Una semana de la patria diferente es la de este año bajo el signo de la pandemia. Recorrer los lugares en donde se formaron los primeros arquitectos del país y también otras viejas casonas es nuestro paseo de hoy.

Es la semana de la patria y la celebramos imaginariamente en esta pandemia recorriendo en un viejo coche Impala (1957) los lugares donde se formaron las primeras gene­raciones de arquitectos del Paraguay, desde su primer local hasta el viejo y llorado caserón del Dr. Peña.

A veces, los viajes se con­vierten en una especie de “sopa de recuerdos”, donde el chofer nos lleva por un recorrido de desteñidas fotos, emociones, casas emblemáticas, edificios históricos.

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La primera parada, la vieja Facultad de Derecho donde funcionara la Facultad de Arquitectura en sus inicios, nos conduce al oeste de la Asunción hasta la zona de Itá Pytã Punta, al moderno edificio en construcción del Colegio Experimental Para­guay-Brasil, donde gracias a los buenos oficios del arqui­tecto brasileño Saturnino de Britto la albergara por un tiempo en cuatro aulas improvisadas con techo de zinc, para luego pasar en 1959 al ex caserón del polí­tico Leandro P. Prieto, quien había fallecido recién en ese tiempo y que en aquella misma época su viuda doña Concepción Yegros la había puesto en alquiler.

Francisco Pujol, Guillermo Hellmers, Luis Pozzo, Arturo Herreros, Mohamed Yampey, Juan Cameron y Francisco Canese. Consejo directivo de la Facultad de Arquitectura. Asunción, 1959.

Nos baja­mos un rato y la recorremos, un gran zaguán con unas altas escaleras que condu­cían a unas grandes piezas y a un corredor que daba a un patio oeste; al fondo, una escalera que daba a un patio trasero que llevaba a una huerta con salida a la calle Azara, ahí en pleno barrio San Roque. Segui­mos recordando: ese mismo año, el primer consejo direc­tivo, que estaba compuesto paradójicamente por dos ingenieros, el decano Juan Cameron y el profesor Fran­cisco Pujol, los arquitectos Pozzo, Canese, Hellmers, Yampey y Arturo Herreros, el último sobreviviente de ese legendario grupo. Antes del final de nuestro reco­rrido, nos lleva el amplio Impala a la casa Armele, sobre la calle Independen­cia Nacional casi Fulgencio R. Moreno, frente mismo a la casa patrimonial del pin­tor de Asunción, don Igna­cio Núñez Soler, donde fun­cionó la facultad en 1960.

LA CASONA PEÑA

Al final de nuestro recorrido automovilístico llegamos a finales de 1960 y princi­pios de 1961, nos bajamos a observar imaginariamente la llorada casona Peña sobre la avenida España casi Perú, en el barrio Las Mercedes, con unas viejas fotos en la mano que se convierten en el refugio de nuestros recuerdos. Allí es donde terminarían sus estudios los primeros siete arqui­tectos paraguayos, “los 7 samuráis”, así les llama­ban, dicen, porque en aque­lla época se había pasado en Asunción la película “Los 7 samuráis”, del director Akira Kurosawa. Alumnos que recibieron sus diplomas en 1964, con el compromiso de entregar la tesis a la bre­vedad posible, fueron: Ángel Constantini, Alcides Ramón Galeano, Roque González, Mario Lupo Galeano, Arturo Herreros, Carlos López Urbieta y José B. Lovera.

Luego vino la segunda y ter­cera tanda de arquitectos. En 1965, la primera, deno­minada de “La carpetita”: Hugo Aranda, Lolia Zaldí­var, Miguel Ángel Solís, Lalo Goldenberg, Damián Pere­lló, Perla Baade, entre otros. Los de la “carpeta”: Víctor Ricciardi, Víctor Johansen, Virginio Galeano, Cathy Gol­demberg, Malena Santacruz, Magela Gatti, Carlos Peyrat, Carlos Colombino, Beatriz Chase, Malena Caligaris, Ramón González Coronel, Machela Perasso, Chacho Ferro y Juan Ricardo Uga­rriza, entre otros.

Llegamos al final, me bajo de este viejo auto, Impala del 57, con la bandera para­guaya flameando, después de hacer este pequeño reco­rrido asunceno, desde la vieja casa de la Facultad de Derecho hasta los vericue­tos de la memoria de una “llorada casona asuncena” de otros tiempos y Facultad de Arquitectura hasta 1989, hasta algún otro recorrido entre la ficción y la historia, porque, como dice un pensa­dor paraguayo, a veces la fic­ción hace ver mejor los reco­vecos de la historia.

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