En esta amena charla con “Expreso”, conducido por Augusto dos Santos y emitido por el canal GEN/Nación Media, el economista y comunicador Pablo Herken rememora su historia familiar, las persecuciones que sufrió durante la dictadura y analiza la situación de la economía actual. Afirma que el Paraguay nunca ha estado tan débil macroeconómicamente desde la crisis de cesación de pagos de principios del milenio y que el Mercosur debe ser reformulado en muchos aspectos para servir también a los intereses de los socios más pequeños.

  • Fotos: Néstor Soto

ADS: ¿En qué tiempo y por qué los Her­ken hacen el largo camino de Europa a San Bernardino?

–PH: El presidente Cándido Bareiro, creo que antes de que se dieran otras informacio­nes, publicó en aquella Ale­mania de 1880, aproximada­mente, que querían que los alemanes vinieran a poblar y constituir colonias aquí en Paraguay. Bueno, supongo que mi bisabuelo, Peter Adam Herken, habrá leído uno de esos avisos. Pidió la expli­cación del caso y le dieron la explicación. “Usted va a ir a un lugar determinado, ten­drá un pedazo de terreno para cultivar, seis meses de paciencia financiera...

–Un bonito lago...

–Exacto. Después a produ­cir y creo que les encantó la idea. Vino un primer Grupo de Berlín en 1881 y vino otro gran grupo en 1883 y en este segundo gran grupo, que venía de Düsseldorf, Alema­nia, ahí venía mi bisabuelo, su señora y sus hijos. Y lo pri­mero que hicieron es decir “nosotros plantar no sabe­mos, cultivar tampoco, o sea a qué nos vamos a dedicar”. Creo que un tiempo intenta­ron cultivar algo. Pero a mi bisabuelo le vino la idea de realizar el sueño que siempre quiso, poner una cervecería.

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EL “SUEÑO” DE LA CERVEZA

–Uno de los sueños más empáticos con la cultura actual de Paraguay.

–Me dicen que él tenía ese sueño, pero no entendía nada de cerveza.

–Ser de Cerro Porteño y tener una fábrica de cer­veza, ¿no?

–Mi abuelo era picapiedra en el pueblito de Latum, el que que ponía las piedras para hacer los caminos y las calles, etcétera. Y bueno. En 1885 fundó la primera cerve­cería en Paraguay, que en ale­mán sería Cerveza de la Caída del Arroyo.

–Una especie de cascada.

–En la gruta se instaló. Cer­veza de la Cañada o Cañada de la Cerveza, según lo pueda interpretar. Se hizo muy famoso y era el lugar de reu­nión de toda la población, prácticamente de San Ber­nardino. También a veces de Altos, venían temprano y se iban a la tardecita. Venían muy cuerdos, muy bien, y luego se iban ayudados unos con otros. Por eso se les hacía firmar un cuaderno cuando llegaban y al salir tenían que firmar de vuelta (risas).

–¿Y la historia con Tebi­cuary cómo se enlaza, que es donde naciste, no?

–Que es donde nací, que está a orillas del Tebicuarymi. Y al lado de la azucarera para­guaya, sociedad anónima, cuyo primer presidente fue el general Bernardino Caba­llero. Creo entender que la fábrica estaba en un proceso de expansión, de moderni­zación. Necesitaba perso­nal relativamente calificado y fueron a Altos y a San Ber­nardino a buscar, a contratar y ahí se fue un gran grupo de Herken, de Stanley, a trabajar en Tebicuary, en las pequeñas casitas que habían construido para los funcionarios. Y ahí, entre trabajo y trabajo, nací yo un 19 de agosto.

–El que se muda ahí era tu abuelo.

–No, mi papá, en realidad se mudaron todos de Altos, pero el que empezó literalmente a trabajar ahí en forma efectiva fue mi viejo, que lo hizo de una manera muy contenta porque le gustaba mucho el laburo, pero al cumplir 5 años como que dijo “lo importante no soy yo, sí son ustedes”. Somos cua­tro y quería que estudiáramos en el Colegio Goethe. Aunque su capacidad económica no le daba, era su sueño. Entonces nos mudamos todos de Tebi­cuary a Asunción. Empeza­mos en el Colegio Goethe y terminé ahí.

