El fotógrafo y docente Luis Vera, a través de su ensayo fotográfico “¿Cómo sería si…? Ejercicios para deshacer omisiones”, ha sido reconocido con el Premio Hippolyte Bayard en su edición 2020. Vera accederá a una residencia artística de dos meses en la Ciudad de las Artes de París, previa preparación en el idioma francés.
La obra de Luis Vera está con una mirada desde la propuesta de que “el imaginario de una nación se construye según el poder de las fuerzas que constituyen la sociedad y se encuentran representadas en instancias claves” (R. Céspedes) y una larga historia de invisibilizaciones del papel de las mujeres en nuestras sociedades.
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Una muestra de ello puede verse en la nomenclatura de avenidas y ciudades, en conmemoraciones que recuerdan héroes y personalidades en su gran mayoría hombres, muchos de ellos con no muy claras razones para constituirse en factores de construcción-reproducción de identidad nacional. Protagonizando ciudadanía, se proponen ejercicios para deshacer omisiones. ¿Cómo sería si las propuestas fueran al revés, sólo de mujeres?
El Premio Bayard es conferido cada dos años por la asociación de fotógrafas y fotógrafos El Ojo Salvaje, la Alianza Francesa de Asunción y la Embajada de Francia en el Paraguay, con apoyo de la Ciudad Internacional de las Artes de París. Marcelo David Sandoval, quien propuso la creación del certamen en 2018, fue designado como director del concurso en la presente edición.
Los finalistas
Así mismo, la obra “Polaroid” de Bernardo Puente Olivera, fue reconocida en segundo lugar, y otras cinco propuestas quedaron seleccionadas como finalistas, las mismas corresponden a Juana Barreto Yampey; Marcos Benítez; Blas Esteban Brizuela; María Alegría González; Jimena Ramírez.
Participaron 30 ensayos o series fotográficos, de entre 12 y 20 fotografías respectivamente. Siete de ellos fueron preseleccionados por el jurado compuesto por: Javier Godoy, fotógrafo, gestor cultural y fundador de Flach Galería, de Chile, en representación de El Ojo Salvaje y Dominique Scobry, en representación de la Alianza Francesa.
La selección de la obra ganadora fue realizada conjuntamente por Bénédicte Alliot, Directora General de las Ciudad Internacional de las Artes, Vincent Gonzalvez – Responsable de servicios de residencias, Corinne Loisel y François Tiger, todos de la mencionada institución.
Sobre el ganador
El fotógrafo tiene un extenso trabajo que recorre variadas vertientes entre el fotoperiodismo, la fotografía documental y la expresión artística, aunque estas no tengan necesariamente una división esquemática, sino que más bien se complementan (o colisionan) constantemente.
Hizo estudios de Derecho y Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Antropología Social y Didáctica Universitaria. Es docente universitario y tiene diplomados en Fotografía Contemporánea y Fotografía Social. Realizó exposiciones fotográficas en varias ciudades del Paraguay, así como en Brasil, Argentina, Bolivia, España, Portugal, Francia, Suiza y USA.
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Obtuvo varios premios nacionales, así como internacionales como el Premio de Fotografía de INSERSO, en España y el de Fotografía Documental, en Colombia. En el 2015 participó de la Bienal Internacional de Arte de Asunción y la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Curitiba, Brasil.
En tanto, el Ojo Salvaje organiza actividades que convocan a profesionales y aficionados a la fotografía a participar de oportunidades de encuentro, aprendizaje e intercambios mediante convocatorias a concursos de fotografías y de proyectos de fotolibros, a festivales fotográficos, a talleres de aprendizaje y exposiciones. Tiene 12 años de existencia promoviendo la práctica fotográfica reflexiva y crítica en el país.
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Joven de la Chacarita se distingue a nivel internacional
Seleccionado entre casi 11.000 nominaciones y postulaciones de 148 países, hoy Fabrizio Daniel Peralta Fretes, estudiante de tecnologías digitales en el Colegio Estado de Israel en Asunción, Paraguay, se encuentra entre los 50 finalistas que podrían verse beneficiados con el premio de 100.000 dólares del programa Global Student Prize 2025.
La organización Chegg se asoció con la Fundación Varkey para lanzar en 2021 este premio hermano del Global Teacher Prize, nominado como Global Student Prize 2025, un premio anual de 100.000 dólares que se otorga a un estudiante excepcional que haya tenido un impacto significativo en el aprendizaje, la vida de sus compañeros y en la sociedad en general.
