El 25 de junio de 1612 se terminaba de escribir el primer libro paraguayo: “Anales del descubrimiento, población y conquistas del Río de la Plata” por Ruy Díaz de Guzmán. Fue publicado dos siglos después y es considerado una crónica histórica.
Ruy Díaz de Guzmán nació entre 1558 y 1560 en la capital de la gobernación de Andalucia, Asunción, que a su vez era parte de la gobernación del Río de la Plata y Paraguay.
En los documentos aparece tanto como criollo o mestizo, ya que al ser hijo de padre español le correspondería la definición de criollo, sin embargo, como nieto de Domingo Martínez de Irala, quien tuvo a su hija Úrsula con una mujer guaraní, su madre recibía la definición de mestiza.
Fue militar, cronista, conquistador y gobernador. Fue el tercer teniente gobernador del Guairá y el primer teniente gobernador de Santiago de Jerez (Matto Groso del Sur, Brasil). Además, de haber participado en la fundación de Villa Rica del Espíritu Santo.
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Sus relatos en el libro reúnen los desafíos que pasaron los conquistadores de la época, así como también los anhelos que tenían, centrándose en gran parte en las obras de su abuelo, Domingo Martínez de Irala. Así como también, acotando experiencias suyas, ya que investigó archivos y reunió testimonios de la época.
Anales del descubrimiento, población y conquista del Río de la Plata fue publicado dos siglos después, en 1836, en Buenos Aires, por lo cual no sorprende que su nombre se haya cambiado a “La Argentina” en ese entonces.
Hoy además, se celebra por este día la Primera Feria Virtual del Libro Paraguayo que quedará inaugurada oficialmente a las 19:00. Todas sus actividades serán transmitidas y anunciadas desde su fanpage.
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Tras cinco siglos resurge el misterio de dos príncipes desaparecidos en Londres
En 1483, dos jóvenes príncipes, hijos del rey Eduardo IV, desaparecieron en la Torre de Londres, dando origen a un gran misterio de la historia inglesa. Más de cinco siglos después, la teoría de que fueron asesinados por su tío Ricardo III sigue siendo controvertida. Casi 200 años después de su desaparición, se descubrieron dos pequeños esqueletos en una caja de madera en la famosa fortaleza, y fueron enterrados en la abadía de Westminster.
Estos restos fueron entonces atribuidos, sin que pudiera ser confirmado, a los hijos del rey Eduardo IV de Inglaterra, que eran Eduardo, de 12 años, heredero al trono, y Ricardo, de 9, quienes habrían sido asesinados por orden de su tío, y hermano de Eduardo IV, Ricardo. William Shakespeare inmortalizó a este último en su obra “Ricardo III”, describiéndolo como un jorobado astuto que se deshizo de sus sobrinos para apoderarse del trono.
Pero la autora británica Philippa Langley, que contribuyó al descubrimiento del cuerpo de Ricardo III en un estacionamiento de Leicester, en el centro de Inglaterra, en 2012, presenta la teoría de que los príncipes habrían sobrevivido. Langley está convencida de que la hipótesis de que Ricardo mandó asesinarlos es una versión de la historia “escrita por los vencedores”.
Un artículo publicado en 2015 con motivo del entierro de Ricardo III en la catedral de Leicester, que cuestionaba el hecho de honrar a un “asesino de niños”, aumentó su deseo de profundizar más. “Siempre he tenido la sensación de que esta historia se desarrolló bajo el reinado de los Tudor”, explica a la AFP. En su opinión, esa versión fue repetida “muchas veces” hasta convertirse en “una verdad aceptada como un hecho”.
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“Red de espías”
Ricardo III reinó desde 1483 hasta su muerte violenta en la batalla de Bosworth, cerca de Leicester, en 1485, a los 32 años.
Esta batalla marcó el último gran enfrentamiento de la Guerra de las Dos Rosas, que oponía a dos ramas de la casa de Plantagenet, y cambió radicalmente el curso de la historia inglesa.
La dinastía Tudor, liderada por Enrique VII, se apoderó del trono a expensas de la casa York de Ricardo III.
Para Philippa Langley, Enrique VII, “muy inteligente, pero desconfiado y paranoico”, es el origen de la teoría que convirtió a Ricardo en asesino de los príncipes.
