Abre ciclo de historia de la fotografía en el Paraguay
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El martes 9 de julio, a las 19:00, con la presentación del libro “Historia, fotografía y guerra. Un estudio sobre las Fotografías de la Guerra contra la Triple Alianza” de María Belén Strassera y José Ignacio Sánchez Durán, iniciará en la Casa Bicentenario de las Artes Visuales “Ignacio Núñez Soler” (Azara 845 casi Tacuary), el ciclo dedicado a la historia de la historia de la fotografía en el Paraguay, donde destacadas investigadoras desarrollarán charlas y exhibiciones sobre el uso de imágenes en nuestro país.
A partir del libro “Historia, fotografía y guerra”, ambos investigadores trabajaron sobre los usos, las prácticas y las representaciones fotográficas de la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay (1864-1870), con el que reflexionan sobre los aportes y los límites de este tipo de documentos para los estudios históricos y culturales.
Por este trabajo recibieron el Premio a la investigación latinoamericana, otorgado por el Centro de Fotografía (CdF) de la Intendencia de Montevideo, además de otros en su país. La obra fue presentada en la última Feria Internacional del Libro - FIL Asunción, y es distribuida a nivel local por la Editorial Arandurã.
Con la presentación de María Belén Strassera y José Ignacio Sánchez Durán. Foto: Gentileza
Siguientes charlas
Con esta charla, la Casa Bicentenario de las Artes Visuales inicia el ciclo en el que se realizará un recorrido cronológico del uso de la imagen fotográfica en nuestro país. Hasta ahora es escasa la bilbiografía sobre la historia de la fotografía en nuestro país, por el que un objetivo principal es la contribución de unir las diferentes investigaciones que realizan, tanto historiadores como cientistas sociales, incluso coleccionistas, autores que desarrollan parte de su obra sobre los usos sociales de la fotografía y su arribo a nuestro país, en el siglo XIX. Nombres como Du Graty, Juan Estiene, Fulgencia Almirón, Louis de Bocard, Javier López, Manuel San Martín, Auguste François, entre muchos otros dedicados a la fotografía, con cuyo desembarco tenemos imágenes y relatos sobre sus trabajos y procesos.
Las presentaciones, además de Strassera y Sánchez, estarán a cargo de Juan Migliore, Milda Rivarola, Ana Barreto, Adriana Almada, Sebastián Scavone Yegros, Luis Vera, además de otras personas invitadas. Serán los martes de julio y agosto, a las 19:00, y los temas serán dados a conocer semanalmente.
La Casa Bicentenario de las Artes Visuales “Ignacio Núñez Soler”, es parte de la Red de Casas Bicentenario del CCR Cabildo, extensión cultural del Congreso de la Nación. Como su nombre lo indica está dedicada especialmente al campo de las artes visuales y audiovisuales, con espacios dedicados a la cinematografía paraguaya, así como a muestras temporales de arte contemporáneo. Fue habilitada el 3 de abril de 2013, en el marco de las conmemoraciones del Bicentenario de la Independencia Nacional.
Con la presentación de María Belén Strassera y José Ignacio Sánchez Durán. Foto: Gentileza
Sobre los autores
María Belén Strassera nació en Buenos Aires, Argentina, 1984. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación Social, con orientación en Políticas y Planificación. También, estudió Realización y Dirección en Televisión en el Instituto de Formación Técnica Superior.
José Ignacio Sánchez Durán nació en Buenos Aires en 1977. Licenciado en Ciencias de la Comunicación Social en la Universidad de Buenos Aires. Colabora con la redacción para el sitio web de Todo Noticias (TN). Fue docente de periodismo y desempeñó tareas en publicidad, medios de comunicación e industrias culturales Ambos trabajan en el archivo audiovisual de noticias de Artear, en Argentina.
Crimen de alemanes en Areguá inspira novela de misterio
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El escritor y empresario Alejandro G. Roemmers (Buenos Aires, 1958) firma “El misterio del último Stradivarius” (Planeta), una novela que cuenta con el prólogo del Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. Roemmers ha explicado que se trata del último libro que leyó y sobre el que escribió el peruano antes de su fallecimiento el pasado 13 de abril.
