Ricardo Rivas, periodista, Twitter: @RtrivasRivas

Se apagó la voz de Pablo Milanés. Y, en el tiempo, se mantienen los poetas y los revolucionarios. Pablo lo era. En las dos categorías. Porque en él convergieron hasta fusionarse ambas condiciones.

“Es irresponsable y absurdo culpar y reprimir a un pueblo que se ha sacrificado y lo ha dado todo durante décadas para sostener un régimen que al final lo que hace es encarcelarlo. Desde hace mucho tiempo he venido expresando las injusticias y errores en la política y gobierno de mi país. En el año 1992 tuve la convicción de que definitivamente el sistema cubano había fracasado y lo denuncié. Ahora reitero mis pronunciamientos y confío en el pueblo de Cuba para buscar el mejor sistema posible de convivencia y prosperidad, con libertades plenas, sin represión y sin hambre. Creo en los jóvenes que, con la ayuda de todos los cubanos, deben ser y serán motor del cambio. A los 78 años seguiré expresando estas mismas opiniones mientras mi salud me lo permita. Pablo Milanés. 24 de julio de 2021″.

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Y así fue. Cumpliste hasta que la vida apagó tu voz. Solo mueren los vivos. Y, en el tiempo, se mantienen los poetas y los revolucionarios. Tú lo eras. En las dos categorías. Porque, en ti, convergieron hasta fusionarse ambas condiciones.

“Revolucionar, sin dudas, también es crear”, me dijo una noche de tragos un cubano que aún vive en Cuba y adhiere a “patria y vida”. Era la madrugada del martes 22 en Madrid cuando te fuiste, Pablo. Tenías 79. Te fuiste en situación de espera. Deseabas, desde muchos años, que el gobierno de Cuba – tu Cuba– te pidiera perdón por los tiempos de trabajos forzados que te impuso en la Unidad Militar de Ayuda a la Producción (UMAP) en Camagüey –”un campo de concentración estalinista”, como lo categorizaste– y en aquel “campamento de castigo”, donde prolongaron tu encierro con el deseo de acallar tu rebeldía revolucionaria. Sufriste. Años duros en los que solo la aptitud creadora oxigenó tu alma.

Desde el feeling llegaste a la que aún se conoce como la Nueva Trova Cubana que fundaste junto con Noel Nicola y Silvio Rodríguez. Fusionaron estilos y, desde la Casa de las Américas, junto con Vinicius de Moraes, Mercedes Sosa, Violeta Parra, Chico Buarque, Víctor Jara, Simone, Daniel Viglietti, Milton Nascimento, entre otros y otras, encendieron una rebelión cultural que perdura. Al tradicional feeling cubano y a la Nueva Trova, añadieron el sentir de Brasil con la bossa nova y así fueron y fuiste integrando un continente que buscaba su destino con la ruptura de la modernidad. Supiste construir otras fraternidades más allá de la isla –tu isla– y esa mar que la rodea infestada de tiburones blancos.

HIMNO

Tu voz fue himno en todas partes desde el minuto en que te ganó la tristeza al saber – el 5 de octubre del 74– que tu amigo Miguel Humberto Enríquez Espinosa, médico y militante político de las izquierdas, había sido asesinado en la capital de Chile.

“Yo pisaré las calles nuevamente / De lo que fue Santiago ensangrentada / Y en una hermosa plaza liberada / Me detendré a llorar por los ausentes”. Tu voz resuena en mí en cada caminata por algún lugar de mi querida tierra chilena. Alguna lágrima se desata cuando mis ojos se pierden en la Alameda o en aquella pequeña puerta de madera en uno de los laterales de La Moneda que por muchos años los dictadores clausuraron porque, por allí, transitaba el pueblo.

Recuerdo que alguna vez disfruté cara a cara tu palabra cuando te entrevisté allá por el 84. Era el renacer democrático argentino. Por entonces, con Silvio Rodríguez colmaron durante 14 noches el estadio de Obras. Volvimos a vernos en abril del 2019. Cuando nos deleitaste en el teatro Coliseo. Una última salida antes del encierro pandémico. Como 35 años antes, estabas sorprendido por “el cariño del público”.