“Tenía una vasta red de espías y podía controlar el relato”, dice Langley.
Philippa Langley decidió retomar el caso de los Príncipes de la Torre de Londres adoptando un enfoque digno de las investigaciones criminales modernas.
Solicitó consejos metodológicos a especialistas en investigación, incluidos policías y abogados.
“Me dijeron: ‘Si no tienes cuerpos formalmente identificados, se trata de un caso de desaparición. Y debes tratar la investigación como tal’”, relata Langley.
Cuando pidió ayuda a voluntarios para explorar los archivos, se vio inundada de respuestas de ciudadanos comunes e historiadores.
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Rebelión
Este trabajo colectivo dio lugar al “Proyecto de los príncipes desaparecidos”, de diez años que, afirma ella, ha sacado a la luz “numerosas pruebas” de la supervivencia de los príncipes.
Para Langley, corresponde a los detractores de Ricardo III demostrar que los dos jóvenes príncipes murieron en la Torre de Londres.
“No se puede seguir afirmando que Ricardo III los asesinó”, sostiene,apoyando su convicción en documentos que hacen referencia a un apoyo a una rebelión en 1487 liderada por un “hijo de Eduardo IV”.
Esta rebelión está históricamente asociada a Lambert Simnel, un pretendiente al trono que fue coronado en Dublín tras la muerte de Ricardo III.
Sin embargo, según nuevas fuentes descubiertas por el equipo de Langley, Lambert Simnel era calificado como “hijo del rey Eduardo”. Para la autora, se trataría del príncipe Eduardo, hijo mayor de Eduardo IV.
Pero sus conclusiones generan división.
Michael Dobson, director del Instituto Shakespeare en la Universidad de Birmingham, se muestra escéptico.
“Es poco probable que Ricardo corriera el riesgo de dejar vivos a esos príncipes. La idea de que desaparecieran por accidente mientras estaban detenidos por orden suya en la Torre me parece muy poco plausible”, afirma. Casi 550 años después de la muerte de los príncipes, el misterio sigue sin resolverse.
Fuente: AFP.
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Drama Tour: el Teatro Municipal cuenta su historia
Mañana, a partir de las 15:00, tendrá lugar una nueva edición del Drama Tour, una cita que se desarrolla en el Teatro Municipal “Ignacio A. Pane” de Asunción, que propone a través de actores presentar la historia del coliseo de mayor importancia de la cultura local.
La propuesta invita a un recorrido por todos los rincones de este emblemático lugar de arte y cultura, mientras se narran curiosidades, anécdotas y datos de su devenir.
La actividad tiene como objetivo generar interés y atraer a las familias para fomentar la cultura. Será un momento único en el que cada visitante podrá conocer a personajes históricos como Ignacio A. Pane, Tala Ern de Retivof, el empresario Baudilio Alió, Jacinto Herrera y el curioso “cuidador” del Municipal, quienes estarán presentes en todo momento.
Este proyecto es un esfuerzo conjunto entre la Dirección General de Cultura y Turismo, el Teatro Municipal de Asunción y la Sociedad Filarmónica de Asunción. La entrada es libre, por orden de llegada.
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“Py sevo’í” en Paraguay del siglo XX y la experimentación en humanos
En la presente entrega de “Expresso”, Augusto dos Santos visita el campus de la Universidad Nacional de Asunción para conversar con el Dr. en Filosofía, profesor e investigador José Manuel Silvero, quien publicó recientemente su nuevo libro “Pysevo’í. La campaña sanitaria de la Fundación Rockefeller en Paraguay (1923-1928)”, en el que aborda con un importante archivo a disposición la problemática local de la anquilostomiasis de hace un siglo y la consecuencia social que acarreaba, la situación precaria del sanitarismo paraguayo de entonces y los trabajos de la fundación norteamericana, incluyendo la experimentación en humanos que se dio en ese contexto.
- Fotos: Pánfilo Leguizamón
ADS –¿Cómo es que un filósofo lleva a interesarse en un tema como anquilostomiasis?
