- Por Juan Carlos Dos Santos G.
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A seis meses de asumir la Presidencia de los Estados Unidos, Donald J. Trump sigue siendo una figura que divide profundamente a la opinión pública mundial. Pero más allá de su estilo confrontativo y de su constante guerra con los medios tradicionales, hay una verdad que incluso sus críticos no pueden negar: Trump llegó con una agenda clara y, en varios frentes, ha comenzado a cumplirla.
Uno de los indicadores más visibles de ese cambio es el resurgimiento económico que comenzó a gestarse apenas pisó la Casa Blanca. La confianza empresarial se disparó, los mercados respondieron con optimismo, y empresas emblemáticas como Ford y Apple anunciaron su intención de reinvertir en suelo estadounidense. Wall Street lo celebró: el índice Dow Jones superó los 21.000 puntos por primera vez en la historia, un dato que no se logra solo con promesas.
Pero quizás uno de los movimientos más concretos fue su cruzada contra la burocracia a la que denominó “el pantano de Washington”. Bajo su administración, se comenzó a desregular sectores clave de la economía, una estrategia que generó entusiasmo en la industria energética, la construcción y el comercio. Con una simple pero poderosa orden ejecutiva –eliminación de dos regulaciones por cada nueva norma impuesta–, Trump marcó un antes y un después en la burocracia estadounidense.
En materia de seguridad y migración, su política ha sido tan criticada como efectiva. Ordenó el refuerzo de la frontera sur, presionó a las llamadas ciudades santuario y firmó decretos de restricción migratoria para países con historial de terrorismo. Aunque estas medidas fueron impugnadas en tribunales, fortalecieron su base electoral al proyectar una imagen de firmeza.
Donde su influencia se hizo notar con especial claridad fue en el escenario internacional. Bajo su mando, EE. UU. reactivó los oleoductos Keystone XL y Dakota Access, se retiró del Acuerdo de París para priorizar los intereses energéticos del país, y envió un mensaje de poder a regímenes como el norcoreano y el venezolano. En el caso de Venezuela, las sanciones impuestas a funcionarios del chavismo lo posicionaron como uno de los primeros líderes occidentales en actuar con verdadera contundencia.
El dato más sorpresivo, y tal vez el menos reconocido hasta ahora, fue su rol en la resolución del conflicto de 12 días entre Israel e Irán. Fuentes diplomáticas confirmaron que la presión estadounidense –ejercida tanto sobre Teherán como sobre actores regionales– fue clave para evitar una escalada de consecuencias impredecibles. El propio Gobierno israelí reconoció, en círculos cerrados, que la intervención de Washington fue “decisiva y oportuna”.
La designación del juez Neil Gorsuch a la Corte Suprema, consolidando una mayoría conservadora, completa este balance que, si bien no está exento de controversias, sí ofrece evidencia de movimiento, gestión y resultados.
Trump no llegó a la Presidencia para agradar a los medios ni para seguir el libreto de lo políticamente correcto. Llegó, como él mismo lo dijo, para “hacer grande a América otra vez”. A juzgar por estos primeros seis meses, puede que esté en camino de lograrlo.