No fue buena la semana que se va y te fuiste con ella. Refugiado en la vieja mecedora, en el silencio de otro viernes cerca de la medianoche, solo un trago de ron ámbar de la Ronera de Santiago de Cuba, añejado una docena de años deshizo ese “nudo en mi garganta” que me impide decir palabra alguna. Busqué en la voz de mi amigo-hermano Juan Carlos (Rivera Quintana), compañero, periodista, profe de periodistas, escritor, poeta que alguna vez escribió en la revista Bohemia de La Habana, la forma precisa para sobrellevar el impacto por saber que Pablo ha partido.

¿Qué ha pasado, Juan Carlos? Hablemos de Milanés. Dime. Explícame. “Soy parte de una generación –y tú también– que crecimos con sus canciones que son, a su vez, parte de la banda sonora de nuestras vidas. Crecí –crecimos– escuchando la música de Pablo. Su poesía tiene un lirismo pocas veces visto en la historia musical cubana y la expresaba con una voz privilegiada”.

Con los ojos entrecerrados recordé los suyos, saltones que, por momentos, miraban con esa tristeza que suelen llevar desde siglos los afrodescendientes estigmatizados por la esclavitud ancestral de la que fueron víctimas. Solo escucho la voz de Juan Carlos. “Pablo Milanés sí fue un revolucionario”, precisa. “Y padeció por ello. Estuvo privado de su libertad en los campamentos forzados donde encerraban a los religiosos, a los homosexuales, a los que usaban el pelo largo, a los diferentes. También estoy desolado porque con él se fueron ya tres grandes: Benny Moré, Celia Cruz y Pablo. Muchos, en el exilio, no supimos entender ni captar a Milanés”.

“En el año 1992 tuve la convicción de que definitivamente el sistema cubano había fracasado y lo denuncié”, dijo Pablo el 24 de julio del 2021.

CANTO REVOLUCIONARIO

La voz del amigo también fue un canto revolucionario. Voy por más. Lo encuentro en YouTube. “Esto no puede ser no más que una canción / Quisiera fuera una declaración de amor / Romántica sin reparar en formas tales / Que ponga freno a lo que siento ahora a raudales / Te amo / Te amo / Eternamente te amo / Si me faltaras no voy a morirme / Si he de morir quiero que sea contigo / Mi soledad se siente acompañada / Por eso a veces sé que necesito / Tu mano / Tu mano / Eternamente tu mano”.

Sé que de ella te despediste millones de veces. “Si alguna vez me siento derrotado / Renuncio a ver el sol cada mañana / Rezando el credo que me has enseñado / Miro tu cara y digo en la ventana / Yolanda / Yolanda / Eternamente Yolanda / Yolanda / Eternamente Yolanda / Eternamente Yolanda”.

Esa mujer también dice lo suyo. “Ahora deleitarás con tu música ese lugar donde van los buenos y donde podrás abrazar a nuestra hija”, escribió y confesó que, como toda persona que ama entrañablemente, no supo, no pudo ni quiso imaginarse “pegada al cristal mirando tu cuerpo inerte”, Pablo Milanés. “Me era muy difícil aceptar que te habías ido”, escribió con su alma en carne viva y, desde ese sentimiento, “fui a tu ataúd y te di un beso de despedida”, añade.

Luego confesó que “ya la angustia de tu partida se hizo insoportable”. Él tampoco lo imaginó así ese momento sagrado en que el amor se extingue y nada queda o se mantiene para siempre, como el fuego eterno. Tampoco –como millones– imaginé nunca tu muerte, compañera ineludible y siempre próxima para quienes superamos ese umbral al que los estadígrafos se empecinan en llamar “expectativa de vida”. ¿Por qué llamarán así a lo que en verdad significo como expectativa de muerte? Incomprendo. ¿Qué hacer con mi ignorancia, en este caso? No lo sé. Tal vez continuar con las lecturas que me permitan encontrar una interpretación adecuada. ¿Será ese uno de los caminos para remediar mis incomprensiones? ¿Cómo responder? No lo sé. La incompletitud del conocimiento suele jugarme malas pasadas.

Pablo, la célebre Yolanda y una de las tres hijas de ambos.

