Jeremy G. Philips

Cada vez es más intenso el estribillo de que los cinco gigantes de tecnología se han convertido en peligrosos monopolios que sofocan la innovación y dañan a los consumidores. En conjunto, Apple, Alphabet, Microsoft, Amazon y Facebook –las empresas que el columnista de tecnología Farhad Manjoo llama las Temibles Cinco– tienen una capitalización de mercado de más de 2,7 billones de dólares y constituyen una parte importante de la vida cotidiana.

Cada una está reuniendo una enorme reserva de datos sobre sus usuarios, que a ellas les sirve no solo para vender publicidad mejor dirigida, sino también para mejorar y personalizar sus servicios, lo que incrementa su ventaja de red ante empresas más pequeñas.

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Pero si bien estas compañías son formidables y merecen escrutinio, en general su poder de mercado parece menos duradero que los monopolios de generaciones anteriores, que estaban basados en la infraestructura. Como observan David Evans y Richard Schmalensee en "Matchmakers", es probable que las plataformas digitales dominantes "sean más transitorias de lo que otrora pensaban economistas y analistas.

En la mayoría de los mercados de tecnología hay muchas empresas que alcanzan una dimensión viable. Y los consumidores tienen incentivos de pasar de un servicio a su competidor por el precio y la comodidad.

Estos titanes no solo son vulnerables a las amenazas existenciales comunes (recordemos la imbatible hegemonía de Microsoft en materia de software para PC, que no se trasladó a la computación móvil), sino que además están convergiendo entre sí, lo que significa competencia.

Estas cinco empresas están en una amplia competencia por dominar la vida digital de los consumidores, tanto profesional como doméstica. Todos ofrecen una suite de servicios conectados –por ejemplo, alguna combinación de servicios de música, video y comunicación– que cada vez más se traslapan entre sí. Cada una está expandiendo sus oportunidades de mercado, pero también desviándose de su respectiva zona de ventaja competitiva, hacia áreas de feroz rivalidad. La convergencia en estrategia, productos y tácticas es una potente vacuna contra resultados anticompetitivos.

Es fácil ver por qué los comentaristas se entusiasman con Facebook, dado que controla varias redes grandes y traslapadas, como Whatsapp e Instagram. Pero es risible la acusación de que tiene el monopolio sobre los proveedores de contenido. Aun si Facebook fuera el único comprador de contenido, eso constituiría un monopsonio, no un monopolio. La diferencia es importante pues en un monopsonio –donde hay un solo comprador para un conjunto dado de proveedores– aprovecha su poder para reprimir los precios de venta (como el único patrón de un pueblo, que mantiene bajos los salarios). En cambio, en el monopolio se usa el poder para aumentar los precios al consumidor.

Los comentaristas suelen confundir la ubicuidad, el dominio de un mercado estrecho, con un monopolio amplio. Amazon suele ser el blanco de este tipo de críticas. Según cálculos de la industria, unos 80 millones de personas tienen una suscripción Prime. Reunir múltiples productos y servicios dentro de un paquete atractivo le da a Amazon una formidable ventaja, ante la que sus rivales están luchando por reaccionar. Pero aun así, hasta ahora, Amazon solo da señales de dominar el mercado de los libros. E incluso en eso, como ha señalado Paul Krugman, más parece un monopsonio que ejerce su poder en el mercado, que un monopolio que explota a los consumidores.

Es cegadoramente obvio que las tiendas tradicionales están sufriendo. Pero acusar a Amazon de ser responsable por el declive de las tiendas de ladrillo y cemento es como acusar a Craigslist de la muerte de los clasificados en los periódicos impresos. La fuerza gravitatoria natural de Internet causó esos problemas, no una sola compañía.

No puede negarse que las principales compañías tecnológicas están cabalgando en la cresta de la ola. Las recientes indicaciones de la Comisión Federal de Comunicaciones, de que tiene intenciones de echar por la borda la neutralidad de la red, han alimentado la preocupación de que las Temibles Cinco sofoquen aun más la competencia de los emprendimientos. Si bien las cinco empresas han abogado en público en favor de la neutralidad de internet (no quieren ser gravadas por Comcast o Verizon), no tendrían ningún problema para pagar cualquier "impuesto" que pudieran imponerles los operadores. Más bien, las empresas que estarían en verdadera desventaja son los emprendimientos que nadie conoce.

Sin embargo, conforme los consumidores continúan la migración hacia los dispositivos móviles, la neutralidad importa menos. Los operadores móviles ya están usando una "calificación de cero" (en la que ciertos servicios no cuentan en su límite de datos) para aprovechar su propio contenido (o el de sus socios). Y a diferencia de la banda ancha fija, los consumidores disfrutan de cierta protección por las auténticas opciones que tienen en materia de operadores móviles.

Simplemente no hay motivos para ser optimistas. Es razonable desconfiar de las adquisiciones y de las posibles extralimitaciones. Y puede haber casos que de plano violen límites y deban ser frenados. Pero en general, la competencia como la que vemos entre Apple, Amazon, Alphabet, Facebook y Microsoft tiende a hacer que las cosas se acomoden en su lugar, de manera natural o brutal.

En esta batalla, el único ganador seguro es el consumidor.

(Jeremy G. Philips es socio general de Spark Capital y profesor adjunto en la Escuela de Administración Columbia. Tiene intereses –directos o indirectos– en gran número de compañías de tecnología, entre ellas varias de las que menciona y aquellas que se alían y compiten entre sí).

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