Con un tremendo refrito, el senador Rodolfo Friedmann acusó ayer a Horacio Cartes en la Cámara de Senadores por supuestos vínculos con negocios ilícitos y repitió luego la misma presentación, supuestamente a pedido del presidente Abdo Benítez, ya en la residencia presidencial de Mburuvicha Róga.

El objetivo de la presentación es a todas luces evidente, entre el miércoles y el jue­ves, Abdo Benítez concitó el mayor volumen de crítica en poco más de un mes de gestión, a consecuencia de los vergonzosos nombra­mientos en una binacional. La misión de la actuación circense de Rodolfo Friedmann fue instalar una nueva agenda con un tema que ha sido utilizado hasta el hartazgo en contra de HC en todos estos años y desmen­tido sucesivamente, con la finalidad de que la opinión pública se olvide de sus nombra­mientos en Itaipú.

Hay varias cosas que se pueden entender, por ejemplo, que el senador Friedmann no tiene posibilidades intelectuales de generar una presentación sin el concurso del staff de su sector político, por lo tanto ha sido una iniciativa conocida como “caja china”, esto es, recursos que se guardan para ser detonados en ocasiones en que la agenda es adversa para un gobierno.

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Se puede entender también que el espa­cio de la presentación fuera el Senado y la banca que supo conseguirse hasta hoy mediante una oscura componenda; pero lo que no se puede entender es que el presi­dente de la República, Mario Abdo Bení­tez, se involucre en un procedimiento mal intencionado, y aún peor, posiblemente basado en documentos tergiversados.

Obviamente, este involucramiento en la acusación contra Cartes se puede colegir del hecho de seguir la simple secuencia de hechos: una melosa sesión de selfies desde un helicóptero entre Abdo y Friedmann y, luego, al arribar a la residencia presiden­cial, tras una reunión con el mandatario, la salida del senador para una nueva anda­nada contra el ex presidente.

Hay fuertes versiones sobre que la docu­mentación presentada ayer se encuentra tergiversada. Existirían agregados al texto original, lo cual expondría a estas autorida­des a acciones legales que podrían ser toma­das o no por los afectados.

Por de pronto, queda la sensación de un gobierno débil, que no puede gobernar sino a través de golpes de efecto, que toma mar­chas y contramarchas con frecuencia, que ha abandonado a su propio partido polí­tico –generador de la victoria electoral– en la conformación de cargos esenciales en el Gabinete.

El proceso actual no es de planificaciones ni gestos técnicos o de políticas públicas, o de proyectos de gobierno, sino de selfies y gol­pes de efecto, de juegos de poder de “medio pelo”, que como los vividos ayer de la mano del limitadísimo legislador de Villarrica solo aporta a la grieta cada vez más pro­nunciada entre actores políticos que –más bien– tendrían que estar construyendo la agenda del Gobierno para este quinquenio que acaba de iniciar.

No lamentamos por el senador Friedmann, cuya ausencia de talento le lleva a ser el “muchacho de los mandados” para estas operaciones. Lamentamos por el Presi­dente, quien tendría que esforzarse más bien en unir a la familia política de su par­tido antes de ensanchar las distancias.

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