Por Riccardo Castellani - Fotos: gentileza

El I Ching o “Libro de las mutaciones” es un oráculo chino que comenzó a usarse hace más de 3.000 años antes que la escritura y los sucesos de su composición pertenecen a la mitología. Hoy culminamos la serie de dos partes en la que el autor hace un rico recuento del influjo que ejerció este antiguo texto sobre referentes descollantes del pensamiento occidental.

A finales del siglo XIX, la física parecía a punto de develar todos sus misterios. A comienzos del siglo XX, comenzó a ser común decir que es imposible entender nada de física. ¿Qué causó este cambio tan abrupto? La respuesta yace en el interior de lo que hasta entonces no tenía partes: en las partículas del átomo.

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Para la segunda mitad de la década de los 20, Niels Bohr ya había ganado el Nobel, ayudado a desentrañar los saltos cuánticos que hacen los electrones al absorber fotones (aunque en esa época aún no tenían ese nombre) y también había propuesto y asistido a la falsación del modelo atómico que todavía estudiamos en la escuela y el colegio.

Durante estos años, los descubrimientos se daban uno tras otro a medida que la tecnología de medición y observación se afinaba para estudiar el microcosmos, pero pronto los resultados de los experimentos comenzaron a confundir a todos.

Uno de los más conocidos, el de la doble rendija, daba como resultado en algunos casos que los elementos cuánticos se comportan como entidades corpusculares, pero en otros, como ondas.

Así, de pronto la ciencia se encontraba dividida en dos bandos: los partidarios de una teoría corpuscular y los de la teoría ondulatoria, además de otras posiciones, como la onda piloto. Ante la imposibilidad de darle a estos fenómenos una descripción que siga la lógica espacio-temporal, Bohr se fue de vacaciones a las montañas.

Al volver, revisó la matriz que Heisenberg le envió esperando demostrar la teoría corpuscular. Para horror de su colega, aplicó esta herramienta a la teoría ondular de Schrödinger y también funcionó. Su conclusión fue que los sucesos descritos por ambas teorías son verdaderos y la única diferencia estriba en el instrumental del experimento: si está dispuesto para encontrar una onda, hallará una onda, y si está dispuesto para encontrar una partícula, la hallará sin duda.

COMPLEMENTARIEDAD

Bohr declaró que las dos teorías no son contradictorias, sino complementarias. Cada una expresa un aspecto de la realidad que la otra no alcanza. Como todo depende de la relación entre el sistema observado y el sistema de medición, se rompe con toda la tradición científica occidental, que sostenía la necesidad de una separación bien definida entre sujeto y objeto.

Bohr hizo pública su idea en Como en 1927 en su conferencia “El postulado cuántico y desarrollos recientes en la teoría atómica”, sentando las bases de la física moderna y dejando a todos los contendientes igualmente descontentos y arrepentidos de haber colaborado.

Sin embargo, fue con estas herramientas conceptuales que los físicos del mundo se pusieron de acuerdo y alcanzaron grandes logros, como las bombas atómicas y las centrales nucleares, logrando que todos se arrepientan todavía más.

La interpretación de Bohr permitió pensar las dos categorías clásicas de la física, la onda y la partícula, como parte de un mismo fenómeno. Cuando el rey de Dinamarca le ofreció una condecoración por sus logros como científico, creó su escudo familiar con el motto “Contraria sunt complementa” y el símbolo del yin yang.

Bohr encontraba que este símbolo y su filosofía expresaban perfectamente su postulado. Onda y corpúsculo son expresiones que puede adoptar una partícula atómica del mismo modo que el yin y el yang son expresiones distintas del gran ser. Esta entidad primigenia entra en actividad y su movimiento produce el yang, la fuerza cósmica positiva. Cuando la actividad del yang llega al límite, se vuelve tranquilidad y se produce el yang, el polo negativo de la fuerza cósmica.

Esta filosofía fue desarrollada por Zhou Dunyi (周敦頤) en el siglo IX, usando como base el I Ching, la filosofía taoísta y la moral confuciana. En la traducción de Wilhem está expresada de la siguiente manera: “Por eso existe en las Mutaciones el gran comienzo original. Este engendra las dos fuerzas fundamentales. Las dos fuerzas fundamentales engendran las cuatro imágenes, las cuatro imágenes engendran los ocho signos”. En el capítulo 24 del Tao Te King también se lee: “El camino produce uno. Uno produce dos. Dos produce tres. Tres produce todo”.

Es interesante hacer notar que la física cuántica es poco estudiada por su fama de antiintuitiva; sin embargo, Léon Rosenfeld, colega de Bohr, preguntó al físico Hideki Yukawa (湯川秀樹), el creador del concepto de mesón, si los japoneses habían experimentado las mismas dificultades de asimilación que sus pares occidentales. Yukawa contestó: “No, los argumentos de Bohr nos resultaron siempre evidentes; en Japón no fuimos corrompidos por Aristóteles”.

