Entre las numerosas noticias que recibimos a diario, la siguiente resulta destacable: la utilización de los tributos para el pago de los salarios en el sector estatal ha disminuido un 10 por ciento.
Se empieza a romper de esta manera con una perniciosa práctica que parecía difícil de cambiar. Los tributos pagados por los contribuyentes alcanzaban a más del 70 por ciento de la recaudación. Esto es de cada 10 (diez) guaraníes que ingresaban al erario, 7 ( siete) y más terminaban en el pago de gastos corrientes, en un ciclo que parecía no tener forma de ser corregido.
Pero lo que parecía imposible ahora está cambiando. Se ha disminuido al 60 por ciento el porcentaje de los diversos tributos para el pago de los salarios, lo que implica un cambio en el mejoramiento de la eficiencia del gasto público. Igualmente, no solo se está ante esta disminución del 10 por ciento del total de los tributos para el pago del gasto corriente, sino también estamos ante un mejor destino de los recursos tributarios.
Si se baja del 70 por ciento al 60 de lo recaudado para pagar salarios, entonces quiere decir que el cambio no solo es de carácter cuantitativo, sino también cualitativo; esto es, se están disponiendo mejor los recursos impositivos llevándolos a sectores más necesarios y prioritarios. Cuando esto sucede los efectos sobre las finanzas públicas y la economía repercuten en beneficio de los contribuyentes.
En el primer caso, esto es desde las finanzas públicas, lo que antes se destinaba solo para un sector, en este caso salarios, ahora se proveen hacia sectores donde realmente el Estado necesita de recursos para cumplir con sus atribuciones constitucionales, como por ejemplo, la seguridad ciudadana, entre otros. Pero no solo eso, igualmente significa que el mal gasto está disminuyendo, hecho que precisamente conspira contra la transparencia en el uso de los recursos impositivos.
En el segundo caso, esto es desde la economía, la merma en el pago de los impuestos para pagar salarios que se destinaban a los gastos corrientes afectan sobre el sector privado. Y lo hace de manera positiva porque la economía privada es, como sabemos, la que paga los recursos del Estado y que ahora sabe que su dinero se empieza a disponer mejor elevando de esa manera las expectativas de mejoras para atraer más inversiones.
Ambas aristas son fundamentales, los efectos sobre las finanzas y la economía. Durante la gestión del presente gobierno se fueron dando pasos decisivos para consolidar el crecimiento económico, único modo de disponer del capital privado en una esfera de seguridad y confianza que repercuten sobre la creación de empleos y en el aumento de los salarios en términos reales.
En efecto, cuando nos referimos a que se dispone en menor cantidad el dinero de los contribuyentes para pagar salarios, entonces pronto los agentes económicos empezarán a mostrar mayor confianza hacia la tarea de sus gobernantes. Esta información –desde la teoría económica de las expectativas racionales– tiene efectos sobre la toma de decisiones de los individuos, las familias y las empresas.