Las últimas lluvias causaron una tragedia en uno de los barrancos y dejaron en riesgo su permanencia. La vivienda que fue protegida, aun durante la dictadura, requiere ahora de acciones urgentes para preservar un legado que reclama atención y cuidado. Para que la desidia no se lleve una mirada extraordinaria de Asunción, quizá la fuente, el lugar donde nació la guarania.

Apuntalar a Flores fue la tarea que asumió Arturo Pereira, allá en los 80, cuando soñó recu­perar la casa del maestro en Punta Karapã para que sea un faro, un punto de partida para seguir creando desde las raíces, desde lo profundo del pueblo. Ese legado está ahora en peli­gro y urge reaccionar. La desidia histórica en las obras públicas urbanas de Asunción provocó una tragedia en el cañadón de la calle México, que lleva a rauda­les las lluvias que lavan el centro de la ciudad.

Una abuela y dos de sus nietos murieron al derrumbarse parte de su vivienda en la ladera que está justo en frente, barranco de por medio, de la casita en la que comenzó a alumbrar la guara­nia. Esa que ahora y siempre hay que volver a rescatar del olvido, de la desaprensión. “Queremos que se apuntale esa parte”, dice con urgencia Remigio Pereira, titular de la fundación que sos­tiene el único museo en todo el país que recuerda la vida y obra de José Asunción Flores.

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POLLADAS PARA EL MUSEO

“Desde este lunes 15/2 comen­zaremos a hacer las polladas, los conciertos para juntar los entre 10 a 15 millones que puede costar apuntalar la casa histó­rica”, anticipa. Lo dice cons­ciente de la lenta reacción esta­tal que puede poner en peligro el legado de su padre: “Lo hare­mos sí o sí, preocupados porque se puede perder todo, porque la casa de al lado está afectada por el derrumbe”, explica. Hum­berto López de la Bella habla en nombre de la Secretaría Nacio­nal de Cultura (SNC) y cuenta que se ofrecieron para trasla­dar el acervo al Archivo Nacio­nal y que también la Munici­palidad de Asunción hizo una oferta parecida para llevar lo atesorado en el museo a la Manzana de la Rivera.

Sin embargo, eso ocurrió cuando los materiales ya habían sido resguardados por Remigio en su casa, en nom­bre de la Fundación Arturo Pereira, por lo que ahora, dice, “nos pusimos a disposición para inventariar y catalogar”.

Entre tanto, se evalúan “alter­nativas para las intervencio­nes para que pueda sostenerse y mantenerse porque el mal tiempo está afectando a la casa contigua que puede estirar la casa de Flores”, señala coinci­diendo en el diagnóstico.

Cuenta que el Ministerio de Urbanismo, Vivienda y Hábi­tat (MUVH) tiene a su cargo la evaluación de las acciones a tomar en el corto plazo, aunque no pudo precisar cuándo.

Remigio insiste: “Eso es lo que estamos pidiendo, es que si se logra apuntalar esta parte que se estaba cayendo se irá sos­teniendo hasta que se vengan las obras grandes que se están haciendo en el polígono de Cha­carita Alta, que ya están detrás del ferrocarril”, indica.

“Ahora la situación es graví­sima, es temporada de mal tiempo y corre peligro, ya se cayó una parte del costado derecho y quedó colgando, y eso puede arrastrar todo el museo, la semana pasada cayó algo del lado izquierdo”, reportó.

Entre tanto, se pide con la misma premura que se atienda la situación de una veintena de familias que viven en las laderas de los cauces de las calles México, Tacuary y Antequera, que también corren serio peligro.

El cambio climático es evi­dente, llueve más en menos tiempo, los raudales arrastran la basura de la ciudad tapando el curso natural, las aguas suben a alturas insospecha­das y el peligro es inminente.

José Asunción Flores, creador de la guarania.

LA PORFÍA POR VOLVER

Flores siempre quiso volver, su exilio fue un padecer, como es claro en todos sus testimo­nios. Sabía Arturo Pereira, “El rabelero de Punta Karapã”, que la casa era un símbolo a recu­perar, una manera de que el maestro volviera al barrio, a su pueblo. La habían cuidado por años y todavía conservaba el piso de ladrillos, las tacuarillas y el karanday del techo. Había sobrevivido a la dictadura, a la persecución más tenaz.