JMS –La historia guarda relación con una anécdota. Siendo niño nos convocan en la escuela a presenciar, a visualizar una película. Yo estaba entusiasmado porque ya tenía noticias de que había un personaje de nombre Popeye, de que había una pantera de color rosa, me contaban mis amigos y de tanto en tanto algún que otro vecino que tenía algún televisor nos dejaba ver estas maravillas. Todo esto en Caazapá, zona de San Juan Nepomuceno. Entonces automáticamente me dije “esta es mi oportunidad, voy a disfrutar de una hermosa película”. Llegamos, nos acomodamos todos los “mita’i” para visualizar la película en cuestión y era una de las películas de la Fundación Rockefeller, que le enseñaba a los niños a cómo gestionar de manera responsable sus excretas. Años después, (…) en el marco de los 100 años de aquella gran campaña sanitaria, entro en comunicación con la Fundación Rockefeller, y me liberan los archivos oficiales que para mí fue espectacular, porque no solamente tenía datos, informes, sino también imágenes.
–¿Qué hacía la Fundación Rockefeller entre el año 1923 y 1928?
–En Paraguay, en ese arco de tiempo se desarrolla la cooperación, que es una acción oficial que la firman la Fundación y el gobierno de aquel entonces. Eligio Ayala fue el firmante, y se salvaguarda eso a través de una ley ¿Qué hace la fundación? La fundación (Rockefeller) ya venía desarrollando desde 1916, estimativamente, acciones en terreno, en algo así como 140 países del mundo. Y el tema de fondo, el tema más importante de esa acción de la Fundación Rockefeller es la lucha contra la anquilostomiasis. Y en una de esas, un par de médicos muy relevantes de nuestra historia paraguaya, el Dr. Migone y el Dr. Andrés Barbero envían cartas a la Fundación, porque la Fundación tenía una especie de informe anual de sus acciones, envían cartas comentando, por un lado, que aquí también hay una prevalencia muy alta, y por el otro lado, muestran un interés para que la Fundación eventualmente pudiera cooperar. Entonces la Fundación responde diciendo que sí, que tienen interés de cooperar, pero en principio esa cooperación se basaría en el envío de unas cajas, que contenían una especie de proyector a linterna, lo llamaban, folletos, folletitos y algunos pósters. Una campaña educativa que el propio Migone lo paga de su bolsillo. Es interesante. Esa acción es la acción precedente, inmediata que va a dar pie luego a la firma oficial de la cooperación. ¿Y por qué es importante todo esto? Porque en el año 1917 y en el año 1920 se desarrolló en Paraguay sendas campañas de lucha contra el py sevo’i. Pero con un éxito relativo. Se necesitaba el acompañamiento de una organización grande, enorme, importante como lo fue en aquel entonces y como lo sigue siendo la Fundación Rockefeller. Y bueno, ese es el antecedente.
–¿Cuál era la importancia de enfrentarse a esa enfermedad? ¿Cómo afectaba al momento paraguayo?
–Estudios de aquel entonces, de hecho, van a ser los médicos de la Universidad Nacional de Asunción; el Dr. Velázquez, el primer decano de la Facultad de Medicina, y todo un equipo de médicos, quienes a insistían en la necesidad de contrarrestar al sevo’i, la lombriz, el parásito que se metía por los pies y que empezaba a debilitar al niño, al adulto, da igual. Era tan grande esa incapacidad que uno tenía que administrar que, por supuesto, lo volvía anémico, lo volvía incapaz para trabajos de todo tipo y también de aquel entonces viene el famoso estigma del sa’yju, mita’i sa’yju y compañía. Es una enfermedad, es un mal que le debilitaba al pueblo, le volvía incapaz de producir. El doctor Velázquez cuenta en uno de sus textos cuenta ese escenario dantesco de niños famélicos y de adultos también incapaces de emprender algún tipo de tarea. (…) Manuel Domínguez, en una carta al doctor Insfrán, él habla del py sevo’i, en unos términos muy interesantes, donde dice: “El paraguayo tiene la manera de solucionar este problema y lo mata con el ka’arê –que es el quenopodio– y con la caña”.
–¿Y qué hacía la medicina y los médicos paraguayos antes de la llegada de la Fundación Rockefeller? ¿Era paliativa la tarea?
