- Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro
- MBA
- Consultor financiero
- jzaratelazaro@gmai.com
El 2024 nos ha dejado con una sensación de insatisfacción, esperando que este 2025 pueda ser un año de realizaciones, dado que parte de la responsabilidad está sobre los hombros de los que conforman el Poder Ejecutivo.
Los parlamentarios cumplieron con el PE, pues todos los proyectos de leyes que fueron remitidos para su análisis, evaluación y sanción fueron aprobados en un 100 por ciento.
Ya dependerá de la muñeca necesaria que permitan lograr los objetivos y metas propuestos desde el punto de vista cualitativo y cuantitativo.
Urge la promulgación de la Ley del Servicio Civil, que permita un reordenamiento y reingeniería de la estructura organizacional de las entidades del Poder Ejecutivo (ministerios y secretarías), ya que de poco o nada valdría tener buenas leyes que contemplen literalmente lo que se debe hacer para corregir las deficiencias que se observan si no se empieza por una depuración global del capital humano, una superpoblación de más de 300.000 funcionarios que no tiene razón de ser en plena era de la tecnología, donde “de taquito” con no más del 60 por ciento de la plantilla actual con funcionarios que demuestren meritocracia, capacidad, idoneidad y verdaderas ganas de trabajar y ser un buen servidor público, todas las instituciones podrán funcionar en forma eficiente y eficaz.
Llegó el momento de continuar con las fusiones que permitirían superar la innecesaria superposición de funciones que contribuyen a acrecentar la burocracia y calidad de servicio a la ciudadanía.
Existen buenas intenciones, pero se hace necesario poder visualizar en la práctica, puesto que si seguimos con el mismo tranco de gestión actual dentro de nuestra administración pública, el deseo de mejorar y corregir todas las falencias podría quedar “por el camino”.
Esta administración arrancó con unas 50 leyes orientadas a la consolidación de reformas. Ojalá no nos quedemos solo en los contenidos que engloban dentro de su contexto.
La modernización del Estado no debe tener vuelta atrás, y que no solo abarque al Poder Ejecutivo, sino también al Legislativo y al Judicial, dado que deberá ser integral.
Estas legislaciones de por sí no lograrán los verdaderos cambios si no concretamos en tiempo y forma hacer una profunda reingeniería que mejoren los hábitos, costumbres y tendencias de nuestro capital humano dentro del sector público, pues por más que veamos en el sector privado la mejor buena predisposición para coadyuvar a realizar todas las reformas que conduzcan a logros positivos todo podría hacerse cuesta arriba.
Los parlamentarios ya hicieron una parte de su trabajo permitiendo que leyes claves para nuestro crecimiento y desarrollo económico fueran aprobadas. Ahora hay que remangarse y trabajar.
Corresponde que los ministros y secretarios ejecutivos salgan de su zona de confort, viendo de cerca las necesidades de nuestra gente en función a los objetivos y metas que requiere cada una de sus carteras, ya que los meros trabajos de gabinete tienen valor relativo.
El 2024 ha sido un año que permitió sembrar las bases, pero si los responsables de hacer un seguimiento y monitoreo continuos, para que la cosecha sea exitosa, no sería de sorprender que de nuevo a fin de año sigamos lamentando y diciendo: “Se hizo el esfuerzo, pero no fue suficiente”.
El crecimiento económico esperado del 4 por ciento será posible concretarlo, pero no nos quedemos dormidos “sobre los laureles”, y dediquémonos a trabajar.
“Nuestra política tributaria no es solamente recaudar. También es una herramienta de formalización. Forma parte de una ecuación amplia que abarcan las políticas macroeconómicas y que deben permear como se espera en nuestra necesitada microeconomía.
No dejemos todo el compromiso al sector privado. El Gobierno también deberá hacer su parte con capital humano de calidad comprobada, pues de lo contrario todo podría terminar en meras expresiones de deseo.