- Nancy Rubira
Cada familia es diferente, tiene sus propias fortalezas y debilidades y necesitará unos apoyos diferentes, pero la primera recomendación que le daría a los padres sería la de buscar redes de apoyo. Rodearse de personas con las que abrirse y compartir miedos, emociones y sentimientos es muy liberador.
Otras cuestiones fundamentales serían:
• Cuidarse a sí mismos.
• Buscar ayuda de profesionales, asociaciones específicas.
• Disponer de toda la información precisa para tomar decisiones y planificar el camino a seguir.
Además, es crucial que tengan en cuenta la unidad familiar y los proyectos de vida de todos los miembros de la familia. Con mucha frecuencia, cuando llega un miembro con discapacidad intelectual o del desarrollo a la familia todo gira en torno a él.
Sin embargo, esto no es saludable a largo plazo ni sostenible en el tiempo, pues cada miembro de la familia presentará a lo largo de la vida diferentes momentos “críticos” o puntos de inflexión, en los que necesitará más apoyo o atención que el resto.
Mi consejo para ser más resilientes es mantener sana la autoestima, tener un pensamiento positivo, vivir las dificultades como oportunidades de aprendizaje, ser perseverante y no perder el sentido del humor. También ser flexibles, abrir la mirada y dejar cicatrizar la herida que provoca el diagnóstico. Una vez aceptada la nueva realidad, la familia es capaz de enfrentarse de otra manera a los retos que tiene por delante.
¿Se puede llegar a llevar una vida plena y feliz?
Todas las familias se enfrentan a momentos difíciles independientemente de que su hijo tenga o no una discapacidad. Es cierto que las familias de personas con discapacidad nos enfrentamos además a los problemas y dificultades que trae consigo la condición de nuestro familiar, pero esas dificultades nos han hecho, a mí y a mi familia, tener una actitud más positiva. Dicen que ser feliz es una opción que se elige entre otras muchas, así que elijamos ser felices.