A diferencia de lo que algunos sectores insisten en estos días acerca de que el presidente de la República, Santiago Peña, mostraría subalternización por asis­tir a la Junta de Gobierno del Partido Colorado donde fue a expresar acerca del funcionamiento de su gobierno, esta relación, sin embargo, debe ser consi­derada como una señal correcta para la democracia y la economía.

Las democracias constitucionales en el mundo se fundamentan sobre la base de los partidos políticos cuya función es servir de correa de transmisión de la ciudadanía que por motivos de ideales y propuestas se afilian a una determinada nucleación política.

Ninguna sociedad que se precie de libre y republicana puede dejar de lado a los partidos políticos, pues estos además de ser aquella correa de transmisión antes señalada son una herramienta de debate sobre los temas públicos, para que así también sus adherentes accedan a un cargo público si la confianza por parte del pueblo lo determinan previas elec­ciones.

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Los partidos políticos son, por tanto, asociaciones de hombres y mujeres que por decisión voluntaria se unen y se expresan en las democracias teniendo que cumplir con un importante requi­sito: los miembros de esa organización política eligen a sus dirigentes. De igual modo sucede con las autoridades de un gobierno, pues los gobernantes del Estado provienen de los partidos políti­cos electos por votación popular.

En ambos casos, tanto las autoridades de un partido político como del Estado son electas por la ciudadanía en eleccio­nes libres; situación que, por cierto, es lo que sucede precisamente con el par­tido en el gobierno, la Asociación Nacio­nal Republicana, Partido Colorado, con su presidente don Horacio Cartes, y el actual presidente de la República, San­tiago Peña.

Esto significa que el Partido Colorado expuso ante la ciudadanía la figura del hoy primer mandatario, primero como precandidato a razón de sus inter­nas partidarias y luego como candi­dato presidencial electo en las eleccio­nes nacionales. En el Partido Colorado y en el Estado se dieron deliberaciones mediante elecciones donde la gente votó libre y voluntariamente.

En eso consiste la democracia consti­tucional, en el respeto a las personas que se asocian para ser evaluadas por la ciudadanía y de conseguir su confianza mediante los votos, estos son quienes acceden a un cargo en el gobierno del Estado.

Todo esto emite una señal de confianza mutua entre el partido de gobierno y el Ejecutivo que redunda en beneficio de la economía de la población.

La política y la economía no son com­partimientos estancos, sino áreas rea­les de acción en los países cuyo obje­tivo desde el poder de los gobiernos es el mejoramiento continuo de las con­diciones de vida de la población en un ambiente de armonía, donde los parti­dos políticos ocupan un lugar impor­tante en la democracia constitucional. Y esto es lo que se hizo con la visita del presidente de la República, Santiago Peña, donde el primer mandatario se expresó sobre el estado actual de su gobierno ante la Junta de Gobierno de su partido político presidido por don Hora­cio Cartes.

Cualquier otra interpretación refleja el permanente lamento de los que dicen querer a la democracia, pero cuando ven que otros la ponen en práctica, para ellos no es democracia.

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