–Era paliativa. Había una química que probablemente era muy ineficiente, se habilitaron algunos puestos de distribución de algunas medicinas, y el problema más grave de aquel entonces, para llevar adelante esta lucha contra la anquilostomiasis era, por un lado, la eficiencia de la química, que los médicos de la Fundación Rockefeller calibraron muy bien, calibraron a costa de muchas muertes, pero, por un lado, la visión de la Fundación Rockefeller era una visión integral, por eso es una campaña de salubridad.
–Aquel no era un momento de bonanza en nuestro país, precisamente.
–Ese es un punto que a mí me hizo pensar mucho de cómo lo iba a plantear en el libro. Un Paraguay carente de infraestructura, un Paraguay carente de un sistema de salud medianamente fuerte y un Paraguay donde a la gente del campo se le proveía de algunos cuadernillos para consumir, para usufructuar, pohã ñana. De hecho, yo critico eso en un apartadito. Genaro Romero era el jefe de tierras y colonias, y él le recomendaba a los campesinos consumir o usar los yuyos, en ausencia justamente de un sistema medianamente justo, en el sentido de acceso a la salud. Teníamos muy pocos médicos, había una inestabilidad política tremenda
–¿Decís que en el marco de esta sistematización que hiciste del aporte de la Fundación Rockefeller, que esta crea casi lo que se diría es la burocracia a la gestión sanitaria en Paraguay?
–La Fundación Rockefeller tiene una incidencia política administrativa total en la configuración de la salud global. No se puede entender el nacimiento y el desarrollo de la Organización Mundial de la Salud y especialmente de la Organización Panamericana de la Salud sin el concurso y la “inteligencia”, entre comillas, de la Fundación Rockefeller, y su modo de trabajar. En ese modo de trabajar, la estadística, por ejemplo, es muy importante, la recogida de datos es muy importante, la organización con informes, con muchos detalles, el conocimiento del terreno, todo eso formaba parte de esa gran estrategia que lo desarrollaron a nivel mundial y también en Paraguay, por supuesto. En la historia de la salud pública, de la sanidad pública, el ministerio que llevaba, que tenía el control sobre la sanidad, era el Ministerio del Interior, sobre todo el Departamento de Higiene en este caso.
–Hay un capítulo que aborda experimentos humanos, especialmente con niños, que es éticamente cuestionable o condenable. ¿Cuál es la realidad en relación a ese capítulo en la historia de la presencia de la Fundación en Paraguay?
–Efectivamente, la campaña sanitaria, así como habíamos manifestado, se había repartido en diferentes acciones: grupos propiciando la construcción de letrinas, grupos de guardas sanitarios medicando a la población, otro grupo levantando datos para corregir el atlas de Gásperi del año 20, es decir, el tema de censo, una cuestión estratégica, la guerra va a venir después, y otro grupo trabajando en la divulgación, pero un grupo pequeño, sí, efectivamente se dedicó a llevar adelante trabajos de experimentación en contexto de encierro, con grupos vulnerables, en ausencia de criterios éticos razonables para aquel entonces, hay que acordarse que el código de Nuremberg y todo lo que pasó en los campos de concentración va a ser muy posterior, esto es 1923. Entonces en mi investigación yo me encontré con una conducta que se había repetido tanto en Brasil, en Colombia y en varios lugares de los médicos que se metían en los hospicios, en los orfanatos, en la policía, en el ejército, a llevar adelante experimentos con seres humanos. En este caso, con niños, menores de edad, con jóvenes probando sustancias químicas, probando sobre todo dosis. Lo llamativo y lo reprochable, si cabe el término, es que en función a lo que yo investigué, Fred Soper (el director) sabía exactamente que esas sustancias eran tóxicas y que podían causar la muerte. Aun así, siguieron utilizando hasta que llegaron a un punto que causaron muertes, entre 15 y 16 fallecidos durante toda la campaña, mirando la envergadura. El 90 % de ellos eran niños menores de edad, niños pequeños de 2 años, 4 años, 6 años, algunos soldaditos también.
–¿Esto tenía que ver con la aplicación de diversas formas de químicos o algún químico en particular con el que se experimentaba?
–Sí, el tetracloruro de carbono con la mezcla con el aceite de quenopodio. En los informes lo que yo pude notar es, porque claro, tenían que justificar, tenían que dar cuentas, tenían unas fichas donde comentaban las posibles razones de la muerte, y hablaban también de ciertas enfermedades de base. Entonces, que no lo tenían muy manejado, decían “a los epilépticos no hay que suministrarle; a los alcohólicos, tampoco, y a ciertos niños que tenían otros parásitos, tampoco”. Lo que pasa es que esa fundamentación o esa explicación venía después de la muerte. No antes.
