El Centro Experimental de Recursos Medicinales (CERM) es una iniciativa liderada por el antropólogo Urbano Palacio, quien luego de muchos años de trabajar en comunidades indígenas decidió crear un espacio para difundir y aplicar los saberes tradicionales relativos al poder terapéutico de las plantas. En esta entrevista con La Nación/Nación Media, Palacio nos guía desde la cocina hasta el arroyo Yhaguy en una caminata dialógica a la manera de la antigua escuela aristotélica.

Los relatos dan cuenta de que Aristóteles prefería dar clases mientras caminaba con sus alumnos en las afueras de Atenas en lugar de encerrarse en las aulas. El filósofo griego consideraba que caminar activaba la mente y evitaba caer en el aburrimiento del trabajo rutinario. Esto le valió que su método de enseñanza sea denominado escuela peripatética, “que pasea”, y, por extensión, quienes seguían la doctrina aristotélica pasasen a ser conocidos como peripatéticos. Además del deambular, Urbano reivindica la oralidad y la humildad socrática: “Solo sé que quiero saber más” es la máxima que resume su pensamiento, al que compara con las lianas, ya que solo puede crecer en comunión con la otredad. Poco antes de las nueve de la fresca mañana del pasado lunes llegamos a la sede del CERN, enclavado en un predio de 12 hectáreas ubicado en un remanente de la zona de amortiguamiento del Bosque Atlántico del Alto Paraná (BAAP) bañada por las aguas del arroyo Yhaguy. El Centro funciona hace siete años y el proceso de preparación llevó unos dos años con la instalación de los viveros, la selección de las plantas, demarcación de los senderos, entre otras labores.

Allí nos recibe Urbano Palacio, un licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional de Asunción (UNA) con posgrados en Antropología Cultural en la Universidad de La Habana y Filosofía del Lenguaje de la Modernidad en la Universidad de Trento (Italia), autor de las obras literarias “El libro de las hierbas preciosas” y “El libro del bosque”. Nuestro anfitrión nos explica que en el Centro implementan un método antropológico en el sentido de investigar las costumbres de los grupos humanos en su interacción con el entorno para la puesta en práctica de esos conocimientos en pos de la salud y el buen vivir.

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ESTACIONES

Para Urbano esta búsqueda transita en un andarivel distinto al de los hábitos alimentarios impuestos por la comida industrial, que según subraya ha deteriorado gravemente la salud de las personas. No obstante, más allá de limitarse a hacer un diagnóstico sombrío, indica que esto puede revertirse adoptando prácticas alimentarias acordes a lo que la naturaleza produce durante sus ciclos sucesivos.

“Vamos a hacer una experiencia saludable con ustedes. En este centro experimental lo que proponemos es el buen vivir a partir de las cosas sencillas. Las plantas son un componente más de los recursos medicinales, que incluyen la nutrición, el diálogo, la caminata, la respiración e infinitas otras cosas”, asevera mientras recibimos el efusivo saludo de Gallarda, una perra parda que es como una guía más del lugar.

Para empezar nos hace mascar unas hojas de jaguarete ka’a, que al ser una planta nativa de este suelo “decodifica inmediatamente nuestra digestión. Iro (es amargo) como muchas veces es la vida misma, pero hay que darle paso. Regula los triglicéridos, el colesterol, pero ante todo te hace digerir, te limpia la sangre y también es un afrodisiaco”, indica.

Mientras nos sentamos a la mesa, Urbano sostiene que los conocimientos indígenas respecto a la propiedad de las plantas es científico porque se basa en la observación y la experiencia. Para graficar su afirmación se remite al mismo jaguarete ka’a que nos hace mascar como parte del desayuno depurativo que nos ofreció antes de iniciar el recorrido. En la cosmovisión guaraní el jaguar ocupa un lugar de central importancia, pues es una de las principales amenazas que debían enfrentar los habitantes del otrora tupido Bosque Atlántico del Alto Paraná.

Durante varias generaciones los indígenas observaron que los jaguares, luego de terminar de devorar alguna presa, comían un tipo de planta de sabor amargo antes de echarse a dormir. A partir de la identificación de esta constante, pudieron primero conjeturar y luego confirmar las propiedades digestivas de este vegetal y la bautizaron con un nombre alusivo al felino, que se mantiene hasta la actualidad. Urbano atribuye a estos saberes ancestrales una acción civilizatoria defendiendo la tesis de que la especie humana evolucionó gracias al conocimiento de las plantas.

