Por Paulo César López, paulo.lopez@nacionmedia.com - Fotos: NASA y AFP

En los últimos días y semanas las imágenes obtenidas por el telescopio James Webb han deslumbrado al mundo con tomas inéditas de galaxias lejanas y de procesos cósmicos que hasta hace poco eran inasequibles con la tecnología disponible. Sobre los desafíos que plantean estos descubrimientos al desarrollo del conocimiento humano conversamos con Sergio Cáceres Mercado, profesor de filosofía de la ciencia e investigador del Instituto Nacional de Educación Superior (INAES) y miembro fundador del Centro de Investigaciones en Filosofía (CIF).

Desde que el hombre posara sus ojos en el vasto firmamento, sintió la necesidad de entender y explicar el origen de esa inmensidad que se desplegaba ante él. Desde las religiones primitivas, pasando por los cosmólogos griegos hasta los astrofísicos de la actualidad, munidos de potentes instrumentos y bajo la asistencia de los vertiginosos avances científicos, se han ensayado innumerables explicaciones para intentar llenar el vacío al cual nos arroja nuestro aún limitado entendimiento sobre el origen del universo.

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En este sentido, el pasado 12 de julio la NASA ha anunciado un nuevo amanecer en la era de la astronomía luego de una primera revisión del telescopio espacial James Webb, el más grande y potente telescopio espacial fabricado hasta el momento y que fue desarrollado en asociación con la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) y la Agencia Espacial Canadiense (CSA).

Infografía de AFP en la que se compara el telescopio James Webb con el Hubble.

EL TELESCOPIO JAMES WEBB

–¿Podrías explicarnos en primer lugar en qué consiste este nuevo instrumento lanzado por la NASA, el telescopio James Webb, en conjunto con otras agencias espaciales? ¿Para qué sirve y en qué nos podría ayudar?

–Las especificaciones técnicas del telescopio aparecen en las decenas de publicaciones que pueden leerse sobre el tema y van más allá de mi competencia. Agregaría solamente que este instrumento pertenece a una nueva generación, superior al Hubble, y que tiene, entre otras cualidades, el poder de “ver” en espectros de onda lo que sus antecesores no podían. Su mayor diámetro y dicha capacidad para registrar objetos en longitudes de onda diferente es lo que le permite llegar “más lejos” y mostrarnos el espacio como nunca se ha visto hasta hoy.

La misión de este gran proyecto científico es conocer mejor el origen de nuestro universo, cómo se han formado los sistemas planetarios y, por ende, el origen de la vida. Esto tendrá aplicación directa en la mejora de nuestras teorías al respecto y, por consiguiente, nos permitirá programar futuros viajes de exploración espacial. El espacio es la “última frontera”, como decía la legendaria serie “Star Trek”.

Imagen de la Nebulosa de Carina.

–¿En qué podría cambiar nuestra comprensión del universo los primeros hallazgos que está reportando el telescopio?

–La teoría del big bang es la más aceptada entre aquellas que explican el origen del universo, aunque no creo que sea aún una explicación muy fuerte. Esta teoría podría verse afectada positivamente con nuevos datos o ser falsada. Si se diera esto último, se tendrán que dar cabida a nuevas explicaciones o mejorar las yas existentes. La teoría del big bang ha tenido bastante apoyo de datos empíricos anteriores, pero el amplio espectro que cubre el telescopio Webb podría obligarnos a cambiar lo que pensábamos sobre el origen de los tiempos.

Sin embargo, hay que entender que cuando los humanos intentan comprender los misterios de la naturaleza en realidad están tratando de comprenderse a sí mismos. Es decir, lo que podamos aprender de las imágenes y datos que el Webb nos reporte redundará en conocernos mejor como especie y nuestro papel en este vasto mundo. Lo que sabemos del cosmos y de nosotros mismos es ínfimo y nuestro progreso al respecto ha sido significativo a lo largo de nuestra pequeña historia en este planeta, pero lo que no sabemos es tan vasto como el universo mismo. En síntesis, cuando más miramos al fondo de nuestro universo, lo que hacemos es profundizar en nuestra interioridad como seres en conexión con el todo.

Galaxias que interactúan y flujos de salida impulsados por un agujero negro.

–¿Qué nuevas posibilidades abre para la exploración del espacio?