ALEMANIA EN LA CULTURA PARAGUAYA

–Que importante es la impronta alemana en la cultura paraguaya, ¿no? Ha estado presente desde el siglo pasado y hasta hoy, con mucha fuerza, ¿no?

–Este país pareciera no recordar, por ejemplo, que el pro­ceso de cambio, de moderni­zación que tuvo Paraguay con el gobierno de Carlos Anto­nio López desde 1852 en ade­lante cuando la Confedera­ción Argentina nos reconoce la Independencia y hay que salir al mundo a vendernos. Lo hacen en 1853 el maris­cal. La cantidad de ingleses, la cantidad de alemanes, la cantidad de franceses, técni­cos, maestros, químicos, bio­químicos, médicos. Es impre­sionante.

Es esa la gente que realmente, con el apoyo obviamente de la población, hizo toda esa transformación. Yo creo que si no venía a la Guerra de la Tri­ple Alianza y seguíamos ese proceso de modernización y íbamos a tener una inmi­gración muy fuerte, porque quienes estaban trabajando acá estaban trabajando muy contentos, muy satisfechos e incluso algunos se queda­ron después de la guerra. Lo mismo sucedió en Encarna­ción, pero con otro tipo de migración, los ucranianos, por ejemplo, que también tuvie­ron un comienzo muy difícil.

–Porque también en gran medida tiene que ver con situaciones traumáticas en sus países de origen, como pasa con los menoni­tas, por ejemplo, ¿verdad?

–Para mí lo de las colonias menonitas fue una mano de Dios porque cuando ellos tenían que salir de Canadá, porque se les imponía el ser­vicio militar, la opción que se les presentaba era o México, donde fue un grupo, venían para ver lo de Argentina como posibilidad y se inician las pri­meras conversaciones en 1920. Y ya en 1921 se hacen los estu­dios pertinentes, se presenta el proyecto de ley para reconoci­miento de la migración. Y una noche del 31 de diciembre al 1 de enero de 1926 al 27 llega el primer grupo a Casado.

–Estamos a un par de años del centenario.

–Tengo recortes de cuando el primer grupo llega al puerto de Asunción desde Buenos Aires. Les recibe el presi­dente de la República y les habla un perfecto alemán, lo cual para ellos era una sor­presa extraordinaria. O sea, que ahí sintieron como que “OK, estamos asegurados”. Era don Eligio Ayala, que sabía hablar muy bien el ale­mán y que tuvo la gentileza de recibirlos. Él y otros visuali­zaron que establecer colonias en el Chaco, más allá de todas las instalaciones industriales que ya estaban al borde del río Paraguay, Puerto Casado, etc., era fundamental para la defensa del Chaco y para la defensa de nuestros dere­chos. Sí, y todavía hay tex­tos de quienes se oponían, por ejemplo. Tenían su dere­cho, algunos decían “pero por qué van a tener el privi­legio de poder hablar en su idioma, enseñar en su idioma, no hacer el servicio militar, es decir, por qué le vamos a dar ese derecho, si son cobar­des”, etcétera, etcétera. O sea que no van a defender nunca nuestra nación.

–Si hubieran mirado 100 años después.

–Mirá lo que son hoy.

DISCIPLINA DE SOLDADO

–¿Qué pasó después del colegio?

–Y después del colegio no hubo mucho plazo para dis­frutar de recibirme, diga­mos, porque estaba en el Cimefor, en el segundo periodo, era cabo de infan­tería en el RI 14. Era un poco el líder de mi compa­ñía, de mi pelotón. Tenía mucho respeto por parte de los oficiales, yo no sé dónde me salió la cualidad de sol­dado, pero me salió desde un principio, entonces era el germánico y entonces disciplinado. Y yo pedí asu­mir la responsabilidad, dis­tribuir la comida a la hora de comer, etcétera. Enton­ces el locro, por ejemplo, al mediodía, que era la comida fundamental, estaba bajo mi responsabilidad.

–O sea, ya jugabas de administrador, ecónomo digamos.

