Ricardo Rivas, periodista, desde Nueva York Twitter: @RtrivasRivas - Fotos: gentileza

Periodismo y nuevas tecnologías no es el centro del debate. La cosa no pasa por definir con qué herramienta lo hacemos, sino cómo lo hacemos. Es preciso reconceptualizar la práctica del oficio periodístico a la hora de responder qué, quién, cómo, cuándo y dónde. Mucho más al intentar profundizar en el porqué y el para qué.

“¿Qué se dice en los diarios de allá de nosotros?”, repetidamente me preguntan colegas periodistas –al igual que otras personas que no lo son– cuando llevo en los Estados Unidos poco más de dos semanas de trabajo profesional. Tal vez, sea comprensible. En mi querido Paraguay hubo elecciones. Hay un nuevo presidente electo, Santiago Peña. En Argentina se desarrolla un proceso electoral y como, desde hace muchas décadas, se atraviesa nuevamente una preocupante situación económica agravada por sucesos de corrupción.

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Se entiende entonces que, a través de Whatsapp, Signal, Telegram, lleguen esas consultas que, debo decirlo, no ameritan respuesta, en el caso de los profesionales de la información y solo vaguedades por cortesía para quienes ejercen otras profesiones. Respondo: muy poco se publica. La proximidad de la información marca claramente el territorio que delimita el contrato de lectura con las audiencias.

DEMANDA

“Quiero saber lo que pasa y me pasa, aquí”, es la demanda de los consumidores de contenidos, es preciso respetarla y a ella responden los medios serios en cualquier parte. Pero, vale destacarlo, aquí y ahora, claramente, lo más relevante, al igual que en otro puñado de países en los que tuve la fascinante posibilidad de ejercer el oficio, es lo que en los medios se dice sobre –en este caso– Norteamérica, sus líderes, sus lideresas e incluso sobre los comportamientos profesionales de los medios y sus trabajadores.

Leer los diarios, especialmente los domingos que salen con enormes ediciones, es atrapante. Bordea lo didáctico. Los sistemas de medios –públicos y/o privados– le guste a quien le guste y le pese a quien le pese, son parte relevante de la educación informal en toda sociedad. Confieso que me agrada leer en la playa, cuando se puede. Cuando el clima acompaña. Este viernes –lejos del frío en Nueva York, donde el trabajo fue intenso– lo hago en Naples, cercano a Weston, a Miami Beach y Miami Dade en el sudoeste del estado de Florida, donde cuando finalizaba el siglo XIX el senador por Louisville y general John S. Williams junto con el periodista Walter Haldeman, fundador del periódico Louisville Courier Journal, allá por 1885 decidieron impulsar la creación en el área de lo que hoy es un destino relevante para el turismo internacional.

Mis ojos dejan atrás el periódico. Se pierden sobre el horizonte. Las aguas cálidas del golfo de México que bañan estas costas brillan con los rayos de un sol que en horas más comenzará a declinar. Hacia el norte está Tampa. Aquí y en este día de semana, habita el silencio. El fin de semana será otra cosa. Alguna garza y un par de flamencos sobrevuelan en busca de alimentos. Hundo los pies en la arena “azúcar”. Así la llaman por aquí y, según me explican, la llamaban los calusa, un pueblo originario que disfrutaba de este paraíso antes que nadie. Su extinción comenzó cuando Juan Ponce de León navegó y exploró estas costas desde 1513 empeñado en encontrar “la fuente de la vida eterna”. Recuerdo el inicio de “Piratas del Caribe en mareas misteriosas” y algunas de las aventuras del capitán Jack Sparrow, compuesto por Johnny Deep.

Sí, aquí estoy en esa locación que, hasta hoy, creí que era un invento cinematográfico. Relativamente cerca de San Agustín –el asentamiento europeo más antiguo en los Estados Unidos–, donde aseguran aún por estos días que es donde en verdad se encuentra la “fuente de la eterna juventud” que, después de Ponce de León y, desde 1527, también buscaron Pánfilo de Narváez y Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Un tipo movedizo don Alvar.

Un puñado de años más tarde de aquello, en procura de llegar hasta mi querida Asunción, el 31 de enero de 1542, descubrió las cataratas del Iguazú, hoy frontera entre Brasil y la Argentina. Treinta y nueve días más tarde entró en la actual capital paraguaya, donde cuentan los cronistas de Indias que “fue bien recibido”.

