Willy Suchar, músico y productor argentino radicado en nuestro país hace más de treinta años, conversa con Augusto dos Santos para el programa “Expresso”, emitido por el canal GEN/Nación Media, sobre sus inicios como artista, su venida al Paraguay y sobre su visión respecto a los cambios que ha experimentando la música en los tiempos de la inmediatez que imponen las plataformas digitales. A pesar de las múltiples transformaciones que ha experimentado la disciplina por la evolución de los formatos y los contenidos, Suchar se ratifica en la necesidad inmanente de cultivar el arte como una característica diferencial de nuestra especie que tiene la capacidad de hacernos mejores personas.

Fotos: Néstor Soto

–ADS: La trova rosarina. ¿Qué es para vos?

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–WS: No sé quién dijo por ahí que la infancia y nuestra juventud son los que determinan la patria, en el buen sentido de la palabra, y la trova significó para mi generación un momento muy especial, 1982, de la tristeza y del desencanto con esa desgracia que fue Malvinas.

–Esa desgracia que fue Malvinas y la dictadura.

–La dictadura nos llevó a esa locura. Yo fui convocado a la guerra porque soy clase 61. No llegué a ir a las Malvinas porque hice el servicio militar en la banda del regimiento de infantería de Corrientes y por eso no fui, pero pero sí muchos amigos míos fueron y algunos se quedaron.

Volviendo la trova, en el 82 sale ese disco “Tiempos difíciles” de Juan Carlos Baglietto y en ese colectivo estaban Adrián Abonizio, Fito Páez, Rubén Goldín, además de Baglietto. Tenían también una cuestión federalista. No venía de Buenos Aires como Charly (García) y (Luis Alberto) Spinetta, sino que venía de una ciudad del interior. O sea, que es muy importante Rosario, pero provinciana así como un montón de otras provincias. Fue como una gota de esperanza de que se puede triunfar más allá de ese embudo que significa Buenos Aires en Argentina como significa Asunción acá.

–Además, la Rosario de Fontanarrosa, ¿no?

–Fíjate, un Litto Nebbia, (Roberto) Fontanarrosa, el Negro Olmedo.

–Qué paradójico que sean los procesos dictatoriales una especie de cono de erupción.

–Yo creo que es natural que sea así. Con trova rosarina comulgaba no solamente con la música, sino también con su lírica y con su impronta filosófica. Sigue siendo una de las músicas más lindas, bien hecha y con excelencia en todos los sentidos.

LOS INICIOS

–¿Cómo es tu itinerario de vida?

–Yo nací en Villa Carlos Paz, Córdoba. Mi madre y toda la familia de mi madre son ahí. Mi papá es porteño, fue militar, peleó para (Juan Domingo) Perón en la revolución del 55. Cuando cae Perón él cae de baja deshonrosa. Pero era muy buen pianista. Fue a Carlos Paz a tocar. Cuando eso se tocaba en cabarets y confiterías, pero no la conoció a mi mamá en un cabaret (risas).

–De vez en cuando se deslizaba una Marcha Peronista.

–Siempre en mi casa, incluso en la época de la proscripción a Perón. Mi papá cumplía años el 25 de mayo, fiesta patria, y se sacaba un combinado a la vereda y a todo trapo los discursos de Evita. Aunque mi mamá le decía “No, Walter, pará”. Y ahí se conocen en Carlos Paz y nazco yo en el 61 y mi papá entre el 63 y el 64 consigue un contrato en Corrientes en una confitería que se llamaba Panambi para tocar durante los mediodías y la hora del vermut. Un contrato por dos años, imagínate, y ahí nos quedamos en Corrientes. Toda la familia, todos mis hermanos nacieron ahí. Pero hace tanto tiempo que estoy en Paraguay. Acá yo soy el kurepa y en Corrientes soy el paraguayo. Ese es un dilema inmigrante que tenemos.

–¿Y qué te hace el chamamé?

–Digamos que como todo adolescente cuando empecé a tocar como rockero le daba la espalda al chamamé. El chamamé era como periférico, como era aquello de volver a los 40.

LIBERTAD

–Decías que viajabas con Litto Nebbia, un prócer.

–Litto fue fundamental y todo lo que fue también la idea de esta profesión. Era como sinónimo de libertad desde la época de Los Gatos, un hombre compositivamente y su sello Melopea, el esgrima de ese sello fue la libertad. Un poco contrarrestando lo que la industria por ahí determina sobre los gustos de los oyentes. En una compañía multinacional se supone que hay gente atrás de un escritorio que dice “usted tiene que hacer tal cosa”, que lo podemos discutir.

–El eficientismo, así le llaman.

–La industria impone cosas en el sentido literal de las cuestiones, pero también las multinacionales grabaron a Pink Floyd. Sony, que es una multinacional, le graba a lo mejor a un reguetonero, pero también está en su catálogo Teresa Parodi.

