“Arquitecturas de la diferencia” es una investigación realizada por la arquitecta Rocío Ortega que aporta una renovadora visión de las construcciones indígenas como expresión cultural y social de estos grupos, además de ofrecer una visión crítica sobre los modelos “colonialistas” aún vigentes. El trabajo será base de nuevas propuestas legislativas que apuntarán a implementar procesos de consulta previa con las comunidades para elaboración de viviendas.

Por Arturo Peña

arturo.pena@gruponacion.com.py

Fotos Rocío Ortega / Gentileza

Hablar de arquitec­tura nos trans­porta a la imagen de lo material, de la obra, de lo rígido. Sin embargo, un aporte de investigación busca romper con ese pre­cepto, transitando el con­cepto, pero alimentado por elementos antropológicos, históricos y hasta filosófi­cos. Se trata de “Arquitec­turas de la diferencia”, libro lanzado días atrás por la arquitecta paraguaya Rocío Ortega. El mismo desarro­lla un análisis desde varios aspectos que desembocan en la necesidad de compren­der y respetar las particula­ridades de las construccio­nes indígenas, entendidas como formas propias de habitar el espacio en comu­nión con el entorno y tam­bién como representacio­nes de la estructura social y política de un pueblo.

La investigación “pretende colaborar con un análisis acerca de la distancia exis­tente entre los conceptos de patrimonio material y patrimonio inmaterial definidos en documentos jurídicos internaciona­les, conocidos como Con­venciones de la Unesco, y la ubicación en este tramo, de las llamadas construc­ciones tradicionales de pue­blos indígenas. Estas cons­trucciones que utilizan tecnologías diferentes a las de la civilización occiden­tal y significan otros senti­dos en la relación paisaje/espacio construido, deman­dan un desplazamiento en la comprensión de lo que se entiende como hábitat y, al mismo tiempo, activar la tolerancia para no des­calificar o menoscabar sus tecnologías constructivas por ser perecederas, de baja resistencia estructural, de poca complejidad espacial, etcétera”, según explica la autora en la introducción del libro.

EL INICIO

La idea se le reveló al revisar unas fotografías del Primer Encuentro de la Gran Nación Guaraní, rea­lizado en Brasil, en el 2010, al que asistió como parte de la delegación paraguaya en su cargo -en ese enton­ces- de directora general de Gabinete de la Secreta­ría Nacional de Cultura, acompañando al minis­tro Ticio Escobar. “Estu­vimos en el acto donde se le iba a entregar a los ministros las reflexiones sobre el encuentro. Luego yo dejé un poco de lado mi rol ‘burocrático’ y asumí mi otro rol, que es de fotó­grafa. Hice algunas tomas y las fotos me salían un poco quemadas, y no sabía bien por qué. Las llevé a casa, las revisé y entendí que era porque el evento se hizo bajo una carpa viní­lica blanca, muy grande, y eso me reflejaba el calor y el sol de febrero adentro. Esas fotos me llevaron a la siguiente reflexión: ¿cómo vas a hacerlo bajo una carpa vinílica?, si justamente el plástico y todo lo que repre­senta el consumo de nues­tro mercado y nuestra civi­lización es lo que amenaza a los indígenas y a sus for­mas peculiares de vida”, recordó la autora en con­versación con La Nación.

LOS OGA GUASU

En el 2011, el Segundo Encuentro de la Gran Nación Indígena tomaba asiento en Paraguay, en el Amambay, marcando el inicio de la agenda de fes­tejos del Bicentenario de la Independencia. “Le dije al ministro (Escobar): ‘Para­guay tiene que hacer este encuentro respetando el lugar de ellos, que es bajo la paja, bajo su arquitec­tura y su tecnología tradi­cional. No podemos hacerle reflexionar sobre lo mal que están bajo una carpa viní­lica”, contó la arquitecta.

CITAS

“El o’guasu (casa grande), también denominado ógajekutu (casa clavada), término este que remite más a la técnica utilizada para la construcción; la casa grande en su sentido social, constituía la casa habitada por un clan familiar, en ella compartían espacio unas cuarenta personas en una superficie de, aproximadamente, doscientos metros cuadrados. Cabe recordar, que el parentesco era el elemento primero de organización social y articulación de fuerza política”.

“El o’guasu fue uno de los primeros blancos a ser tiroteado por la colonia religiosa desatada por los españoles. La iglesia católica sería la principal encargada de desmontar el o’guasu y trasladar a sus habitantes al modelo de vivienda unifamiliar; otro sistema sería a través de los llamados pueblos de indios (poblados españoles) y las encomiendas; con esto se desarticulaba la trama de organización, debilitando la fuerza política de esa sociedad indígena”.

“Para la construcción de viviendas, se empleaban dos métodos distintos y ninguno de los dos consistía en proveer una habitación bien protegida contra el agua y el clima. Dado que constantemente se mudaban de un lugar a otro, o abandonaban sus aldeas por enfermedad, muerte, o creencias ligadas a la presencia de los muertos, no intentaban construir sus casas de manera sólida ni permanente”.

“La desaparición de la vida nómade eliminó la necesidad de limitar la cantidad de hijos a los que los padres podrían transportar al mudar de sitio el campamento de la comunidad, constituyendo este aumento un claro síntoma de la perturbación en la estructura social original de los pueblos indígenas del Chaco, a consecuencia de la imposición del sedentarismo como condición para su integración a la vida nacional”.

Fuente: Arquitecturas de la diferencia.

LA AUTORA

La arquitecta Rocío Ortega es actualmente asesora perma­nente de la Comisión de Cultura, Educación, Ciencias, Tecno­logía y Deportes, de la Cámara de Senadores. Es egresada de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Artes de la UNA. Y más­ter en Relaciones Internacionales y Diplomacia por la UNIDA.