“Me lo trajo (el prólogo) el hijo Álvaro, me dijo: ‘Mira, mi papá se empeñó en escribir esto. Después ya no podía escribir porque le temblaba mucho la mano y me llamó para dictarme. Me dictó en Perú el final y me dijo que, si él no podía estar en la presentación de tu novela, que tenía que ir y leer este escrito’. Me dijo que es el último libro que leyó y lo último que escribió es esto", ha explicado Roemmers en un encuentro con los medios en Cremona (Italia), ciudad en la que transcurre su novela.
Vargas Llosa y Roemmers mantenían una relación cercana, aunque el Premio Nobel no le había visto siempre como un empresario. “Aunque me conoció como empresario nunca le hablé de negocios. Siempre hablamos de literatura, de temas espirituales o de poesía”, ha añadido el autor.
Así, el prólogo, del que se publica un extracto por exigencias editoriales, fue una sorpresa para Roemmers, quien le envió su obra a Vargas Llosa para que le diese su opinión. “Sabía que estaba ya un poco mayor y un poco afectado. Nunca más llegué a hablar con él personalmente, de lo que le mandé, así que tampoco se lo pude realmente agradecer como hubiera querido. Quedé muy, muy conmovido”, ha explicado.
Otra figura que marca ‘El misterio del último Stradivarius’ --y que en esta ocasión sí aparece como un personaje en las últimas páginas del thriller histórico-- es el Papa Francisco. El autor le dedica el libro a él. “A su Santidad el Papa Francisco por su incansable labor en favor de la Paz y la Fraternidad Universal”, se puede leer.
Roemmers ha explicado que, además de mantener una relación cercana, le une a Bergolio el “deseo” de que la paz que consiguió Europa tras la Segunda Guerra Mundial, se mantenga. Cinco días antes de la muerte del Pontífice, Roemmers soñó que Francisco le “pedía” que le incluyese en la dedicatoria, y así lo hizo. “Bergolio era muy abierto a la integración de las religiones”, ha recordado.
‘El misterio del último Stradivarius’ narra dos historias paralelas: la parte histórica cuenta el devenir del último violín construido por el lutier Antonio Stradivari en el siglo XVIII, mientras que por otro lado sigue la investigación de un doble asesinato en una pequeña ciudad de Paraguay.
Este suceso parte de hechos reales. Se trata del asesinato del científico, arqueólogo, músico y lutier alemán Bernard Raymond von Bredow y su hija de catorce años, ocurrido en 2021 en su casa de Areguá. Su causa fue relacionada con el robo de los violines Stradivarius que tenía en su propiedad. Este hecho marcó a Roemmers hasta el punto de hacer esta novela en la que, por el contrario, el violín es el objeto “pacificador”.
Pasión frustrada
Aunque el dramaturgo y poeta no está desvinculado completamente del mundo empresarial --si bien es una relación “distante y trimestral”--, ha reiterado en varias ocasiones que su pasión es la literatura y ha abogado por seguir los deseos propios. “Hay mucha gente que dice que si hubieran admitido a la Academia de Pintura a Adolf Hitler no habría destruido gran parte de Europa. Y es probable, porque él quería ser pintor. A veces frustrar a una persona en lo que quiere realizar, tiene consecuencias. Hay que seguir lo que es la pasión de uno”, ha precisado.
Su investigación sobre los Stradivarius ha llevado a Roemmers hasta Cremona (Italia), ciudad natal del famoso lutier y que en la actualidad cuenta con la mayor densidad de talleres de lutiers del mundo --concretamente 180 negocios--, según han explicado el maestro Sperzaga del Instituto de Enseñanza Superior ‘Antonio Stradivari’ de Cremona en declaraciones a Europa Press. Esta entidad ha formado a 1.400 alumnos desde su creación, hace 87 años. Muy cerca de los escenarios de la novela --la casa de Stradivari o el Museo del Violino--, a esta escuela siguen llegando estudiantes de todas partes del mundo en la actualidad para aprender un oficio artesanal para el que “sigue habiendo mercado”.
Tras 30 años llega la secuela de “Trainspotting” de Irvine Welsh
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El escritor escocés Irvine Welsh describió la esperada secuela de su famosa novela “Trainspotting”, que se publicará en inglés el 24 de julio, como un antídoto contra un mundo lleno de “odio y veneno”. “Men in Love” está ambientada en la Escocia de finales de los años ochenta y principios de los noventa, y comienza donde terminó “Trainspotting”.