“Si quiere venir Flores, una caperucita roja lo estará espe­rando en el aeropuerto en Asun­ción o en Encarnación”, es la frase atribuida al sanguinario Alfredo Stroessner. Estaba pro­hibido difundir su música y las redadas policiales destruían los discos con las grabaciones del maestro, que igual sonaban en los barrios asuncenos. Anécdo­tas del coraje de poner un toca­discos con las obras de Flores a todo volumen, de cantar sus guaranias en serenatas, son parte de la memoria digna de

la resistencia a la dictadura. La militancia comunista de Flo­res era lo imperdonable. De allí quedó esa memoria de perse­cución que pareció continuar durante el actual gobierno.

Celsa Pereira, periodista, tam­bién hija de Arturo, recordó que se intentó “a través de Dany Durand, ex ministro del MUVH, hoy parlamenta­rio, destruir ese museo, pre­tendiendo construir frente al mismo el sistema y reservorio de desagües y cloacas”.

El trovador e historiador musi­cal Ángel “Pachín” Centu­rión cuenta que la génesis del museo se dio en las reunio­nes clandestinas que promo­vía Arturo los 27 de agosto, día del nacimiento de Flores, “para recordarle al maestro en una reunión de músicos, artistas y teatreros… siempre la pre­ocupación era la casita: ‘Aquí vivieron Flores y Darío Gomez Serrato, tenemos que rescatar esto porque se está por caer’”, cuenta que repetía siempre.

Mientras tanto iba recopi­lando partituras, fotos de la época, un acervo de lo que fue la vida y la obra de Flores “a quien conoció porque Arturo también fue integrante de la banda de la Policía”.

Pereira era también perse­guido, pero era incansable: “Creo que si alguna vez los hom­bres de esta mi querida tierra llegaran a construir una socie­dad en la que todos pudieran desarrollar al máximo sus posi­bilidades creativas y el trabajo deje de ser una mercancía, esa sociedad estará amasada con una pequeña gota de mi sudor”, dijo alguna vez.

Entonces, “cuando llegó la administración de Carlos Fili­zzola (91/96) comenzaron las gestiones y se pudo lograr res­taurar la casita reparando el techo y el piso”, rememora. “A esto le sumó su pequeña biblio­teca y se fundó el museo, que era un proyecto más amplio que aspiraba a convertir a ese lugar de Punta Karapã en un lugar de cultura, que pudiera tener un taller para la gente de la Chacarita donde se pudiera enseñar música, teatro y artes en general que hasta ahora no se pudo concretar. Después se sumó la Radio Chacarita FM y con el apoyo de la Coopera­ción Española se pudo arreglar el mirador de Punta Karapã”, prosigue Centurión.

Enrique Pereira, también hijo de Arturo, vive en la casa con­tigua y su familia es la custo­dia del museo. La mayoría de las veces a pulmón, aunque alguna vez la municipalidad les otorgó un rubro para man­tenimiento que no fue soste­nido en el tiempo.

Pachín aumenta la apuesta: “Los que fuimos compañeros y alumnos de Arturo Pereira tenemos un amor entrañable por el museo porque vimos y sentimos en carne propia todo lo que anduvo para lograr este lugar. Hay que hacer esfuer­zos para una restauración definitiva, para que se pueda convertir en un centro de cul­tura donde se enseñe para todos los interesados arte en general”, reclama.

El último aporte a ese sueño se dio en el marco del Festival Latidoamericano, cuando vio la luz el mural que retrata a un José Asunción joven, brillando en el mirador de Punta Karapã.

Portada del diario HOY del 12 de noviembre de 1991, el día en que los restos del maestro José Asunción Flores regresaron al Paraguay.

