Marta Lafuente, pedagoga y ex ministra de Educación en el período 2013 y 2016, aborda el tema en este “Expresso” en el que analiza con Augusto dos Santos cómo está hoy el nivel educativo en el país, desde la formación docente a lo que debe priorizarse para acceder a un futuro cercano que se abre ante la sociedad como un gran desafío. Una charla profunda y sin vueltas sobre un tema fundamental para pensar un país que, dice, debe democratizar el acceso al conocimiento.

Fotos Pánfilo Leguizamón

–Augusto dos San­tos (ADS): Es difícil calcu­lar por dónde empezar con el tema de la educación por­que es un camino que está como “empedrado” de frus­traciones, Marta Lafuente.

–Si, sobre todo en nuestro país, pero creo que justamente es una de las tareas más fuertes, el poder mirar que una socie­dad no puede pensarse en tér­minos de futuro sin ocuparse de esa agenda central. Por una cuestión simple y compleja a la vez: la valija biológica es insuficiente para que solo con la maduración y el paso del tiempo podamos perfeccionar nuestra condición humana y, fundamentalmente, construir los lazos que hagan posible una condición digna de vida para todos. Entonces, esa valija bio­lógica al ser insuficiente, ese es el lugar de la educación. Bas­tante más importante que lo que tomamos consciencia en el día a día...

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–ADS: Todos coincidimos en que la crisis educativa más importante que tuvo el país fue la dictadura, por lo menos en esta etapa his­tórica. ¿Se pueden distin­guir esfuerzos posdicta­dura esperanzadores? ¿O todo tiene que empezarse de cero para lograr un cam­bio realmente importante?

–Creo que si se pudiera empe­zar de cero, sería más fácil, pero esa no es la realidad de ninguna cuestión social. Siempre esta­mos “entrampados” en unos hilos y en unas raíces a veces invisibles. Inclusive desde antes de la dictadura, noso­tros traemos cuestiones desde el origen de nuestra Nación que técnicamente o conceptual­mente se llaman las “desigual­dades persistentes”. Esas cues­tiones que no se solucionan con una buena voluntad o con una decisión aislada. Me duele decirlo, pero creo que en demo­cracia no hemos sido capaces de tener la “perfecta estrate­gia” que tuvo la dictadura para lograr que la escuela cumpla la misión que tenía que cumplir, que era la de ser el aparato ideo­lógico de control...

–ADS: O sea, una perversión perfecta...

–Exactamente. ¿Por qué? Por­que el control ideológico hizo que se instale hasta el caracú y hasta en nuestro futuro la cuestión del miedo y el “no te metas en política”.

Esos son sustratos muy fuertes en la conciencia inconsciente colectivo en una sociedad...

–ADS: Es muy interesante e importante lo que decís porque nos quedamos en la crítica a la dictadura como la que nos frustró nuestra educación, pero no figu­ramos que ese ha sido un emprendimiento eficiente, intencionado, con resul­tados esperados muy bien logrados...

–Muy bien logrados y tan efec­tivos que más de 30 años des­pués todavía siguen las conse­cuencias de eso. No están los personeros ni personajes que lo llevaron a cabo, pero conti­núan mucha de las prácticas en posiciones autoritarias, el con­cepto que la sociedad le per­tenece a unos pocos y el resto tiene que escuchar, aplaudir y mejor no meterse. Cuando cae la dictadura, la sociedad implí­cita y explícitamente, pero en términos verbales hace un pacto social, no como el de la Moncloa, no escrito ni insti­tucional, pero sí en términos de los corazones, de las espe­ranzas y sacarse esa opre­sión. Decir, bueno, “la nueva sociedad queda a cargo de la educación. Y esa educación es formarnos para ser demócra­tas, construir la democracia y vivir en democracia y desde ese lugar haremos el nuevo Para­guay”. Eso es en términos sen­cillos lo que implica eso. Inclu­sive hay una palabra clave en guaraní que recogen los auto­res del Consejo Asesor de Edu­cación de ese tiempo y es “ñan­deha”.

ANTES Y DESPUÉS

–ADS: Esa cosa utópica que se podía entender como aliciente espiritual casi en el inicio de la transición no termina de fructificar hasta ahora. No hay polí­ticas públicas y seguimos teniendo sucesivos procesos de administración. ¿Tam­bién tiene que ver esto con la ausencia de técnicos a la cabeza del Ministerio de Educación, como ocurre ahora?

