Por Christine Lagarde

Los ministros de Hacienda y los presidentes de los bancos centrales del G-20, que se reunirán esta semana en Fukuoka, pueden inspirarse en la ciudad que los recibirá. Conocida como la “ciudad de las empresas emergentes” (“startup city”) de Japón, Fukuoka prosperó en las últimas décadas promoviendo el comercio, la innovación y la apertura.

Ese espíritu es más necesario que nunca para ayudar a reducir las tensiones comerciales y eliminar otros obstáculos en el camino hacia un crecimiento más alto y sostenible. El objetivo debe ser contribuir al crecimiento mundial, no obstaculizarlo .

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Indicios de estabilización

En abril, señalé que la economía mundial atravesaba un “momento delicado”. El FMI redujo supronóstico de crecimiento mundial para 2019 a 3,3%, en gran medida a causa de factores transitorios, específicos de cada país y a los efectos tangibles de las tensiones comerciales. Al mismo tiempo, proyectamos una mejora del crecimiento para la segunda mitad del año y una aceleración del crecimiento para 2020, que lo llevaría a 3,6%, la misma tasa de crecimiento de 2018.

Esperábamos que la actividad económica mundial se beneficiara también de un ritmo más paciente de normalización de la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos y del Banco Central Europeo, y de un mayor estímulo fiscal en China. En efecto, esas respuestas de política brindaron un apoyo vital en los últimos meses, por ejemplo, flexibilizando las condiciones financieras y aumentando los flujos de capitales hacia los mercados emergentes.

De hecho, y concordando en líneas generales con nuestras proyecciones, los datos económicos más recientes indican que es posible que el crecimiento mundial se esté estabilizando. Por ejemplo, si bien la actividad económica del primer trimestre resultó decepcionante en algunos países emergentes de Asia y América Latina, el crecimiento fue mayor que el esperado en Estados Unidos, la zona del euro y Japón.

O sea que hay algunas buenas noticias, pero el camino hacia un crecimiento más sólido es inestable. ¿Por qué?

Grandes obstáculos en el camino

Quisiera resaltar algunos de los grandes obstáculos que podrían impedir una recuperación del crecimiento:

En primer lugar, existen dudas respecto al repunte previsto del crecimiento. ¿Se mantendrá el ímpetu del primer trimestre en las economías avanzadas? ¿Se materializarán las mejoras proyectadas anteriormente en algunas economías en dificultades o tomarán más tiempo del que se pensaba? ¿Cómo afectaría la confianza un brexit sin acuerdo? ¿Se deprimirá más la actividad económica debido al aumento reciente del precio del petróleo?

Otro obstáculo es la vulnerabilidad subyacente de la economía mundial. Los niveles de deuda corporativa , por ejemplo, aumentaron a un nivel tal que un cambio repentino de las condiciones financieras podría generar perturbadoras salidas de capital de los mercados emergentes.

También sabemos que muchas economías enfrentan perspectivas de crecimiento a mediano plazo decepcionantes , no solo por el envejecimiento de la población y la menor productividad, sino también por los efectos corrosivos de la excesiva desigualdad económica.

Se avecinan mayores tensiones comerciales

Lo más importante son los temores crecientes sobre el impacto que tendrán las tensiones comerciales actuales. El riesgo es que los aranceles de Estados Unidos y China impuestos más recientemente reduzcan más la inversión, la productividad y el crecimiento. Los aranceles estadounidenses sobre las importaciones de México que acaban de proponerse también son motivo de preocupación.

En efecto, existen datos contundentes que sugieren que Estados Unidos, China y la economía mundial son los perdedores debido a las actuales tensiones comerciales (véase el gráfico).

Estimamos que los aranceles de Estados Unidos y China ya anunciados y los que se prevén podrían restar aproximadamente 0,3% del PIB mundial en 2020, y más de la mitad de ese impacto se debería a los efectos sobre la confianza de las empresas y la reacción negativa de los mercados financieros.

A nivel general, estimamos que los aranceles de Estados Unidos y China —incluidos los que se aplicaron el año pasado— podrían reducir el PIB mundial 0,5% en 2020 (véase el gráfico, panel inferior), lo que equivale a una pérdida de aproximadamente USD 455.000 millones: una cifra superior al tamaño de la economía de Sudáfrica.

Estas son heridas autoinfligidas que deben evitarse. ¿Cómo? Eliminando las barreras al comercio aplicadas recientemente y evitando nuevas barreras, cualquiera sea su forma.