En su quinto año consecutivo, este premio se ha convertido en una plataforma poderosa para reconocer a estudiantes destacados que están transformando el mundo para mejor, abriéndoles también un abanico de oportunidades a partir de su participación.
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Fabrizio Daniel Peralta Fretes, oriundo de la Chacarita, se ha destacado por ejercer como un líder estudiantil y joven innovador, características que demostró desde muy pequeño, ya que solo con cuatro años se convirtió en el primer estudiante becado del Colegio Estado de Israel, una de las escuelas más prestigiosas del país.
Este joven estudiante se ha destacado por mantener un promedio académico perfecto y en 2024 recibió la distinción académica de la bandera nacional, que lo reconoce como el mejor estudiante de su promoción. Además, fue finalista tres veces en la Olimpíada Nacional de Matemáticas (Omapa), cofundador del equipo de robótica y subcampeón en una competencia nacional, además de ubicarse entre los cuatro mejores en un desafío de diseño de cargas útiles, organizado por la Agencia Espacial del Paraguay.
También cofundó el primer club de debate del colegio y habla seis idiomas en distintos niveles, incluidos español, inglés, portugués, guaraní, hebreo y japonés, entendiendo la importancia de conocer y manejar diversos idiomas.
Debido a estas condiciones académicas en el 2024, recibió una beca completa para participar en el programa Yale Young Global Scholars en la sesión de Innovaciones en Ciencia y Tecnología, donde se encontró con estudiantes de todo el mundo, y trabajó en un proyecto integrado de neurociencia con alumnos de China, Honduras y Estados Unidos.
Su dedicación y esfuerzo le han valido también ser beneficiario de varias becas para participar de programas internacionales, entre los que se destaca el Programa de Fondos de Oportunidad del Departamento de Estado de Estados Unidos, que brinda ayuda financiera y asesoramiento a jóvenes paraguayos destacados para postular a universidades de Estados Unidos.
Si bien cuenta con múltiples intereses y responsabilidades, Fabrizio decidió ayudar económicamente a su familia tras la crisis del covid-19, trabajando cuatro horas cada noche en un restaurante, sin dejar de liderar sus proyectos y mantener su excelencia académica.
“Actualmente me encuentro con muchas expectativas positivas, en general muy optimista, ya que al estar representando a mi país, Paraguay, en algo importante, he de decir que siento que muchos otros jóvenes y familias paraguayas me van a apoyar bastante”, indicó Fabrizio en conversación con La Nación/Nación Media.
Él mismo explicó que el procedimiento para que le sea otorgado continúa con una lista de 10 finalistas, la cual se anuncia en agosto, pero que espera ese momento con mucho entusiasmo, ya que espera llegar a la meta con el apoyo y esfuerzo que existe de por medio.
Líder positivo
A partir de su propia experiencia con el estrés y la ansiedad, Fabrizio fundó SPORTESAI, una organización sin fines de lucro que promueve la salud mental en el deporte y la vida diaria. Sus talleres ya han llegado a más de 300 jóvenes paraguayos, ofreciendo herramientas para la resiliencia y el bienestar emocional.
A través de KESHER, la sociedad de voluntariado de su escuela, lideró campañas en redes sociales, programas de tutoría académica y acciones de voluntariado cívico durante los últimos tres años, además de formar parte de la comisión directiva del Club Interact, en donde contribuye a proyectos de servicio liderados por jóvenes en todo el país.
El sueño del joven Fabrizio es estudiar ingeniería eléctrica en Estados Unidos y luego regresar a Paraguay para mejorar la infraestructura nacional y ampliar las oportunidades para jóvenes en comunidades vulnerables, convirtiéndose en un ejemplo de superación y dedicación para sus iguales.
En esta oportunidad, remarcó también su agradecimiento hacia su familia y su comunidad, ya que son su pilar fundamental para conseguir sus objetivos y seguir luchando por su excelencia, al igual que a su casa de estudios, el Colegio Estado de Israel.
“Además, quisiera agradecer a todas las personas que hicieron posible y accesible una educación para mí, ya que, en mi opinión, esa es una de las razones más importantes por las cuales yo puedo hoy decir que soy parte de los 50 mejores. En Paraguay hay mucho talento; es la falta de oportunidades y acceso a estas herramientas la que no deja que ese talento fluya”, finalizó Fabrizio.