–¿En qué momento de la investigación te encontraste con este hecho tan contrastante con el lado positivo de esta campaña y qué generó en vos como investigador?
–La investigación en sí es una tarea en solitario muy interesante. Es un tiempo en que uno se sumerge completamente de manera obsesiva en llevar adelante este trabajo. Funciona unos mojones que es el esquema del trabajo, pero uno piensa muchas cosas. Como docente investigador de la UNA, yo envío un correo institucional y ellos me envían paquetes, paquetes muy importantes de información. En uno de esos paquetes me encuentro con los muertos.
–¿Y en uno de esos paquetes te encontrás con las fotos de esos experimentos?
–En uno de esos paquetes me encuentro con fotos de niños, de niñas, del orfanato, con enfermos mentales, del neuropsiquiátrico, con soldaditos, con militares. Esas fotos están en el libro. Son 60 imágenes inéditas que por primera vez se está viendo en el Paraguay. Estaban guardadas en el archivo de la Rockefeller Center.
–¿En este camino de contacto con la Fundación Rockefeller encontraste en los líderes actuales de la Fundación alguna actitud de ocultamiento digamos?
–Ninguna. En todo momento fueron muy amables conmigo, tengo que recalcar eso en todo momento, fueron cordiales, me ayudaron. Sí les envié un correo cuando el trabajo ya estaba listo, les dije que quería utilizar esas fotos en el marco de la investigación y me dijeron que sí, llené una proforma como se suele hacer.
–¿En estos 100 años, antes de tu libro, antes de tu investigación, ¿hubo algún tipo de denuncia por parte de alguna autoridad de Paraguay respecto de estos experimentos?
–De paraguayos no, yo por lo menos no encontré. Sí, en Brasil. Un médico de aquel entonces que ya en el año 22, en un evento científico del Brasil de aquel entonces, sale a gritar, a vociferar que la Fundación estaba matando a gente inocente, a niños y sobre todo a gente de color, porque en el Brasil la envergadura y la dimensión de la campaña fue muy diferente. Y en Guatemala, si no me equivoco, también se presentó en el año 2010 una investigación que daba cuenta de ciertos abusos que se cometieron con personas en situación de encierro, de grupos vulnerables, la cárcel, el orfanato, un calco de lo que fue en Paraguay. Esto es del año 40 más o menos.
–¿Y cómo reaccionaron las autoridades de la Fundación?
–Ellos sí pidieron una explicación. Obama estaba como presidente, Obama le pide a la Comisión Nacional de Bioética que investigue si eso es cierto. Corroboran que efectivamente porque los datos estaban guardados en un archivo en los Estados Unidos, y Obama pide oficialmente disculpas al gobierno de aquel entonces y ese es un precedente que yo encontré. En este caso de experimentación con seres humanos en Guatemala, Fred Soper aparece en la lista de los médicos. Acá Fred Soper fue el director de la campaña de Paraguay; que, por cierto, fue director de la OPS durante creo que 4 periodos.
–¿Cómo y por qué culmina esta misión finalmente en Paraguay, en el 28?
–Culmina porque la guerra iba a desatarse en cualquier momento. El gobierno de aquel entonces destina los fondos para fines estratégicos. Y entonces se desfonda, se queda sin fondos la campaña. Pero, además, se venía arrastrando una serie de pequeñas inquinas entre médicos paraguayos y médicos paraguayos que trabajaban para la Fundación, y especialmente médicos norteamericanos.
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Múltiples celebraciones por los 40 años del Live Aid
Hoy 13 de julio se cumplen 40 años del icónico festival Live Aid (1985), donde las más grandes estrellas del rock del momento se presentaron en un festival solidario para ayudar a países africanos que atravesaban una crisis humanitaria. Algunas de las bandas que se presentaron aquella vez y cadenas internacionales difundirán durante la jornada materiales conmemorativos para festejar el aniversario.
