Juan Carlos “Calé” Galaverna, uno de los políticos más influyentes en las últimas décadas, en un “Expresso” junto a Augusto dos Santos habla sobre su vida actual, siempre ligada a la política a pesar de su jubilación. Recuerda sus años de lucha contra el estronismo, el golpe del 89, su rol en el proceso de transición y mira con optimismo el futuro del país.

Fotos: Christian Meza

–Calé, ¿cómo te va con la jubilación?

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-Se me da una circunstancia, una situación especial, por cierto. Yo pensaba que el ritmo iba a disminuir significativamente, pero al final no. Se mantiene y hasta aumenta un poquito. Y al principio decía, la pucha, ¿y cuándo será que habrá paz? Medio irritado. Pero después revisé mi criterio y concluí que es mejor que sea así a que no me dé más nadie pelota.

–Además, nunca te jubilaste a ser político

–Lo he aclarado felizmente. Y dos grandes responsables de la sobrecarga de contactos son los compañeros Horacio Cartes y Santi Peña. Ellos en sus discursos, en las entrevistas, hablan de Calé, el eje del proyecto; Calé, el gran consejero, el líder.

–Pero igual, seguro que haber concluido esta etapa, que por lo menos tiene mucho simbolismo, te permite mirar atrás y ver el camino recorrido

Claro. Después de haberse despojado de los avatares diarios, uno puede revisar, por decir de alguna manera, con mucha más objetividad, inclusive, porque ya uno mira el baile desde el costado de la pista y es muy diferente a estar bailando en la pista. Y bueno, bailé suficiente ya con todos los años en el Congreso, pero me encanta seguir bailando en la pista de la política.

–¿Cuánto tiempo estuviste ahí? Entendiendo como ahí el todo congresual. Diputado o senador

–Treinta y cuatro y medio. No me permitieron alcanzarle a Stroessner, me faltó un par de meses.

–¿Ves claramente diferentes momentos en la política paraguaya desde el primer día en que empezaste a militar en ella?

–Sí. Yo lo resumo en un valor fundamental, para mí principalísimo y si hubiera necesidad lo pondría hasta casi como excluyente, la libertad. Si algo conquistamos del 89 a esta parte es la libertad. Yo recuerdo que cuando el golpe del 89, algunos de tus colegas, varios, hablaban de la reconquista de la libertad en el Paraguay. Es más, algún diario publicó en tapa, volvió la democracia al Paraguay. Nunca hubo democracia en nuestro país antes de este periodo de transición, nunca. Empezamos con la colonia, seguimos con la dictadura, dictadura que yo aplaudo, de Gaspar Rodríguez de Francia, luego vienen los López y luego el juego eleccionario que se definía más en los atrios de las iglesias, a balazos y a sablazos, que en base a razones. Por eso es que le doy un valor sustantivo a la libertad.

–¿Existe gobierno o figuras de la oposición que admirás del pasado?

–Sí. Tengo mucha ponderación por los valores morales de Eligio Ayala, por ejemplo. Y voy a ser una vez más desatinado políticamente en cuanto a las pautas tradicionales. Eligio Ayala es presentado como un gran presidente. Yo creo que fue un gran ciudadano, de una moral enorme. Otra persona, para mí, trascendental en nuestra historia nacional y que es poco atendido, no se le da la pelota que tendríamos que haberle dado es el coronel Rafael Franco. El franquismo fue un planteo cuasi revolucionario. Ese hubiera sido el Partido Socialista Paraguayo. O sea, digo, la proyección del Partido Febrerista. El febrerismo, que primero fue franquismo en su denominación, constituía el planteo socialista más osado de la historia de nuestra patria. Y las obras, las decisiones, las medidas tomadas en tan poco tiempo de gobierno lo demuestran claramente.

