Mientras nuestro vecino Bra­sil tendrá este año un cre­cimiento económico de 2,6 % con el nuevo gobierno de Lula da Silva, la Argentina pinta un esce­nario muy diferente. Este país limítrofe, el mayor comprador de soja paraguaya, está viviendo una durísima situación de des­equilibrio que no se sabe cómo terminará.

A diez días de las próximas elecciones pre­sidenciales soporta una crisis que elevó el tipo de cambio del dólar en 43 % en una semana y pone en jaque no solo la seguri­dad económica sino la estabilidad política y social de más de 47 millones de personas.

Aunque se trata de una nación muy dis­tinta a la nuestra en sus manejos, lo que pase en la Argentina, el segundo país con más paraguayos y descendientes luego de Paraguay, puede tener fuertes repercusio­nes en la situación de solidez que ostenta actualmente el país tanto en lo económico como en lo social. Razón por la cual hay que mirar con mucha atención lo que está pasando actualmente en la patria de San Martín.

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Hay que tener en cuenta que lo que hagan las autoridades del vecino país tendrán sus consecuencias aquí en mayor o menor medida, como es el caso del peaje en el Paraná y otras medidas restrictivas que afectan al comercio exterior paraguayo, por poner el ejemplo más duro.

Aunque sea otra nación, un pueblo distinto, con un gobierno diferente, lo que suceda en su geografía tendrá inevitablemente pro­yecciones fuera de sus fronteras y reper­cutirá para bien o para mal en los países vecinos y cercanos, como el nuestro. Demás está decir que tampoco hay que exagerar pensando que todo lo que ocurra allí suce­derá necesariamente aquí, ni nada por el estilo. Por una serie de razones, Paraguay tiene un blindaje respetable contra una serie de peligros. Lo que no quiere decir que haya que descuidarse.

Según las encuestas, es muy probable que el nuevo gobierno que surja de las eleccio­nes sea de un signo político diferente al actual. Aunque la realidad no es predeci­ble en ciento por ciento. Hay que recordar que en las últimas dos elecciones presiden­ciales argentinas se ha elegido al candi­dato de una agrupación política distinta a la que gobernaba durante los comicios. Eso ocurrió con Mauricio Macri, que ganó las elecciones del 2015 cuando gobernaba el kirchnerismo, y con el actual presidente Alberto Fernández en los comicios del 2019 durante la administración del macrismo.

Triunfe el candidato del partido que fuere en las elecciones argentinas tendrá que enfrentar la dura realidad económica y social actual. Deberá administrar una inflación superior al 140 % anual, un mer­cado de cambio de monedas totalmente desquiciado, una población con algo más del 40 % de pobreza, compromisos finan­cieros duros debido a su endeudamiento, especialmente con el FMI, y una ciudada­nía inquieta por su presente que sabe que le espera un futuro incierto.

Aunque los candidatos tienen propuestas económicas diferentes, el problema es solo uno, y las soluciones implicarán en cual­quiera de los casos más sacrificios para la gente. Como nadie podrá hacer milagros, el costo financiero y social lo deberán pagar necesariamente los habitantes del país, que ya están sufriendo bastante.

Ante el panorama mencionado, el Para­guay, los responsables de su conducción política y la población nacional deben estar alertas para evitar cualquier daño y apro­vechar positivamente las situaciones favo­rables que se produzcan. Para lo cual hay que estar bien informados y preparados para actuar de acuerdo con las circuns­tancias. La peor equivocación sería estar indiferentes ante lo que acontezca en la Argentina y dejarse sorprender luego por los acontecimientos que sucedan sin saber qué hacer para defender nuestros intereses.

Las autoridades nacionales deben tener en cuenta que en lo que resta del año las cosas no cambiarán mucho en el vecino país. Solo luego de que asuma el nuevo gobierno, el 10 de diciembre, podrán comenzar las nego­ciaciones para solucionar los diferentes asuntos de interés binacional que ahora están aguardando. Ese tiempo hay que aprovechar para afinar la estrategia y pre­parar medidas que conduzcan a solucio­nar los diferendos existentes. Si el gobierno entrante es distinto al del signo polí­tico actual, podría resultar conveniente, teniendo en cuenta que, con un gobierno diferente al peronista, como el de Macri, hubo mejor entendimiento.

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