CAGE

A principios de los 40, John Cage buscó ayuda psiquiátrica para sus problemas personales y laborales. Como el profesional le recomendó componer más, cosa que ya hacía en demasía, Cage buscó ayuda en otra parte.

Explorando el pensamiento de la India y Oriente, llegó al zen, una corriente del budismo japonés con fuertes raíces taoístas. Luego de tomar clases con el maestro zen Suzuki, Cage decidió comenzar a usar métodos de azar para componer en una búsqueda por librarse de su ego, eliminando las elecciones basadas en su propio gusto.

En 1950, Pantheon Books editó la traducción de Cary Baynes del I Ching y el compositor Christian Wolff, hijo del dueño, regaló a John Cage una copia. Cage descubrió que la forma de obtener figuras lanzando monedas le convenía más que otros medios de azar que venía probando, como los cuadrados mágicos (notemos que el I Ching mítico nace de las reflexiones de Fu Xi sobre el cuadrado mágico que le reveló una tortuga).

La primera obra en la que usa el libro extensivamente es “Music of Changes”, de 1951, resultado de nueve meses de lanzar monedas preguntando por tonalidades, duraciones y dinámicas, anotando los resultados sin discusión. “Music of Changes” fue la primera obra de Cage interpretada por David Tudor, el pianista que colaboró con él a lo largo de toda su carrera. Y variando las preguntas, siguió usando el I Ching en composiciones como “Imaginary Landscapes N.4″ para aparatos de radio o “Variations V”, producida con equipo de los laboratorios Bell.

Cage no solo usó el I Ching para la música. En 1977, Kathan Brown lo invitó a crear grabados en Crown Point Press con la ayuda de los técnicos, y Cage fue a trabajar una o dos semanas al año el resto de su vida, creando en total 27 series de 667 piezas en las que el I Ching determinó qué imágenes incluir, cuántas placas usar, su forma, ubicación, orientación, colores, mezclas de colores… y todo detalle que requiriera una elección.

A veces las sobreimpresiones borraban imágenes anteriores, pero todo era aceptable. Cage solo hizo cambios cuando la funcionalidad lo requería, como en los procesos químicos en los que las medidas necesitan ser exactas y ninguna variación producirá resultados.

También aplicó el I Ching a su obra literaria, derivando de él su sistema para escribir mesostics, un tipo de acróstico en el que las letras están en el medio en lugar de al comienzo.

Cage, sin embargo, no pasó 42 años lanzando monedas. Con el tiempo comenzó a usar métodos abreviados, como hojas impresas y programas de computadora. En internet todavía pueden encontrarse los que escribió su asistente Andrew Culver. También sus colaboradores Ed Kobrin y Max Mathews le escribieron programas que le permitían acelerar el proceso de tomar decisiones con el I Ching. Entre los programas de Culver pueden encontrarse versiones que crean mesostics a partir de un texto fuente para inspiración y una serie de letras para el soporte central, con el que cualquier usuario con un emulador del sistema operativo DOS puede introducir un par de textos y continuar el proceso creativo.

Tanto ante la dificultad abrumadora de “Music of Changes” como frente a la simplicidad lúdica de los mesostics, John Cage se mantuvo firme a las indicaciones del I Ching. Cuando se estaba imprimiendo la 35ª obra de “Seven Day Diary”, de 298 colores, un impresor preguntó si eso se terminaría de imprimir algún día, John murmuró sonriendo: “Debemos estar libres de tales preocupaciones”.

DICK

En una entrevista a la revista Vertex (Vol. 1, no. 6, febrero 1974), Dick cuenta que usa el I Ching desde 1961 para guiar su conducta y asegura que usando “el I Ching el tiempo suficiente y de manera continua, comenzará a cambiarte y formarte como persona. Te convertirá en un taoísta, ya sea que hayas escuchado o no la palabra, ya sea que quieras ser o no”.

En 1962 escribió “El hombre del castillo”. Varios personajes de la novela consultan el libro. “En cada caso cuando hacían una pregunta, tiraba las monedas y escribía las líneas del hexagrama que obtenían. Eso dirigió el sendero del libro. [...] Pero no haría eso en ningún otro libro”, cuenta en la misma entrevista.

En 1963 le otorgaron el premio Hugo por esa novela, un galardón importante para la ciencia ficción. Finalmente, Dick lograba reconocimiento como escritor, aunque al éxito no le acompañó una mejor paga.