–Y si tuviéramos que analizar momentos más recientes, digamos, podemos empezar pidiéndote una opinión sobre la reciente partida de Evelio Fernández Arévalo

–Tuve el privilegio de compartir con él la vida congresual y tuve el caradurismo de enfrentarme con él en discusiones sobre aspectos filosóficos y rigores constitucionales inclusive. Y al recordar a don Evelio, siempre en el campo de que me señalaste de referentes de la oposición, no puedo dejar de mencionar a don Rodrigo Campos Cervera, un señor congresista; Francisco José de Vargas, el querido Pancho, un luchador como pocos en la historia de nuestra República; un Euclides Acevedo, que tenía la condición magnífica de ser un verdadero parlamentario. Y sigue siendo. Y lo sigue siendo en cuanto al parlare, ¿verdad? Hombre de ideas claras.

–Y dentro de ese momento, digamos, personas que suelen estar siempre en tu memoria a la hora de conversar, está un González Casabianca, ¿no?

–Un señor. Un señor en todo el sentido de la palabra. Con esta característica que probablemente mucha gente no ha conocido. Porque Miguel Ángel González Casabianca, con su sola presencia o una fotografía, él transmitía mucha paz. Un hombre sereno, tranquilo, pensador. Y la característica a la que me estaba refiriendo es la siguiente. Yo compartí la gestión política por más de dos décadas con González Casabianca. Y en los tiempos de Stroessner, en que hacíamos nuestras grandes manifestaciones de 50, 60 personas para tumbarlo a Stroessner en media hora, jamás Casabianca estuvo en la red de guardias. Nunca dijo vayan a hacer una manifestación, vayan frente al Panteón, vayan a hacer una marcha en tal localidad del interior… siempre fue vamos. Y siempre estuvo a la cabeza de toda la movilización. Fue el primer exiliado colorado que retornó en base al acuerdo que se logró con el estronismo representado por Sabino Augusto Montanaro. Ya por presión de Alfonsín. Por presión de Alfonsín se hizo la reunión en la casa del compañero Édgar Cataldi, en Posadas.

–¿Quiénes estuvieron por el Gobierno de Paraguay?

–Montanaro y su equipo.

–¿Qué año habrá sido?

–El 82 u 83. No tengo la precisión en este momento. Expulsadores y expulsados se vieron la cara por primera vez. Sí, señor. Entonces, el Mopoco decide retornar a Paraguay, porque nosotros en el Mopoco sosteníamos que debiéramos estar en el campo de juego, en el terreno de la lucha. Mientras que la otra facción colorada disidente, conocida popularmente como epifanismo, con el nombre de la Asociación Nacional Republicana en el exilio y la resistencia, sostenían que el mejor método de lucha era permanecer en el exilio. Nosotros, por el contrario, repito, queríamos volver y Casabianca fue el primero. Era en ese momento el presidente del Mopoco. Y me parece estar viendo en este momento a Toto en una lancha con una banderita paraguaya flameando en la mano, cruzando de Posadas a Encarnación. Y bueno, después ya vinieron varios otros compañeros.

–Qué simbólico, ¿no?

–Teníamos lo que se constituyó en una postal de la política paraguaya. Cada uno teníamos un par de policías en una motocicleta siguiéndonos. Al pedo, pero nos seguían por todas partes.

–Esa fue una etapa muy interesante de construcción, digamos, de lo que tenía que ocurrir por el peso de la historia. Pero también hay evidencia de que Stroessner no creía que eso fuera a ocurrir, ¿no?

–Evidentemente que no creía. Cuenta gente muy allegada a Stroessner que prácticamente vivían en Mburuvicha Róga. Que inclusive en algunos días inmediatos anteriores al 2 y 3 de febrero, el general Stroessner llegó a increparlo a Garcete y a Gustavo. Que quien le advertía, según me cuenta gente de mi plena confianza, le advertía de que el golpe se venía, que estaba todo armado. Y Stroessner llegó a maltratarlo inclusive prohibiéndole que le toque el tema.