#ElGranDomingo. Descubriendo el poder de las plantas La Nación visitó el Centro Experimental de Recursos Medicinales (CERM), en Itacurubí de la Cordillera, para conocer el ambicioso proyecto del antropólogo Urbano Palacio para reunir los saberes tradicionales relativos al poder terapéutico de la naturaleza. 🔗 Leé la nota completa: https://www.lanacion.com.py/edicion_impresa/2024/06/02/un-dialogo-itinerante-con-la-naturaleza-y-su-poder-terapeutico/

Publicada por La Nación en Domingo, 2 de junio de 2024

RECIPROCIDAD

El convite o banquete comunitario es la principal forma de intercambio en las sociedades basadas en la ética de la reciprocidad o mborayhu, en guaraní, un término cuya dimensión semántica se ha hecho extensiva a la idea de amor al prójimo. Así, el ágape se inicia con una fruta de la temporada otoñal, la mandarina, que sirve para limpiar el riñón, además de unos capullos de hibisco o flor de Jamaica, que tiene poderosas propiedades antioxidantes.

“El aspecto que nosotros cultivamos en la alimentación cotidiana es la utilización de la fruta estacional en su tiempo. Si comés al menos dos mandarinas al día durante esos dos o tres meses de abundancia, tu riñón va a estar limpio hasta el próximo año. Entonces, lo que nosotros proponemos es recuperar ese conocimiento que es baluarte del pueblo paraguayo. Las plantas medicinales solas no harían el efecto, sino que se necesita también buena alimentación y ahí entra la nutrición estacional, las frutas y verduras de la estación. Nuestro subtrópico es maravilloso y ofrece muchas cosas”, arguye mientras la gata Artemia se acomoda en mi regazo. Aunque la devuelvo al suelo en repetidas ocasiones, entre maullidos lastimeros vuelve a instalarse entre mis piernas, por lo que termino dando el brazo a torcer y se queda allí durante el resto del desayuno.

Urbano hace énfasis en la importancia de las plantas nativas, que por encontrarse en su hábitat natural mantienen intactas todas sus propiedades, aunque no por ello se prescinde del uso de las especies exóticas.

“El suelo donde uno nace, donde uno está viviendo, si produce una enfermedad, tiene que producir también su antídoto. La cultura está determinada por el suelo”, indica mientras vuelve a la cocina para preparar un cocido sin azúcar con un mbeju especial hecho de almidón mezclado con maíz blanco, algunas verduras, sin leche y cuya cocción se realiza sin aceite. En tanto empezamos a comer, nos advierte que la parte quemada debe ser quitada por completo, pues esto oxida el cuerpo y puede provocar enfermedades cancerígenas.

Por ello, la dieta implementada en el centro consiste fundamentalmente en vegetales y el consumo de proteína animal está reducido al mínimo. Palacio esgrime que el momento posterior a la nutrición debiera ser el de mayor creatividad. En cambio, con el consumo de comidas pesadas esa energía se termina gastando en el proceso de digestión, lo que causa somnolencia y ese periodo se termina dilapidando en dormir la siesta, un hábito que debo admitir es caro a los afectos de este cronista devotamente carnívoro.

RITUAL

Terminado el desayuno, nos dirigimos al tapial para el ritual del jate’i, que consiste en la aplicación en los ojos de la miel de la abeja angelita, una especie nativa que no tiene aguijón. Si bien al principio provoca un fuerte ardor, minutos después la vista se aclara notablemente.

“En nuestros bosques había más de 400 especies de meliponeos, pero hoy en día quedan muy pocas. Hasta ahora se siguen conociendo alrededor de 20. También están apareciendo mucho en las casas y la gente le derrama agua caliente. Es una maravilla tener estas abejas en la casa, hay que dejarlas. También tenemos el apynguarei y el tapesu’a, que son tres meliponeos fundamentales. En este caso vamos a hablar del jate’i, cuya miel se usa para prevenir cataratas y glaucomas, así como para limpiar los ojos”, manifiesta y a renglón seguido acota que, además de las mieles, en el Centro ofrecen a las personas interesadas plantas medicinales cultivadas y otras que crecen espontáneamente en el lugar siguiendo estándares de cosecha y envasado que protegen la conservación de las propiedades terapéuticas, como el secado a la sombra, ventilación y envoltorios que protegen el producto de la luz del sol. Además de la alimentación sana y las hierbas naturales, en este sétimo año de funcionamiento del Centro también están abrazando la bioconstrucción como una forma de intervención humana más amigable y adaptada al entorno.

“La bioconstrucción es como la filosofía del hornerito, que tiene un radio de acción de tres kilómetros para sacar el material de su nido. Todo lo que nosotros hemos usado aquí sacamos de este patio, a excepción de un elemento que nos fuimos a traer de un campo vecino, que es la caca de la vaca para mezclar con el barro para hacer el adobe, y material reciclado”, indica mientras apunta a las botellas de vidrio que hacen de tragaluz y que forman una figura en V, que hace referencia a la simbología mbyá-guaraní del Ñamandu Rape o salida del sol, y otra alusiva a la mariposa primigenia.