El encuentro llevó varios meses de organización y tres de construcción de diez óga guasu (casa grande, construcción tradicional guaraní) con sus formas tradicionales, y otro espacio de reunión mayor. En la obra trabajaron 120 indígenas del pueblo pa’i tavyterã. “Al ir allá y ver ese paisaje, sentirse casi, casi unos siglos atrás. Nos dimos cuenta que no solamente era la construcción material, sino el proceso de construcción. Estos 120 indígenas, hombres jóvenes, reaprendieron la técnica tradicional de la construcción, que generalmente ellos ya no hacen por falta de recursos. Ese fue el detonante de la investigación que inicié en el 2014”.

CORSÉ ACULTURADOR

Este material busca, según la autora, ser un detonador en el ámbito indigenista sobre un punto neurálgico: la arquitectura de los pueblos indígenas como un derecho cultural. “El libro pretender ser el dispositivo que instale este debate para finalmente cristalizar un proyecto de ley que aparte de reconocer la arquitectura de los pueblos indígenas del Paraguay como patrimonio cultural, también genere los procedimientos administrativos necesarios para que el Estado pueda contratar mano de obra indígena”, señaló.

Esto conlleva un elemento clave: que el Estado tenga que implementar el concepto de consulta previa antes de hacer cualquier obra dentro de una comunidad, ya sea vivienda, escuela, centro de salud, etc. “Hay investigaciones hechas por sociólogos paraguayos que muestran que a los indígenas nos les gusta la construcción que el Estado les hace. Ellos admiten en general los modelos mixtos. Es realmente triste llegar a una comunidad indígena y ver ese paisaje de casitas ‘nuestras’. Que el Estado les obligue a vivir en esas construcciones que no responden a su cosmovisión, a su cultura, es meterles en un corsé aculturador. Esa arquitectura genera en los pueblos indígenas un proceso de aculturación y sigue sosteniendo nada más y nada menos que el colonialismo”, señaló finalmente la arquitecta.

SIGLOS DE CAMINO A CONTRAMANO

En el estudio de los mundos simbólicos de los pueblos indí­genas, habitantes antes de la colonia, la investigadora iden­tificó dos ejes principales: el andino y el amazónico, “que en algún momento se cruzan, se tocan y se comparten”. El eje andino es de construcción en piedra, ya que las exigen­cias del clima requieren mayor protección, mientras que en el segundo, los pueblos indígenas habitan el verde, se integran a él. “Son dos formas arquitectónicas bien dife­rentes.

El estudio de las arquitecturas indígenas en tiem­pos anteriores a la colonización europea es algo que hace falta en la formación académica del arquitecto. Yo recuerdo un solo profesor, en seis años, quien nos daba historia de la arquitectura en Paraguay, que nos mencionó el tema de la arquitectura indígena. Comprender nuestro territorio con­tinental desde estas cartografías es algo que todavía hace falta en las escuelas de arquitectura”, reflexionó arquitecta.

“El desplazar el concepto o la visión Occidental y europea de ver la arquitectura como algo material y no entenderla como mi forma de habitar el paisaje es toda una lucha. Hay mucha gente que dice ‘no podemos vivir otra vez como hace siglos’ o ‘no podemos vivir como indios’. Todavía hay una mirada muy discriminatoria sobre el concepto del “buen vivir” de los quechua o el del “teko porã” de los guaraníes. La arquitectura indígena como enseñanza lo que señala es que se puede vivir en mayor comunión con la naturaleza, lo que quizás en los últimos doce siglos de nuestra civiliza­ción tomamos el camino contrario, de alejarnos cada vez más, incluso del espacio exterior. Cada vez vivimos mas encapsulados en cajas de blindex con aire acondicionado”, expresó finalmente.

HACIA UN PROYECTO DE LEY

Senadora Alvarenga.

El trabajo fue presentado por la senadora Dra. Her­melinda Alvarenga, quien preside la Comisión de Pueblos Indígenas de la Cámara Alta. La legisladora destacó la relevancia de la investigación de la arqui­tecta Ortega, no solo como un análisis de la normativa vigente en materia de dere­chos culturales de los pue­blos indígenas, sino como “marco teórico a ser utilizado en la elaboración de norma­tivas que colaboren al fortalecimiento de la cultura de los pueblos indígenas y motive iniciativas hacia otros sectores en el desarrollo de una necesaria reflexión y revisión de nuestras comprensiones como sociedad nacional, en pos de la justicia y el reconocimiento de la diversidad cultural”.

“Hemos puesto en marcha un trabajo con miras a un proyecto de ley que aborde este aspecto. Que permita generar un proceso de consulta previa para que las comunidades indígenas sean parte de la construcción de sus viviendas “, señaló la legisladora.

La senadora comentó sobre algunas situaciones que se dan con relación a la actual forma de encarar el tema de la vivienda indígena. “Los proyectos son todos uniformes y se usan los conceptos de la vivienda básica, sin embargo, hemos tenido situaciones en que los habitantes de las comunida­des ni siquiera han querido entrar a esas viviendas porque no les representan culturalmente. Entonces, el proceso de consulta previa y de incorporación de las comunidades es fundamental”, señaló.

Agregó que el trabajo de Ortega será una fuente de consulta para futuras investigaciones, a fin de seguir avanzando en el conocimiento sobre la materia, la comprensión del espí­ritu y los valores ancestrales sustentados por los pueblos originarios con relación con su hábitat, sus tradiciones y creencias que forman parte del universo cultural existente

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