Esta primera obra, publicada hace más de treinta años en su versión original, dio a conocer a Irvine Welsh y a su banda de drogadictos enloquecidos formada por Mark Renton, Sick Boy, Spud y Begbie. Estos antihéroes afrontan su aburrimiento e infelicidad en lúgubres barrios fumando porros, inyectándose heroína o tomando supositorios de opio.
El libro fue adaptado al cine en 1996 por Danny Boyle, con el actor Ewan McGregor como protagonista. En 2017 se estrenó una secuela, T2 Trainspotting. Para “Men in Love”, Irvine Welsh quiso dejar sitio para el optimismo y el amor.
“Vivimos en un mundo que parece lleno de odio y veneno. Es hora de que me concentre más en el amor, como una especie de antídoto contra todo eso”, declaró el escritor a la BBC. Según él, hay muchas similitudes entre los años noventa y la época actual.
La desaparición de gran parte de la industria pesada en los ochenta, como la construcción naval en el barrio de Leith, en Edimburgo, marcó una nueva época para algunos “sin trabajo remunerado”.
“Ahora todos estamos en esa situación. No sabemos cuánto tiempo tendremos trabajo remunerado, si es que lo tenemos, porque nuestra economía, nuestra sociedad, está en una larga transformación revolucionaria”, agregó, afirmando que ve tendencias “muy distópicas” en nuestro tiempo.
Irvine Welsh también arremetió contra la inteligencia artificial y la cultura tóxica de las redes sociales. “Por un lado tenemos la inteligencia artificial y por otro una especie de estupidez natural. Nos estamos convirtiendo en máquinas idiotizadas que reciben instrucciones”, aseguró. “Y cuando las máquinas piensan por ti, tu cerebro se atrofia”, añadió.
Augusto dos Santos presenta su libro sobre asesoramiento de comunicación política en Corrientes
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El periodista Augusto dos Santos hará la presentación de su libro: “Hay un mito en la nevera”, enfocando la asesoría de comunicación política en medio de la diversidad. Será en el marco de la XV Feria del Libro Corrientes 2025. El evento se desarrollará este martes a las 20:00 en el salón auditorio Ceferino Miranda, ubicado en el quinto piso de la Galería Colón, en la ciudad de Corrientes, Argentina.
El acto de lanzamiento contará con la participación de invitados especiales y se convertirá en una ocasión imperdible para que estudiantes y docentes conozcan a uno de los comunicadores políticos más influyentes de Paraguay y autor de la obra literaria.
Será una oportunidad única para descubrir de cerca su mirada sobre la comunicación como “alma de los procesos”, la importancia de la diversidad y los desafíos del mundo actual.“La comunicación no puede ser solo un apéndice, tiene que estar en el corazón de cada proyecto”, recuerda el autor en cada página del libro que fue lanzado en el país el 10 de octubre del año pasado, de la mano de la editorial Arandura.
Se trata de un relato de situaciones apasionantes de las asesorías comunicacionales en medio de la complejidad política.
Tapa del libro "Hay un mito en la nevera". Foto: Gentileza
Dos Santos se desempeña ahora como asesor externo de la Presidencia de la República. Así también ocupó el cargo de director periodístico de Nación Media y en la actualidad ejerce labores de asesoría externa en el Gobierno.
El especialista había ejercido la función de ministro-director de Comunicaciones durante el mandato del presidente Fernando Lugo, quien en su gobierno había impulsado la creación de la Secretaría de Información y Comunicación (Sicom), el 27 de agosto del 2008.La mencionada institución tenía como misión central desarrollar estrategias comunicacionales que vinculen al Estado y la comunidad en la construcción de una comunicación eficaz.
“Py sevo’í” en Paraguay del siglo XX y la experimentación en humanos
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En la presente entrega de “Expresso”, Augusto dos Santos visita el campus de la Universidad Nacional de Asunción para conversar con el Dr. en Filosofía, profesor e investigador José Manuel Silvero, quien publicó recientemente su nuevo libro “Pysevo’í. La campaña sanitaria de la Fundación Rockefeller en Paraguay (1923-1928)”, en el que aborda con un importante archivo a disposición la problemática local de la anquilostomiasis de hace un siglo y la consecuencia social que acarreaba, la situación precaria del sanitarismo paraguayo de entonces y los trabajos de la fundación norteamericana, incluyendo la experimentación en humanos que se dio en ese contexto.