–Ya era administrador. El camarada que venía, digamos, y decían “no, este es del San José, este es del Internacio­nal”. Por la cara te das cuenta que te dicen “yo puedo aguan­tar, llego a casa y me bajo algo”. Con el que venía de Caa­cupé, de Ypané y del interior, digamos, y que claramente por los ojos, decía: “Ayer no comí y hoy quiero comer”. O sea, ayer no cené, hoy no desa­yuné. Entonces les llenaba el plato y les decía “rápido para la segunda vuelta”. Salían corriendo y cuando se iba ter­minando volvían a aparecer. Y siempre estaba el teniente, teniente primero, capitán, que por ahí más o menos te está supervisado y como que me miraban y decían “este qué es lo que está haciendo”.

TIEMPOS DIFÍCILES

–Antes de hablar de ese momento, quizás el más traumático de tu vida, ¿quiero que me cuentes quién es Juan Carlos Her­ken?

–Juan Carlos Herken es mi hermano mayor. Tenemos un año y medio de diferen­cia. Líder estudiantil en el 69. De una capacidad intelectual extraordinaria. Capacidad de liderazgo, de organización. Se convierte él y con otras per­sonas los líderes del llamado movimiento independiente. Que sonaba como una suerte de intención de tercera vía, te diría entre el Partido Liberal y el Partido Colorado, por así decirlo. No era de izquierda en sí mismo, pero nosotros leíamos mucho, o sea, quería­mos saber lo que pasaba en el mundo de las explicaciones.

Y se convierte en un gran líder estudiantil, es a él a quien en realidad más le perseguían, más le buscaban. Pero cuando no lo encontraban por A o B razón y él tenía la capacidad de correrse o de esconderse, digamos me buscaban a mí como una forma de decirle “mirá, lo tenemos a tu her­mano, así que presentate o de lo contrario tu hermano va a pasar por el sufrimiento”. Y ahí obviamente él hacía cier­tas concesiones. A veces yo le decía “no hagas caso”. Fuimos muy perseguidos desde los 15 años en adelante.

–¿1970...?

–1968, 69, cuando viene Roc­kefeller aquí en Asunción. 70, 71, 72 lista negra, muchas veces en las comisarías.

–Fichado en todos los archivos.

–A veces nos iban a buscar de incógnito de nuestras respec­tivas casas, nos sacaban sin que sepamos quién era el que nos sacaba con un vehículo desconocido. Nos seguían. Era una situación de persecu­ción. Y ahí empieza el miedo de mis padres, empiezan a sentir ellos que nos puede pasar algo. Por otro lado, ellos son conscientes, funda­mentalmente papá, que decía “ustedes son libres. Son libres de hacer, háganse responsa­bles de aquello que vaya a acontecer”.

En realidad fuimos irrespon­sables al no ver tan profun­damente el sufrimiento que ellos experimentaban en el caso de papá, fundamental­mente. Entonces. Cuando ya estaba casado con Emi, tenía­mos a Verónica, muy chiquita. Íbamos mucho a Formosa porque ahí vivía mi hermana, mi mamá, etcétera. Ibas en ómnibus a Falcón, bajabas y cuando estabas en la fila gene­ral ahí te llamaban. O sea, los Herken afuera y vos decías “pero le dejo a la nena”. “No, la nena también”, te decían.

–¿Te tocó perder la liber­tad por algún momento en todo ese tiempo o era sola­mente un hostigamiento digamos?

–Más que hostigamiento llegó un momento donde caí varias veces detenido en el Departamento Técnico, en el departamento policial en Investigaciones. Sí, tengo dos o tres entradas, hay fichas, pero a veces no era tanto el que te tuvieran en un lugar, sino que te pudieran agarrar en el momento que vos menos esperabas. Vos podías estar en una fiesta determinada y alguien hizo algún comenta­rio, etcétera, y vos ves que vie­nen a buscarte y vos decís qué pasó aquí.

–Hay una sensación de que tu libertad está en manos del Estado.

–Que no sos libre y que de ti pueden hacer cualquier cosa.

LA LUCHA POR LA LIBERTAD

–¿Qué quieres decirle a la gente que nació ya fuera de la órbita de la dictadura respecto de la libertad?