Lo cierto es que las medidas proteccionistas no solo afectan negativamente al crecimiento y al empleo, también hacen que los bienes de consumo transables sean más caros, lo que perjudica de manera desproporcionada a los hogares de bajo ingreso.

El G-20 puede ayudar

¿Cómo pueden los líderes del G-20 ayudar a eliminar estos obstáculos y respaldar una mejora del crecimiento?

La prioridad más urgente es resolver las tensiones comerciales actuales, mientras se acelera la modernización del sistema de comercio internacional. Eso incluye crear consenso entre los países sobre cómo fortalecer las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), en especial en relación con los subsidios, la propiedad intelectual y el comercio de servicios. El objetivo es crear un sistema comercial más abierto, más estable y más transparente, bien equipado para satisfacer las necesidades de las economías del siglo XXI.

Por ejemplo, los estudios del FMI muestran que la liberalización del comercio de servicios podría sumar aproximadamente USD 350.000 millones al PIB mundial a largo plazo. Estos logros son fundamentales para que el comercio contribuya a mejorar la calidad de vida y crear nuevos puestos de trabajo con salarios más altos.

Y los países, a medida que corrigen el sistema comercial, también deben colaborar para reformar la tributación internacional de las empresas, fortalecer la red de protección financiera mundial y abordar la amenaza existencial que representa el cambio climático.

Mayor resiliencia e inclusión

Al mismo tiempo, debemos reconocer que el nivel elevado de deuda pública y las bajas tasas de interés dejaron a muchos países con un margen de maniobra limitado para la aplicación de las políticas. Frente a este desafío se necesitarán políticas fiscales cuidadosamente calibradas que permitan lograr el equilibro correcto entre crecimiento, sostenibilidad de la deuda y objetivos sociales.

También debemos abordar los trastornos causados por la innovación comercial y tecnológica y redoblar las medidas para ayudar a los que queden rezagados.

Asimismo, necesitamos más reformas estructurales, que van desde reducir las barreras de ingreso a los servicios minoristas y profesionales, a promover una mayor participación de las mujeres en la fuerza laboral. Por supuesto, cada país adaptará las reformas en función de sus necesidades, pero estimamos que las medidas de este tipo, si se aplican de manera conjunta, podrían aumentar el PIB del G-20 4% a largo plazo.

Y lo que es más importante, las reformas estructurales también lograrían que el crecimiento fuera más resiliente e inclusivo.

Coordinar en caso de que el crecimiento flaquee

Mientras tratamos de respaldar de esta manera un repunte del crecimiento, también es preciso que los países se pregunten qué hacer si esto no se logra.

Cuando llegue la próxima desaceleración, que inevitablemente llegará, es posible que las autoridades necesiten utilizar todas las herramientas de política económica para maximizar su efecto combinado. Eso implica respaldar la demanda mediante la aplicación decisiva de una política monetaria más laxa y mediante estímulo fiscal, en la medida en que sea posible. También implica utilizar estas políticas de apoyo para potenciar el impacto de las reformas estructurales, en los casos en que la demanda sea débil.

En nuestra Nota para el G-20 [enlace] se simula un shock económico negativo y las respuestas posteriores de política económica (véase el gráfico, panel superior). En un escenario, si se usaran todas las herramientas de política, el producto del G-20 se recupera mucho más rápido y de manera más sostenible.

Además, la coordinación de las políticas no debe detenerse en las fronteras. Nuestra simulación de un escenario de desaceleración indica que, si todos los países toman medidas decisivas para estimular su propio crecimiento, los efectos positivos se refuerzan entre sí. Y, si todos trabajan para expandir el crecimiento, todos se benefician de los esfuerzos de los demás, lo que genera un efecto general mucho mayor (véase el gráfico, panel inferior).

Conclusión

Naturalmente, la cooperación internacional no solo es necesaria en caso de una posible desaceleración. Es fundamental ahora mismo, porque todos los países siguen atravesando un momento delicado. Como dice el proverbio japonés: “Cruza el río poco profundo como si fuera el más caudaloso”.

Para los países del G-20, cruzar el río significa trabajar juntos para apoyar, y no obstaculizar, el repunte del crecimiento que se espera.

Sumándose al espíritu de apertura de Fukuoka, las autoridades pueden ayudar a eliminar los obstáculos y a encauzar la economía mundial hacia un crecimiento más duradero e inclusivo.

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