Tres mujeres fueron esenciales en la operación de los nuevos motores diésel del barco escuela de la Armada Paraguaya. En estos días, sus 270 tripulantes fueron testigos de la especial celebración que les brindó la comunidad de Puerto Rosario, destino donde se estima que unas 7.000 personas lo visitaron o fueron alcanzadas por la labor social desarrollada por los marinos en tierra. Otra multitud visitará el barco este fin de semana en Asunción .

Ayer recibió una mul­titud en el Apos­tadero Sur de la Flota de Guerra, en el barrio Sajonia, y se espera que hoy domingo, de 9:00 a 17:00, pase otro tanto. Es que su regreso a las aguas del río Paraguay 55 años después de su último viaje fue destacado por su sig­nificado profundo: un defen­sor que vuelve a servir.

Entre esas emociones que unen el tiempo antiguo con la actualidad, surgió un deta­lle muy importante y espe­cial: el equipo de maquinis­tas del Cañonero Paraguay está integrado por mujeres, lo que aporta también un nuevo sentido de época al servicio del buque.

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La guardiamarina Gloria Núñez es la jefa de Man­tenimiento y Reparacio­nes y cuenta en diálogo con Nación Media: “Comenzó como un sueño hecho realidad. Al egresar de la instruc­ción pude integrar la tripu­lación, lo que fue un orgullo y gran satisfacción de poder compartir con las compañe­ras porque cada vez más las femeninas estamos siendo protagonistas y líderes en la actualidad”, comentó.

Otra de las maquinistas es Jorgelina Estela Báez, que expuso que su proceso “comenzó en 2019 cuando ingresé a la Academia Mili­tar Francisco Solano López, de donde después de cuatro años egresé como guardia­marina maquinista. Enton­ces me designaron a la Flota de Guerra, en este buque. A bordo me pude adiestrar en el mantenimiento de las máquinas y ampliar mis conocimientos”, dijo.

Jorgelina Estela Báez

“Me siento orgullosa de nosotras las mujeres por­que somos lo suficientemente capaces de realizar las tareas de la sala de máquinas. No he encontrado un trabajo que no pueda ser realizado por nosotras, al menos a nuestro nivel”, dijo recordando que a veces hay temperaturas ele­vadas y tratos no muy agra­dables con hierros calientes, aceites y combustibles.

Las sensaciones son com­partidas por la teniente maquinista Leticia Her­mosa Giménez, quien dice estar “contenta de tener a mi lado mujeres profesionales, capacitadas que apoyaron en las distintas tareas que nos corresponden para el buen funcionamiento de los pro­pulsores, de los generadores y de todo el sistema eléctrico del buque, así como en las otras áreas donde el género femenino estuvo apoyando para que todo salga bien”, apuntó.

ACCIÓN SOCIAL Y OTROS GAJES

Para Núñez, la posibilidad de hacer acción social es impor­tante y se mostró agradecida con el retorno de la población de Puerto Rosario, a la que vio “conmocionada” con la tarea de la tripulación del Cañonero Paraguay.

Báez coincidió con la apre­ciación de su compañera y apuntó que “la posibilidad de poder hacer una acción social nos llena de entusiasmo, ya que la Armada tiene excelen­tes profesionales en el área de salud. Así que con el barco en condiciones como está, podríamos llegar a muchas más comunidades y brindar servicios a lugares donde realmente hace demasiada falta”, consideró.

Hermosa apuntó que le satis­face “que seamos ese nexo, que podamos llevar nuestro grano de arena y así ayudar de alguna manera a nuestros conciudadanos, y a través de nuestro buque de guerra acercarnos a ellos con estas acciones. Las Fuerzas Arma­das siempre estarán al servi­cio de su comunidad, no solo usando las armas para defen­der su territorio y su gente; si no que estaremos presen­tes siempre para llevar toda la ayuda posible a los distin­tos lugares de nuestro amado Paraguay”.

Gloria Núñez

PREGUNTA OBLIGADA

En un momento de la charla sobreviene la pregunta obli­gada a las marineras: ¿cómo visualizan el machismo en la fuerza? Núñez consideró que “pese a los obstáculos que se pudieran presentar por el hecho de ser mujeres, hoy en día existe una igualdad, una equidad diría, entre los géne­ros, ya que hemos demostrado que somos capaces de hacer lo mismo que los varones y las oportunidades son las mis­mas respetando siempre las jerarquías. Como mujer poder inmiscuirme con las máqui­nas fue todo un desafío y sin la ayuda de Dios y mi familia no estaría donde estoy ahora”, apuntó.