–Conociste muy de cerca al primer presidente de la transición. ¿En algún momento hablaste sobre Stroessner con el general Rodríguez?

–Sí. Hablamos. No era el tema principal. Rodríguez era una persona que vivió intensamente la política como oficial y después jefe de la Caballería. Porque como decía el finado coronel Henrique Jiménez, si la Caballería no está metida en alguna conflagración, no existe tal conflagración. Siempre fue un factor decisivo. Fue combatiente de la guerra civil del 46. Comandó la Caballería, comandó el Primer Cuerpo de Ejército. Fue un capo.

–Él era menor que Stroessner, ¿no?

–Sí. Bastante menor, según recuerdo. Y para mí la fotografía de la perspicacia, de la viveza, y debo decirlo, de la inteligencia de Rodríguez y del conocimiento de la vida, está representada por esta escena. Nos reunimos una noche en la casa del general Rodríguez. Recuerdo bien, era un domingo de invierno con una lluvia pertinaz, mucho frío. Y nos reunimos en la casa del general Rodríguez. No sé por qué yo estaba en la reunión, como siempre te dije y a mucha gente, no tengo otra explicación de que Dios dijo que Calé tiene que estar ahí, porque no tenía yo el peso político como para que mi presencia fuese obligada. Nos reunimos en la casa del general Rodríguez, en su sala, el general Humberto Garcete, entonces comandante del Primer Cuerpo de Ejército, que ofició de mozo porque por la discreción de la reunión no podíamos tener personal extraño. Y don Blas Riquelme, presidente del partido. El ingeniero Wasmosy, entonces precandidato a presidente de la República, y el doctor Ángel Roberto Seifart, precandidato a vicepresidente de la República. Y bueno, se tenía que definir las candidaturas de nuestro sector partidario para enfrentarlo al profesor Luis María Argaña. En fin, avanzaron las conversaciones y llega un momento… Bueno, ok, esta va a ser nuestra fórmula. Me habían dado la misión de ir a conversar con Gustavo Díaz de Vivar, que era un tercer candidato, para invitarlo a que se sume a nuestro proyecto con el ofrecimiento de que sea el candidato a vicepresidente. Me dieron una hora de tiempo, hablé con Gustavo, un gran amigo, con su hermano Rodrigo y ellos decidieron seguir por cuenta propia. Entonces volví, di el informe y ahí se cierran las candidaturas de Wasmosy y Seifart.

–Siempre me llamó la atención un aspecto de Rodríguez porque tenía amistades atípicas para su formación. Porque bien podría él ya quedarse en la historia solamente admitiendo el regreso de los exiliados. Solamente compartiendo algún espacio con ellos, pero le dio cuotas de poder. González Casabianca era el secretario general de la Presidencia, ¿o me equivoco?

–Él fue embajador adscrito. Un cargo que le creó Rodríguez para tenerlo junto a él en el Palacio. Hoy los posmilenarios le llamarían un influencer en el Palacio de Gobierno. ¿Y sabés de dónde la relación original entre Rodríguez y Toto Casabianca? Eran concuñados. Toto le afilaba a una hermana de doña Nelly. Y cuando Rodríguez sufre aquel accidente de aviación en que tuvo unas quemaduras salvajes, estuvo varios meses internado en un sanatorio en Buenos Aires. Y Toto lo visitaba a diario. Eran muy amigos. Y Rodríguez en general respetó mucho a los exiliados. Respetó mucho. Sí. Y eso probablemente le ayudó mucho. Porque mirá que hubo debates que fueron muy severos, fundamentalmente entre los más tradicionalistas y los así llamados demócratas. Nos denominaban contestatarios.

–Calé, ¿viste algún cambio en las políticas de relación entre Argentina y Brasil con Paraguay en todos estos años? ¿Qué rol ocupan ellos en nuestras políticas?