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No se debe premiar por buenas calificaciones, pero sí elogiar el esfuerzo, afirma psicóloga
Esta semana, en todas las instituciones educativas del país estuvieron entregando las libretas de calificaciones, muchos chicos brillaron con sus notas perfectas y otros resaltaron por el esfuerzo de poder aprobar las materias. Profesionales afirman que no se debe premiar la buenas notas, pero no está por demás elogiar el esfuerzo.
Los estados de las redes sociales se coparon de fotos de los boletines de calificaciones, padres y madres compartieron sin dudar la excelencia de sus hijos, pero surgió la interrogante ¿Debería premiar la perfección en las notas?
Para la psicóloga Priscila Zacarías Sarubbi, es muy importante tener en cuenta que todos los chicos tienen diferentes formas de aprender y que cada uno es único. Ahora, con las entregas de calificaciones es muy importante validar lo que sienten los padres sin desmeritar el esfuerzo.
“Si hay algo que presumir seria mas bien las ganas, esmero y tenacidad de los chicos por seguir avanzando. Acompañando amorosamente el proceso, mostrando real interés en la manera que nuestros niños y niñas aprenden. Elogiando sus esfuerzo y logros”, resaltó en entrevista con La Nación/Nación Media.
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Necesidad de validación
La profesional aseguró que se debe resaltar que existe una necesidad de validación por parte de los padres que comparten las las notas de sus hijos, pero que no es motivo para desmeritar el esfuerzo que hizo ese niño excelente.
“Acá lo importante a resaltar es la necesidad de validación que sienten los padres que presumen las notas de sus hijos, sin desmeritar el esfuerzo y la dedicación de los alumnos y su calificación. Pero para los padres con un chico que tiene dificultades de aprendizaje una nota que no sea precisamente un 5 se siente como si lo fuera”, aclaró.
Un esfuerzo en equipo
Zacarias resaltó que cada calificación es fruto de un tremendo sacrificio de todo un equipo, ya sea mamá, papá y docentes. “Muchas veces puede un 3 tener sabor a un 5. Y no me malinterpreten no es fomentar bajas notas, sino persistir por mejorar paso a paso”.
Agregó que todos los chicos tienen diferentes maneras de aprender y cada uno es único en la forma de estudiar y esto lo respalda la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner. “Solo uno y la familia sabe lo que vive día a día en el colegio y la casa”, refirió.
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No dar paso a la comparación
Priscila destacó que comparar las calificaciones afecta a los chicos en el autoestima e influye en cómo los alumnos pueden percibir su rendimiento, diciendo: “si saco un 5 soy el mejor”. Por otro lado, una etiqueta para el estudiante que no saca una nota excelente generando ansiedad escolar y sentimientos de inferioridad.
“Las notas no definen quienes somos. Lo importantes es aprender y llevarlo a la práctica. Tener en cuenta que esto también refuerza dos lados un autoestima basada en sacar excelentes notas y estudiar no por un interés genuino sino por recibir aprobación”, aclaró. .
Evitar reacciones impulsivas
“El impacto de los padres en la vida de sus hijos es altamente significativa”, dijo la profesional y aclaró que el aprendizaje también involucra el área emocional, por lo que es importante hacer un trabajo colaborativo entre la casa y la escuela para ayudar al estudiante.
“Por ello deben evitar reacciones impulsivas, generando un entorno seguro de amor y empatía. Hablando con los chicos para conocer en donde se encuentran las áreas a trabajar y reforzar. Buscando soluciones y estrategias para lograr los objetivos en la siguiente etapa”, manifestó.
Para reforzar la seguridad de los chicos se debe acompañar amorosamente el proceso, mostrando real interés en la manera que los niños y niñas aprenden, elogiando sus esfuerzo y logros. “Como padres debemos fijarnos metas realistas y perseverar en lograrlas. Creyendo siempre que con dedicación y esmero lo puedes hacer posible”, concluyó.
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“El retrato es una forma de crear un espacio con el otro”
El fotógrafo paraguayo Juanjo Ivaldi Zaldívar se instaló por primera vez en ese alejado territorio en 2009. Ahora vive en Seyðisfjörður, transformado por el contexto, un planeta distinto, como dice. El artista visual nos habla sobre la esencia de su nueva muestra y sus vivencias en la “tierra del fuego y el hielo”.
