El martes pasado, hace apenas cuatro días, una información sorprendía a la sociedad paraguaya acostumbrada a la tranquilidad de su celular, sus TikTok, sus videos de YouTube, el Instagram y el infaltable WhatsApp y que si no fuera por algún corte de luz o los partidos de la selección hasta viviría aburrida.
Pero ese día, al promediar la tarde, un comunicado de la Embajada de los Estados Unidos y del Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicación (Mitic) anunció que habían identificado “un actor de ciberespionaje denominado Flax Typhoon, un grupo con base en la República Popular de China (…), cuyo objetivo era infiltrarse a los sistemas del Gobierno de Paraguay”.
Sin entender muy bien, algunas personas ya sacaron sus conclusiones: los chinos nos están espiando. Otros se preguntarán por qué los chinos estarían interesados en Paraguay, si estamos tan lejos y nuestra economía no representa ni un grano de arena en su vasto desierto de riquezas. Sin embargo, parece que les molesta que nuestro país sea aliado de Taiwán, su “provincia rebelde”, que tienen jurado anexar tarde o temprano, por las buenas o por las malas.
Las conjeturas son muchas, incluso hay quien opina que esta versión es falsa y es EE. UU. el que está interesado en saber qué sucede en nuestras redes. Como sea, el director de Ciberseguridad y Protección de la Información del Mitic ya dijo que harán una denuncia ante el Ministerio Público por “amenaza informática contra sistemas del Gobierno de Paraguay en busca de informaciones vinculadas a la política y economía”.
Coincidentemente, hoy 30 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Seguridad de la Información desde 1988. La idea es que las personas tomen conciencia sobre lo vital que resulta proteger la información, además de evitar filtraciones de seguridad que pudieran ser utilizadas por individuos mal intencionados.
Según dicen, este problema no es nuevo, justamente la ciberseguridad nació para proteger los sistemas de los ataques informáticos que pudieran dañar o modificar las bases de datos con el fin de conseguir un rédito económico. Y mientras que a algunos todavía les sorprende el tema del ciberespionaje, a otros ni les interesa y hasta están los que son conscientes de que hoy día casi nada se puede esconder.
En la época de la Guerra Fría era común escuchar que desde el espacio “los satélites” podían ver todo, hasta si había una persona en una habitación cerrada mediante los sensores térmicos. Y la gente miraba de reojo hacia el cielo para descubrir si algún satélite le estaba mirando.
La gente de hoy se burla de esta anécdota real y piensa en lo ingenuos que eran los más viejos; sin embargo, en el siglo XXI las calles están llenas de cámaras, algunas incluso con capacidad de reconocer a la persona haciendo un escaneo facial remoto sin que siquiera el transeúnte se dé cuenta. Pero eso es lo de menos, todas las fotos que tomamos con el celular, o los textos o los audios que enviamos o las llamadas, todo queda registrado. Incluso nuestras compras, nuestra localización y hasta nuestros gustos son revelados gracias a la inteligencia artificial.
Si buscamos una música de los años 80 o 90, seguidamente el smartphone insinuará otra melodía parecida, si hacemos un pedido delivery, el que nos atiende sabe exactamente dónde estamos gracias al chismoso de nuestro “fiel” teléfono.
Un dato poco conocido es –aprovechando que EE. UU. tendrá nuevo presidente– que todos los mandatarios, a pesar de ser el hombre más poderoso del mundo, tiene prohibido utilizar un celular suyo por el peligro que representa. Todos los aparatos son proveídos por su sistema de seguridad, con completa garantía.
El hecho ocurrido el martes, sean los chinos o los marcianos, llega en buen momento para que reflexionemos hasta qué punto somos vulnerables. Nuestros datos personales son analizados y expertos saben cómo vamos a reaccionar en distintas circunstancias, el gusto del helado favorito o por quién podríamos votar en las próximas elecciones. Y si no les agrada nuestra preferencia, pueden iniciar un trabajo invisible para que cambiemos de opinión. Hay que estar atentos y controlar nuestra vanidad de colocar en las redes sociales datos que nos hagan más vulnerables.