• Por George Leal Jamil
  • Profesor Asociado de la Fundação Dom Cabral, Brasil

Como ya hemos abordado en varias ocasiones en nuestras columnas, la enseñanza de la gestión organizacional siempre enfrenta un desafío significativo: las sucesivas olas de pensamiento que se mezclan con eventos de mercado y las inevitables “hypes”, esas emociones generadas por expectativas idealizadas de soluciones organizacionales que muchas veces carecen de un contexto práctico. Esto hace que algunos conceptos se vuelvan imprecisos y difíciles de aplicar como proyectos empresariales.

Así fue como la transformación digital llegó al mercado hace aproximadamente veinte años. Basada en diversas fuentes, destacando los trabajos del economista alemán Klaus Schwab, director del Foro Económico Mundial, quien estudió la llamada “Revolución de la industria 4.0″, la expresión “transformación digital” ganó protagonismo.

Muchos participantes del programa PAEX de la FDC plantearon proyectos centrados en la transformación digital. Antes incluso de definir completamente el concepto, surgían expectativas imprecisas y ambiciosas sobre la digitalización total de servicios y procesos empresariales. Esto marcó un nuevo momento en el que la gestión organizacional trataba de acercarse nuevamente a la “caja negra” de la tecnología de la información.

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La complejidad y alcance esencial de los servicios y recursos de tecnología de la información son innegables. Al mismo tiempo, no cabe duda de su aplicabilidad para construir modelos de negocio que respondan a las demandas empresariales por posicionamientos efectivos en el mercado. Como ha sucedido a lo largo de la historia de la humanidad, la tecnología (en este caso relacionada con la información) llegó para quedarse y resolver problemas.

Cuando abordamos el tema de la transformación digital en los cursos y proyectos del PAEX en la FDC, siempre incluimos una rica etapa de concienciación para nuestros participantes sobre el concepto aplicado de transformación digital. Este enfoque busca evitar crisis y fallas posteriores en las soluciones empresariales.

Una pregunta clave es: ¿qué es más importante en este concepto de dos partes: la transformación o lo digital?

Desde nuestro punto de vista, respaldado por diversas fuentes, no hay duda: la transformación es lo más importante. La transformación implica una nueva construcción de realidad, un cambio que potencialmente lleva a una organización de un estado a otro. Saber desde dónde se parte, cuál es el objetivo del cambio, cómo gestionar inversiones, costos, revisiones estructurales y procesos, así como ajustar mensajes y otras acciones estratégicas, es fundamental.

Lo digital, por su parte, surge inicialmente como un agente clave de cambio. Una vez que la transformación digital se interioriza culturalmente en una empresa, lo digital puede convertirse en un impulsor autónomo que genera nuevas transformaciones de manera natural.

Como breve ejemplo, consideremos una pequeña cadena de supermercados que quería implementar un canal adicional de ventas a través de una aplicación móvil. ¿Por qué hacerlo? La respuesta: la competencia ya ofrecía aplicaciones similares. Esta reacción al mercado, con un planeamiento superficial, llevó a problemas.

Al analizar la situación de la empresa, se identificaron desafíos como procesos saturados, falta de personal capacitado para implementar el nuevo canal y un descontrol en los costos de tecnología de la información. En este contexto, una “digitalización forzada” representaría un riesgo adicional para una estructura ya al límite. Se recomendó un diagnóstico completo para evaluar la incorporación organizacional de un nuevo canal de ventas, estableciendo una base sólida antes de implementar recursos digitales.

El proyecto está en marcha y los primeros resultados –un mejor conocimiento de la base empresarial para digitalizarse– ya están mostrando resultados positivos.

Por lo tanto, antes de enfocarse en lo digital, es esencial pensar en la transformación: construir una organización más moderna, ágil y respaldada por tecnología.

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