- Por Jimmy Peralta
- Fotos Juanjo Ivaldi
El pasado 17 de junio se habilitó en Islandia la muestra “Dejar aparecer”, del fotógrafo paraguayo Juanjo Ivaldi Zaldívar, una propuesta coordinada por Auður Mikaelsdóttir que presenta un centenar de retratos de ciudadanos de Höfn, un pueblo de alrededor de 2.200 habitantes, donde el compatriota vivió un tiempo. “Dejar aparecer” es una forma de buscar pasivamente el momento artístico, tanto para permitir que este logre manifestarse, en este caso la imagen frente al observador, así como para el artista permitirse ver y captar la obra, en el caso de Juanjo, registrar con la cámara con el máximo respeto al retratado.
Ivaldi vive su segunda estadía en la isla. En 2009 fue por primera vez, para volver en 2014. Cinco años después volvió a instalarse y a revivir la conexión que le permite ese planeta que se le representa como Islandia, como paisaje y humanidad como contexto. “En el retrato, lo esencial no se fabrica: se revela”, cita el texto de convocatoria a la muestra. Juanjo habló con La Nación del Finde sobre esta iniciativa, su experiencia en Islandia, y la búsqueda ética y estética que propone él con esta colección.
–¿Cuál tu primera vinculación con Islandia antes de ir y la primera en construir al llegar allá?
–Pensar en esto me llevó directo a una memoria de una sala de fotografía con un piso de ajedrez en el “Instituto de la imagen”. Coincidentemente, la primera vez que escuché sobre Islandia fue en un curso de fotografía que tomaba en Paraguay, allá por el 2006 o 2007, no recuerdo muy bien. Alguien puso música de Sigur Rós… ese sonido… lejano, como si viniera de otro mundo. Hoy, mientras te respondo a estas preguntas, vuelvo a poner Sigur Rós y preparo un café. Mi primer vínculo real con Islandia fue por Sunna, una mujer bellísima de estas tierras, a quien siempre voy a estar profundamente agradecido por invitarme a llegar hasta acá. Con ella tuvimos una relación de jóvenes curiosos en esos años, y un día me dijo: “¿Por qué no nos vamos a Islandia?” Yo le dije “¡Jaha!”. Y bueno, fue así como Islandia pasó de ser ecos sonoros (primero conocí su música), después solo imaginación, a convertirse en un hogar.
Llegar desde Paraguay en 2009, con 25 años, fue como aterrizar en otro planeta, Islandia es otro planeta. Recuerdo un paisaje más negro que verde: extensiones de lava, montañas, cielos inmensos, inmensidad más inmensidad, bum, un aura boreal, 24 horas de día, 24 horas de noche y silencios. Hermosos silencios. No era el Islandia “turístico” de hoy, era un país más reservado, lleno de barrios y a la vez más salvaje. Esa naturaleza en todas sus formas, honesta, me atrapó de una forma que nunca imaginé. Creo que, en ese primer invierno, mientras la nieve caía sobre un planeta que apenas empezaba a conocer, supe que algo en mí también estaba cambiando. Para siempre.
–¿Cómo definirías al retrato, y cómo lo diferenciarías de otras formas fotográficas?
–Para mí, el retrato es una forma de crear un espacio con el otro. No es una imposición de la mirada, del “yo fotógrafo” quiero que vos persona hagas esto para que el “yo fotógrafo” sobresalga. En mi experiencia, un retrato ocurre cuando el otro puede emerger, cuando no se lo interrumpe ni se lo fuerza a ser algo. En este sentido, lo diferencio de otras formas fotográficas que a veces buscan captar lo espectacular, lo inmediato o lo evidente. El retrato, en cambio, es más lento. El retrato es espera. Uno se queda esperando un gesto, una pausa, un silencio donde algo del otro se revele. Es como transitar el mundo analógico de la fotografía. Suele haber un segundo donde la persona decide darte algo, o a veces se le escapa, porque siempre está ahí. En mi búsqueda del retrato, no trato de fabricar una imagen, sino dejar que algo que ya está, como la dignidad, una verdad, incluso una herida, se asome, de formas diferentes. Y cuando hay escucha, cuando hay tiempo, ahí entre dos personas, esa imagen puede convertirse en un espejo donde alguien se reconozca con una dignidad que quizás había olvidado. Por eso, para mí, retratar es también un acto de respeto.
EL TRAYECTO
–¿Cuándo empezó a tener forma de muestra esta colección de fotos?