–Que es por lo que más se luchó en este país, por esa maldita y hermosa palabra libertad. Que no la teníamos nosotros ni para pensar libre­mente, escribir, expresarnos, hablar, comunicarnos, gritar, etc., y que hoy tienen libertad. Y que deberían tratar de no olvidarse de quienes pusie­ron sus vidas incluso por la defensa de ese ideal de ver un Paraguay libre, donde se pueda expresar libremente todo. Y que costó mucho, costó mucho. En el caso par­ticular mío, cuando yo estaba en el Cimefor como cabo, sucedió que hubo un movi­miento político que salió a pintar las paredes por el tema de Repsa, que tenía que ver con los combustibles que subían mucho. Estamos hablando del 74 y el precio de los alimentos, que también es una protesta infantil.

–Casi inofensiva.

–Pero se relacionó inme­diatamente con mi caso y se dijo “no, este muchacho tiene mucha influencia sobre sus camaradas, sus compañe­ros, sí que es un problema”. Adentro y fuimos a la Comi­saría Tercera. Y yo dije que ahí iba a ser una cuestión relativamente fácil. Pero ahí sí experimenté mi primer y último caso de tortura vio­lenta, desagradable, dolorosa, humillante. Que te encierren en una habitación con dos o tres, cuatro personas con palos en la mano, con soga, con la bañadera, que llenan con agua sucia con cable con el acumulador y te empiezan a jugar como si fuera una por­quería, es humillante.

O sea, vos decís ¿cómo si somos humanos podemos caer tan grande para ellos? Vos te das cuenta de que para ellos tu vida no vale nada. Yo cometí un grave error cuando me torturaron muy fuerte­mente. Porque yo entré a la habitación. Y como no sé, algo me dijo “yo no les voy a dar el gusto de gritar, de llo­rar ni de pedir, basta, basta, basta”. Y me hicieron de todo. Yo no grité, yo no lloré, yo no pedí basta. Y eso más le puso a ellos como fieras en el sen­tido de que no encontraron tus límites y al final como que me iba, tenía la sensación de que se les iba la mano a ellos. Y ahí empieza, pero muy rápi­damente, así, digamos a des­pedirte de tus padres. Sale un padrenuestro medio medio flojo, digamos, pero con la cara al suelo y unos dolores tremendos. Y después viene en una especie de desvane­cimiento. Y bueno, al día siguiente te despertás y pues sí, no morí.

HABLAR DE “NÚMEROS”

–Los números son muy ariscos, no es como la poe­sía, que es probablemente más empática, una canción de Emiliano R. Fernández. ¿Cómo hiciste para dialo­gar desde la economía con el Paraguay durante todas estas décadas?

–Tuve la fortuna de haber recitado. El que recitaba en las reuniones, cumpleaños, sociales, tráiganlo, tráiganlo. En la escuela algunas maes­tras me enseñaron a modu­lar, gestos y eso. Entonces había como una capacidad de expresión que mucha gente valoraba y decía “te va a ser­vir”. Y después tuve la suerte de que en el segundo curso del Goethe, el centro estudian­til hizo un curso de oratoria. Y nuestro maestro fue el pa’i Oliva. Y el pa’i Oliva en un mes aproximadamente nos cambió la vida. Y nos cam­bió la forma de expresarlo, o sea, lo que tengo de buen ora­dor, por así decirlo. Él siem­pre recalcaba “mientras no te entiendan, no importa lo que tú sabes”. Entonces tienes que manejarte con la capaci­dad de que te entiendan, que exista esa comunicación, ser claro, directo, sencillo y de mantener una coherencia en el tiempo.

–Igualmente fuiste quizás primera o segunda gene­ración de periodistas de audiovisuales, radio y tele­visión hablando de econo­mía.

–No hubo ningún precedente en ese sentido. El primero que tuvo una columna de opinión en el Canal 13, otro medio de televisión, digamos fui yo. Y también fue una cosa fortuita porque cuando se da el golpe, por A o B razones, yo estaba muy conectado con Ubaldo Scavone. Me llamaban a las reuniones donde se discutían temas para tomar decisiones de política económica, estaba Antonio Zuccolillo, estaba Enzo Debernardi, que era el ministro de Hacienda. Y bueno, se tomaron todas las decisiones en un programa muy especial que hizo el 13. Me acuerdo muy bien. Y ahí quedaron ellos sorprendidos. Y dijeron “tenés que hacer tu comentario aquí”. Eso fue en el 89, así que ahí viene mi trayectoria como columnista, comentarista, analista econó­mico en los medios de comu nicación televisivo.