En San Agustín, el más antiguo asentamiento europeo en EE. UU., muy cerca de Naples, también busqué y encontré la fuente de la juventud eterna. Aunque incrédulo, bebí.

AGUAS MÁGICAS

El sol afloja. El mar refleja sus rayos con tonos plateados. Algunas nubes oscuras llegan en el momento justo para completar un escenario increíble. Acomodo los diarios sobre mis piernas. Entrecierro los ojos. Piratas del Caribe, aguas mágicas para alcanzar la juventud eterna. Todo parece estar allí. ¡¿Para qué leo el periódico aquí?! The Washington Post, The New York Times, el Boston Globe. Los acomodé prolijamente.

La memoria de lo que nunca vi y mucho leí vuela. Sonrío en soledad. Cerca, en los Everglades, hay una reservación del pueblo seminola. Allí, después de mucho batallar, se refugiaron cuando guerreaban contra “el séptimo de caballería”, me informó un habitante local. Encandilado, bajo la vista. Vuelvo a la lectura.

“Trump returns reloaded”, dicen algunos por aquí. Sorprende descubrir que una buena parte de su base electoral anida entre los hispanos, una minoría relevante que crece. ¿Qué los llevará a coincidir con los supremacistas blancos que proponen “America first”?

Un misterio que incomprendo, pero aun así respeto. Pero no puedo olvidar algunas palabras que me llegan desde lejos en el tiempo. Las guardo en mi memoria y creo descubrir que parcialmente aplican en estos tiempos convulsos. El 10 de noviembre de 1963, poco más de 2.208 kilómetros al norte de aquí, en Detroit, alguien –ante una comunidad de personas afrodescendientes congregadas en la iglesia King Solomon Baptist Church– interpeló al auditorio para describir los esclavos a partir de la actitud.

Habló de “los hermanos domésticos” y “los hermanos del campo en tiempos de la esclavitud”. En 1992, mientras cursaba una beca, en Nueva York pude ver en un film que, con voz pausada, aquel orador hizo público su parecer, su mirada crítica: “Este negro doméstico moderno quiere a su amo. Quiere vivir cerca de él. Está dispuesto a pagar tres veces el precio verdadero de una casa con tal de vivir cerca de su amo. Para luego alardear. ‘Yo soy el único negro aquí. Soy el único en mi trabajo. Soy el único en esta escuela’”. Amén, respondió la congregación.

Desde mi ignorancia, que es mucha, creo encontrar algunas semejanzas entre aquellos tiempos seis décadas atrás y este de hoy que, tal vez, podrían explicar sorprendentes acuerdos sociales transversales entre minorías que aceptan degradarse en procura de una tarjeta verde.

“¡No eres más que un hermano doméstico!”, dijo aquella vez a la congregación El-Hajj Malik El-Shabazz, nacido como Malcolm Little e inscripto en la historia reciente como Malcolm X por su propia decisión. Creo que ese es uno de los temas que nuevamente se levantan como debate en muchas partes aquí –en los Estados Unidos– después que Donald Trump tuvo una hora en el prime time de la cadena CNN para expresarse con el tono bravucón y suficiente que a través de la tele global pudimos conocer cuando mandaba, desde la Casa Blanca, porque –atención– gobernar en democracia es otra cosa.

¿QUÉ HACEMOS?

También lo es –aunque desde una perspectiva crítica y ética– la discusión que se propone desde el periodismo. “¿Qué haremos con Trump?”, se preguntan y preguntan algunos colegas. “¿Dejaremos pasar nuevamente sus mentiras (fake news), sus agresiones, sus destratos, su desprecio por la Constitución y las leyes, su posible misoginia?”. Enorme desafío. Es preciso reconceptualizar la práctica del oficio periodístico a la hora de responder qué, quién, cómo, cuándo y dónde. Mucho más al intentar profundizar en el porqué y el para qué. Y siento que no es este un debate solo de las personas que hacen periodismo aquí, en los Estados Unidos. Es un debate social mucho más amplio que debemos dar y darnos en otras regiones, en otros países, en otras sociedades.

“La libertad de expresión como motor de los demás derechos humanos”, propusimos el pasado 3 de mayo en la sede de las Naciones Unidas cuando conmemoramos el Día Mundial de la Libertad de Prensa con el objetivo claro de “dar forma a un futuro de derechos”. Respiré profundamente. Volví a la lectura.