–Nombrame los que serían para vos cinco imprescindibles.

–Spinetta, obviamente, por esa impronta compositiva y esa libertad lírica, que nos enseñó lo que es la complejidad del arte y la belleza, y el esforzarse para entender las cosas. Creo que el arte bien dicho resume eso, que uno se esmere en entender la complejidad y la belleza a lo mejor escondida a simple vista y con certeza eso nos hace mejores personas. No estoy en contra de la simplicidad, para nada, pero sí nos obligó a entender la poesía. Charly García, por su manera tan clara y tan linda de explicar nuestras realidades. Charly fue más periodístico a lo mejor que Luis. Con una música de excelentísimo nivel. Nebbia, su obra es impresionante. Y tengo que indefectiblemente mencionar en la rama del folclore a (Gustavo) “Cuchi” Leguizamón. Y obviamente a (Astor) Piazzolla. Si tenemos que sentarnos a estudiar y mejorarnos como personas, lo digo en el sentido más suave y no arrogante de la definición, sería imprescindible que escuchemos esas cosas.

LA LLEGADA

–¿Y cómo fue que recalaste en Paraguay?

–1988, te pongo en el contexto de lo que pasaba en Argentina. El gobierno de Raúl Alfonsín empieza a tener problemas de inflación. Es increíble. El ser humano está conquistando el universo dentro de las escalas que nosotros podemos manejar. La salud pública ha mejorado muchísimo, la ciencia nos ayuda a que nosotros seamos un poco más viejos y tengamos mejor calidad de vida. Pero hay dos cosas que no puedes resolver, la inflación y las tiritas rojas de las galletitas. En ese contexto yo tocaba con un grupo, se llamaba La Torre. Salgo de ahí, me voy a Rosario, tocaba con un grupo de pop con el que no coincidía en nada. Me vuelvo a Corrientes a ver qué puedo reordenar dentro de la inconsciencia de la juventud. No me ponía a reflexionar sobre las cuestiones. Y ahí formé un grupo en Corrientes en 1987 y empecé a tocar por ahí con relativo éxito. Y un amigo que venía mucho a Paraguay y me dice si no me interesaría ir a tocar a Paraguay de soporte de un concierto de un grupo que se llama Los Tommy’s. Nos fue muy bien y al acabar el concierto los mismos chicos de los Tommy’s me hacen una oferta para quedarme a tocar con ellos. Les dije que sí en su momento y en abril del 88 me instalo en Paraguay para tocar. Pero un poco no escapado, pero sí yo encontré acá que había como más estabilidad.

–Y luego Kamikaze.

–Bueno, eso después. Primero trabajé con los Tommys, que fue un grupo de covers, poco repertorio propio a pesar de que sí tenían temas propios. Pero yo tenía otros apetitos intelectuales. A pesar de la dictadura, encontré una runfla de gente muy interesante que nos quedamos esas noches de bohemia. No te olvides que se cerraba todo a las doce, a la una con el edicto y se cerraban los boliches y quedábamos adentro. Compartíamos con Helio Vera, José Luis Appleyard, Lobito Martínez.

–¿Ibas a tocar a lo de Alberto Rodas?

–Sí, a lo de Alberto, el Vinicius del Flaco Airaldi, el Summer, Siddhartha. Había una movida no solo musical, sino también de retroalimentación de aquella época, el nuevo canto, Ricardo Flecha, Ñamandú, Sembrador. Yo comulgo con esas ideas más libertarias.

–Te interesó la radio un tiempo también, ¿no?

–Mi padre, que era pianista también, en Corrientes encuentra una cierta estabilidad económica para nuestra familia porque tenía muy buena voz y empezó a trabajar en la radio. Y después pasó a la televisión. Mi viejo fue la imagen del noticiero local por muchísimo tiempo. Entonces, de niño iba escuchando a mi viejo a tocar a las confiterías con su orquesta y también me iba a la radio, al canal, o sea, fue un ámbito natural para mí. Cuando hice radio acá con Nicodemus Espinosa, en 1990, después de que cae la dictadura y había como una necesidad, el programa se llamaba “La piecita del fondo”. A veces me encuentro con personas que me preguntan por qué no vuelven a hacer. Y yo digo que vamos a hacer un programa para viejitos nostálgicos y les digo que no, que no lo vamos a volver a hacer porque fue un momento, una época.

REGISTRO

–Quiero centrarme en tu etapa de disquero de Kamikaze porque fue una una patriada. ¿Como fue eso?

