Jimmi Peralta - Fotos: gentileza

En “Llámame cuando sople el viento”, que actualmente se encuentra en proceso de desarrollo, Arami Ullón indaga el significado y la importancia del duelo. En este diálogo con Nación Media, la directora reflexiona sobre cómo el observador es partícipe de los hechos que cuenta aportando en su caso particular la mirada de una mujer migrante.

Luego de que en “El tiempo nublado” presentase a través de una historia personal una realidad social desgarradora, Arami Ullón puso ante los ojos del mundo la tragedia intrínseca en el desplazamiento forzado de personas que es constitutivo a este orden social. “Apenas el sol” es la fotografía de una realidad histórica que hiere como una daga al narrar la barbarie de Occidente respecto a los pueblos originarios y lo hace a través de la historia de los ayoreos.

Actualmente, Ullón está desarrollando su tercer largometraje documental con el título de trabajo de “Llámame cuando sople el viento”, una exploración de las herramientas de duelo que puedan ayudarnos a enfrentar uno de los miedos más profundos: la muerte de un ser querido. Este filme será producido por Beauvoir Films (Suiza) en coproducción con Paraguay y Japón.

La película está en etapa de desarrollo. Ullón trabaja de manera estrecha con Itaru Sasaki, creador del teléfono de viento, un artefacto tradicional que no está conectado a nada y que, sin embargo, es utilizado por miles de personas para hablar con sus muertos.

Arami habló sobre su actual trabajo, sus intereses, temas y forma de trabajar, y cómo la puesta de cámara de su trabajo también conlleva un decir personal y social.

–¿Cómo es tu relación con el cine y la narración?

–No sé muy bien qué decir a este respecto. Podría decirte que mi formación es mayormente empírica y cosas de ese orden, pero me parece que lo importante es otra cosa. La narración es una forma de estar en el mundo. Para mí, la narración y el cine son actos de observación. Esa observación es constante, sostenida, detallada y, necesariamente, sensible. No es solo un movimiento de observación del afuera, sino que es fundamentalmente un proceso de observación interna. Ese diálogo entre lo interno y lo externo se completa con la necesidad de entrar en comunicación con otres.

–¿Cómo surgió la idea original y cuál fue el desarrollo hasta ahora de tu nuevo proyecto?

–Hace unos años, con la muerte de mi madre, empecé a sentir que mis formas de doler, aprendidas en Paraguay, no eran las mismas en mi nuevo entorno suizo. Seguramente en este nuevo contexto existía una infinidad de maneras de atravesar un duelo, pero yo aún no las conocía. Sencillamente ya no encontraba una forma propia de doler. Porque, aunque el dolor por la muerte de un ser querido es universal, las formas que encontramos para atravesar ese dolor no lo son. Y me di cuenta de que al desaprender cómo doler una muerte, también desaprendía cómo relacionarme con otros dolores, con otras pérdidas. Esta puede bien ser otra grieta más en la identidad de una migrante. Fue en ese momento que, coincidentemente, hablando de todo esto con una amiga muy cercana, Pato Masera (actriz y directora de teatro) también paraguaya y migrante, me contó de la existencia del teléfono de viento. Lo había escuchado en un podcast estadounidense. Ese fue el punto de partida, el disparador que hizo que todo se ponga en movimiento.

IMPORTANCIA DEL DUELO

–¿Qué temas buscás abordar en este nuevo proyecto?

–Me interesa buscar la realización de una película que explore el significado y la importancia del duelo. El valor de los rituales, la atención a las emociones, el ejercicio de la imaginación y el cuidado de lo colectivo. Prácticas que van perdiendo rápidamente valor y significado en un mundo donde ya no podemos demorarnos en acciones que no generen productividad y ganancia. Imagino una película que inspire al espectador la búsqueda de herramientas propias, auténticas y diversas para afrontar el duelo.

–¿Cómo va la experiencia hasta ahora?

–En este momento nos encontramos en etapa de desarrollo del filme, trabajando de cerca con el creador del teléfono de viento, Itaru Sasaki; ambos estamos muy comprometidos con la creación de este filme. También nos acompaña un equipo trabajando desde Paraguay, Suiza y Japón en la investigación, la escritura y en la financiación del filme.

–¿Hay un hilo conductor que una este nuevo documental con los anteriores?

