• Fotos: Carlos Juri

En esta edición del programa “Expresso”, transmitido por GEN/Nación Media, Augusto dos Santos recibe al exsenador Hugo Richer, quien reflexiona sobre la situación actual de la oposición y de la izquierda en particular en un contexto de crisis de representación de amplios sectores de la sociedad. Richer sostiene que existe una generalización vulgarizante del término “clase política”, lo cual a su criterio es peligroso para la democracia, pues genera en los ciudadanos la impresión de que todo es igual y que no existen opciones de elegir.

¿Cómo estás administrando esta especie de vacaciones de la izquierda?

–Pues sabes que me hace bien. Desde 2008 hasta 2023 tuve una actividad muy diferente a lo que tenía antes. Estuve cerca de Fernando Lugo cuando asumió, a partir de 2010 fui ministro de Acción Social y después con dos periodos parlamentarios son casi como 15 años y de pronto la adrenalina se acaba. Pero me sirvió realmente para tener un tiempo para lo que siempre hice, para informarme, para leer, recuperar un nivel de lectura con mayor tranquilidad que no se logra normalmente en esos casos de representación y para empezar a escribir algunas cosas, que pienso publicar en los próximos meses. Va a ser un año que dejé el Congreso, estoy cómodo y mirando lo que hicimos, mirando la crisis actual, una crisis en varios sectores políticos y en la sociedad misma, y pensando en las posibles salidas que uno pueda aportar en el debate de las ideas.

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–¿Cuál sería tu reflexión al respecto de por qué hoy no se ocupa un espacio?

–Yo creo que la izquierda representada en el Frente Guasu realmente fue la mayor expresión en la historia política del Paraguay, pero creo que hemos cometido errores que no nos permitieron la continuidad y generaron esta crisis actual. Creo que Fernando Lugo tuvo el gran mérito de aglutinar a sectores progresistas, de izquierda, democráticos, en lo que después se denominó el Frente Guasu. La gente dice “la enfermedad de Lugo afectó”. Sí, también es probable. Yo creo que la crisis ya venía incubándose antes, tal vez 2018, 2019, porque como todo proyecto empresarial, político, en algún momento tenés que revisar tus acuerdos, tu dinámica, tu funcionamiento y tenés que darle otra proyección.

CRISIS DE REPRESENTACIÓN

–¿No te parece que faltó un trabajo más en lo que se llama la guerra cultural?

–Yo creo que la derrota del progresismo, de la izquierda, en esta última elección no fue solamente una derrota política, es una derrota cultural. Porque la base social del Frente Guasu, como un proyecto alternativo al de los partidos tradicionales, son los movimientos sociales. Pero los movimientos sociales desde hace un tiempo también entraron en una crisis muy fuerte. Primero el movimiento sindical en la década del 90, el movimiento campesino que fue un poco el baluarte, pero que en los últimos 10 años también entró en una crisis muy importante, y el movimiento universitario que tiene chispazos. Te acordás de “UNA no te calles” y ahora de vuelta estas últimas, pero no logra todavía consolidarse, reconfigurarse como un movimiento estudiantil permanente dentro de los movimientos sociales. Y una derrota cultural, además, en otro ámbito. Estamos viviendo en una sociedad muy compleja. Hoy día es usual el término “clase política”, pero ya no se sabe quién es bueno, quién es malo, quién es honesto o quién es corrupto. Yo creo que eso es peligroso porque no le permite a la gente distinguir entre una idea conservadora, una idea progresista, el corrupto, el honesto Entonces, hemos llegado a una vulgaridad del discurso político Entonces, hemos llegado a una vulgaridad del discurso político.

–Es muy curioso porque en un país donde nadie duda de la existencia de parti­dos políticos tradiciona­les también es un síntoma de la despolitización del debate, ¿no?