–¿Nunca te interesó la burocracia o la política?

–Mirá, nunca fui funcionario público. Pero una o dos veces creo que aparecí como fun­cionario público para lograr una beca japonesa para hacer un estudio avanzado de polí­tica económica. Y sí, hice una pequeña trampita con Ubaldo Scavone, con Ashwell, en el sentido de que aparecía como una suerte de asesor de ellos porque los japoneses querían que sea una cuestión pública. Tuve la suerte también, incluso durante el gobierno de Stroessner, de que los miem­bros de sus equipos económi­cos como que me respetaban. O me empezaron a respetar desde muy pronto.

Entonces era muy normal que yo estuviera en reuniones, me llamaran al Ministerio de Hacienda, me llamaran al Banco Central en el caso de la Embajada de los Estados Uni­dos, que para mí fue suma­mente importante. Ellos hacían informes que no eran abiertos, que no eran para el público, digamos, y la segu­ridad que tenían que cuando me entregaban un informe yo no lo iba a divulgar, aun­que yo estuviera en un medio periodístico. Yo tenía el com­promiso de no divulgar y me probaron varias veces hasta que al final corrió. Y bueno, organismo internacional que venía y tenía que entre­gar algo que era secreto, que Pablo revise, digamos.

LA ECONOMÍA ESTÁ EN RIESGO

–¿Crees que está en riesgo el mito de que el sistema económico estatal está bien manejado en Para­guay o creés que hay con­diciones para su perdura­bilidad.

–Te respondería que no está en su mejor momento. Está en riesgo sí. Si se dan algunos acontecimientos internacio­nales, estamos en una posi­ción más débil que la que está­bamos antes, también a nivel interno. Eso se construyó en el 2003. Cuando Nicanor toma esa decisión, para mí histórica, de constituir un equipo económico con inde­pendientes y con menoni­tas, tres menonitas. Y había dos instituciones que no se podían tocar y Borda con­siguió, que era la Secretaría de Tributación, que eso era una cuestión política, y Adua­nas. Y cuando se conforma eso recibió un país en default que teníamos, que había quedado del gobierno anterior, un agu­jero muy grande.

Hizo un excelente trabajo Dio­nisio. Salió antes de lo que noso­tros esperábamos porque tiene un carácter muy firme y a partir de ahí se creó esa escuela. Todos los que vinieron fueron o minis­tros que alguna vez estuvieron en Hacienda o viceministros. O eran economistas que han tenido un nivel de preparación, de formación, muy bueno, muy buen nivel. El caso de Manuel Ferreira, por ejemplo, por citar un caso en especial. Para mí lo de Santi (Peña) no fue una sor­presa porque él era un péndex en el Directorio del Banco Cen­tral. A veces lo entrevistamos en una radioemisora. Y venían los tres miembros y yo le miraba. El que más hablaba y el que más se entusiasmaba para explicar. Y yo no sé por qué en una oportu­nidad le dije: “Vos no estás sola­mente para el Banco Central”. Y corto tiempo después renun­cia Germán Rojas y asume San­tiago, que fue un ministro exce­lente. Lea (Giménez) también excelente, o sea no hay discu­sión con respecto a eso.

–En las últimas horas se acabó la reunión del Mer­cosur en Paraguay con una posición de apertura al mundo de Uruguay. ¿Los procesos de integración te parece que tienen que seguir siendo pensados como hace 30 años?

– No. Además hay que recono­cer que en muchos sentidos el Mercosur fracasó. Pongamos como ejemplo la pandemia, o sea, cuando más tendría­mos que haber sido solida­rios los cuatro y planteado juntos una política de com­pra, de cuidado económico y cuidado social, cada uno se fue por su lado.

Eso te demuestra que el Mer­cosur no existió, no existe. Y hay que replantearse lo del Mercosur. Yo creo que hay que flexibilizar el Mercosur, una palabra que no le gusta a mucha gente. No es que yo esté a favor netamente de la posición uruguaya, pero cuando ellos me hablan yo les entiendo. Hacer juntos nos va a demorar, pero muchísimo ya nos demoró a nosotros solos e hicimos el estudio de facti­bilidad, está ahora todo ter­minado, ahora a negociar. Entonces habría que refor­mular sobre otras bases.

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