–Claramente. Parezco estar ocupada con la desaparición. De una cultura, del medioambiente, de la vida... Y, sobre todo, me interesa explorar cómo se sobreviven esas desapariciones, esas muertes tan fundacionales para uno como individuo y como cuerpo social.

–¿Es también Paraguay escenario de parte de esta nueva historia?

–Indefectiblemente, porque yo soy paraguaya. Paraguay está siempre presente en todo lo que hago. Eso es inevitable. Lo que estamos investigando en este momento, entre otros aspectos, es la forma exacta en la que lo hará. Queremos tomarnos lo necesario para incluir los recursos narrativos más adecuados.

–¿De qué manera se transformó tu mirada sobre el país después de tus últimos trabajos, ya sea como contadora de historias o como paraguaya migrante?

–A veces la distancia permite ver con más claridad. Como cuando una lente está demasiado cerca del objeto y se pierde el foco. Al buscar un punto un poco más distante, el objeto empieza a recobrar dimensionalidad, detalle. Paraguay es un país lleno de gente y de historias ricas, profundas, complejas y –muchísimas veces– cargadas de injusticias, falta de derechos y dolor. No puedo dejar de mirar a nuestro país en sus diversas aristas.

–A la hora de rodar, ¿qué elementos priorizás o en qué procurás no fallar durante ese proceso?

–Cada historia y la circunstancia de sus personajes piden algo específico. Pero, en todos los casos, busco que la audiencia pueda empatizar con los personajes, acercarse a mundos que a simple vista puedan parecer lejanos, pero que, en su profundidad, son cercanos en universalidad. Creo que el cine puede acercarnos en humanidad.

–¿Cuál es tu dinámica de trabajo a la hora de rodar?

–Paso mucho tiempo, años, investigando antes de empezar a rodar. Es importante para mí entender con claridad el foco, el fondo, de lo que busco en realidades tan vastas.

–En tus historias se cruzan lo individual con su entorno, sea como sostén o el mismo padecimiento.

–No me parece posible separar al individuo del entorno. No existen de manera separada.

–¿Qué rol, más allá de lo estético, cumple tu relato?

–El desplazamiento forzoso, el saqueo territorial y cultural que sufren los pueblos originarios, y el abandono del que son víctimas los adultos mayores en Paraguay son temas sociales actuales y urgentes. Si estas problemáticas no son visibles en nuestra sociedad, es por una ausencia total de interés político. Un empeño de la clase política y los grupos de poder por hacerlos desaparecer, invisibilizarlos. En mis películas, sin embargo, estas problemáticas están muy fuertemente presentes.

Teléfono de viento

El teléfono de viento es una escultura que consiste en una cabina telefónica situada en el pueblo japonés de Otsuchi. Esta no está conectada a ninguna red tradicional y su propósito es que los visitantes puedan mantener conversaciones unidireccionales con personas fallecidas.

Inicialmente creado por el diseñador de jardines Itaru Sasaki en 2010 para ayudarlo a sobrellevar la muerte de su primo, se abrió al público al año siguiente después de que el terremoto y el tsunami de Tohoku de 2011 mataran a más de 15.000 personas en la región de Tohoku. Desde entonces, el teléfono de viento ha recibido más de 30.000 visitantes. Se han construido varias réplicas en todo el mundo y ha servido de inspiración para varias novelas y películas.

Fuente: Wikipedia

Biodata

Arami Ullón nació en Asunción en 1978. Trabaja en el campo audiovisual desde 1994. Dirigió cortos, formó parte de la producción de filmes como “El toque del oboe”, “Miami vice” y “18 cigarrillos y medio”.

Dirigió el largometraje documental “El tiempo nublado” (Suiza - Paraguay, 2014), que fue seleccionado en más de 70 festivales internacionales, incluyendo algunos de los más importantes como el Festival de Cine de Locarno (Suiza), Karlovy Vary (República Checa), Visions du Réel (Suiza) y Rencontres Internationales du Documentaire de Montréal (Canadá). Este filme fue la primera candidatura paraguaya a los Óscar (2016).

“Apenas el sol” (2020) es su segundo largometraje documental como directora. Fue la postulación paraguaya a los Óscar en su edición 94, en dos categorías: Película Internacional y Largometraje Documental. Esta película también representó a Paraguay en los Premios Goya (2023).

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