–Los que hemos pasado aque­llos años de la dictadura, en mi caso la segunda parte, la década de los 80 ya en la acti­vidad política, había mucho más debate político, había una intelectualidad más compro­metida con el proceso político nacional, había sectores artís­ticos y de la cultura que tenían opinión sobre la realidad polí­tica nacional. ¿Vos leíste últi­mamente a algún grupo de intelectuales firmando algún manifiesto sobre la situación política nacional? Yo creo que la izquierda, el progresismo, en gran parte fue derrotada por esa pobreza en el debate cultural e intelectual. Como decía (Antonio) Gramsci, aquel pensador y político italiano, finalmente se trata de la disputa de la hegemo­nía de la sociedad. ¿Qué es la hegemonía? Las ideas vigen­tes, hegemónicas en la socie­dad. Obviamente la izquierda estuvo siempre lejos, incluso en los mejores momentos del Frente Guasu, de peligrar la hegemonía de la idea con­servadora que sostienen los partidos tradicionales, pero algún espacio se logró. Eso no se pudo sostener hoy día.

COMUNICACIÓN

–A mí se me hace que no hubo un enrolamiento de nuevas figuras lo suficien­temente importantes que permitan a la izquierda subsistir en el poder.

–En los diez últimos años de los dos periodos en el Con­greso no hubo. La población paraguaya actual más del 30 % tiene menos de 35 años. Y además estamos en tiempo de las redes sociales. Hay otro lenguaje, hay otra comunica­ción, bien o mal. Por ejemplo, la idea conservadora en la campaña del Partido Colo­rado en los celulares de nues­tras propias bases sociales decían que el Frente Guasu estaba opuesto a la familia, en un país en donde el 40 % de la familia está encabezado por mujeres. Y ese tipo de dis­curso nosotros no pudimos contrarrestar, es una mentira, pero era parte de la campaña. Esa gente en nuestra propia base social creyó eso porque ese era el discurso que se ven­día por las redes.

–Probablemente no sea solo cuánto no se contra­rrestó en ese momento, sino cuánto no se cons­truyó previamente en tér­minos de una idea cultural.

–Por eso digo que es una derrota cultural que llevó a una derrota política, pero ade­más creo que habría que pen­sar en el futuro. Yo creo que el progresismo, la izquierda, el Frente Guasu tienen mucho que aportar realmente a un debate dentro de la sociedad y a buscar los grandes acuer­dos. Si yo soy una persona de izquierda y lo hemos apren­dido en el Congreso y también en el gobierno de Lugo, eso no me impide llegar a un acuerdo con sectores, incluso que sean de derecha o conservadores, pues estamos hablando de cuestiones de acuerdos pun­tuales que necesita el país.

–El acuerdo político es el hueso perdido de la política paraguaya.

–Yo soy una persona que cree que los partidos políticos se tienen que hacer cargo de la gestión del gobierno, porque son los que presentan las can­didaturas, entre comillas los programas de gobierno, pero hay una tendencia dentro de este esquema del neolibera­lismo de separar el Ejecutivo de los partidos. Grave error. Son los partidos los que tienen que fortalecerse porque los partidos deben ser los que den una garantía. Nosotros nece­sitamos un debate impor­tante sobre el futuro del país. Vi la última encuesta publi­cada por el Instituto Nacio­nal de Estadística (INE). El 60 % de los trabajadores tra­baja dentro de una informa­lidad y dentro de una preca­riedad laboral. Ese 60 % no tiene acceso a la seguridad social, a la salud, a la jubila­ción y tampoco hay una polí­tica pública de tal manera que exista mano de obra califi­cada y superior a lo que tene­mos en nuestro país. Si que­remos cambiar el Paraguay realmente, yo creo que este modelo, y no es una cuestión de antisojero o antiganadero, ya no es suficiente para lo que Paraguay requiere.

DISTRIBUCIÓN DE LAS RIQUEZAS

–¿La izquierda tiene un modelo económico?

–Una gran cosa del progre­sismo de la izquierda en la región fue la mejor distri­bución de la riqueza. Lo que pasa es que la mejor distri­bución depende del modelo y el modelo es básicamente la exportación de materias primas. Durante el gobierno de Lugo cuando se creció el 14 % en 2010, el 10 % en 2009, fue porque había condiciones muy favorables a nivel inter­nacional para los commodi­ties y eso generó un ingreso importante y permitió una mayor distribución de la riqueza. Cuando las condicio­nes internacionales modifi­can la situación, por supuesto que eso percute en el ingreso de los países y los modelos se retraen de vuelta.