Por su parte, Báez señaló que “gracias a Dios nunca me tocó pasar un episodio así. Por suerte aquí siempre se mantuvo todo dentro de los márgenes del respeto, siem­pre fue muy equitativo todo, nunca hubo diferencias por sexo ni por nada. No puedo dejar de mencionar lo orgu­llosa que estoy de formar parte de esta tripulación que está haciendo historia man­teniendo todo en condiciones para que el buque siga nave­gando por muchos años más”.

Leticia Hermosa Giménez

De su lado, Hermosa Gimé­nez relató que “personal­mente nunca tuve ese pro­blema por parte del personal más ni menos antiguo. Siem­pre me trataron con respeto desde el primer día que pisé cubierta y más en mi espe­cialidad como oficial de máquinas”.

La teniente y la mascota

“Teniente de fragata, maquinista Paola Raquel Cañiza”, se presenta esta oficial que tuvo la particu­laridad de ser la madrina del gato Barlo, la primera mas­cota a bordo del Cañonero Paraguay.

“Le encontré cuando me estaba por embarcar, escuché el maullido de un gatito y me dije ‘qué voy a hacer’. Era flaquito, carecía de amor que ni te cuento y le agarré, le alcé y que sea lo que San Roque y Dios Quiera. Le embarqué a sabiendas de que su esta­día podía no ser duradera porque hay mucha gente que no les quiere a los ani­males, pero yo me arries­gué”, contó. Llamado Barlo en homenaje al vocablo marinero “barlo­vento”, que es el buen viento que empujaba las naves a vela. “Le tapé y le metí conmigo, le llevé a mi camarote y le comencé a dar leche y comida, hasta que comenté que tenía un gatito a bordo. Y me dije­ron “¡esta señora! A ese le van a matar, le van a jugar todo… mañana no va a estar más. Así que no sabía qué hacer, me debatía entre tenerlo a bordo o darlo en adopción”, siguió comentando.

“Lo tuve escondido una semana, porque cuando comenzó a crecer cuando salía del camarote él lloraba. Des­pués ya le mostré a la tripula­ción, les comenté que era mi gatito, un ser vivo, que tiene un corazoncito y así les fui con­cienciando a la tripulación, que lo fue adoptando mien­tras estábamos en el dique por la reparación del cañonero”.

“Les mandaba a los marine­ros a quitar pescado para él, que come dos o tres pesca­dos por día. Ni bien embarco a las cinco de la mañana, ya me estaba esperando afuera, me seguía hasta el camarote y se metía directo a la cama. Al mediodía cuando tenía­mos un rato de casino, lo sacaba afuera, porque es un malcriado que le gusta la ham­burguesa. Igual los marineros tenían que tenerle con agua, purina y sus pescados”, contó.

La teniente Cañiza descri­bió al ambiente femenino en la Sala de Máquinas como “dinámico, es muy agrada­ble compartir con las chicas. Yo fui la más antigua, trabajé bien y nos llevamos muy bien, pero ahora estoy trasladada al Comando de Infantería de Marina, dejé de ser parte del Cañonero Paraguay, participé y viví el cambio que se le hizo a la embarcación y agradezco haber tenido esa oportunidad. Con mucho esfuerzo logra­mos que pueda volver a nave­gar y hacer historia, porque 55 años son muchísimos, lo pudimos hacer, me sentí parte y seguí la trayectoria. Chemo­py’arory porque es una sensa­ción única”.

Contó de sus viajes en otras misiones en las que “nos fui­mos a llevar víveres, colcho­nes, hacer peluquería, es súper especial la gente, súper res­petuosa y amable. Estuvimos como 20 días cuando fuimos en 2015, se siente bien poder ayudar a las personas porque había gente con bastante pre­cariedad y era una sensa­ción única poder ayudar. Es necesario hacer la acción social porque la gente nos necesita y nosotros como FFAA no nos podemos negar”.

“El regreso de un gigante”

Para el capitán de Navío Wilson Altuman, “es el regreso de un gigante dormido, un buque que es muy caro a nuestros sentimientos. Poder embarcar y navegar nos hace sentir lo que sintieron nuestros antepasados cuando iban a la guerra, de tener una misión en mente y poder cumplir. Es un hecho histórico, des­pués de 55 años volver a navegar en el buque insignia es algo que nos llena de satisfacción y orgullo”, consideró.