- Fotos: Gentileza
Como celebración del alcance icónico y el espíritu solidario del género, desde 1986 cada 13 de julio se celebra el Día Mundial del Rock en conmemoración del gran concierto Live Aid, que tuvo lugar en 1985 de manera simultánea en Londres y Filadelfia, con la presencia de los más grandes representantes del género en ese entonces.
La icónica cita planteó como objetivo la recaudación de fondos benéficos para Somalia y Etiopía, países africanos que se encontraban en ese momento en una gran crisis alimentaria.
Aquel evento, del cual se cumplen 40 años y que fuera impulsado por el músico y activista irlandés Bob Geldof, marcó a una generación y juntó en el escenario, entre EE. UU. e Inglaterra, a grupos como Queen, U2, The Beach Boys, Dire Straits, Reo Speedwagon, Black Sabbath, Led Zeppelin, Judas Priest, The Who e intérpretes como Mick Jagger, Tina Turner, George Michael, Bryan Adams, Kenny Loggins, Eric Clapton, Sting, Phil Collins, David Gilmour, David Bowie, Elton John, Bob Dylan, Paul McCartney, entre otros.
MASIVIDAD
El Live Aid arrancó al mediodía en el estadio de Wembley, Inglaterra, con 74.000 espectadores y en el JFK, de Estados Unidos, con 99.000 asistentes. El evento se transmitió a más de 150 países y se estima que lo siguieron a través de la pantalla 1,9 millones de personas, logrando una recaudación solidaria de 150 millones de libras, gracias a la presencia de más de 70 artistas y bandas en escena.
El rock se encontraba posiblemente en su mejor momento de difusión. A un par de décadas de su surgimiento y posterior afianzamiento, los 80 era un momento de expansión y masividad incomparable, con un avance tecnológico y de libertades en el mundo que hacían de este género la forma de expresión del momento.
El Live Aid surgió en un momento de apogeo del rock y el pop, y permitió marcar un hito en los libros de la historia cultural, capitalizando el alcance que los medios de comunicación, y en particular la televisión, tenían en ese momento.
POR EL ANIVERSARIO
Uno de los inolvidables momentos estuvo a cargo de la banda inglesa Queen, que con un show de poco más de 20 minutos sobre el atardecer nublado de Londres abrió el show con la interpretación de “Bohemian rhapsody”, con Freddie Mercury marcando la melodía en un piano vertical negro de costado al público para concluir posteriormente con “We are the champions”.
La legendaria banda, integrada actualmente por Brian May y Roger Taylor, publicó en la última semana una invitación a sus fanáticos en la red social X, diciendo “¿Listos para cantar con Freddie?”, indicando que este 13 de julio realizarán una transmisión a través de Youtube, a la misma hora que se inició aquel show de hace 40 años, 18:41.
Además, otros anuncios en el marco de la celebración de las cuatro décadas del evento son la publicación de un álbum con el elenco del show que lleva el nombre “Just for one day – The live aid musical”. Este material buscar recrear a través de la música el espíritu solidario y empático que marcó una época del rock. Por su parte, la cadena BBC publicará una serie documental del detrás de escena del festival, que lleva el nombre “Live Aid at 40”, que contará con tres episodios, bajo la dirección de Thomas Pollard. En tanto, algunos canales y radios internacionales realizarán trasmisiones especiales del concierto de hace 40 años.
ROCK SOLIDARIO
El Live Aid marcó un hito en su alcance en tiempos en los que los proyectos musicales se embanderaban con consignas solidarias y posicionamientos sociales y/o políticos.
Antes de ese festival, Bob Geldof y Midge Ure habían ya grabado “Do they know it’s Christmas”, con el mismo objetivo y con la colaboración de Bono, Sting, George Michael, Phil Collins, Simon Le Bon, Andy Taylor y Nick Rhodes, entre otros. En ese mismo marco, Michael Jackson y Lionel Richie, con producción de Quincy Jones, grabaron en 1985 “We are the world”, con el supergrupo denominado USA for Africa, al que se sumaron Tina Turner, Bob Dylan, Paul Simon, Stevie Wonder, Cyndi Lauper y muchos más.
Otros eventos que dieron continuidad a la actividad solidaria y colaborativa de artistas del rock y del pop fueron Live 8 (2005), Afrika Rising (2010), 46664, Global Citizen, entre otros.