En este diálogo con Nación Media, la primera mujer en arbitrar un partido oficial de Primera División en nuestro país habla del compromiso y la dedicación puestos para llegar a un sitial que si bien es fruto de su esfuerzo individual, puede ser determinante para validar el itinerario presente y futuro del arbitraje femenino.

  • Por Jimmi Peralta
  • Fotos Roberto Zarza y archivo

Zulma Quiñónez es oriunda de la ciudad de Eusebio Ayala, aún mayormente conocida como Barrero, la ciudad de la chipa. Terminó sus estu­dios secundarios en ese dis­trito del departamento de Cordillera y el horizonte que dibujaba para sí era ser en el futuro como la mujer que la inspiraba: su profesora de Educación Física. Durante casi una década se dedicó al trabajo educativo, pero hoy a sus 37 años las cámaras la ponen en foco por su otra pasión, el arbitraje.

Quiñónez se convirtió en mayo pasado en la primera mujer en ser jueza princi­pal en un encuentro futbo­lístico de la categoría prin­cipal del fútbol paraguayo. Lo que parece un ícono para la misma organización del deporte local resulta un nuevo estadio en la conscien­cia de los hinchas de fútbol.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Quiñónez, árbitra FIFA desde 2012, fue poco a poco, con muchos años en el terreno de juego, derribando los prejui­cios sexistas a fuerza de tra­bajo y profesionalismo.

En esta entrevista habla, entre otros temas, sobre lo que significó para ella este proceso y sobre cómo com­prende que la responsabili­dad que recibe con cada designación en adelante excede su propio territorio.

–¿Cómo nació tu interés por el deporte?

–Tenía una profesora de Edu­cación Física en quien yo me inspiraba, me encantaba verla. Siempre dije que quería ser como ella. Las profesoras o los profesores de Educación Física suelen tener un mini­secretario, verdad, que suele ayudar en los torneos y todo eso. Esa era yo en el colegio, ayudaba en los torneos, en las competencias, ayudando a la profesora, anotando todo con ella. Mi sueño era ser como ella.

Zulma, en sus tiempos de estudiante de la Escuela Nacional de Educación Física

INICIOS

–¿Cómo empezó tu forma­ción?

–Mi mamá me ayudó a ave­riguar todo en Asunción, un lugar que yo casi no conocía. Mi padre no estaba muy de acuerdo porque nunca se des­pegó de mí. Él no quería que yo me vaya a estudiar hasta Asunción, no quería despe­garse de mí, pero yo insistí y mi madre fue la que me llevó. Me presenté en la Escuela Nacional de Educación Física, éramos 700 postulantes, los cuales teníamos que ingre­sar solamente 120. Ese fue un desafío muy duro porque a mí me costó bas­tante desenvolverme ahí, con todas esas personas a quienes yo ni siquiera cono­cía. Obviamente me sentía muy sola, mi familia estaba allá y yo en Asunción peleando con todo y lo logré.

–¿Y cómo hiciste el salto al arbitraje?

–Cuando ter­miné mi pro­fesorado de Edu­cación Física, de alguna manera quería seguir en el deporte, en la forma­ción. En un momento me fijé en la Escuela Nacional de Educación Física en un grupo de personas que estaban tro­tando, todos con uniformes, eran uniformes de la Unión del Fútbol del Interior, eran árbitros de la UFI. Como veía a dos o tres chicas corriendo en el grupo, me dije: “Ellas son árbitras, me parecen chicas normales, no son extraterrestres”. Y si ellas pueden lograr dirigir un partido con estos hom­bres, creo que yo tam­bién voy a poder, o sea, yo no me veía menos que nadie, siendo sana, pudiendo cumplir y me dije: “Yo quiero intentar”. Y me fui a hacer el curso en la Unión del Fútbol del Interior.

TEMORES

–¿Cuáles fue­ron tus princi­pales temores a la hora de deci­dirte por abra­zar este trabajo?

–Para mí lo más difí­cil en ese momento de formación, al prin­cipio, fue asimilar los insultos, por ejemplo, en el terreno de juego. Me costaba muchísimo todavía. En el primer partido, cuando ter­minó, por más de que sea una escue­lita de fútbol, sabe­mos que los padres son muy fanáticos y me decían cosas que a mí me costa­ron después asimi­lar. Eso con el tiempo uno va aprendiendo a sobrellevar y mane­jar, pero sí me costó bastante. Terminaba el partido y yo cuando vol­vía a mi casa me acos­taba y me retumbaba en la cabeza todo lo que me decían. Yo creo que eso fue algo complejo para mí, llegar a asimilar, lo más complicado en ese momento. Lo mejor era que de repente, con el correr de los partidos, yo me sentía más confiada.