IDEALES COMPARTIDOS

“Pablo sufrió mucho”, agrega Juan Carlos. “Fue muy utilizado, manoseado por el discurso epopéyico de Fidel hasta que un día se dio cuenta y fue a vivir a España, donde murió y, desde allí, se expresó abiertamente en contra de lo que ahora está pasando y en favor de los miles de personas que fueron encarceladas cuando las protestas del 11 de julio pasado”. ¿Leíste la declaración de Yolanda, hermano? Me animo a sostener que lo de Pablo Milanés y Yolanda Benet por, sobre todo, fue el amor, los ideales compartidos, la familia, las hijas.

Por ello confiesa que delante de su cuerpo recordó “nuestros encuentros con amigos trovadores, jóvenes llenos de ilusiones y una mochila con montones de hermosas canciones que cantaban hasta el amanecer. Fueron momentos de alegrías que disfrutábamos sin tener ni querer nada que no fuera la magia de la poesía, de la creatividad, del saber hacer”.

Así escribió quien por siempre será solo Yolanda. No sé si hubo, hay o habrá lágrimas en sus ojos. Aunque sí la imagino tarareando entre aquellos trovadores que recuerda. “Yo no te pido que me bajes / Una estrella azul / Solo te pido que mi espacio / Llenes con tu luz / Yo no te pido que me firmes / Diez papeles grises para amar / Solo te pido que tú quieras / Las palomas que suelo mirar”.

Juntos, Pablo y Yolanda, también aprendieron a sufrir. En el inicio de este año, cuando finalizaba enero, desde Cuba supieron que Suylén Milanés (50), una de las tres hijas de ambos, había muerto. Me cuentan algunos amigos y amigas que los frecuentaron y conocieron mucho, desde Madrid, que Pablo entristeció sin retorno y que en su entorno creció el silencio. Yolanda se refugió en las palabras.

“Hoy, tu primer cumpleaños lejos de esta tierra y el dolor de tu ausencia me corroe el alma. Hoy más que nunca he sentido la falta que me haces, tu abrazo cálido y cariñoso y tu interés por saber siempre si era feliz. Hablé contigo el día antes de la tragedia, sin saber que sería la última vez. Me contaste tus planes futuros, tus deseos de verme, hablamos de tus hijos, de tu vida, sin saber que era nuestra despedida. Llegué a Cuba con la esperanza de verte y ya no estabas. Preferí quedarme con tu imagen sonriente y así recordarte”.

Durísimo. “Tristeza não tem fim”, con trémula voz sintetizaría Tom Jobim. Como suele suceder con las y los artistas, a Pablo es posible imaginarlo como un hombre solo. Soñador. Pariendo letras. Poetizando la vida. Comprometiéndose para el amor eterno. Rasgando una guitarra. Inventando sonidos con un piano. El Pablo que no es de todos fue esposo de Olga Ayoub entre 1961 y 1969; de Yolanda, 1969-1973; de Zoe Álvarez, 1978; de Sandra Pérez, 1990-2002; y, de Nancy Pérez, 2004-2022. No pocos de los amores de Pablo son canciones.

Juan Carlos Rivera Quintana, periodista, escritor y poeta cubano: “Soy parte de una generación –y tú también– que crecimos con las canciones de Pablo que son, a su vez, parte de la banda sonora de nuestras vidas”.

¿DESPEDIDAS U HOMENAJES?

“Sandra hoy te voy a querer, / no sé si acompañarás / mi figura en la ventana... / esperando el mañana / volviendo a nacer”. Olga tiene la suya. “Olga / yo no te hablaré de la muerte esta vez. / Olga / si después de la muerte / ¿Quién sabe que viene? / Olga / No hay más amor / ni luz ni más virgen que tú, mi Olga / amada mía que estás en la tierra”. Para Nancy, “El largo camino a Santiago”. Para Zoe, “Comienzo y final de una verde mañana”. Cada cual tuvo la suya. Amores para hacer canciones. Así fue el esposo Pablo que, además, fue abuelo. Con Yolanda tenían siete nietos y nietas. Una de ellas, Camila Guevara, hija de Suylen, es también nieta de Ernesto Guevara de la Serna, el Che.

Pablo partió. Pablo ya no está. Sin embargo, Pablo canta. Pablo va. No es para nada breve el espacio en que no está, parafraseando el título de una de sus poesías musicalizadas. Aunque tal vez alguna o alguno no acuerde, muchas de nosotras y nosotros somos Pablo.


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