer las iden­tificaciones de las plagas que acompañan a esas muestras, que son de cultivo. También hacemos identificación de plagas para aquellos produc­tos como la soja, el arroz, el trigo, el maíz, que pueden ser exportados a otros países. Y tenemos que hacer las identi­ficaciones correspondientes por si esas partidas tengan o no algún tipo de plaga que pueda ser dañino o que esté prohibido en otros países.

–¿Cómo está el desarrollo de esta disciplina en nues­tro país?

–Los profesionales dedicados a la entomología no son muchos en Paraguay, siem­pre hemos sido muy pocos los especialistas en plagas en Paraguay. Tuvimos la oportunidad de crear, de fundar la Sociedad Entomo­lógica del Paraguay y tam­bién hemos creado en la uni­versidad el primer curso de posgrado a nivel de maes­tría para los profesionales paraguayos que tenían nece­sidad de hacer ese curso. También tenemos salida al campo para ver cómo está el estatus de las plagas, si hay algún problema en algún cultivo. Salimos al campo a ver, a determinar, a hacer un monitoreo y evaluar hasta qué punto las plagas están afectando a los cultivos. O sea que pasé prácticamente por la mayoría de las espe­cializaciones dentro de la entomología. Entomología económica, que está más orientada hacia la produc­ción de cultivos y sus pla­gas; la entomología bioló­gica, que tiene que ver con cómo se controlan las pla­gas con sus enemigos natu­rales. Ahora estoy traba­jando la parte de taxonomía principalmente, en la iden­tificación y clasificación de especies. La parte de control biológico también. Hemos desarrollado algunas activi­dades en ese campo porque eso ocurre naturalmente en el campo. Y para facilitar o para ayudar a ese control lo que se hace es la cría en condiciones controladas en laboratorio. Se cría el ene­migo natural y también se cría la plaga para ir viendo cómo ataca o cómo afecta el enemigo natural a la plaga. Esos controles primero se hacen en el laboratorio para después criar en grandes cantidades a los enemigos naturales y después llevar­los al campo. Eso es lo que se hace en control biológico.

AUMENTO DE LAS PLAGAS

–¿Cuáles son los principa­les problemas que se están detectando en cuanto a los ataques de plagas en los cultivos en Paraguay?

–Los problemas de plagas son muchos hoy en día, prin­cipalmente porque aumentó enormemente la superficie de plantación de la mayo­ría de los cultivos. Además de eso, hay una diversidad mayor de cultivos que antes. Antes no teníamos tantos problemas de plagas como tenemos ahora. Y eso está dado por la ampliación de la superficie de siembra de los cultivos, mucho tiene que ver también el clima cam­biante que vamos teniendo y la deforestación masiva. Además de ello, también tiene que ver el progresivo comercio cada vez mayor con otros países, no sola­mente de nuestra región de América del Sur, sino con otros países de Europa, de Asia, etc. Entonces todo eso hace que cada año reci­bamos nuevas plagas que antes no teníamos, porque con el flujo de las mercade­rías vienen las plagas. Así también, a lo mejor nosotros sin querer podemos enviar plagas con algún deter­minado producto que se exporte. Por eso justamente nuestra tarea acá es suma­mente importante porque nosotros certificamos que la partida que va al exterior está exenta de plagas.

–¿Qué papel cumpliría en este escenario de aumento de plagas el cambio climá­tico?

–La mayoría de los insectos, así como nosotros, estamos influenciados por el clima y los insectos con más razón. En el caso de los insectos, cuando ellos reúnen con­diciones adecuadas desde el punto de vista climático, por ejemplo, reúnen condi­ciones adecuadas de tem­peratura, de humedad, de lluvia caída, entonces se pro­duce generalmente una pro­liferación mayor, hay mayor abundancia de plagas. Los insectos pueden desarro­llarse con mucha más faci­lidad. Eso facilita también el mayor ataque de plagas en determinados cultivos como el algodón, maíz, mandioca, etc., determinadas pla­gas que estaban presentes, pero no estaban teniendo las condiciones adecuadas desde el punto de vista cli­mático. Entonces eso en un momento se rompe y hay una superpoblación de insectos.