–Pienso que se mejorará el mapeo de los cielos. De aquellos primeros mapas estelares como los de Hiparco o Brahe a lo que sabremos ahora será un salto que ni el más idealista de los astrónomos hubiera soñado. Y tener un buen mapa es la primera condición para una buena exploración. Uno de los objetivos del telescopio es descubrir sistemas planetarios similares al nuestro, lo que implica una alta posibilidad de encontrar vida. En un futuro no muy lejano deberemos abandonar la Tierra y colonizar nuevos mundos; saber hacia dónde ir será fundamental y en este sentido el Webb habrá sido de gran utilidad.

Tampoco hay que perder de vista que este proyecto es un esfuerzo técnico y financiero de varios países. Esta será la forma en que saldremos hacia el espacio, por medio de la cooperación internacional que supere las barreras. Se debe pensar en función de la humanidad y no en función de una nación determinada. Ciertamente intereses materiales estarán por detrás o sobrevendrán luego, pero en sus inicios deberemos superar ciertos prejuicios y trabajar juntos por encima de banderas políticas e ideológicas, al menos en la medida en que el proyecto lo permita. Luego no dudo que el humano seguirá cometiendo los mismos errores morales estando a cientos de miles de kilómetros de la Tierra.

ENSAYAR NUEVAS HIPÓTESIS

–Hasta qué punto los datos que nos provee este instrumento nos muestran que estábamos equivocados (o no) en la concepción que teníamos sobre el universo.

–Eso lo sabremos recién en la medida que los datos vayan llegando. Me atrevo a vaticinar que algunas explicaciones cambiarán y, en muchos casos, seremos compelidos a ensayar nuevas hipótesis. Hemos puesto en el cielo un gran ojo que puede ver más y mejor de lo que hasta ahora hemos podido hacerlo. Por lo tanto, la posibilidad de que tengamos que corregir nuestra concepción sobre la evolución o sobre la forma de nuestro universo es muy grande.

El conocimiento científico está en constante cambio porque la investigación no se detiene jamás. La mente humana reactualiza constantemente la imagen que se hace de lo que le rodea, ese es el motor científico que nunca se detiene.

–El caos siempre angustió a la especie humana, que ante esta sensación intentó con frecuencia darle un orden muchas veces artificial a las cosas. Sin embargo, las imágenes reveladas nos muestran un mundo en constante formación, choque, expansión y transformación.

–Desde los primeros filósofos griegos se ha atribuido a la naturaleza la propiedad del orden. Los pitagóricos fueron pioneros en esto, pues conectaron el orden matemático al orden que ellos creían ver en lo natural. El término “cosmos”, que en griego significa orden, fue utilizado por ellos para denominar a todo el universo. El ver nuestra realidad como un orden matemático fue una idea muy fecunda en el desarrollo de la ciencia experimental que nació con Copérnico, Galileo y Newton. Solamente a inicios del siglo XX, con el desarrollo de la lógica matemática, se ha ido abandonando la idea de que el universo está regido por leyes matemáticas y, por lo tanto, el caos empezó a tener un rol protagónico. Las matemáticas son un instrumento para calcular a partir de las medidas y otros datos que recogemos, pero ya no se cree que necesariamente sea la esencia de lo que nos rodea.

Ahora bien, aquella idea de un universo ordenado y de un Dios matemático y ordenador fue siempre, además de un estímulo para investigar, una idea tranquilizadora. De ahí que algunos, como el escritor Ernesto Sabato, vieran a las matemáticas como un universo artificial en el cual el hombre se refugia como huyendo del caos que le rodea y al cual niega su existencia. ¿Cómo será el universo?, ¿un cosmos o un caos? Este es un dilema que discuten científicos y filósofos hasta hoy, y lo que nos diga el Webb seguro será apasionante en ese sentido.

La última “performance” de una estrella en proceso de muerte

OTROS MUNDOS POSIBLES

–Las imágenes revelan que el universo es mucho más grande de lo que imaginábamos, por lo que se presenta nuevamente la interrogante sobre si estamos solos en el universo. ¿Qué pensás al respecto?

–Bueno, de que el universo es vastísimo ya se sabía hace mucho tiempo. De ahí que para muchos, utilizando la estadística y los conocimientos sobre el origen de la vida hasta ahora aceptados, admitan que otros mundos que alberguen vida pueden existir y que con seguridad la vida inteligente es altamente probable que exista también. Viendo la multiplicidad de sistemas planetarios que estos telescopios nos muestran no podemos proponer que seamos los únicos seres vivos con conciencia que hayan evolucionado. Creer esto está reservado a visiones supersticiosas que están en franco retroceso en nuestras sociedades, pero que aún conservan mucha fuerza de persuasión en las personas.