–Esta última exhibición de retratos tiene sus raíces en una experiencia previa del año 2023, cuando trabajé junto a Greta Clough en una región del norte de Islandia. Allí realizamos una serie de entrevistas y retratos que culminaron en la muestra Fl(j)óð, una exposición fotográfica centrada en mujeres de origen extranjero que vivían en Húnaþing Vestra. Compartimos las historias de 33 mujeres de la comunidad, celebrando sus raíces y abriendo espacios de reflexión sobre el lugar que ocupan las mujeres inmigrantes dentro de la sociedad islandesa. Este proyecto fue muy bien recibido y tuvo buena cobertura mediática en el país. Inspirada en esa experiencia, Auður Mikkelsdóttir se puso en contacto conmigo con la idea de hacer algo similar en Höfn, una localidad del sureste a donde llegamos juntos con Tess Rivarola en 2019 y donde vivimos por más de un año. Esta vez, el enfoque estuvo puesto en las y los habitantes de la comunidad. Así comenzó esta nueva etapa.
Durante tres meses hice lo que más me gusta en la vida; manejar en ruta islandesa, escuchar música y fotografiar. Viajé desde Seydisfjördur (un pequeño fiordo del este donde vivimos desde el 2020) a Höfn todos los fines de semana, unos 150 km, atravesando dos rutas de montaña que alcanzan los 600 metros de altitud y no pocas veces están cubiertas de niebla. Conocí y fotografié a 114 personas. En cada encuentro conocí algo nuevo de esta cultura. Tomé café como nunca antes en mi vida. Acá cada vez que llegas a una casa no importa la hora que sea te invitan café. Cada persona me mostró algo nuevo de la forma de ver la vida que tienen los islandeses. Y así fue tomando forma la muestra: como un retrato colectivo que busca reflejar la diversidad del pensamiento, la memoria compartida y lo cotidiano de quienes habitan este rincón del sureste islandés.
–¿Qué sensaciones o intenciones conectan o vinculan entre sí a las fotos de esta muestra?
–Una serie de fotografías puede narrar una historia, pero en esta muestra de retratos el hilo no es argumental. No hay un relato lineal, sino una atmósfera que se construye desde la escucha. Para cada retrato, lo único que pedía era que la persona eligiera el lugar donde quería ser fotografiada. Algunos escogieron sus casas; otros, los caminos donde pasean con sus perros. Algunos volvían a las granjas de sus abuelos, a los establos donde cuidan caballos, ovejas o gallinas. Esas elecciones no fueron casuales: en esta serie de retratos el paisaje no es fondo, es parte del cuerpo. Creo también que lo que une estas imágenes es una intención compartida porque para ser retratado hay que querer ser visto.
En muchos de estos retratos se puede leer el arraigo profundo que cada islandés tiene con su tierra. Para muchos, decir “soy de tal lugar” es un acto de orgullo. Y no es solo una frase: es literal. Algunos nunca salieron de su pueblo Son de ahí, y lo son a mucha honra. Cada persona retratada iba trayendo una nueva perspectiva; su forma de pensar. Y, sin embargo, algo se repetía, remitiendo a algo ya escuchado antes, al otro lado de la isla. Y así se fue tejiendo más o menos, una sensación de intimidad, de presencia, de pertenencia. Quizás lo que une estas imágenes no sea lo que se ve, sino lo que se intuye: una vibración, una confianza, una forma de mirar que no busca transformar, curiosea. Lo que deseo es que cada retrato sea una puerta entreabierta entre la presencia y el misterio.
OBSERVACIÓN Y ESPERA
–¿Cómo llegás vos a la idea de “dejar aparecer” y qué pensás que te aporta como fotógrafo en el contexto donde te manejás?
–El concepto de “dejar aparecer” lo tomo prestado de Humberto Maturana, biólogo chileno, quien plantea que amar es permitir que el otro sea, sin forzarlo a cumplir con nuestras expectativas. Me quedó resonando, y con el tiempo entendí que eso también era lo que yo buscaba al retratar. Coincide con mi manera de aproximarme al retrato, no desde la dirección ni la construcción, sino desde la observación y la espera. Yo no me siento tanto un fotógrafo que “arma” imágenes, sino alguien que observa, que acompaña. En el contexto donde vivo, el “countryside” de Islandia, el tiempo se percibe de otra forma, las personas tienen otras formas de relacionarse. En el momento del retrato, las personas acá pueden llegar a ser muy cerradas para nosotros los “sudacas”. Pero eso es una interpretación desde una expectativa del otro. Aquí, se vuelve clave ser observador, quedarse quieto. Acompañar el silencio entre los dos, acompasar el momento. Aquí no se pueden forzar las cosas. Entonces uno, como fotógrafo, va generando el espacio, las condiciones donde la persona pueda mostrarse, si quiere, si lo siente. Puedo decir hoy que “dejar aparecer” se ha vuelto para mí una ética del mirar y del convivir.