–Fue también una época en que uno no se da cuenta porque no es un analista, a veces las cosas salen por intuición, por casualidad o por un sexto sentido o por un impulso. Yo creo que lo nuestro fue más impulsivo que analítico. ¿Qué sucedía? Te lo comparo con ahora. Qué nos hace falta a nosotros. El otro día tuve la suerte de ir a pasar unos días a República Dominicana. Y me encuentro con el presidente de la entidad de los artistas, que es un artista muy popular, y estábamos hablando de las partidas que hay que hacer cuando se recaudan los derechos del extranjero, enviar donde corresponde. Y me decía ¿por qué enviaron tanta plata? Nosotros enviamos menos plata. Lógico, porque el 90% de lo que se escucha en los medios de República Dominicana son repertorio de ellos. Qué es lo que nosotros tenemos que procurar ahora, que haya más repertorio nacional. Bueno, volviendo a la pregunta, yo sentía más o menos lo mismo, o sea, necesitamos que nuestra música nacional, al margen de que en el folclore tenemos riquezas maravillosas, pero habría que renovar y también formaba parte de todo lo que era esa época, con los rockeros como Deliverans, El Templo, Gaudí. Y yo siempre quise tener un sello discográfico para aplicar lo que hablábamos al principio, una especie de libertad. En Kamikaze nunca hubo alguien detrás del escritorio diciendo acá hay que salir a vender, sino que la idea era poder grabar, dejar un registro de lo que estábamos haciendo en esa época y pasar a otra etapa, pero alguien tenía que asumir esas cuestiones.

TRANSICIÓN

–¿Cómo se reconstruye un sello discográfico a los tiempos de hoy en que ese transporte se hace exclusivamente por internet?

–Los tiempos van cambiando y a mí me ha tocado vivir todas esas ventoleras Me tocó vivir la época de vinilo, me tocó vivir la época del CD, me tocó vivir la época de la transición al mercado digital. Y la industria se fue adaptando para bien o para mal. Hay gente nostálgica que le gusta el viejo modelo. Yo fui coleccionista de discos y lo que más me dolía es que me estaban cercenando la posibilidad de ir a una disquería a buscar discos y dónde yo iba a acumular todas esas cuestiones. ¿Cómo íbamos a vender ese producto?

–Los formatos en redes, por ejemplo, que te imponen tiempos absolutamente acotados.

–Hay discusiones. La otra vez grabábamos con un querido amigo, Hugo Ferreira. El otro día me llama y me dice Willy, ¿por qué no le sacamos la introducción a tal tema? Me sonó una alarma. ¿Por qué me estás diciendo esto? Las canciones casi ya no tienen introducciones porque hay estudios que sostienen que si hay una introducción que dura más de cuatro a cinco segundos lo vas a sacar y no le vas a dar oportunidad. Imaginate los tangos de antes tenían una introducción de dos minutos. ¿Cómo resolvemos ese dilema? A mí me preocupa mucho ese tipo de cosas de la inmediatez y que no nos demos la oportunidad de disfrutar.

–Vivimos durante muchos siglos en que la escucha de la música era una actividad de culto.

–Nos diferenciamos de otras especies por la posibilidad de pensar. Tenemos la posibilidad de disfrutar del arte y ser más felices. Aunque a veces nos dicen que la ignorancia nos hace más felices, ya que uno a medida que va agregando conocimiento se amarga más. Pero nosotros tenemos por suerte la posibilidad de disfrutar del arte y yo insistiría desde ahí, desde ese lugar, de decirte aprendamos a escuchar un poco más de música, vamos a ser más felices, vamos a ser mejores.

–No le voy a preguntar si lo que hace Alder Alcides es música.

–(Risas) No me preocupa en absoluto. Son expresiones y circunstancias que suceden de vez en cuando. Nos podemos reír posiblemente, pero qué podría opinar sobre algo que le gusta a mi vecino. Dónde comenzarían y dónde terminarían nuestras opiniones. Sí te puedo decir que lo que hace ese chico es lo contrapuesto a lo que yo supongo que es el arte.

MENSAJE E IDENTIFICACIÓN

–¿Tenés una opinión sobre esta corriente trap que tanto atrapa?

–Lo que encontré en el trap y en algunos artistas es que tenían un lenguaje mucho más rebelde que el aggiornamiento del rock actual. Hay como una especie de reclamo. Hoy un trapero me acerca más a Jimi Hendrix que los propios rockeros. Lo digo con asombro, no como crítica, pero son expresiones sociales. Por ahí que le podemos evaluar si es buena música o mala música. Bueno, lo podemos discutir, pero como expresión cultural y la expresión del reclamo y reivindicación de sus derechos con el lenguaje que lo pueden utilizar, no podemos pedir un doctorado al muchacho que está en una villa, pero algo está diciendo y ese mensaje hace que mucha gente se sienta identificada.

–Me recuerda a aquella iniciativa de León Gieco de ir a buscar en la música villera para la canción para el chico que murió, “El ángel de la bicicleta”, pero era una cuestión de intención estética mucho más que de mercado.