–¿Por qué surgen los anti­sistema?

–Yo te decía el tema del modelo económico, que para mí es una razón, depende de los vaivenes del capitalismo internacional. Y en segundo lugar, esa derrota cultural de la que hablábamos es a nivel internacional o por qué gana­ron (Jair) Bolsonaro en Bra­sil, Donald Trump en EE. UU., (Giorgia) Meloni en Ita­lia o (Javier) Milei en Argen­tina. Cuando terminan las dictaduras en la región, había cosas incuestiona­bles como los derechos humanos, pero hoy día todo está cuestionado, hasta las políticas públicas de salud. Cuando hay un sector importante de la sociedad que se ve resque­brajado en sus ingresos económicos, empieza a escuchar este tipo de ideas. En nues­tro país se dio con el d i s ­c u r s o de Payo Cubas, el anti­sistema, toda esa historia, la cintareada, tiene fuerza sim­bólica en una sociedad con partidos políti­cos en crisis y en una socie­dad con valores que tam­bién están en crisis en este momento.

FIGURA AGLUTINANTE

–¿Por qué la figura del aglu­tinador está ausente desde 2008 en la oposición?

–Pero eso ocurrió y ocurre en varios países. No siem­pre aparecen grandes lide­razgos o grandes caudillos. En el Partido Colorado tam­poco ya existen. No existe hoy un Luis María Argaña o Lino Oviedo más allá de todas las diferencias que yo tengo con esa gente. En la Argentina cuando se retiran los Kirch­ner, no había una figura polí­tica y aparece un día Alberto Fernández, que no era un aglutinador de masas, era un burócrata. En Bolivia se retira Evo Morales y quién aparece. (Luis) Arce, que es la burocra­cia. La diferencia está en que no aparecieron en esos países los grandes liderazgos, pero sí existió la posibilidad de gran­des acuerdos políticos, que es lo que la oposición en Para­guay no pudo hacer.

–¿Cuál fue la razón?

–La oposición en 2023 no pudo entender que al no existir esa f i g u r a agluti­nante eso solamente se suple con grandes acuerdos políti­cos que aglutinan todas las fuerzas. Yo creo que el Par­tido Clorado no es solo un par­tido que está hace 70 años en el gobierno, sino que defiende y administra un modelo polí­tico. ¿Cómo hacemos la tran­sición entre el modelo de agro­negocios que depende del precio, depende del clima y los precios internacionales?, ¿cómo hacemos la transición entre la producción de mate­rias primas hacia un modelo de producción industrial? Eso debe ser resultado de un acuerdo nacional con empre­sarios, movimientos sociales, sindicatos y con los partidos políticos. Yo parto de la base de que este modelo que admi­nistra el Partido Clorado no da para mucho más.

–¿Cómo ves al PLRA?

–Yo veo el futuro no quiero decir la desaparición como institución, pero el futuro del PLRA como asumiendo un liderazgo de la oposición, yo veo incierto. Hay demasia­dos pedazos. No hay no sola­mente un liderazgo, no existe un proyecto (de país).

–¿Qué le dirías a un chico de 18 años que te pregunta qué es la izquierda, el pro­gresismo y por qué tendría que formar parte?

–El Paraguay necesita cam­biar su modelo económico y social, una política de mayor inclusión. Los jóvenes no tie­nen mucha inclusión social en Paraguay. El nivel educativo es muy bajo. Los dos parti­dos tradicionales no plan­tean otra cosa. Ese espa­cio del otra cosa lo va a encontrar en un debate en el progresismo, en la izquierda. Yo cuando voy al interior, hay un porcentaje de la población que le sigue recordando muy bien al gobierno de Lugo porque amplió las políticas sociales. Yo recuerdo un comunicado de los zapatistas firmado por el famoso sub­comandante Mar­cos, que decía que no hay política si no construimos la espe­ranza. Y para la política que necesitamos recons­truir nosotros en el campo popular, el progresismo y la izquierda necesitamos la batalla cultural.


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