Según reseñó en diálogo con Nación Media, “todas las actualizaciones que se le hicieron a las máquinas, a los sistemas de propulsión, los generadores, el sistema eléctrico, refri­geración, lucha contra incendios y gobierno resultaron óptimas y no tuvimos ningún pro­blema ni avería”.

Destacó entonces que “para los cadetes es fundamental consolidar lo aprendido en las aulas, llevar la teoría a la práctica, en las maniobras, zafarranchos, faenas marine­ras, en el conocimiento de la vida a bordo, el comportamiento durante la navegación, los ejercicios que se hacen a bordo. Es una experiencia muy fructífera experimentar la vida naval, ser parte de una tripulación”. Altuman explicó que “la ayuda humanita­ria se irá viendo conforme a las necesidades o pedidos que reciba la institución” y que las recepciones multitudinarias que tuvo el buque se pueden atribuir al sentido de per­tenencia de la gente.

“Puedo decir que el éxito se debe al senti­miento patriótico que hace aflorar el caño­nero. Es un símbolo importante por su misión y tarea en la guerra, hace a las raíces, el reflo­tar de los valores patrióticos, porque permite sentir la emoción de pisar la misma cubierta que los veteranos de la guerra del Chaco en su juventud. También la calidez del personal de la Armada, la receptividad y el buen trato, la predisposición para que pueda acceder a los recuerdos, anécdotas e historia”, consideró.

Lleno de historia y digno de visitar

Para el magíster Eduardo Ortiz Mereles, presidente de la Asociación Cultural Man­du’arã, que organiza visitas guiadas al buque, “el Caño­nero Paraguay es noticia y debemos aprovecharlo para conocer su historia, especial­mente para aquellos que no vivimos el conflicto que se originó en las intenciones de Bolivia en el Chaco Boreal”.

“Todos los paraguayos deben conocer esta reliquia, en la que se puede estar a bordo y que ayuda a desmitificar algunos temas de la guerra del Chaco como que nuestro país no estaba preparado para la contienda”, apunta.

El docente universitario y especialista en historia del Paraguay recordó que “ya en 1852 le propusieron a Car­los Antonio López resolver los límites, situación a la que el estadista paraguayo muy inteligentemente no le hizo caso. En 1878 se da el laudo del presidente de los Esta­dos Unidos, Rutheford Hayes, en el que la parte compren­dida entre los ríos Bermejo y Pilcomayo se queda para el Paraguay, lo que fue una jugada diplomática brillante de José Falcón y Benjamín Aceval, que lograron confir­mar ese territorio como parte del Paraguay”.

La tensión regresa “cuando Bolivia pierde su salida al mar con la guerra del Pacífico en 1884 y vuelve con la intención de llegar al Atlántico a través del río Paraguay. Se firman en 1904 varios acuerdos en los que básicamente sus preten­siones eran llegar hasta donde ahora está el puente Remanso. Hay mapas y estampillas que así lo corroboran”.

Entonces: “A partir de 1920 Bolivia viola los protoco­los que se habían formado y comienza a formar forti­nes en el margen izquierdo del río Pilcomayo. De hecho, el Fortín Boquerón estaba en poder de ellos. Estalla la guerra y recordamos aquí la famosa historia de que el país no se había preparado para la guerra. Sin embargo, aparece la figura de José Bozzano, un militar que fue enviado por el presidente José P. Montero al Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT, por su sigla en inglés), donde se gra­duó como arquitecto e inge­niero naval y aeronáutico en 1925″.

Entonces considera que “con esa preparación, queda des­fasada la teoría de que no hubo aprestos para la gue­rra. El C1 Paraguay con su gemelo el C2 Humaitá cons­tituyeron un arma incluso de poder intimidatorio porque estaban artillados para res­ponder un ataque aéreo. Fue­ron construidos en Italia con la máxima tecnología para aquella época y eran armas de guerra que nadie tenía en Sudamérica”, refirió.

“Estos buques fueron fun­damentales para el trans­porte de tropas hasta Puerto Casado. Luego iban en tren hasta Punta Riel y de allí se caminaba hasta el Coman­chaco en Isla Po’i. Llevaba pertrechos de guerra, arma­mentos, médicos y tropa”, apuntó.

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