–También hay una discusión por dónde tendría que pasar la cosa, conversaciones tenemos cotidianamente con amigos. Por ahí a veces hay un terremoto en Indonesia y salen componiendo un tema. O hay inundaciones en Brasil, entonces pobres los inundados. Esto me suena más como oportunista que para sensibilizar, o gente que lo hace genuinamente como León que pone luz en algunas cuestiones y la música es un vehículo para que nosotros nos enteremos porque ese episodio a lo mejor ni nos enteramos si no es por una acción puntual de León Gieco.

–¿Cómo se hace para perdurar en un mundo en el que todo es tan perentorio?

–Ojalá lo supiera. Lo que sí creo es que las grandes compañías, por encontrar algún culpable de esta situación, como un descargo. ¿Qué sucedería dentro de unos años? Estoy seguro de que en tu discoteca, en tu casa, tenés Michael Jackson pasando por Serrat. Eso se llama catálogo, artistas de catálogo, que una compañía puede esgrimir o arrogarse de aquí a un tiempo “yo tengo esto”. Yo me pregunto qué sucedería de aquí a 15 años, qué catálogo están dejando estos tiempos.

–¿Y hubo tiempos de mejores catálogos?

–Sí. ¿Quién grabaría hoy con esa inmediatez? ¿Grabaría hoy Los Beatles?, ¿grabaría Atahualpa Yupanqui? ¿Tendría un contrato José Asunción Flores hoy con la inmediatez que tenemos? Pregunto.

–¿Con quiénes que ya no están te hubiera gustado grabar?

–Me hubiera gustado una sesión con Lennon, por ejemplo. Más que grabar me hubiera gustado algún vinito con él, con Richard Wagner, que estaba loco. Más contemporáneo me hubiera gustado mucho conocerlo a Cuchi Leguizamón. Y a Vinicius de Moraes también. No sé si con la arrogancia de grabar, porque no sé si me va la categoría, pero por lo menos sentarme en la mesa con ellos.

FUNDACIONALES

–Le dijiste, en noviembre del 2020, al querido Mario Rubén Velázquez que “Al Natural” de Paiko, “Ka’i mono macaco”, de Revolber; “Fluye sangre, fluye”, de Deliverans, y “Alma de cuero” de La Secreta deberían resguardarse en el archivo nacional.

–Lo sigo sosteniendo. Yo creo que son discos estéticamente impecables. Y bien hechos. Ahí hay mucha libertad y hay mucho coraje de lo que hacíamos. Al margen de que fui yo su productor y partícipe en todos esos discos, hoy yo los veo a la distancia y son fundacionales para lo que después se llamó rock nacional. Hoy yo no encuentro esa impronta, ese coraje, esa calidad intelectual y musical y artística. No encuentro. Hoy están como más preocupados en cuál va a ser el próximo hit. Y ahí no hay una búsqueda de hit. Hay algo genuino.

–Singles matan discos.

–Como todo negocio necesitamos de un sustento. Hoy tenemos el problema de los singles y hay artistas consagradísimos que no tienen un disco, que solamente han construido y facturan millones gracias a singles. Hoy como una obra conceptual es difícil grabar un disco donde se relate una etapa compositiva.

–Además de una historia, una temática.

–Una historia, donde haya un arte de tapa, donde haya un diseño gráfico, donde haya una página, donde acrediten los participantes. Hoy, por ejemplo, nosotros, en mi caso como arreglador o productor, es difícil que sepas quién produjo este disco, quién tocó, quién grabó. Hoy carecemos de esa información, hay que preocuparse por buscar.

–¿Hacia dónde va la música?

–No es fácil. ¿Hacia dónde va el periodismo? ¿Hacia dónde van los medios de comunicación? Están los que vaticinaban la caída en cadena y la muerte de la radio, agoreros que hacían entrar en pánico. Si mueren las radios, dónde voy a poner mi disco y dónde se van a escuchar, dónde voy a informarme. Recuerdo en la industria cuando empezábamos a tener los embates de la piratería digital, que ahora con Spotify, Apple Music y Deezer hay un paliativo que no solucionó, pero sí se salvó de una catástrofe que era la caída de la industria de la música.

–¿A dónde crees que va el rock?

–El rock también está pasando por una transición. Hubo grupos con mucho éxito, caso Kchiporros, que tienen merecidísimo éxito, casos en el folclore como Tierra Adentro por ejemplo, gente muy trabajadora, talentosísima, determinaron un cierto éxito y naturalmente muchos grupos van tras eso por ahí renunciando a la creatividad. O sea, hago un tema parecido para asegurarme un lugar en los medios y el gusto musical. Creo que el rock debería recuperar lo que tuvimos a fines de los 90 y principios de los 2000, donde no hubo una imposición, sino que tocábamos lo que nosotros sentíamos y por eso hubo un florecimiento.

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