A una semana de la asunción de la nueva administración guber­namental, se tiene configu­rada la fisonomía del gobierno entrante y muy bien demarcados los tra­zos de su futura gestión. Teniendo en cuenta la capacidad profesional y la ten­dencia ideológica de los principales res­ponsables de la conducción de los dife­rentes organismos, se puede tener con bastante precisión las principales orien­taciones y énfasis que tendrá la tarea del gobierno entrante.

De acuerdo con el análisis realizado sobre esos factores, no es difícil concluir que esta­mos ante una administración estatal de buen nivel para conseguir el propósito de mejoramiento general de la vida de los que habitamos este país. Se puede afirmar que vivimos un momento histórico muy espe­cial, que puede hacer posible la ilusión de la mayoría de los paraguayos de concretar una vida mejor, con trabajo y beneficios para los sectores más vulnerables y más utilidades para los que están en mejores condiciones existenciales.

Teniendo en cuenta todos estos elementos, se puede afirmar que no estamos ante un ser desconocido, cuya conducta enigmática no nos permite abrigar esperanzas de un mejor porvenir. No estamos como cinco años atrás en que la administración que iniciaba su ges­tión no tenía definiciones claras ni expre­saba sus propósitos con precisión.

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Como pocas veces en la historia de nuestro país, la ciudadanía sabe qué piensa el nuevo mandatario, qué orientaciones políticas ten­drá su gestión y cuáles son sus principales objetivos. Pocos han sido reporteados tantas veces ni por tantos medios como el presi­dente electo para conocer su pensamiento y sus propósitos de trabajo. No tiene nin­gún secreto, hecho muy positivo que hará que aumente la confianza que se tiene en su administración.

En todas sus declaraciones, Santiago Peña ha mostrado su compromiso con las políti­cas económicas íntegras y ortodoxas, que generalmente están admitidas por los países del mundo que han logrado gran progreso económico y bienestar social. Para desacre­ditarle, algunos lo han calificado como dere­chista, como si la solución estuviera solo en la izquierda política, que ha tenido sus fraca­sos en muchas naciones.

La filosofía del nuevo gobernante hace hin­capié en la importancia de la propiedad de las personas, la libertad económica, las inversiones privadas, la protección integral de los trabajadores y la armonía social, sin más condicionamientos que el pago de los impuestos y el respeto a las leyes.

En momentos en que importantes organis­mos internacionales parecen descreer de los valores tradicionales y hasta combatirlos, como la importancia de la familia como pilar de la sociedad, Peña ha realizado definicio­nes verbales muy claras sobre la importan­cia de ella y ha mostrado su ejemplo de vida como testimonio indiscutible.

Cuando muchos economistas y especialis­tas políticos señalan como relevante para el país solo el crecimiento de la producción y el comercio, el aumento del producto interno bruto (PIB) y el ingreso de divisas, el pre­sidente electo ha insistido en que tratará de crear 500 mil nuevos puestos de trabajo para dar empleo a la gente y mejorar el nivel de vida de la población nacional. Cuando habla de la macroeconomía y el desarrollo, habitualmente apunta también a la impor­tancia del capital humano, como factor determinante. Siempre está poniendo el acento en las personas, que debe ser el obje­tivo final del crecimiento económico y la política de una nación.

Las definiciones políticas y económicas del presidente tienen gran relevancia porque revelan el rumbo que le dará a su trabajo al frente del país para conseguir sus grandes objetivos. Explican el proyecto de nación que desea concretar durante su gestión y el énfasis que le dará a su tarea gubernamen­tal, sin dudas, que imposibiliten ir hacia un rumbo cierto.

Una de las cosas positivas de este momento es que con las definiciones mencionadas el Paraguay tiene un camino bien delineado para los próximos años. Y se puede tener la certeza de que su realidad existencial estará en buenas manos para lograr los objetivos que se pretenden.

La administración entrante encabezada por Santiago Peña ya está trabajando por el país. No ha esperado para ello el 15 de agosto veni­dero. Lo que demuestra su gran vocación por hacer las cosas bien. Ahora comenzará a acelerar la tarea emprendida y pondrá más énfasis en la dirección que se ha trazado.

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