Newton tenía como guía de investigación un principio ontológico que afirma que el universo se comporta de la misma forma en todos sus puntos. Por ejemplo, eso quiere decir que si la luz se descompone en siete colores al pasar como un prisma, como lo hizo Newton en Inglaterra, también se comportará similarmente en otros puntos del planeta y del universo. Este principio es lo que nos permite construir estos sofisticados aparatos y esperar a que funcionen lejos de nuestro planeta.

Por lo tanto, si la vida evolucionó a partir de ciertas condiciones (una estrella de cierta clase particular, un planeta a una distancia particular y con unos compuestos químicos que se combinaron en ciertas condiciones) entonces es muy probable que esto se repita en alguno de los millones de sistemas planetarios similares al nuestro. En otras palabras, las leyes bioquímicas que formaron la vida se cumplen siempre en todos los puntos del universo.

Recreación del telescopio espacial J. Webb al alcanzar su órbita definitiva.

–Algunos de los descubrimientos preliminares es que los planetas y las galaxias no mueren, sino que se transforman. Aplicado a nuestro hábitat, ¿podría pensarse que la vida en nuestro planeta, en lugar de dirigirse a una escatología inexorable a raíz de la crisis climática, podría sobrevivir gracias a su capacidad de adaptación?

–A partir de esto seguramente la teoría de Wheeler, que propuso un universo estacionario, será revisada. Ya veremos. En cuanto a la posibilidad de que la vida sobreviva yo estoy convencido de que sí, pues hemos visto que la fuerza por pugnar de los seres vivos es poderosa. Si ocurre una aniquilación por una hecatombe climática, de todos modos ciertos tipos de seres lograrán adaptarse. El nivel de la destrucción permitirá al homo sapiens sobrevivir o no, pero sin duda otros niveles de vida lo harán y la evolución empezará otra vez. “La vida se abre camino”, decía el matemático de Jurassic Park.

MUCHO PARA PENSAR

–¿Qué nuevos desafíos epistemológicos plantean estos hallazgos para las ciencias humanísticas?

–La filosofía al menos tendrá mucho que pensar. Siempre ha estado en constante diálogo con lo que las teorías científicas proponen y esta vez no habrá excepciones. La antropología filosófica seguramente revisará sus ideas y la filosofía de la naturaleza verá varios de sus presupuestos como obsoletos, pero lo mismo le pasará a la filosofía de la ciencia y a la ciencia en general también.

Desde Bacon el saber es poder. Epistemológicamente conoceremos más sobre el universo y esto nos dará aún más poder de manipulación. Hay una fruición avasallante en la sensación de desvelar los misterios de la naturaleza. Lo que está por verse es si seguiremos cometiendo los errores de Prometeo, de Adán y Eva, de Ícaro, del doctor Frankenstein y otros personajes que hemos creado para reflexionar sobre nuestros tropiezos cuando queremos romper el molde en nuestro afán por querer desmedidamente las cosas. La sabiduría, ese punto medio en el cual el conocimiento sea positivo para todos, es lo que no hemos alcanzado como especie.

–¿Hasta qué punto estos avances científicos van a la par del propio avance de la humanidad en su conjunto?

–En estos grandes hitos de progreso científico siempre la pregunta final apunta hacia si seremos dignos de todo lo que vamos sabiendo. ¿Para qué saber cómo funciona el universo si nosotros moralmente no avanzamos? Un aparato que es miles de veces más complejo que el telescopio de Galileo o de Newton pende sobre nuestras cabezas y prolonga nuestra mirada escrutadora hasta los confines espaciales que jamás soñamos, pero acá seguimos haciendo guerras absurdas, manteniendo un sistema que no logra sacar de la miseria a millones de humanos. Estas cuestiones eran las que Rousseau se planteaba y aún son válidas.

–¿Qué lección nos da este proyecto conjunto entre varias agencias?