–Mucha influencia, sin ninguna duda. Pero en general, los ejes no han variado. Yo soy un convencido que uno de los aciertos de Stroessner dentro de muchísimos pecados y salvajes pecados, ha sido la aplicación de lo que se llamó en su momento la política pendular. Porque en nuestra dirigencia nacional, atravesando todas las fronteras partidarias, estaban los brasileristas y los rioplatencistas. Y eso desde la década del 40. Stroessner evita la definición hacia un lado u otro. Y aplica la política pendular. Que yo creo que tiene que seguir siendo nuestra política actualmente. Tuvo mucho que ver también con el peronismo. Perón fue protagónico en relación a la política paraguaya. Protagónico en enorme medida. Y dejó eso una escuela para el peronismo.

–El Festival del Lago, un foco de resistencia iluminado y firme. ¿Cómo nació eso y cuán metido estuviste en ese proceso de trinchera cultural?

–Metido al máximo. Teníamos en Ypacaraí, como tradición, el famoso Certamen de los Barrios. Se hacían los pequeños festivales llamados certamen. Y tenía mucha fuerza, convocaba a mucha gente. Se suma un elemento muy importante con la denominada Peña Lunera de Itauguá. Entonces ya tuvimos todo el movimiento. Y en Ypacaraí ya teníamos la característica del trabajo comunitario. Éramos un poquito adelantados al tiempo y ya hacíamos el trabajo integrado entre referentes de varios partidos políticos, particularmente en esos entonces finales del 60 con el Partido Liberal. Naturalmente nosotros los colorados, el Partido Liberal y el Partido Revolucionario Febrerista, que tenía muy buenos referentes en Ypacaraí. Naturalmente toda la administración municipal, el poder ypacaraiense estaba en manos de nosotros los colorados. Pero le dábamos participación y nos ayudaron muchísimo los liberales y los febreristas. Llega un día en que Óscar Acuña, un conciudadano, correligionario itaugüeño, que trabajaba en la promoción de nuestra artesanía y nuestra cultura popular, lo que hacía que viajase a los festivales del Brasil y la Argentina, más de la Argentina que del Brasil. Decía un día Óscar Acuña: Calé, ¿vos sabés del Festival de Cosquín? Entonces me cuenta la historia del Festival de Cosquín, y me dice: tenemos que convertir los certámenes de barrio y la Peña Lunera en un gran festival de Ypacaraí. Me encantó la idea, planteé en el equipo, con Luisito Becker, Samuel Elías, entonces intendente, Marcial Parquet, Augusto Meyer, menciono ya gente de otros partidos. Y decidimos hacer el primer Festival de Ypacaraí en 1971. Y te dije que Acuña me había mencionado la importancia de la guarania, autor de la guarania Demetrio Ortiz, residente en Buenos Aires y nos vamos hasta Buenos Aires a invitarle a don Demetrio en carácter de homenajeado del festival. Ya era un pequeño festival, ya era un pequeño ejercicio contestatario, porque don Demetrio, por su amistad con José Asunción Flores, estaba fichado como comunista en Asunción. Entonces hicimos de tripa corazón, él tuvo el valiente gesto de venir, ubicate, en 1971. Y ahí empezó el festival, ya con muestra de artesanía, bailes tradicionales, la renovación en el escenario de figuras tradicionales de nuestra cultura popular, como el casamiento koygua y varios otros hechos parecidos. Un rescate muy interesante. Y la noche central del festival, el 4 de setiembre de 1971, con la presencia de don Demetrio y su familia, y arrancó el festival a las 21:00 del 4 de setiembre de 1971 con la actuación del dúo de los Hermanos Pettengill, posteriormente Vocal 2, cantando “Morena y mí”, y ya en otra actitud transgresora, “Tetãygua sapukái”. Tema prohibido entonces. Entonces, ahí arrancó la historia del festival. Se volvió en un referente continental. Llegamos a traer gente de la Argentina, del Uruguay, de Chile, de Bolivia, de Brasil, de Perú, de Ecuador, de Colombia, de Venezuela, de Puerto Rico, de México.