–¿Podrías comentarnos algo de Höfn?
–Höfn es un pequeño pueblo al sureste de Islandia, rodeado de playas negras, glaciares del Parque Nacional Vatnajökull y montañas que respiran con el clima. Tiene tormentas de viento, neblinas… y unos amigos maravillosos. Llegamos allí con Tess Rivarola en mayo de 2019. Hay algo en su paisaje: el viento te habla, o la luz cambia de golpe y te muestra otras formas. A primera vista puede parecer un lugar aislado, pero después de esta experiencia fotográfica me di cuenta de que tiene una vida comunitaria generosa. Vivimos un año con Tess en las afueras de Höfn, Hólmur, en una casa amarilla, con el glaciar como jardín. Después de esa experiencia armamos una exhibición en conjunto: con poesías de Tess y fotografías mías, que se llamó “Mirada extraviada”. Tess tiene mucho que ver con mi desarrollo como artista. Me empujó a buscar más profundidad, a ir más allá. Exige como loca, y eso sirve muchísimo.
–¿Cómo es tu vida allá?
–Ahora vivimos en Seyðisfjörður, en el este de Islandia, a 661 kilómetros de la capital. Mi vida hoy es bastante tranquila, ya no farreo tanto, también intensa en otros aspectos. En el día a día cocino, saco fotos, tomo helado, voy a nadar, chismoseo con la gente, me plagueo… y otras cosas que no te voy a contar porque seguro que mi vieja va a leer esto. Siento que, en lugares como estos, donde el tiempo se mueve más lento, uno puede escuchar mejor. Mirar las cosas en sus diferentes formas y estados.
Escuchar a los demás, y también a uno mismo. La naturaleza no es solo un complemento o una foto para Instagram: es un personaje más que convive entre nosotros, con el que uno dialoga todos los días. Te guste o no. Reykjavik, Höfn, Seyðisfjörður… Islandia me ha dado algo valioso: la posibilidad de mirar con más atención, de reinventarme, de sanar, de perdonar, de crecer de muchas formas. De vincularme con la gente de otra cultura, desde las diferencias y el respeto. Y de construir un ritmo de vida más acorde con lo que necesito en este momento.
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Vaciaron la casa de un fotógrafo en Ypané
Un fotógrafo de la ciudad de Ypané fue víctima de delincuentes, quienes aprovecharon la ausencia del trabajador para robar varios objetos de valor de su vivienda.
La víctima identificada como Abraham Bautista Jara León denunció que pese a reportar el caso a la comisaría jurisdiccional no se tomaron las medidas para buscar a los tres sujetos que habrían ingresado a su vivienda el sábado por la noche cuando se encontraba cumpliendo sus labores en un evento.
“En la comisaría Ypané acudí a hacer mi denuncia teniendo un testigo en casa donde si se movilizaban rápido a lo mejor iban a encontrarles aún con mis pertenencias, pero nadie hizo caso a la denuncia. No les importó que estuviera en casa una persona la cual nos iba a indicar direcciones y quiénes fueron, pero sin respuesta”, se quejó el reportero gráfico a LN.
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Siguió relatando que “nadie vino esa noche y el testigo tuvo que irse tal vez ya no esta por la zona por miedo a su seguridad”. Según el denunciante, el testigo del hecho incluso facilitó la identidad de los tres sujetos, pero la Policía no efectuó un rastrillaje inmediato para recuperar los objetos robados.
“ Al día siguiente ya con la prensa encima los oficiales recién tomaron en serio el trabajo y vinieron junto a mí cuando reconocí a uno de ellos que estaba rodeando la zona sin miedo de nada. Acudieron a su vivienda, pero ya no tenía nada de mis pertenencias, esa noche madrugada del domingo ya vendieron todas mis cosas”, subrayó.
Jara asegura que los agentes intervinientes cuentan con imágenes donde se le ve a los tres hombres ofreciendo un televisor plasma en la misma zona del hurto.
“Inclusive esa noche del domingo seguía ofreciendo mis cosas por la zona (donde se le captó por video), pero no hay audio. Pero sí me confirmaron que ofreció un play station 3 y el plasma, pero la dueña de casa no adquirió los artículos porque sabía que se robó de la zona nomás”, expresó.
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