Desde la desastrosa gestión de Juan Ernesto Villamayor como ministro del Interior se pretendió instalar con insistencia en la sociedad que la inseguridad solo era una cuestión de percepción. Pero no lo hacían desde una perspectiva académica o científica, sino desde la burda repetición de cuanto escucharon y nunca procuraron entender. Esa fue siempre la característica de un charlatán que se había convencido a sí mismo de que siempre estaba por encima de su auditorio. Con fuegos de artificios pretendía llenar de humo el espacio de la racionalidad y la reflexión. Ni él ni su equipo fueron capaces de debatir y socializar la noción de la seguridad, la contracara de lo que quisieron imponer como eslogan. Empezando por la correcta ubicación de los conceptos: no es lo mismo analizar transversal y estructuralmente la percepción de inseguridad que devaluar la inseguridad como una simple percepción, distorsionado, incluso, la correcta definición de lo que significa percepción. Presumiendo de muy vivos, creyeron que con una frase cliché podrían convencer a la ciudadanía de que la inseguridad no era más que una ilusión de lo que podría ocurrir, pero que casi nunca ocurre. Un temor infundado. Pasando por alto los altos índices de criminalidad que van creciendo aceleradamente en los últimos tres años y que, paralelamente, justificaban el temor ciudadano.
La percepción, en su acepción más simplificada y desde la mirada sicológica, se refiere a las imágenes, impresiones o sensaciones externas que el ser humano capta a través de los sentidos: vista, tacto, olfato, auditivo y gusto. Asimilamos y comprendemos una idea mediante, repetimos, estímulos externos. Desde la concepción de los especialistas en la tesis arriba mencionada existe una línea divisoria entre “los hechos concretos de violencia objetiva” y “la sensación de temor subjetivo” construida a partir del miedo provocado por la violencia. Resumiendo, es la sensación que tiene la ciudadanía de que en cualquier momento pueda convertirse en una (potencial) víctima de criminales. Esa percepción es diagnosticada en dos modalidades, explica Cruz García Lirios, de la Universidad Autónoma de México: “Directa o por experiencia personal e indirecta o por experiencia mediatizada”. Explorando específicamente lo que ocurre en su país de origen, añade que la inseguridad está vinculada con la ingobernabilidad, producto de la corrupción y la negligencia de las autoridades. A partir de ambos elementos se estudia la percepción que tiene la ciudadanía en torno a la prevención del delito.
¿En qué estadio nos encontramos nosotros? Sin un estudio, al menos público, sobre lo que la gente piensa sobre la inseguridad, tenemos que contentarnos con el pavoneo permanente del jefe de Estado y su narrativa mentirosa sobre “los avances más importantes en los últimos años” en cuanto a la lucha contra el crimen organizado, entiéndase Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), Agrupación Campesina Armada-Ejército del Pueblo (ACA-EP) y el narcotráfico. Se olvida premeditadamente de los motochorros –muchas veces con saldos fatales– que se apoderan de las ciudades, el sicariato, los feminicidios, los interminables asaltos a mano armada y, naturalmente, se olvida que los grupos guerrilleros se apoderaron de las zonas donde operan. Los secuestros ya no son una situación esporádica, sino sistemática en nuestro país. Pero el presidente de la República, a la hora de evaluar su gestión, prefiere olvidar esos insignificantes detalles.
Igual que el análisis de la citada experta, nuestra inseguridad está fuertemente conectada a la ingobernabilidad, resultado de la corrupción, la impericia, la negligencia y la improvisación de nuestras autoridades. El pacto político entre el presidente Mario Abdo Benítez y la organización familiar Partido Democrático Progresista (PDP), por lo visto, está por encima de la seguridad ciudadana, razón por la cual le mantiene en funciones al actual ministro del Interior, Arnaldo Giuzzio, demostradamente incompetente para el cargo. La inseguridad está acorralando a una población indefensa por inutilidad de sus gobernantes.
El investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), Marco Córdova Montúfar, afirma que existe un evidente incremento de la violencia, tanto en el número de delitos cometidos como en la aparición de nuevas formas de violencia, situación que dentro de una relación de causalidad genera una progresión geométrica de la percepción de inseguridad (que es diferente, acotamos nosotros, a que la inseguridad solo es una cuestión de percepción) respecto a la victimización real. En nuestro país, Paraguay, la percepción de inseguridad va en paralelo con la cantidad de crímenes que se cometen a diario. Solo no lo ven quienes están obstinados en hacernos creer que “estamos bien y vamos a estar mejor”.