- Por Juan Carlos Dos Santos G.
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El 28 de enero de 2011, el entonces presidente del Paraguay, Fernando Lugo, reconocía a un supuesto Estado de Palestina, basado en cómo estaban sus fronteras con Israel antes de la Guerra de los Seis Días, lo que significa que toda la zona conocida como Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén Este, lo que incluye la Ciudad Vieja, donde se encuentran la Iglesia del Santo Sepulcro, el Muro de los Lamentos, la mezquita de Al Aqsa y fuera de los límites de este, el Monte de los Olivos.
Este hecho fue motivado, alentado y, por supuesto, financiando por el fallecido Hugo Chávez, dentro de su doctrina a la que llamó Socialismo del Siglo XXI.
Chávez rompió relaciones con Israel en el 2009 y luego la avanzada socialista comenzó el reconocimiento a un Estado Palestino, con las mismas fronteras mencionadas.
Lula en Brasil, Mujica en Uruguay, Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia y Cristina Fernández en Argentina eran piezas que movía Chávez con sus petrodólares en aquel entonces. Por supuesto que el Paraguay de Lugo no se quedó atrás y dio el paso, a mi criterio equivocado, de reconocer a un país que no tiene fronteras definidas y analizando un poco más, ni gobierno definido en unos territorios fraccionados.
Tanto los gobiernos de Horacio Cartes como el de Santiago Peña han trasladado a la Embajada paraguaya a la ciudad de Jerusalén, que es sede del Gobierno israelí. Por tanto, esto marca el reconocimiento de esa ciudad como la capital del Estado de Israel, según los acuerdos internacionales.
Este reconocimiento que otorga Paraguay a Jerusalén entierra lo hecho por Lugo en 2011 y la postura oficial del Estado paraguayo está en contrasentido.
El reconocer a la Guardia Revolucionaria de Irán como una agrupación terrorista, y a todos los estamentos de Hamás y Hezbolá de la misma manera, profundiza aún más la necesidad de revisar la decisión de Fernando Lugo, teniendo en cuenta que Hamás forma parte del gobierno de los Territorios Palestinos y que en realidad son territorios en disputa, hasta el día en que lleguen a un acuerdo con Israel y las fronteras queden delimitadas oficialmente.
Mientras eso no ocurra, no puede nuestro país ni otro abogar por mantener las fronteras de antes de la Guerra del 67, también conocida como la Línea Verde. Quienes lo hagan, están cometiendo un grave error que en vez de acercar a una solución de dos Estados, lo aleja.
Desde el punto de vista religioso y geopolítico, la decisión del anterior gobierno de Lugo no ayudó en absoluto para un futuro acuerdo de paz porque simplemente los árabes palestinos, de abrumadora mayoría islámica, no van a negociar ningún acuerdo a medida que se sientan más fuertes. El precepto de su profeta Mohammed (Mahoma) es bien simple: negociar cuando se está en desventaja, imponer cuando haya ventaja.
El gobierno de Santiago Peña debe revisar y rever aquella decisión errada de Fernando Lugo. Es posible hacerlo de acuerdo a las leyes internacionales. Como ejemplo, a comienzos de la década del 50 en el siglo pasado, la gran mayoría de los países reconocían a Taiwán como la verdadera China, pero eso fue cambiando a medida que pasaron los años. Esa es otra historia que en un futuro podríamos abordar con detalles; pero hoy, Paraguay tiene una postura dual con respecto al conflicto árabe-israelí, reconoce la soberanía de dos países (uno totalmente legal y asentado, y el otro en perspectiva) sobre un mismo territorio y eso es un error.