–¿Y cómo observa el uso de los llamados defensi­vos químicos en la agri­cultura?

–Es un campo bastante deli­cado. Anteriormente se uti­lizaban productos muy tóxi­cos para el ser humano y que hoy en día ya no se utilizan. La mayoría de ellos están prohibidos, por ejemplo, los insecticidas clorados. Los clorados prácticamente en la mayoría de los países ya están prohibidos. Cada año aparecen productos nuevos, nuevas sustancias quími­cas que son utilizadas como insecticidas para el control de plagas. Inclusive hay pro­ductos a base de extractos vegetales, extractos natura­les, que no son tóxicos para el ser humano. Lo que pasa es que el agricultor quiere ver cuando aplica un pro­ducto que el insecto muera enseguida. Muchas veces eso no sucede, sino que hay que esperar un tiempo pruden­cial de cuatro, cinco, seis días y después recién el insecti­cida empieza a actuar con fuerza. Las empresas productoras de estos químicos hoy en día están lanzando al mercado productos que son menos tóxicos para el ser humano sobre todo, porque no contaminan los alimen­tos que tiene que consumir el ser humano y que actúen directamente sobre las pla­gas y que protejan un poco más a los insectos benéfi­cos. Porque los primeros que mueren cuando se aplica un insecticida son los insectos benéficos. Entonces la plaga queda libre de su enemigo natural. Y entonces es peor, ya que al haber mayor can­tidad de plagas se tiene que utilizar mayor cantidad de insecticidas.

IDENTIFICACIÓN

–¿Cómo trabajan en la identificación de las nue­vas plagas que van apare­ciendo?

–A medida que nosotros vamos recibiendo los insec­tos, aquellos insectos que están en buenas condicio­nes los guardamos, los con­servamos, los preparamos adecuadamente y mantene­mos una colección de insec­tos. Esto viene a ser una refe­rencia para el caso de que el día de mañana si aparece un insecto, ya por comparación podemos saber qué espe­cie es, pues eso es lo funda­mental, saber qué especie es. El productor cuando ve un insecto lo primero que te dice es “¿cómo se llama esto?”. O sea, quiere saber el nombre. Entonces esa es la respuesta que nosotros tene­mos que darle. Este es tal y tal insecto. Para eso noso­tros utilizamos las llama­das claves de identificación que existen para casi todas las especies y con la ayuda de equipos ópticos vamos observando los rasgos o caracteres que presenta un determinado insecto y com­paramos con lo que nos dice la clave. También cuando hay especies pico estudia­das o muy semejantes recu­rrimos a estudios de biolo­gía molecular o a estudios de aspectos de su fisiolo­gía interna más específica­mente a través de observa­ción de estructuras de las genitalias, ya que cada espe­cie de insecto difiere en este aspecto. Entonces para eso mantenemos la colección de referencia. La colección que tenemos en el Senave se comenzó a formar en el año 2010. Actualmente tenemos más de 500 ejemplares identificados a nivel de género y de especie. Es una referen­cia que nos sirve a noso­tros para por comparación ir viendo la especie, porque determinar un insecto lleva tiempo. Tenemos que mirar en el binocular, a veces en el microscopio. Si el insecto es muy pequeño, solamente se ve con el microscopio, sobre todo en el caso de áca­ros, que son unas arañitas muy chiquitas, que no se ven generalmente a simple vista. Solamente se ve con el microscopio y se conservan en láminas.

–¿Qué le parece que fal­taría mejorar en el área de entomología en nues­tro país?

–Yo veo una falta de pro­fesionales orientados a la entomología en el Para­guay. Ahora hay cursos a nivel de maestría y a nivel de grado, hay asignaturas en la carrera de Ingeniería Agro­nómica que están vinculadas al área de sanidad vegetal, así como está la fitopatolo­gía, que estudia las enferme­dades. Así que animo a los jóvenes estudiantes intere­sados en las ciencias agrarias a que se adentren a este apa­sionante campo del conoci­miento, que tiene un amplio campo de aplicación.

