- Por Marcelo Pedroza
- Psicólogo y mágister en educación
- mpedroza20@hotmail.com
Un estímulo impregnado de perseverancia se transforma en hábito. En la persistencia se asienta el principio que mueve su presente, ese tiempo finito que transcurre naturalmente a su ritmo, ese que se instala en el aire que se habita y que fluye en cada instante. La relación entre lo que se quiere vivir y lo que se vive encuentra en el camino al afamado verbo perseverar, que siempre está dispuesto a convivir con quien lo tome como compañero, que lo practique, lo sienta, y lo cuide a través del empeño permanente.
Su puesta en marcha implica un operativo que comienza una y otra vez y que recurre a los pequeños episodios para oxigenarse constantemente, para fortalecerse, como lo hacen los árboles, que más allá de las tempestades, gracias a sus fuertes raíces se mantienen firmes, es que son ellas las que bajo tierra construyen un entramado de unidad que supera toda adversidad. Donde hay tesón hay una arraigada convicción que lo mantiene.
Mientras exista una razón para continuar, la misma ya es suficiente para hacerlo, ella puede impulsar el avance elemental, el que lleva a otro eslabón y de esa forma permita desarrollar un anillo de vivencias, que alienten el continuo proceder y que estimulen la puesta en marcha de la capacidad de resiliencia, esa que asombra con su dinámica simple y contundente, que acepta los desafíos y que enseña el valor de la flexibilidad y la colaboración.
En el trayecto de la perseverancia los avatares normalmente son consuetudinarios, de manera que la capacidad de adaptarse a los contextos se materializa comúnmente y facilita la aceptación de las decisiones que requieren asumirse para restablecer lo indispensable, ordenar lo importante, realizar lo necesario y seguir el sendero elegido.
Es un ratito el que se vive. Entonces, en la elección de los estímulos se conquista una buena dosis de vitalidad. Además, en la conciencia de fugacidad el verbo perseverar ayuda a darle sentido a la propia existencia, dado que permite ejercer responsablemente las experiencias que acontecen y compromete a crear la mejor versión de uno mismo, tanto personal como socialmente.