–¿En qué momento descu­briste esto como una pro­fesión, como una pasión?

–Yo digo que fue un enamora­miento procesual el que tuve con el arbitraje. Porque cada día fue gustándome más, me fui apasionando más por el arbitraje, más y más y más. Y quise aprender más y más y no quise tener límites en ningún momento. Desde que estaba en la UFI, yo soñaba con pasar a la APF. Siem­pre me propuse metas cor­tas. Obviamente, cuando yo estaba dirigiendo en la Unión del Fútbol del Interior y en la escuelita de fútbol no pensaba directamente dirigir Primera División. Siempre me propuse metas cortas, a corto plazo. Por ejemplo, de ahí pasar a la APF dirigiendo inferiores y después subiendo de catego­ría. Tengo el orgullo hoy en día de decir que yo pasé por todas las categorías y por todas las divisiones. Dirigí en las infe­riores de la APF, después en la C, en la B, en la Copa Paraguay, Intermedia y después llegué a Primera División.

–¿Qué tuviste que dejar atrás para priorizar el arbi­traje?

–Estuve nueve años ense­ñando en un colegio. Me encantaba trabajar con los adolescentes, con los niños en especial también, porque enseñaba tanto nivel inicial y también estaba con adolescen­tes entre primero, segundo y tercer año. Prácticamente nueve años, fue mucho para mí. Pero con el tema del arbi­traje llegó un momento en que yo no podía cumplir más a cabalidad tanto con el arbi­traje como con la docencia, porque a partir de 2012 yo empecé mi carrera interna­cional y viajaba bastante, y abandonaba mucho lo que era el colegio. Entonces, me tenía que decidir por uno o por otro. Como el arbitraje no es para toda la vida, el arbitraje tiene su temporada, más todavía por la exigencia física que tiene, opté por el arbitraje. Empecé a entrenar doble turno, porque más todavía en el nivel donde yo estaba tenía que pasar la prueba de los hombres y la exi­gencia era bastante. Después empecé a estudiar Nutrición, el primer año me fue súper bien. El segundo año me costó un poco más porque tenía­mos materias en las que no te podías ausentar demasiado. Y fue por esa razón también que paré, pero me dije que en algún momento iba a retomar ya con tiempo y con más calma.

–Cuando te presentás, ¿decís que sos árbitra?

–Normalmente cuando me presento nunca me presento como árbitra. Normalmente digo soy docente y nada, por el mismo prejuicio que se tiene. No siempre nos van a ver de buena manera. A veces te presentás como árbitra y la gente ya te observa de manera diferente, hay comentarios de repente inclusive agresivos o picantes. Entonces prefiero evitar todo eso. Si me voy a presentar, yo soy docente y nada más. Sí, depende de mí.

VIENTOS DE CAMBIO

–¿Qué cosas cambiaron en el ambiente del fútbol en estos últimos años como para que ahora una mujer arbitre un partido de varo­nes?

–Realmente la mentalidad de la sociedad futbolera, como siempre digo, cambió mucho de 2007 hasta ahora. Pri­mero luego por el proceso que se hizo, que muchos de los que estaban antes en infe­riores, cuando yo empecé a dirigir, hoy en día están en Primera División. Entonces ellos están acostumbrados a que una mujer entre a dirigirle su partido. Obviamente que hoy en día tampoco es nove­dad que una mujer entre a dirigir un partido masculino. Más todavía con lo que vimos a nivel internacional, más con lo que pasó acá en Sudamérica, tres mujeres inclusive entra­ron a dirigir un partido inter­nacional. Todo eso fue cola­borando para que la gente vea como normal eso. Ya no hay tanta discriminación, tam­poco es tan novedoso verle a una chica dirigir un partido. Es cierto que de repente gene­ramos un poco de descon­fianza, por todos los prejuicios. Tenemos que hacer un doble trabajo. Primero tomando buenas decisiones y generar primero confianza, con dos o tres decisiones que tomemos, que la gente vaya creyéndonos en nuestro trabajo. Y después recién el partido va tomando un curso normal. Tenemos que primero convencer y des­pués hacer nuestro trabajo normalmente.