–Yo diría que lo que pasa con el sector educativo como res­ponsable de educar y equipar a las nuevas generaciones para su vida infantil, joven y adulta, tiene que ver con las propias realidades, con estancamien­tos que tiene el Estado para­guayo. No se puede divorciar lo que pasa en educación de los otros espacios. Pasa tam­bién en agricultura, en salud... Además, siempre se presentó al sector educativo como crítico, que sí lo es. Pero, cuando uno recorre el resto de las reparti­ciones responsables de satis­facer distintas políticas, nos encontramos con situaciones muy similares. Lo complejo en lo que tenemos que reflexio­nar es cómo es posible que en la primera década de la transi­ción se pudo hacer una primera concertación para emprender una acción de largo plazo, por­que en los ’90 se pensó con un horizonte del 2020.

–ADS: Probablemente sea porque había una sociedad política menos polarizada... Había un plan...

–Había una visión, se sabía contra quién y contra qué actuar.

–ADS: ¿Cuánto tiempo se demoran los cambios gene­racionales que puedan inci­dir positivamente? ¿Cuánto hay que esperar en una sociedad para que haya una dedicación mejor particu­larmente?

–Bueno, lo que uno verifica en los sistemas educativos, sean nacionales o subnaciona­les, como podrían ser en paí­ses descentralizados, como Argentina, Brasil, etc., es que ninguno se realiza con esfuer­zos de una gestión, duren 4, 5 o 6 años. Si es que efectiva­mente hay una dirección, hay un elenco y los involucrados están en la tarea y están en el trabajo...

–ADS: Una vez que se instala un sistema de buena edu­cación, ese sistema resiste buenos y malos gobiernos. Salvo que sea una dictadura que tire todo por la borda.

–Tiene que ser capaz de vivir con las contradicciones y el conflicto. Tiene que ser como un edificio inteligente, pero nosotros no logramos siquiera construir ese edificio inteli­gente. Ahora, respondiendo a tu pregunta anterior, ningún país lo hizo en menos de entre 30 y 50 años. Es decir, la edu­cación es un proyecto de socie­dad. Y es un proyecto del direc­tor y directora de la escuela y de la comunidad, compartida en una dirección que no es meternos todos en un brete, pero sí en una dirección por­que tiene que haber una direc­ción. Pero eso es en la escuela, pero también hay un antes, está el desarrollo infantil y, además, lo que quiero plan­tear en nuestro como país es como el mito de Sísifo. Acá ya se encontraron muchos cami­nos posibles, pero viene otro y desplaza eso, porque no es de su partido o no de su simpa­tía. Entonces, sigo insistiendo, no hemos logrado hacer que la sociedad se apropie de algún proyecto educativo.

ERRORES Y PANDEMIA

–ADS: Se redondea la misma rueda en cada período.

–Exactamente. Requiere un tiempo. Pero, ¿qué se hace con ese tiempo? Eso es más importante que el tiempo en sí, sin ninguna duda. Ahora, mi percepción del futuro es que, después de la Segunda Gue­rra Mundial y la fundación de la Unesco y la instalación de todo este sistema de conviven­cia que tenemos en el mundo, es que esto va a vencer en el 2030. “Vence” en el sentido en que se acaban los planes del siglo pasado y de este siglo, se derrumba, y creo que esa visión está ya asumida, por lo menos a nivel de grandes líde­res y organismos internacio­nales. Esto tiene un punto...

–ADS: Es una falla estruc­tural que ya no resiste.

–Al 2000 tuvieron que haber ocurrido algunas cuestiones, es decir: ¿Qué son las metas? Todas las metas que se for­mularon fueron declaracio­nes políticas acompañadas de indicadores que son cuan­tificaciones. Como cuántos tenían que educarse, etc., etc.; pero ninguno de esos resulta­dos se lograron en términos de humanidad, o por lo menos en el concierto de las naciones que participan en estos esta­dos. Lo que uno observa es que las últimas metas al 2030 que justo viene a ingresar en una nueva crisis que no conocía­mos que es la crisis producida por la pandemia. Esto, en cál­culos matemáticos, repre­senta, para países como Para­guay, por lo menos dos años o dos años y medio de retraso de lo que ya traíamos.

