Los relumbrones de una nueva campaña electoral para elegir autoridades municipales ya se observan en el horizonte, signi­fica que pronto tendremos nuevamente a postulantes al sillón de la Intendencia Municipal de Asunción practicando sus generosos discursos de promesas que casi nunca conducen a ninguna transforma­ción efectiva.

Somos una ciudad que deficita por todos los costados. No está limpia la mayor parte del tiempo, no cuenta con servicios básicos que funcionen con regularidad, sus servicios de recolección y tratamiento de residuos es una bomba de tiempo para la ecología, el tráfico está cada día más caótico y encima de todo esto nuestros empleados en la municipalidad nos cues­tan carísimo y son ineficientes.

Quizás podríamos empezar con la Junta Municipal; un órgano que funciona como una perfecta rosca para recaudar hace mucho tiempo y que no para de estar en la consideración pública por sucesivos epi­sodios como “los asados de fin de semana” o la asociación ilícita con proveedores. Esta convivencia de miembros de la Junta con el manejo que provoca plata fácil a costillas de los ciudadanos de la ciudad ha llevado a una configuración de este espa­cio como un botín partidario de todos los sectores políticos que conviven en ese espacio con su cuota de irregularidad. Ha sido tragicómica la manera como –recien­temente– un concejal se resistía a asumir una banca en Diputados, preocupado por dejar “el zoquete” histórico en tal espacio tan amable con el clientelismo político y la asociación sospechosa.

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Cuando despunten los primeros candi­datos que quieran recitar el discurso de siempre con promesas sobre una ciu­dad mejor es menester recordar que han pasado por el sillón municipal malas administraciones que han dejado a Asun­ción como hoy está, lejos del brillo, el orgullo, la funcionalidad, la cultura y la capacidad de generar servicios que hagan de sus habitantes ciudadanos satisfechos con su comunidad.

Estas autoridades, muchas de las cua­les volverán a ofertarse electoralmente, ni siquiera han logrado un acuerdo con la Essap para la implementación de un plan de integración de esfuerzos. Es más, se pelean públicamente entre instituciones como si eso fuera un espectáculo plausible o fuera un asunto que interese a los ciu­dadanos, siendo que la única misión que tienen es que tal coordinación funcione. No tienen la capacidad de advertir que ello también es una forma de mala gestión.

Capítulo especial se merece el tema del tratamiento de la basura. Todo indica que estamos al borde constante de una catás­trofe ambiental por cómo se procede al tratamiento de lo que desecha la ciudad. Aquí también los ciudadanos, en vez de recibir certezas de un futuro sin sobresal­tos, deben resignarse al “show” perverso de las proveedoras de estos servicios que se pelean, mientras no funcionan.

Mientras todo esto sucede, la Contraloría hace saltar la alarma de irregularidades que se cuantifican en astronómicas sumas de centenares de miles de millones de guaraníes solo entre el 2017 y el 2018.

El desafío de los ciudadanos es gene­rar una nueva confianza en el manejo del municipio de Asunción, eliminando a sus ladrones históricos, destinándoles a la Justicia y tratando de construir una nueva relación que –por fin– sea eficiente y a satisfacción de los asuncenos.

Para esto, los partidos políticos, todos sin excepción, deben depurar sus ofer­tas electorales evitando caer de nuevo en personas averiadas por sus malos mane­jos “cuidando” el recurso de los ciudada­nos de esta comunidad. Estos ciudadanos deben ser custodios de una etapa electo­ral en la que no se permita la vuelta de los ladronzuelos de siempre.

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