Sorpresivamente, dos años después de la entrevista a Vertex, conversando con Mike Hodel en el programa de radio “Hour 25″, Dick vuelve a comentar la relación de “El hombre del castillo” con el I Ching, pero esta vez agrega:

“Ya no uso el I Ching porque me contó más mentiras que nadie que haya conocido. El I Ching tiene una personalidad que es muy desviada y muy traicionera: te alimenta justo con lo que quieres escuchar. Está mucho más quemado que más gente de la que podría nombrar. Ya sabes, un amigo es alguien que no te dice lo que quieres escuchar: un amigo te dice lo que es verdad. Antiguamente, todos los reyes tenían sus aduladores a su alrededor que les decían lo que querían oír. El rey decía: ‘¿Soy el rey más grande del mundo?’ y los aduladores respondían: ‘Sí, eres el rey más grande del mundo’. Bueno, eso es lo que hace el I Ching. Es una porquería, es lo que es”.

Acusa también al I Ching de causar el final abierto en “El hombre del castillo” y su deseo de arreglarlo. Model quiere saber si lo hará y Dick suelta un “Si el I Ching mueve el culo”.

En 1977, un año después de estas declaraciones, en la conferencia de ciencia ficción de Merz, Francia, P. K. Dick da uno de sus más visionarios anuncios: “Vivimos en una realidad programada por computadora y la única pista que tenemos es que cuando alguna variable cambia y alguna alteración en nuestra realidad ocurre, tendremos la impresión de estar reviviendo el presente: déjà vu”.

Esto le es revelado por una completa desconocida en una escena idéntica a la última de “El hombre en el castillo”. Incluso tenía el mismo color de pelo, hace notar Dick. La desconocida le asegura que algunos de sus relatos sobre mundos paralelos son literalmente ciertos.

Para nombrar dos en los que este horrible presente previo tiene lugar cito: “‘El hombre en el castillo’ y mi novela de 1974 sobre Estados Unidos como un estado policial. Corran mis lágrimas, dijo el policía. Seré honesto, escribí ambas novelas basándome en memorias fragmentarias de esos horribles estados esclavistas”.

Esta hipótesis fue popularizada por la película “The Matrix” y se desarrolló en foros de internet como un extenso corpus que se conoce usualmente como teoría de la simulación o del universo holográfico. Dick no menciona el papel del I Ching en esta revelación, pero la presencia del “Libro de los cambios” tan cerca del nacimiento de la computación y tan cerca de una hipótesis de la simulación computacional, si no es sospechosa, es al menos llamativa.

CONCLUSIONES

Elegimos estos ejemplos para mostrar de qué manera una idea china pergeñada hace 5.000 años en un contexto mágico oriental puede intervenir en el mundo filosófico, científico y artístico occidental.

En el caso de Leibniz, vimos que su encuentro con el binario fue anterior y su monadología es una revisión del concepto de mónada, creado por los griegos y desarrollado por la filósofa inglesa Anne Finch. Tampoco podemos saber con exactitud si Bohr derivó la complementariedad del yin yang o descubrió el símbolo y su filosofía con la idea ya formada. En todo caso, le sirvió para confiar en su idea y continuar desarrollando sus implicaciones. Sí sabemos que la influencia sobre Jung, Cage y Dick fue anterior y decisiva, sobre todo en los dos primeros.

Es interesante resaltar que mientras Jung y Dick le dieron al libro un uso oracular que implicaba los comentarios, Leibniz y Cage solo se interesaron en los números.

Todos estos casos, en su heterogeneidad y similitudes, nos sirven para ilustrar el concepto de transindividuación de Gilbert Simondon: “No existe diferencia entre descubrir una significación y existir colectivamente con el ser en relación al cual la significación es descubierta, puesto que la significación no es del ser, sino que ocurre entre los seres, o más bien a través de los seres, es transindividual”.

El plano transindividual permite la continuidad de las ideas, permitiendo retomar proyectos iniciados incluso antes de nuestro nacimiento y proyectarlos después de nuestra muerte.

Aunque un modo de registro es inherente a la existencia de la transindividualidad, este registro no debe ser necesariamente lingüístico, ya que las significaciones no necesitan al lenguaje para funcionar, como notamos particularmente en el caso del binario y en los usos artísticos de Cage.

Esto no impide que se enriquezca con el lenguaje, no solo con los comentarios clásicos, sino con los relatos de experiencia de uso, como notó P. K. Dick: “No puedes usar el I Ching sin volverte taoísta”.

Si la significación es una relación de seres en el seno de una comunidad, el I Ching, además de ser significante en sí mismo, funciona como un nodo que nos acerca a los seres que lo utilizaron, lo ordenaron, lo complicaron o simplificaron.

Consultarlo nos abre las puertas de una mutación desconocida porque, como anota Simondon en una de sus frases más bellas, “no hay un único estado posible de la realización de los seres”.

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