–ADS: Creo que estamos reflexionando con utilidad sobre lo que nos deja esta pandemia en todos los sen­tidos. Escuchaba a un filó­sofo argentino que reco­gía de otros la idea de que hemos planteado mal la cosa, deberíamos hablar de “distancia física, no social”.

–El maestro Humberto Matu­rana decía en una conferen­cia que lo que corresponde es una “distancia espacial y una proximidad social” por­que sin lo social, las rupturas son mucho mayores. Es decir, eso que se dice como cliché de que “la crisis es una oportuni­dad”. Si, pero ¿para qué lado? Me parece que hay que rom­per con el cliché y decir, bueno, ¿qué es lo que queremos sig­nificar cuando se dice eso? La pandemia viene a confirmar, a exacerbar y a profundizar las condiciones que ya existían. Entonces, los niños y las niñas en América Latina que tenían dificultades para aprender por su condición previa a la escuela y concomitante a la escuela porque siguen viviendo en una realidad que excede, aun­que reciban algún alimento y enseñanza lo que la escuela les puede dar. Insisto en esto de la integralidad. Ese grupo de niños con un año sin la posibi­lidad de aprender, fácilmente dan uno o más pasos atrás. Y aparecerán más cuestiones que después iremos obser­vando...

–ADS: Y seguramente se marcarán aún más las dife­rencias que pueden tener las escuelas y colegios pri­vados con la enseñanza pública.

–Sí, pero cuando decimos escuelas y colegios privados tenemos que tener en cuenta el tipo de sociedad que acude a esas escuelas privadas, que son para determinados gru­pos sociales. Yo creo que hay que ser muy mesurados en ese tema porque creo que también hay que pensar no es tanto el mayor logro de las gestión privada, sino que a ese tipo de instituciones van chicos mejor cuidados, mejor atendidos, ali­mentados, con familias que los atienden, etc.

–ADS: Sí, decía justamente que como hablábamos del retraso que se percibirá en las poblaciones más vulne­rables, se iba a notar más esa diferencia.

–Sí. Justamente, aunque a todos nos afectará, veremos justamente los que van a sufrir más eso. Realmente en esta situación, nadie va a que­dar fuera, libre de un impacto negativo. Esto acelera la vieja urgencia de tomar a la educa­ción y a la salud como los gran­des temas de la sociedad.

LA ESCUELA BAJO LA LUPA

–ADS: A propósito de gran­des urgencias, ¿cómo está la escuela paraguaya hoy?

–Hay muchas escuelas para­guayas. A algunas escuelas que tienen mínima cohesión social les falta conocimiento. A otras escuelas le falta cohesión social, conocimientos y recur­sos. Generalmente las escue­las que tienen conocimientos y cohesión social, pero no tie­nen recursos, la “pelean” y lo consigan porque sabemos que la política pública supone que “el que no llora no mama”; es decir, hay una demanda. Pero eso de “no te metas en polí­tica” es difícil. ¿Sabés cuánto es el porcentaje de padres de familia que están realmente activos y trabajan en apoyar a las escuelas? No pasan ni al 15 o 16%. Hay asociaciones que existen, pero muchas veces eso es una comisión directiva que siempre son los mismos.

–ADS: ¿Hubo alguna expe­riencia positiva?

–La participación ciudadana más importante que tuvimos en ese sentido fue cuando se realizaban las transferencias para que los padres manejen los fondos para trabajar en la escuela en la realización de las obras menores que se hacían en ellas. Arreglar parte de las aulas, mejorar, etc. Hubo un incentivo, no precisamente de la construcción misma, sino que el objetivo fue que se jun­ten y además de la obra, traba­jen en lo material y los niños verse rodeados del esfuerzo comunitario de sus padres, de su barrio. Eso generaba una gran ganancia en lo que se llama capital social y cultu­ral. La efectividad de la rendi­ción de cuentas llegó entonces al 95%; es decir, fue impecable la rendición de cuentas de ese dinero que llegó a los padres en esas condiciones.

–ADS: ¿Y porqué se ter­minó?

