• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

¿Quién puede estar a favor del abuso infantil? La columna podría concluir aquí mismo, con la respuesta más que obvia de parte de los amables lectores que siguen este humilde espacio, pero voy a hacer una aproximación sobre un hecho político de relevancia que se dio en la semana y que generó un intenso debate: la firma de un compromiso conjunto contra la trata de niños. El presidente de la Cámara de Diputados, Raúl Latorre, y Eduardo Verástegui, presidente de Sound of Freedom, organización que trabaja para impulsar acciones de prevención y lucha contra la trata infantil. O al menos haré el intento.

El documento está enfocado en prevenir la explotación sexual y el tráfico de órganos de niños y adolescentes. El acuerdo refuerza el compromiso de proteger los derechos de los más vulnerables y fomentar políticas públicas para combatir este flagelo global. La organización liderada por Verástegui lleva el nombre de la película estrenada un 4 de julio y que fue un éxito de taquilla, recaudando más de 250 millones de dólares en todo el mundo. Fue producida por Angel Studios con un presupuesto de 14.5 millones de dólares. En Estados Unidos, la película recaudó más de 180 millones de dólares, superando lo obtenido por las nuevas entregas de franquicias como Indiana Jones o Misión Imposible. Eduardo Verástegui trabajó intensamente durante ocho años, junto al director Alejandro Monteverde, para obrar el milagro de sacar adelante la película que denuncia, con valentía, la trata de menores y los abusos sexuales a niños. Se encuentra en la lista de honor de las veinte películas independientes (que nada tienen que ver con los grandes estudios) más vistas de la historia.

¿Es un tema incómodo? Y por la reacción generada al parecer sí, para algunos. Es un asunto que invita a sacudir el árbol para que caigan las frutas podridas que deban caer. Hablar de algo que todo el mundo, de un modo u otro, directa o indirectamente, conoce. Y a todos nos afecta; a los del centro, de derecha y de izquierda. Y cuanto más incómodo más frontal hay que ser a la hora de plantearlo. Sin tapices ni medias tintas. Que se vean los tibios. Y si esta posición implica ser etiquetado por las corporaciones y sus voceros como un ultraconservador, pues en buena hora. Conservar la cultura, las tradiciones, nuestra propia identidad como nación. Proteger a nuestros niños del más nefasto de los crímenes, bien merece el costo.

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La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, no es para apáticos. Cuestionar las plataformas desde donde se dan estas batallas es un intento vil de desviar el foco de lo efectivamente importante: la trata y el abuso en niños. Impulsar iniciativas legislativas, educativas y sociales para combatir estos delitos, así como la implementación de protocolos específicos de atención a víctimas. Todo lo que pueda hacerse, hay que hacerlo y ya.

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