Fotos: Pánfilo Leguizamón
ADS –¿Cómo es que un filósofo lleva a interesarse en un tema como anquilostomiasis?
JMS –La historia guarda relación con una anécdota. Siendo niño nos convocan en la escuela a presenciar, a visualizar una película. Yo estaba entusiasmado porque ya tenía noticias de que había un personaje de nombre Popeye, de que había una pantera de color rosa, me contaban mis amigos y de tanto en tanto algún que otro vecino que tenía algún televisor nos dejaba ver estas maravillas. Todo esto en Caazapá, zona de San Juan Nepomuceno. Entonces automáticamente me dije “esta es mi oportunidad, voy a disfrutar de una hermosa película”. Llegamos, nos acomodamos todos los “mita’i” para visualizar la película en cuestión y era una de las películas de la Fundación Rockefeller, que le enseñaba a los niños a cómo gestionar de manera responsable sus excretas. Años después, (…) en el marco de los 100 años de aquella gran campaña sanitaria, entro en comunicación con la Fundación Rockefeller, y me liberan los archivos oficiales que para mí fue espectacular, porque no solamente tenía datos, informes, sino también imágenes.
–¿Qué hacía la Fundación Rockefeller entre el año 1923 y 1928?
–En Paraguay, en ese arco de tiempo se desarrolla la cooperación, que es una acción oficial que la firman la Fundación y el gobierno de aquel entonces. Eligio Ayala fue el firmante, y se salvaguarda eso a través de una ley ¿Qué hace la fundación? La fundación (Rockefeller) ya venía desarrollando desde 1916, estimativamente, acciones en terreno, en algo así como 140 países del mundo. Y el tema de fondo, el tema más importante de esa acción de la Fundación Rockefeller es la lucha contra la anquilostomiasis. Y en una de esas, un par de médicos muy relevantes de nuestra historia paraguaya, el Dr. Migone y el Dr. Andrés Barbero envían cartas a la Fundación, porque la Fundación tenía una especie de informe anual de sus acciones, envían cartas comentando, por un lado, que aquí también hay una prevalencia muy alta, y por el otro lado, muestran un interés para que la Fundación eventualmente pudiera cooperar. Entonces la Fundación responde diciendo que sí, que tienen interés de cooperar, pero en principio esa cooperación se basaría en el envío de unas cajas, que contenían una especie de proyector a linterna, lo llamaban, folletos, folletitos y algunos pósters. Una campaña educativa que el propio Migone lo paga de su bolsillo. Es interesante. Esa acción es la acción precedente, inmediata que va a dar pie luego a la firma oficial de la cooperación. ¿Y por qué es importante todo esto? Porque en el año 1917 y en el año 1920 se desarrolló en Paraguay sendas campañas de lucha contra el py sevo’i. Pero con un éxito relativo. Se necesitaba el acompañamiento de una organización grande, enorme, importante como lo fue en aquel entonces y como lo sigue siendo la Fundación Rockefeller. Y bueno, ese es el antecedente.
–¿Cuál era la importancia de enfrentarse a esa enfermedad? ¿Cómo afectaba al momento paraguayo?
–Estudios de aquel entonces, de hecho, van a ser los médicos de la Universidad Nacional de Asunción; el Dr. Velázquez, el primer decano de la Facultad de Medicina, y todo un equipo de médicos, quienes a insistían en la necesidad de contrarrestar al sevo’i, la lombriz, el parásito que se metía por los pies y que empezaba a debilitar al niño, al adulto, da igual. Era tan grande esa incapacidad que uno tenía que administrar que, por supuesto, lo volvía anémico, lo volvía incapaz para trabajos de todo tipo y también de aquel entonces viene el famoso estigma del sa’yju, mita’i sa’yju y compañía. Es una enfermedad, es un mal que le debilitaba al pueblo, le volvía incapaz de producir. El doctor Velázquez cuenta en uno de sus textos cuenta ese escenario dantesco de niños famélicos y de adultos también incapaces de emprender algún tipo de tarea. (…) Manuel Domínguez, en una carta al doctor Insfrán, él habla del py sevo’i, en unos términos muy interesantes, donde dice: “El paraguayo tiene la manera de solucionar este problema y lo mata con el ka’arê –que es el quenopodio– y con la caña”.
