- POR AUGUSTO DOS SANTOS Para el programa EXPRESSO por GEN
- Fotos Fernando Romero
Goiburú dejó el ejercicio de la medicina en el 2006, cuando se incorporó a la Comisión de Verdad y Justicia en la investigación de los crímenes del régimen opresor del Paraguay y luego quedó a cargo de la oficina de Memoria Histórica del Ministerio de Justicia. Fue entrevistado en el programa “Expresso”, del canal GEN, del Grupo Nación.
Su padre Agustín Goiburú, médico y militante de la resistencia política contra Stroessner, era un objetivo del régimen, acechado y perseguido hasta ser convertido en víctima del oscuro plan de represión supranacional.
Su testimonio es vital para entender el porqué recuperar la memoria es fundamental para el destino de los pueblos. Por momentos reflexivo, entusiasmado, en otros tramos de la entrevista era traicionado por la emoción que bañaba sus ojos en las lágrimas del dolor de los que sufren un duelo que nunca acaba: el de los familiares de secuestrados-desaparecidos.
–Cuando en un café o en un sitio te preguntan quién era tu papá, ¿que respondés?
–Un luchador incansable, como un tipo con principios y con una valentía increíble. A quien desde luego y después de tantos años que no lo veo, porque lo secuestraron, lo siento tan diariamente, tan permanentemente como si fuera ayer.
–¿Cuántos años tenías cuando fue la última vez que lo viste?
–19 años, el 31 de enero del 77 fue la última vez que hablamos y que lo vi, y el 4 de marzo cumplí 20 años.
–¿Cómo fue el momento o las circunstancias en que te enteraste que tu papá estaba técnicamente secuestrado?
–Yo estaba en mi casa, en un departamento que alquilábamos entre varios compañeros en Corrientes –no sé si conocés Corrientes– (en Córdoba, casi Costanera, a media cuadra estaba en el departamento), y de repente toca el cartero que viene con un telegrama, en esa época no había Whatsapp ni nada. Recibo el telegrama que decía “Papá Agustín desapareció, ruego tranquilidad”, y yo la verdad que me quede paralizado.
–¿Quién te escribía?
–Una amiga que tenía en Paraná, y dije ¿cómo que desapareció? ¿Se esfumó? ¿Vino un extraterrestre en un platillo volador y se lo llevó? Me fui corriendo a hablar por teléfono porque no teníamos uno en la casa donde vivíamos en Paraná, llame a mis vecinos y me dijeron: “Sí, a tu papá lo secuestraron”. Me quise morir.
–¿Qué hacía tu papá en lo profesional?
–Papá era medico traumatólogo y como nosotros habíamos ido a Paraná en enero del 75, 76 hasta 77, justo hacían dos años que estábamos afincados en Paraná.
–Desde entonces tu duelo no tiene fin…
–Es una cuestión que nunca se resuelve, por eso la desaparición forzada de una persona es un delito de lesa humanidad porque está probado que es un delito contra la dignidad humana, porque el ser humano que tiene una pérdida de ese tipo no puede elaborar un duelo, queda obstruido, trancado, como se suele decir en nuestro país; no se puede elaborar un duelo porque uno necesita ver el cuerpo del ser querido que está muerto.
Llevó mas de 30 años a Rogelio y sus familiares recomponer las piezas de la muerte y desaparición de Agustín Goiburú. En todo este tiempo se unieron varias piezas para saber detalles sobre el itinerario de su padre desde su secuestro hasta su muerte. Pero la ubicación de su tumba sigue siendo un misterio.
–¿Tenés idea sobre el lugar donde mataron a tu padre?
–Nosotros, con el tiempo, con el trabajo de investigación, primero mamá, preguntando por todos lados, además tratando de recibir apoyo político por todas partes del mundo, y después de que me hice cargo de la investigación llegamos a componer el rompecabezas.
–¿Cuantos años después?
–Y te imaginás desde el 77 hasta el 2008 pasaron 30 años. Cuando yo trabajaba en la Comisión de Verdad y Justicia de nuestro país tuve por suerte la ayuda de militares en la época de Stroessner – ya en situación de retiro–, me contaron cosas que han sido absolutamente oportunas.
–¿Los militares de la época de Stroessner te llamaron y te preguntaron si estabas buscando a tu padre?
–Yo busco a los militares y a los policías de la época, sabiendo más o menos sobre la desaparición de determinadas personas, adónde habrían ido, en qué cuarteles, entonces los busco en la lista de militares y en qué cuarteles de esa época, y así fui encontrando a muchos que colaboraron conmigo y a muchos que siguen colaborando. Esos militares me contaron algunos detalles que cerraron mi tema de investigación con el tema de papá, y hoy por hoy yo sé exactamente lo que pasó. Lo único que no sé es dónde lo enterraron.
–¿Qué pasó?
–A papá lo secuestraron el día 9 de febrero del 77 en Paraná, Entre Ríos, e inmediatamente lo llevaron a un predio del ejército del Paraná, lo subieron a un avión y lo trajeron al Regimiento de Infantería Número 9 de Corrientes, donde estaba el general Cristino Nicolaide como comandante.