FLORES PARA TODOS

La historiadora Margarita Durán durante la inaugura­ción de las refacciones del 2007 recordó: “Aquí vivió Fray Luis Bolaños. Aquí vivió el nieto del gobernador Domingo Martí­nez de Irala, Fray Gabriel de Guzmán, y su compañero, un guaireño, hijo de un inglés y una indígena, que fue para la fe católica el primer mártir paraguayo de quien se tiene documentación histórica, Juan Bernardo Colmán… El lugar era conocido como Loma Karapã y al lado del convento de los franciscanos funcionaba la iglesia de los naturales, donde asistían los indígenas y des­cendientes de negros… De los naturales le llamaban porque los españoles rezaban en la igle­sia de la Encarnación”, apuntó. Se aprecia entonces un sitio con historia popular, de raíces crio­llas, que sustenta esa estirpe hasta hoy. De ese barrio surge el niño que fue lustrabotas y que por hurtar pan fue a barrer los patios de la banda de músicos de la Policía que regían los ita­lianos Nicolino Pellegrini y Sal­vador Dentice. Allí fue acercán­dose a los instrumentos hasta que le dejaron tocar un bom­bardino y después el trombón allá por 1917.

Sara Chaves de Talía, quizá la principal biógrafa del maes­tro, lo definía: “Hombre salido de los sectores desposeídos del pueblo paraguayo, superado gracias a su genio creador, asumió la defensa de la causa del pueblo a la que sirvió con el ejemplo de su insobornable rec­titud de conducta”.

Remigio aporta lo suyo: “Flores no fue un genio, él se hizo genio. Fue un trabajador incansable, un trabajador concentrado en su labor creativa centrada en las aspiraciones y sueños de los hijos de esta tierra paraguaya… Lastimosamente el análisis profundo de sus trabajos no ha sido desarrollado y menos aún inserto en la malla curri­cular de los centros de forma­ción musical en nuestro país, tanto conservatorios como uni­versidades”, indica. “Aun así es importante señalar algunos trabajos desarrollados por jóve­nes investigadores en cuanto a la guarania a los que las autori­dades académicas no le prestan la debida importancia. Por eso podemos decir que aún hoy día su memoria sigue siendo resis­tida y ninguneada”, considera.

Pachín recuerda que “cuando fueron repatria­dos los restos del maestro se hizo un paso por Punta Karapã, donde se le veló un rato… Flores nos legó una inmensa obra que comienza con la creación de un nuevo género musical, que es la guarania, y a partir de ahí fue creando una inmensa obra, luego en Buenos Aires, elevándola a la sinfonía, que pudo concretar con la Orquesta y Coro de la Radio y Televisión de Moscú, en una obra que sigue sin ser difundida”.

Versiones de “María de la Paz” se escucharon recientemente, aunque no se puede hablar de un calendario anual para la obra de Flores de parte de las gran­des orquestas nacionales, una deuda que debería repararse cuanto antes.

El actor Carlos “Chamán” Cáce­res, quien fue también discípulo de Arturo Pereira, aporta que “Flores y Gómez Serrato explo­raron la posibilidad de hacer teatro al aire libre con música sinfónica, un especie de ópera propia” y que también estudió la incorporación de los ritmos de los pueblos originarios en obras como “Maká”, que tuvo estreno mundial en octubre del 2019 por la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN).

“Flores halló las células germi­nativas en la mixtura entre la cultura hispánica y la guaraní, la paraguayidad que coronó con la guarania, pero después siguió investigando en afán de un arte masivo”, agrega.

Cáceres entiende que no se le perdona “su enorme lide­razgo político, era un cuadro y era un líder mundial, pre­sidente de la Comisión de Paz, fue invitado en diver­sos foros… Se lo toma como un niño bonachón, buenazo, que pudo haberlo sido, pero que no son las líneas centrales de su carácter y su ejemplo”.

Antonio Pecci, uno de sus bió­grafos, indica que en enero de 1925, hace 96 años, en un sitio público, como lo era el Hotel Cosmos, actual Asunción Palace Hotel, en Colón y Estre­lla, en presencia de Eligio Ayala se estrenó “Jejui”, una verda­dera revolución.

“El ambiente cultural en la década del 20 está atrave­sado de discusiones en torno a la recuperación de las señas de identidad como lo eran el guaraní, idioma despreciado por la élite gobernante, y la cultura bilingüe y el compo­nente indígena”, apuntó en un reciente artículo.

Al abrir la puerta de la pequeña casita en Punta Karapã lo humano involucra el paisaje, el museo José Asunción Flo­res de Punta Karapã nos parti­cipa de su música especial, esa que por ancestral se esfuerza en sostenerlo.

Los objetos y tesoros del museo de Flores fueron protegidos por el nieto de Arturo Pereira, Remigio Pereira, titular de la fundación que sostiene el museo.

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