–¿Y qué hacía la medicina y los médicos paraguayos antes de la llegada de la Fundación Rockefeller? ¿Era paliativa la tarea?
–Era paliativa. Había una química que probablemente era muy ineficiente, se habilitaron algunos puestos de distribución de algunas medicinas, y el problema más grave de aquel entonces, para llevar adelante esta lucha contra la anquilostomiasis era, por un lado, la eficiencia de la química, que los médicos de la Fundación Rockefeller calibraron muy bien, calibraron a costa de muchas muertes, pero, por un lado, la visión de la Fundación Rockefeller era una visión integral, por eso es una campaña de salubridad.
–Aquel no era un momento de bonanza en nuestro país, precisamente.
–Ese es un punto que a mí me hizo pensar mucho de cómo lo iba a plantear en el libro. Un Paraguay carente de infraestructura, un Paraguay carente de un sistema de salud medianamente fuerte y un Paraguay donde a la gente del campo se le proveía de algunos cuadernillos para consumir, para usufructuar, pohã ñana. De hecho, yo critico eso en un apartadito. Genaro Romero era el jefe de tierras y colonias, y él le recomendaba a los campesinos consumir o usar los yuyos, en ausencia justamente de un sistema medianamente justo, en el sentido de acceso a la salud. Teníamos muy pocos médicos, había una inestabilidad política tremenda
–¿Decís que en el marco de esta sistematización que hiciste del aporte de la Fundación Rockefeller, que esta crea casi lo que se diría es la burocracia a la gestión sanitaria en Paraguay?
–La Fundación Rockefeller tiene una incidencia política administrativa total en la configuración de la salud global. No se puede entender el nacimiento y el desarrollo de la Organización Mundial de la Salud y especialmente de la Organización Panamericana de la Salud sin el concurso y la “inteligencia”, entre comillas, de la Fundación Rockefeller, y su modo de trabajar. En ese modo de trabajar, la estadística, por ejemplo, es muy importante, la recogida de datos es muy importante, la organización con informes, con muchos detalles, el conocimiento del terreno, todo eso formaba parte de esa gran estrategia que lo desarrollaron a nivel mundial y también en Paraguay, por supuesto. En la historia de la salud pública, de la sanidad pública, el ministerio que llevaba, que tenía el control sobre la sanidad, era el Ministerio del Interior, sobre todo el Departamento de Higiene en este caso.
–Hay un capítulo que aborda experimentos humanos, especialmente con niños, que es éticamente cuestionable o condenable. ¿Cuál es la realidad en relación a ese capítulo en la historia de la presencia de la Fundación en Paraguay?
–Efectivamente, la campaña sanitaria, así como habíamos manifestado, se había repartido en diferentes acciones: grupos propiciando la construcción de letrinas, grupos de guardas sanitarios medicando a la población, otro grupo levantando datos para corregir el atlas de Gásperi del año 20, es decir, el tema de censo, una cuestión estratégica, la guerra va a venir después, y otro grupo trabajando en la divulgación, pero un grupo pequeño, sí, efectivamente se dedicó a llevar adelante trabajos de experimentación en contexto de encierro, con grupos vulnerables, en ausencia de criterios éticos razonables para aquel entonces, hay que acordarse que el código de Nuremberg y todo lo que pasó en los campos de concentración va a ser muy posterior, esto es 1923. Entonces en mi investigación yo me encontré con una conducta que se había repetido tanto en Brasil, en Colombia y en varios lugares de los médicos que se metían en los hospicios, en los orfanatos, en la policía, en el ejército, a llevar adelante experimentos con seres humanos. En este caso, con niños, menores de edad, con jóvenes probando sustancias químicas, probando sobre todo dosis. Lo llamativo y lo reprochable, si cabe el término, es que en función a lo que yo investigué, Fred Soper (el director) sabía exactamente que esas sustancias eran tóxicas y que podían causar la muerte. Aun así, siguieron utilizando hasta que llegaron a un punto que causaron muertes, entre 15 y 16 fallecidos durante toda la campaña, mirando la envergadura. El 90 % de ellos eran niños menores de edad, niños pequeños de 2 años, 4 años, 6 años, algunos soldaditos también.