APRENDIZAJE SIGNIFICATIVO

Posteriormente, nos dirigimos al vivero, donde se realizan circuitos de “aprendizaje significativo”, que consiste en que, además de fijar y aprehender un conocimiento, este es puesto en práctica. Esta actividad, que es periódicamente realizada con estudiantes de colegios de Asunción y otras zonas, pueden durar hasta tres horas, durante las cuales se les habla sobre las plantas nativas y entran en contacto con el suelo. En efecto, para las vacaciones de invierno se encuentran ensayando este circuito guiado por un niño de la comunidad, que luego sigue a través de un bosque de dos hectáreas bañado por las aguas del arroyo Yhaguy, donde se realizan sesiones de geoterapia para tratamiento de afecciones de la piel, dolores corporales, calambres, etc.

En la huerta tienen cultivos rotativos de especies como mandioca, rabanito, remolacha, lechuga, perejil, kuratu, rúcula, tomate, acelga, entre otras, así como hierbas medicinales como el jaguarundi y romero, cedrón kapi’i, salvia, etc.

Luego de recorrer el área de camping y la cabaña, vamos rumbo al bosque, donde nos muestra y detalla las características de algunas de las especies nativas más importantes con las que nos vamos topando sucesivamente, así como su significado en la cosmología guaraní. Así, el aju’y es la columna indestructible que sostiene el mundo y era también muy usado en la construcción por su alma dócil, pues el lapacho tiene un alma feroz que incluso cortado en pedazos no desaparece.

En cuanto al manejo de los residuos, Urbano asegura que este aspecto lo toman muy seriamente, ya que es un grave problema que tenemos en el país, por lo que trabajan con la comunidad y dos escuelas de la zona. En este sentido, señaló que el reciclaje se inicia en la cocina con la clasificación y la reutilización como abono de los desechos aptos para ello, las botellas en la bioconstrucción y como recipientes, vasos, etc.; los limones exprimidos son puestos a reposar en el agua y el líquido es utilizado como desinfectante en los baños o como insecticida en la huerta. Por otro lado, la basura que no puede ser absorbida o reciclada es retirada por la Municipalidad una vez al mes.

Ante la consulta sobre cómo se inició en este camino, Urbano refirió que en el marco de su labor como antropólogo vivió mucho tiempo en comunidades indígenas, principalmente mbyá-guaraní, así como en otras del Chaco y del Amazonas, de donde fue absorbiendo una enorme variedad de conocimientos relativos a plantas. Tras una labor de 20 años, no satisfecho con plasmar en libros el gran bagaje de conocimientos que fue adquiriendo, decidió abrir el Centro para la puesta en práctica y difusión de esos saberes atesorados durante una larga experiencia de más de dos décadas.

Una vez que desandamos el camino y regresamos al punto donde se inició el recorrido, Urbano va poniendo término a la charla. “Con esto quiero ir cerrando. El principal drama de nuestra sociedad es que la dieta está basada en comidas muertas”, afirma mientras toma un frasco de poroto y otro de maíz. “Si esto vuelve al suelo, va a germinar, mientras que el arroz o el fideo son cosas muertas. Ñande rete oikotevê (nuestro cuerpo necesita) cosas vivas. Yo no niego que comemos harina, carne o grasa, pero hay que reducir a un 10 % y el resto comer cosas vivas que nos nutran”, finalizó.

PUNTO DE CULTURA

El Centro Experimental de Recursos Medicinales forma parte de una red de centros culturales creada en 2018 donde se comparten experiencias y conocimientos con vistas a la aplicación práctica de los mismos. Hace dos años se sumó a un programa de la Secretaría Nacional de Cultura (SNC) llamado Puntos de Cultura o Arandupy Renda, que “está destinado a fortalecer a las organizaciones y colectivos comunitarios a través del apoyo económico y técnico para la realización de proyectos culturales como estímulo a la gestión cultural comunitaria en los diversos territorios a nivel nacional”.

Este punto de encuentro cultural ofrece diversas actividades como senderismo, caminatas, acampes, talleres de medicina natural, estilo de vida, bioconstrucción, tratamientos de residuos, meditación, nutrición, venta de plantas medicinales y aromáticas, plantines, miel orgánica, preparación de infusiones y tés. El sitio es de fácil acceso y se encuentra ubicado a la vera de la ruta que une Itacurubí de la Cordillera con Santa Elena, en el barrio Juan Pablo II.

Una de las actividades más tradicionales realizado en el sitio es el circuito mitológico-etnobotánico a cargo de la antropóloga Gloria Scappini, además de los circuitos guiados para niños y estudiantes secundarios, talleres de yoga, taichí, sesiones de pilates, geoterapia y hasta construcción de instrumentos sonoros oxigenadores de los pulmones.

A más de la zona de camping para quienes deseen pasar la noche bajo el estrellado cielo cordillerano, hay disponible una acogedora cabaña para dos personas con suministro de energía eléctrica y munida de un catre con mosquitero.

El número de contacto es el (0982) 416-690.


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