–De todos tus debuts, ¿cuál considerás el más impor­tante?

–Para mí el más importante fue un partido de Copa Para­guay, que fue en setiembre de 2018. Ese partido me marcó bastante porque realmente era la primera vez que una mujer dirigía un partido de categoría mayor y realmente me tocó bastante. Aparte de eso, fue una experiencia maravillosa. Para mí ese es el debut más importante que tuve a nivel masculino.

MOMENTO JUSTO

–¿Cómo te llegó esta opor­tunidad de ser referí prin­cipal en Primera División?

–Considero que esta opor­tunidad que tuve ahora llegó en el momento justo. La ver­dad, quién no quiere debutar en la máxima categoría, pero para eso se tiene que hacer un largo proceso. Y siempre dije también que yo necesitaba estar sólida para poder man­tenerme en esta categoría, no de repente debutar por­que tiene que debutar nada más o porque se le tiene que incluir a las mujeres, sino por la capacidad que de repente yo pueda ir demostrando. Por eso me gustó mucho hacer todo el proceso y tener una base sólida para que yo pueda llegar a esta instancia en este momento con una madurez, tanto personal como profe­sional.

–¿Sos muy exigente con­tigo misma?

–Sí, en realidad soy muy exi­gente conmigo. A veces al extremo de que tengo que trabajar también esa parte porque, por más de que de repente salgan bien las cosas, yo siempre estoy buscando un punto a mejorar y eso muchas veces no es muy sano porque yo tengo que aceptar que estoy en un ambiente donde la perfección no existe y que yo no soy infalible. Tengo que tratar de mejorar eso, de no ser demasiado exigente y saber también que en algún momento yo puedo tener algún tropiezo y ya pensar en eso de cómo puedo sobre­llevar. No buscar el error ni justificar el error, pero saber sobrellevar las situaciones de que en algún momento dado yo de repente puedo tener algún tropiezo.

–Se abrieron las puertas para las mujeres. ¿Ves en pocos años la posibili­dad de que sean muchas e incluso la mayoría?

–Sí, se abrieron las puer­tas, gracias a Dios, de buena manera, porque ese era un compromiso que yo tenía y una responsabilidad dema­siado grande. Cuando me designaron para el debut en Primera División, yo sabía que eso iba por mi cuenta, porque también había una posibilidad de que si yo no hacía un buen trabajo, podría cerrar esas puertas que hoy se abrieron. Enton­ces dimos lo mejor, el 110 %, para que realmente eso sea positivo y que las mujeres sigamos creciendo en este ámbito. Yo espero que mis compañeras que están pro­curando, que están peleando por un lugar, puedan llegar y puedan demostrar también la capacidad que tienen en el ámbito en la categoría masculina y que sigan cre­ciendo. Yo confío bastante en la capacidad que tienen ellas.

SUEÑO

–¿Cómo vivís este momento de tu carrera?

–Estoy muy contenta por este momento. Es un sueño que estoy viviendo. Quiero disfrutarlo al máximo cada minuto porque uno no sabe hasta cuándo puede durar. Ustedes saben que cada par­tido es un examen nuestro y cada partido, por más de que el anterior haya salido exce­lente, yo empiezo con una nota cero y tengo que empe­zar a elevar eso. Entonces, si se da la oportunidad a una situación como esta, como la que estoy viviendo, hay que disfrutar. Y eso es lo que estoy haciendo en este momento.

–¿TE ACORDÁS DE TU PRIMER PARTIDO ARBITRANDO?

–Había un señor que nunca me voy a olvi­dar, el señor Salvador Núñez, que fue el que me llevó en la escue­lita de fútbol donde yo empecé a dirigir. Él nos daba clases los jueves a la tarde sobre las reglas de juego y después los fines de semana ya nos íbamos a dirigir en las escuelitas de fútbol. Y fue así que dirigí mi pri­mer partido en la can­cha de Sol de América, en Villa Elisa. Era en una canchita de arena que ahora ya no existe. Fue en 2007.

Empezamos a las siete de la mañana y termi­namos al mediodía. Fui asistente directo de seis partidos y mi pri­mer honorario fue de G. 45.000. Esa fue mi pri­mera experiencia como árbitra.

Déjanos tus comentarios en Voiz