–Hace pocos días, el presidente en su discurso de las Naciones Unidas acompañó el pedido de músicos paraguayos como Ricardo Flecha y otros al respecto de la consagración de la guarania como Patrimonio Cultural.

–Está muy embalado Santi con eso, inclusive su señora esposa, la querida Leti, que está apoyando mucho el trabajo de rescate, de promoción. Estuvo el otro día acá en un mbarakapu la nueva ministra de Cultura, una persona muy interesante, muy entusiasta con nuestra cultura popular. Que nos está ayudando mucho con este tema de la Orquesta Nacional de Música Popular. Espero que en pocos días más tengamos las designaciones pertinentes en la dirección y la vicedirección de la orquesta para ya entrar a la calle.

–¿Qué es eso?

-Yo tuve el privilegio de ser proyectista de la creación de la Sinfónica Nacional, respaldado trascendentalmente por don Florentín Jiménez. Porque es bueno recordar, porque mucha gente confunde hasta ahora, nosotros no teníamos orquesta nacional. Teníamos la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Asunción, la OSCA, que persiste hasta ahora felizmente. Entonces, por ley, creamos la Sinfónica Nacional y un par de años después, siempre basados en el trabajo, el entusiasmo y en las convicciones culturales de don Florentín Jiménez creamos el Conservatorio Nacional de Música Popular. Poco antes de la pandemia, a instancia del gran maestro Luis Álvarez, elaboramos el proyecto de creación de la Orquesta Nacional de Música Popular y la pandemia vino a truncar el avance del proyecto. Entonces, cuando ya estaba llegando mi final de vida congresual, siempre con el gran trabajo de Luis Álvarez, presentamos y logramos la sanción en tiempo récord en el Congreso de la Ley de Creación de la Orquesta Nacional de Música Popular.

–¿Cuál es la diferencia en relación a una música dedicada a una orquesta de música popular, en relación a las orquestas sinfónicas que tenemos?

–Esta Orquesta Nacional de Música Popular sería, si no en un 100 %, por ahí cerquita de música popular paraguaya. Una especie de sofisticación de lo que eran las orquestas típicas. Tendría entre 50 y 60 integrantes.

–¿Para dónde va la política? O sea, cuando digo para dónde, ¿qué te parece bien y qué te parece mal del para dónde va?

–Yo estoy con mucho optimismo. Yo soy naturalmente optimista y... además... hice más sólido mi optimismo aprendiendo de la política. Aprendiendo de Noam Chomsky, este raro yanqui comunista, filólogo y filósofo, historiador, analista. Una de las figuras cumbre del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Decía que soy naturalmente optimista, pero ahora estoy particularmente optimista. Le estamos ayudando (a Santiago Peña), procurando al menos ayudar en todo lo posible, porque creo que su administración en este lustro, hasta el 2028 va a ser un punto de inflexión en nuestra historia política. Y espero que con la bendición de Dios, logremos cosas muy buenas para nuestra nación.

–¿Quiénes son, te parece, profetas del pensamiento poético y cultural paraguayo?

–Yo soy un convencido de que Emiliano R. Fernández no era terráqueo. Para mí este tipo era extraterrestre.

–Hay un valle tuyo que solés recordar siempre, como creador, Teodoro S. Mongelós

–El poeta social más importante de la historia de la República del Paraguay. Suelo decir, el mejor poeta de versos musicalizados en jopara, Emiliano. El mejor poeta en versos musicalizados en español, Carlos Miguel Jiménez. El mejor poeta de versos musicalizados en guaraní, Teodoro S. Mongelós. Digo, volviendo nomás para terminar a la historia de Emiliano. ¿Cómo es posible que no tenga una película aún, no? Esa vida fantástica. Pero me da esperanza. Ya tenemos la película de Marilina.


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