–¿Esto tenía que ver con la aplicación de diversas formas de químicos o algún químico en particular con el que se experimentaba?
–Sí, el tetracloruro de carbono con la mezcla con el aceite de quenopodio. En los informes lo que yo pude notar es, porque claro, tenían que justificar, tenían que dar cuentas, tenían unas fichas donde comentaban las posibles razones de la muerte, y hablaban también de ciertas enfermedades de base. Entonces, que no lo tenían muy manejado, decían “a los epilépticos no hay que suministrarle; a los alcohólicos, tampoco, y a ciertos niños que tenían otros parásitos, tampoco”. Lo que pasa es que esa fundamentación o esa explicación venía después de la muerte. No antes.
–¿En qué momento de la investigación te encontraste con este hecho tan contrastante con el lado positivo de esta campaña y qué generó en vos como investigador?
–La investigación en sí es una tarea en solitario muy interesante. Es un tiempo en que uno se sumerge completamente de manera obsesiva en llevar adelante este trabajo. Funciona unos mojones que es el esquema del trabajo, pero uno piensa muchas cosas. Como docente investigador de la UNA, yo envío un correo institucional y ellos me envían paquetes, paquetes muy importantes de información. En uno de esos paquetes me encuentro con los muertos.
–¿Y en uno de esos paquetes te encontrás con las fotos de esos experimentos?
–En uno de esos paquetes me encuentro con fotos de niños, de niñas, del orfanato, con enfermos mentales, del neuropsiquiátrico, con soldaditos, con militares. Esas fotos están en el libro. Son 60 imágenes inéditas que por primera vez se está viendo en el Paraguay. Estaban guardadas en el archivo de la Rockefeller Center.
–¿En este camino de contacto con la Fundación Rockefeller encontraste en los líderes actuales de la Fundación alguna actitud de ocultamiento digamos?
–Ninguna. En todo momento fueron muy amables conmigo, tengo que recalcar eso en todo momento, fueron cordiales, me ayudaron. Sí les envié un correo cuando el trabajo ya estaba listo, les dije que quería utilizar esas fotos en el marco de la investigación y me dijeron que sí, llené una proforma como se suele hacer.
–¿En estos 100 años, antes de tu libro, antes de tu investigación, ¿hubo algún tipo de denuncia por parte de alguna autoridad de Paraguay respecto de estos experimentos?
–De paraguayos no, yo por lo menos no encontré. Sí, en Brasil. Un médico de aquel entonces que ya en el año 22, en un evento científico del Brasil de aquel entonces, sale a gritar, a vociferar que la Fundación estaba matando a gente inocente, a niños y sobre todo a gente de color, porque en el Brasil la envergadura y la dimensión de la campaña fue muy diferente. Y en Guatemala, si no me equivoco, también se presentó en el año 2010 una investigación que daba cuenta de ciertos abusos que se cometieron con personas en situación de encierro, de grupos vulnerables, la cárcel, el orfanato, un calco de lo que fue en Paraguay. Esto es del año 40 más o menos.
–¿Y cómo reaccionaron las autoridades de la Fundación?
–Ellos sí pidieron una explicación. Obama estaba como presidente, Obama le pide a la Comisión Nacional de Bioética que investigue si eso es cierto. Corroboran que efectivamente porque los datos estaban guardados en un archivo en los Estados Unidos, y Obama pide oficialmente disculpas al gobierno de aquel entonces y ese es un precedente que yo encontré. En este caso de experimentación con seres humanos en Guatemala, Fred Soper aparece en la lista de los médicos. Acá Fred Soper fue el director de la campaña de Paraguay; que, por cierto, fue director de la OPS durante creo que 4 periodos.
–¿Cómo y por qué culmina esta misión finalmente en Paraguay, en el 28?
–Culmina porque la guerra iba a desatarse en cualquier momento. El gobierno de aquel entonces destina los fondos para fines estratégicos. Y entonces se desfonda, se queda sin fondos la campaña. Pero, además, se venía arrastrando una serie de pequeñas inquinas entre médicos paraguayos y médicos paraguayos que trabajaban para la Fundación, y especialmente médicos norteamericanos.