–Webb es un orgullo para la humanidad. Es el fruto del esfuerzo mancomunado de diferentes naciones, prueba del ingenio humano y signo patente de que nuestra sed por saber no se detiene. Pero también es una prueba de que somos seres contradictorios, capaces de estos grandes logros y de otros que nos avergüenzan frente a todo el universo. Quiero tener el optimismo ilustrado de Kant y afirmar que el progreso es una ley universal inapelable; afirmar que si vemos dolor y miseria entre nuestros hermanos es porque no vemos la pintura completa de la realidad, sino solo un pedazo, porque enfocada a gran escala la humanidad avanza lenta pero inexorablemente hacia un futuro luminoso.

–Las imágenes reveladas son de una belleza extraordinaria. Desde el punto de vista de la filosofía o la teología incluso, ¿qué tipo de inquietudes te producen?

–La tentación deísta está siempre presente cuando se ven esas maravillosas imágenes. Creer que eso solo lo pudo crear una mente omnipotente volvió a resurgir en el espíritu de más de uno que contempló lo que el Webb nos revelaba. A la ciencia le es indiferente esto, pues que sean bellas o que confirmen que el universo es inmenso no nos pueden llevar a postular la existencia de un Dios creador. Es más, dentro del mecanicismo materialista que subyace en la física no tiene cabida el postular un ser superior, pues sería absurdo.

A la filosofía sí le interesa, pues nada de lo humano le es ajeno, y en este caso la creación del universo, la existencia de Dios y nuestro papel en la creación han sido temas que la han inspirado. Pero la filosofía no es la ciencia, sus métodos para plantear sus problemas son diferentes, por lo que habrá explicaciones favorables a la hipótesis Dios y otras que consideren inadmisible tal hipótesis.

Pero más allá de tales discusiones, es interesante cómo el ser humano reacciona ante tales tipos de imágenes, a veces hay un condicionamiento cultural, pero otras veces se mueven fibras filosóficas que le hacen cuestionarse su papel en el cosmos, se siente insignificante ante tanta majestuosidad. Es una sensación primaria, atávica diría yo. Que el Webb nos recuerde con sus fotos nuestra finitud frente al universo infinito, que haga resonar en nosotros nuestra dormida veta mística ya es un aporte para esta humanidad tan adormilada por los mecanismos de consumo y un materialismo exasperante. Nos recuerda, como diría Scheler, “el puesto del hombre en el cosmos”.

UN “OJO” GIGANTE EN EL CIELO

El telescopio espacial James Webb (JWST) es un observatorio espacial desarrollado a través de la colaboración de 14 países, construido y operado conjuntamente por la Agencia Espacial Europea, la Agencia Espacial Canadiense y la NASA para sustituir los telescopios Hubble y Spitzer. El JWST ofrece una resolución y sensibilidad sin precedentes, y permite una amplia gama de investigaciones en los campos de la astronomía y la cosmología. Uno de sus principales objetivos es observar algunos de los eventos y objetos más distantes del universo, como la formación de las primeras galaxias. Este tipo de objetivos están fuera del alcance de los instrumentos terrestres y espaciales actuales. Entre sus objetivos están incluidos estudiar la formación de estrellas y planetas y obtener imágenes directas de exoplanetas y novas. El telescopio se sitúa en el espacio cerca del punto lagrangiano Tierra-Sol L2, está protegido por un gran parasol, hecho de cinco hojas de Kapton revestido de aluminio y silicio, que mantiene al espejo y sus cuatro instrumentos científicos principales a temperaturas cercanas al cero absoluto. A diferencia del Hubble, que observa en los espectros ultravioleta cercano, visible e infrarrojo cercano, el JWST observa en la luz visible de longitud de onda larga (naranja a rojo) a través del rango del infrarrojo medio (0,6 a 27 m). Esto permite que el JWST realice una amplia gama de investigaciones a través de muchos subcampos de la astronomía, que observe y estudie las primeras estrellas, de la época de reionización, formación de las primeras galaxias, tome fotografías de nubes moleculares, grupos de formación estelar, objetos con alto desplazamiento hacia el rojo demasiado viejos y demasiado distantes para que pudieran ser observados por el Hubble y otros telescopios anteriores. En desarrollo desde 1996, lo denominaron inicialmente como Next Generation Space Telescope o NGST; en 2002 fue denominado James E. Webb, en honor al funcionario del gobierno estadounidense que fue administrador de la NASA entre 1961 y 1968, y jugó un papel integral en el programa Apolo.

Sergio Cáceres, docente e investigador.

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