Desde ahí, habrá estado en ese regimiento entre 5 a 7 días, lo trajeron vía terrestre en un Ford Falcon a Puerto Falcón. En Puerto Falcón, Pastor Coronel mandó a varios policías para que le traigan desde ahí, y desde Puerto Falcón lo llevaron a Investigaciones. En Investigaciones estuvo algunos días –por los datos que tengo, entre 3 a 5 días–, lo torturaron, por supuesto, no porque necesitaban quitarle información, sino por venganza. Por haberse escapado tantas veces y por las cosas que sabían de papá.
De ahí lo llevaron al Hospital Rigoberto Caballero, donde papá había sido médico joven (donde papá denunció las torturas y demás), y del Rigoberto Caballero donde estuvo 2 días o 3 lo llevaron al Estado Mayor, donde Stroessner tenía una celda, y ahí lo tuvieron hasta que Stroessner lo interrogó y le hizo ejecutar.
Ahora, lo que hicieron con su cuerpo después de eso es lo que ya no sé.
–¿Te atormentó el desaliento en todos estos años de no encontrar a tu padre y a los demás desaparecidos?
–La verdad es que no tengo tiempo de desalentarme, y no sé si eso tiene que ver con el tema de mi viejo y de tantos compañeros de lucha.
–Bajo esa tierra de Paraguay, ¿cuántos desaparecidos hay aproximadamente?
–Ese es otro dato, Augusto, que jamás nadie en Paraguay va a poder decir en números redondos, jamás… ¿Por qué? Porque están las denuncias verbales y vos sumás esas denuncias y te dan más de 500; pero después están las denuncias formalizadas, las que el familiar o testigo pueden escribir y firmar abajo, de esas hay 450 más en la Fiscalía. Pero después están los otros casos que nosotros sabemos en las investigaciones.
–¿Cuáles son los números de la investigación que realizan hasta hoy?
–Hay 37 cuerpos rescatados hasta hoy, de los cuales 4 fueron identificados y de esos identificados, 4 son del Plan Cóndor. Ya todas las familias tienen el esqueleto de sus seres queridos. Se puede decir que a partir de ese momento ellos ya pudieron hacer el duelo.
–Y a partir de eso, ¿en los otros casos qué clases de resultados hay?
–Y en caso de algunos, con los huesos no logramos conseguir el perfil completo genético de los huesos, necesitamos el perfil completo para poder comparar con la sangre del familiar; en otros casos, todavía no tenemos la sangre del familiar porque también sucede eso, después de tantos años y el mecanismo de defensa que tenemos los seres humanos es de intentar olvidar, de no pensar en eso porque es tan doloroso que la gente no puede estar permanentemente.
Cara a cara con los represores
Goiburú relata las ocasiones en que durante su investigación tuvo frente a sí a los torturadores del régimen, alojados en la Agrupación Especializada.
–¿Te cruzase con represores que pudieron estar involucrados directamente?
–Por supuesto. En la Agrupación Especializada estuve 4 años cavando metodológicamente con un grupo de argentinos del Instituto de Antropología Forense (con quienes seguimos trabajando). Hice casi 300 trincheras en un espacio de 3 hectáreas y algo. Ahí encontramos 15 cuerpos y 8 tumbas vaciadas. Estando ahí mismo, estaban presos Lucilo Benítez, alias Kururu Pire; Camilo Almada Morel, alias Sapriza, y Juan Martínez, con el que nunca hablé porque cada vez que me veía ya se escondía.
–¿Cómo fue tu charla con los dos represores?
–Con Camilo Almada Morel hablé en 3 ocasiones y él jamás me negó nada de lo que hizo, pero tampoco quiso entrar en ningún detalle de sus acciones, no me quiso decir “Fulano, mengano y sultano están enterrados en tal lugar”; y Lucilo Benítez me pidió disculpas. Y cada vez que pasaba cerca de él (porque tenía un quiosco), ponía su mano sobre mi mano y me decía: “Goiburú, che amigo, che ko ndajukái avavéape.
Amaltrata’imi la ore compatriota kuérape, pero ndaporotorturái”. Pero Camilo Almada no dijo ni una sola palabra, él sabe, por ejemplo, lo que pasó con los 4 hermanos López Maidana en Misiones porque él mismo fue quien los ató con alambre cuando los 4 ya se estaban muriendo desangrados, los metió a un Jeep y los llevó al ejército.
“Sigo soñando con encontrar a mi viejo”
–¿Seguís soñando con encontrarlo a tu viejo? ¿Aún lo seguís buscando en cada excavación?
–¡Pero por supuesto! Además, yo sé cuando me voy a excavar… yo sé que no es él. Solamente una vez me pasó, el 16 de marzo del 2013, que creí que era él porque tenía un testimonio de un policía que en Villeta, en un acto político, le dijo a mi hermano en la oscuridad: “No me mires y no te des vuelta”, estaba en un acto político, escenario político y gente discurseando, un tipo lo agarra: “No te des vuelta, pero yo te voy a decir que tu papá está enterrado en tal lugar”, y yo estaba en el lugar ese excavando, pero muchos años después, 10 años después, y la pala hace “toc” por un cráneo, y yo dije: “Ese es papá”. Pero después, cuando comenzamos con el trabajo fino con los cepillos, con la esteca, encontramos otro esqueleto más y ahí ya se me esfumaron las posibilidades porque mi papá fue enterrado solo.