Las mujeres, a lo largo de la historia, fueron ganando terreno en el campo laboral y ocupando cada vez más cargos de relevancia, incluso llegando a ser mayoría en un directorio, algo que en épocas pasadas era impensable. En este camino, inevitablemente surgen muchas dudas o cuestionamientos propios de la carrera laboral de toda persona, pero que en el caso de una mujer cobran otro sentido o relevancia como, por ejemplo, sentir que una no es apta para afrontar un nuevo cargo o desafío.

Esta situación es una constante en las mujeres en todo el mundo y es conocida como el síndrome de Cenicienta. Sí, hace referencia a ese cuento que escuchamos desde niños, en el que una joven y vulnerable mujer se convierte en princesa por minutos y al cabo de cierto tiempo todo se esfuma.

En la vida real, este síndrome hace que las mujeres le resten importancia a sus méritos, que piensen que llegaron a sus cargos simplemente porque no hay otra persona (u hombre) con las capacidades necesarias y que se vean a sí mismas como “el peor es nada”.

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También puede resultar que tengan la ilusión de que un compañero las rescatará de un puesto que consideran mediocre y en el que se encuentran ancladas, es decir, no creen que ellas puedan salir o cambiar de aire por sí mismas. Estas dos versiones pueden evidenciar lo que se conoce como síndrome de Cenicienta.

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Esta situación fue muy bien abordada por la revista Vogue en su segmento Negocios, donde la periodista Silvia López narra, con lujo de detalles, en qué consiste este síndrome de Cenicienta. Ella cuenta que el síndrome empezó a ser descrito a principios de los años 80 y que hoy sigue aquejando a millones de mujeres en sus trabajos. Consiste en el miedo a resultar una molestia si se empieza a reclamar derechos o, simplemente, a sentir orgullo por los propios éxitos.

En el artículo, hablan las psicólogas Ana Antoranz Ferre y Sheila Estévez Vallejo. La primera define al síndrome como el deseo inconsciente de ser cuidadas por miedo a ser independientes, mientras que la segunda reflexiona al respecto señalando que “para valorar algo, tenemos primero que aprender a hacerlo: la falta de autoconcepto o que este acabe dependiendo de los demás, hace que la persona pierda la capacidad de tener una valoración interna propia y, por tanto, dependa de la valoración de su entorno”.

Para Antoranz, “la capacidad de creer en nosotras mismas comienza por permitirnos pensar que somos competentes para alcanzar nuestro lugar por el esfuerzo y trabajo que hemos realizado”, y hace hincapié en que este estado puede derivar o estar relacionado, en ciertos casos, “con graves patologías como el trastorno dependiente de la personalidad, así como en negativas repercusiones en el estado anímico o autoestima”.

Las especialistas sostienen que, si una quiere conocerse y gestionarse mejor a sí misma o si cree que padece el síndrome de Cenicienta, el trastorno dependiente de la personalidad o cualquier otro desorden, debe buscar ayuda de profesionales de la salud mental.

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Si te sentís identificada con lo descripto, existen algunos consejos que pueden ayudarte a sobrellevar la situación e incluso mejorarla y superarla: conocerse a una misma, el autoconcepto, o la opinión de una persona sobre ella misma, depende directamente de que se conozca o no; salir de la zona de confort, actualizarse y exponerse a situaciones nuevas y ver cómo se reacciona ante ellas; quererse mucho, ser la mejor amiga hace que tenga sentido elegir estar sola, o lo que es lo mismo, estar con una misma.

También es importante desarrollar habilidades sociales, mantener una escucha activa y recibir la información que viene de la otra parte, pero esto no tiene que implicar que debamos estar de acuerdo; aprender gestión emocional, a identificar y expresar nuestros sentimientos, sin emitir juicios de valor, mediante espacios frecuentes de auto-observación y reflexión.


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