–Intereses, como siempre. Por un lado de algunas empresas que se quejaron porque las obras hacían los padres, tam­bién los políticos, porque si no hay ese tipo de inversiones en la sociedad no hay nada que “repartir” ni dónde hacer campañas de ese tipo y así se fue dejando de lado esa expe­riencia...

FORMACIÓN DOCENTE

–ADS: ¿Y con respecto a los docentes? ¿Cómo está el maestro paraguayo? ¿Qué esperanzas, conocimiento o tribulaciones tiene el docente paraguayo?

–Yo creo que tiene más tribu­laciones que conocimientos y herramientas porque choca­mos con el techo tan bajo de la formación; no es a lo largo de su carrera, sino se tiene una muy corta formación, de 3 o 4 años nada más, además de la calidad de la formación.

–ADS: O sea, ¿que un inge­niero que construye casas o puentes tiene 6 o 7 años de formación y un maestro que construye el futuro tiene solo 3 años?

–Exactamente. Además, no va acompañado. Eso que lla­mamos “formación inicial, la carrera docente” tiene dos aspectos. Lo que se llama la carrera docente. Aquí no es que no hayan habido ideas o propuestas alternativas, pero finalmente hubo trabajo que se inició por el 2005, que supuso la acreditación de los centros de Formación Docente; es decir, que solo formen docen­tes aquellos centros que demuestren capacidad en su desempeño para educar educa­dores, porque no es cualquier lugar ese. Ese dispositivo, más el de la la carrera docente que es preocuparnos como un sis­tema complejo, bien trabajado entre todos sus componentes (ese es el sistema de la carrera docente), que supone quién puede postular a la carrera docente y desde el momento en que se sienta en un aula para la formación en la carrera docente, hasta su jubilación, tiene que haber un marco de trabajo sistemático.

–ADS: ¿Y se hizo una pro­puesta sobre el tema?

–Aquí en nuestra gestión (en el MEC), desde el 2013 al 2016, hemos recogido toda la expe­riencia regional e internacio­nal, hemos realizado una pro­puesta, hemos consensuado ese sistema... Y, nuevamente luego de nuestra salida, ha que­dado todo en aguas de borraja. Eso sucede de nuevo porque eso supone deberes y dere­chos... No podemos seguir en una sociedad en la cual sola­mente se defienden o los debe­res o los derechos porque eso tiene que marchar juntos. Paraguay necesita democra­tizar el acceso al conocimiento.

CADA NIÑO, UN UNIVERSO

–ADS: Y para terminar, ¿cómo ves a los chicos, tanto en la primaria o en la secunda­rio? ¿Cómo los valorás?

–Creo que hay que verlos en la diversidad. La primera invita­ción es que cada niño es un uni­verso, es una humanidad que se inicia. Todos ellos están a la espera de su sociedad adulta. Muchas cosas no pueden hacer ellos, pero ellos están expectan­tes y lo dicen con mil lenguajes.

–ADS: Es muy fascinante porque ellos son un deposi­torio de conocimientos que en un momento más, estoy pensando en un chico de pri­maria, de preescolar inclu­sive, que va a confrontar en volumen con lo que sus padres aprendieron, ¿no?

–Es muy importante la infan­cia. Una de las característi­cas de nuestra sociedad es que los vemos como un adulto pequeño, pero el niño y la niña son un universo que mira la vida, el futuro y el presente a su propio modo, que no tiene nada que ver con la manera en que nosotros vemos. Entonces, ¿cuál es el desafío? Ese encuen­tro de la sociedad adulta, que según estudios, no han pasado ni 300 años desde que se con­sidera a la infancia como una etapa diferenciada...

–ADS: La última pregunta. ¿Este tema que se debatió en los últimos tiempos res­pecto a la universidad gra­tuita, al arancel 0, es rele­vante o no?

–No se si hubo debate real­mente, creo que es más que nada una medida administra­tiva e inclusive puede aumen­tar las brechas o las discrimi­naciones. Es lo que decíamos antes, ¿por dónde debemos realmente empezar a cam­biar las cosas? ¿Por la educa­ción universitaria o por el desa­rrollo infantil temprano? Los dos son importantes, pero si me preguntan por dónde se debe empezar y qué es lo pri­mero, diré que es por el desa­rrollo infantil temprano.

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