“Muchos periodistas (en USA) llegaron a la conclusión de que nuestra profesión no cumplió con su responsabilidad en un momento peligroso de la historia. Su prueba, en primer lugar, es que (Donald) Trump fue elegido (45° presidente de los Estados Unidos) y que todavía tiene un férreo control sobre los republicanos y gran parte del pueblo estadounidense”, sostiene el colega periodista Martin “Marty” Baron, exdirector de los diarios Boston Globe (2001-2012) y del Washington Post (2012-2021).

Sobre el mismo tema – Trump–, David Richard Smith, quien entre 2010 y 2015 fue corresponsal del británico The Guardian en este país, luego de saber que la cadena CNN habría de entrevistar al exmandatario durante una hora en horario central, en tono crítico advirtió que “la red de noticias más confiable” dedicaría “una hora de su horario de máxima audiencia a un mentiroso en serie que intentó acabar con la democracia estadounidense”.

Por su parte, Margaret Sullivan, también periodista que se ha desempeñado como columnista en The Washington Post y editora en The New York Times, propone a sus colegas que “si Trump vuelve a presentarse (como candidato presidencial), no lo cubran igual” que en la oportunidad anterior y, luego, en lo que considera que es “el manifiesto de un periodista” fundamenta con clara mirada autocrítica: “Demasiadas veces (las y los periodistas) hemos actuado como sus taquígrafos o megáfonos” y “tardamos demasiado en atemperar nuestro instinto de dar la misma importancia a ambos lados (de las partes involucradas en la información), incluso cuando uno de ellos (justamente Trump) estaba usando la desinformación para obtener ganancias políticas”.

El capitán Jack Sparrow (Johnny Deep, cuando “Piratas del Caribe en mareas misteriosas”) también estuvo en esta zona del golfo de México.

PRECIPICIO

Desde esa perspectiva sentencia: “La democracia estadounidense está al borde del precipicio” y, en ese contexto, pregunta y se repregunta: “¿Qué puede hacer la prensa para evitar que caiga en vísperas de las elecciones de 2024?”. En esa búsqueda, implacable, Margaret va más allá e interpela a sus colegas con definiciones concretas. “Los instintos y convenciones del periodismo tradicional no eran (cuando la primera campaña proselitista de Trump) lo suficientemente buenos para ese momento en la historia de nuestro país” y advierte que ahora, cuando el expresidente se prepara “para ser presentado nuevamente en 2024, vale la pena recordar que cuando se informa sobre políticos que son fundamentalmente antidemocráticos, (para ello) el periodismo a la antigua ya no es suficiente”, aunque asegura –pese a lo dicho– tener la convicción de que “los “periodistas deben centrarse en la búsqueda de la verdad”, pero “no en la neutralidad al estilo clásico”.

Todo para pensar y repensarnos como profesionales de la información cuando frente de nosotros –de la ciudadanía toda– emergen, crecen y se esparcen autocracias, anocracias o dictaduras asociadas incluso con los intereses de crueles organizaciones criminales transnacionales de alta complejidad. Periodismo y nuevas tecnologías no es el centro del debate. La cosa no pasa por definir con qué herramienta lo hacemos, sino cómo lo hacemos.

Miro a mi alrededor. Pasaron muchas horas. Las extensas playasdeNaplessecolmarondepersonas que –como lo hago ahora, de pie– dejamos que pequeñas olas mansas se desvanezcan en nuestros pies para ver caer el sol y despedirlo con aplausos y vítores con la convicción de que con el próximo amanecer nos iluminará nuevamente.

Parafraseando al Nano Serrat: Mañana podrá ser un gran día. “Aprovecharlo o que pase de largo depende en parte de ti / Dale el día libre a la experiencia para comenzar / Y recíbelo como si fuera fiesta de guardar”. Hay mucho para pensar y reflexionar. Animémonos. Hay por qué. Como se dice por aquí: “He who burns himself with milk, later sees a cow and cries (El que se quema con leche, después ve una vaca y llora)”.

Margaret Sullivan, periodista, interroga: “¿Qué puede hacer la prensa para evitar que (la democracia) caiga en vísperas de las elecciones 2024” en los Estados Unidos.
Juan Ponce de León y Alvar Núñez Cabeza de Vaca, los buscadores de la fuente de la juventud eterna.
Naples, Florida. Reflexiones al atardecer.
Después de la reflexión, atardecer en Naples. El sol se despide entre vítores y aplausos. La esperanza: mañana puede ser un gran día.

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