Equipo interdisciplinario

Dr. Marcelo Alborno, Lic. Luz María Morales, Ing. Agr. Yerutí Mongelós, Ing. Agr. Cynthia Bogado, Ing. Agr. MSc. Blanca E. Coronel, Ing. Agr. Dahiana Zanabria y el Ing. Agr. MSc. Edgar Benítez

Luego de nuestra charla con el profesor Benítez, la jefa del Laboratorio de Sanidad Vegetal y Biología Molecular, máster en ciencias Blanca E. Coronel, nos invita a recorrer las demás áreas de la institución en la que trabajan en el diagnóstico e identificación de hongos, bacterias y otros microorganismos fitopatológicos que afectan a distintas especies vegetales. Entre otras labores, en el momento de nuestra visita un joven equipo de profesionales se encon­traba trabajando en el diagnóstico de una pudrición cau­sante de la caída de plantas de eucalipto en el campo.

Como parte de la metodología utilizada para el diagnós­tico morfológico convencional se evaluaba unos culti­vos trampa, que consisten en utilizar rodajas de zanahoria sobre trozos de corteza de un ejemplar afectado, con lo cual empezaron a notarse crecimiento de hongos y bacte­rias en cuya identificación están trabajando. Para ello, un equipo interdisciplinario integrado por la Ing. Agr. Dahiana Sanabria, la bióloga Luz Morales, del área de Bacteriología; la Ing. Agr. Cynthia Bogado, del área de Micología; el Dr. Marcelo Alborno, la Ing. Agr. Yerutí Mongelós, del área de Biología Molecular, junto con el Ing. Agr. Edgar Benítez, del área de Entomología, trabajan en la identificación de insec­tos, bacterias y hongos a través de diversas metodologías, entre ellas el PCR (reacción en cadena de la polimerasa), un método rápido y preciso de diagnosticar enfermedades y cambios genéticos, que se volvió muy conocido para el público en general con la pandemia del covid-19.

La enfermedad del mango

Una especie exótica, originaria del sudeste asiático, que encon­tró en nuestro clima tropical un hábitat ideal para reproducirse es el mango, apreciado sobre todo por su espeso y abundante follaje que hace de refugio ideal para gua­recerse de las altas temperaturas que registra nuestro país durante la mayor parte del año. Si bien su fruta es apreciada por muchos, la mayor parte se convertía en basura y se desperdiciaba. Por ello, la Municipalidad de Asunción dispuso incluso años atrás reco­lectores de residuos para acopiar la inmensa cantidad de frutos de esta especie desperdigados por las calles de la capital, así como del Área Metropolitana.

Sin embargo, en los últimos años se están teniendo cose­chas fallidas consecutivas de esta especie, cuyos frutos caen antes de madurar y presentan manchas negras.

Continuando con nuestro recorrido llegamos al área de Moscas de la Fruta, donde nos recibe la bióloga Luz María Miret. Entre los diversos análisis que está realizando, le pedimos que nos explique con mayor detalle lo que está ocurriendo con el mango.

Miret señaló que el problema que afecta a esta especie se debe a un conjunto de tres factores que, además de la descomposición, provocan la caída precoz de las frutas. El más importante es el clima, pues el aumento de la tempe­ratura y la mayor cantidad de lluvia estresa a la fruta, que empieza a presentar heridas en su superficie a través de las cuales pueden ingresar bacterias, hongos o la mosca que ataca al mango, la Anastrepha obliqua, aunque aún no se ha podido determinar cuál es el organismo que ataca primero.

Respecto a las medidas de prevención que se podrían tomar para combatir esta situación, la profesional recomendó man­tener siempre limpia la zona donde se encuentra el árbol y enterrar los frutos afectados por la mosca y, de ser posible, verter una capa de cal antes de tapar el pozo.

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