Estamos ya en la penúltima semana del año litúrgico. El domingo próximo ya es la fiesta de Cristo Rey, la culminación de más un año eclesial. Después ya empezará el Adviento y será un nuevo tiempo. Por eso la liturgia de este domingo nos habla del fin del mundo y de la nueva venida de Cristo.

Ciertamente el propósito de la Iglesia no es generar el miedo y la desesperación en nadie. Dios no quiere que las personas se conviertan por miedo, pues no quiere que nadie tenga con él una relación infantil, que hace las cosas solo para no ser castigado, o que participa de los ritos solo para que no tengan de qué acusarles, o que viva en una religión de preceptos externos, pero mantiene el corazón lleno de basura.

Existen por ahí unas cartas famosas que hacen anuncios horribles, que ponen en la boca de la Virgen palabras tenebrosas, y que dan recetas supersticiosas de cómo evitar la desgracia de los últimos días. Estas cartas jamás partieron de la Iglesia, y no debemos creerlas ni reenviarlas.

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Es cosa de gente ingenua o de personas que no tienen fe, pues este no es el método de Dios. Para conquistarnos, Dios envió a su Hijo amado, que dio la vida por nosotros, y nos enseñó que Dios es Amor. Él quiere que cada uno de nosotros busque con todas nuestras fuerzas evitar el pecado en nuestra vida personal, familiar y social, no por miedo, pero sí por haber encontrado el sentido de la vida, y de una vida que desea ser plena.

El evangelio de este domingo empieza con unas palabras asustadoras: “Después de esa angustia, el sol no alumbrará, la luna perderá su brillo, las estrellas caerán del cielo y el universo entero se conmoverá”. Estas son palabras apocalípticas y esto significa decir: son palabras que tienen un doble sentido y no deben ser interpretadas al pie de la letra.

Les doy un ejemplo: el evangelio de hoy afirma: “Les aseguro que no pasará esta generación sin que esto suceda”. Si pensamos en el sentido literal de estas palabras, entonces diremos que este evangelio se equivocó pues aquella generación a quien Jesús habló ya se fue hace casi dos mil años y no vieron pasar estas cosas en modo literal.

Nuestra sociedad vive una verdadera fobia pensando en el fin del mundo. Gastamos tantas energías con esto, y nos olvidamos de pensar en nuestro propio fin. Yo mismo ya conocí, muchas personas que tenían mucho miedo, y cada vez que escuchaban ciertas noticias, ya empezaban a llorar y hasta perdían el sueño, y ahora ya no están entre nosotros. Y el mundo sigue....

¿Qué Jesús quiere decir con estas palabras: esta generación no pasará...? Creo que Él me quiere decir: Mario, tu vida no pasará sin que experimentes en algún momento que tu sol no iluminará, la luna no tendrá brillo... probarás la angustia... ¡Esté atento! ¡No te derrumbes! Aun en la dificultad más grande mira hacia arriba, pues verás “al Hijo del Hombre viniendo en medio de las nubes, con mucho poder y gloria”.

¿Quién de nosotros ya no probó en la vida momentos de dolor, de angustia, de desesperación? ¿Quién de nosotros piensa que estás cosas no me sucederán más? Un problema, una calumnia, una enfermedad, un desempleo, una traición son cosas a las cuales todos estamos sujetos. Pero Jesús nos invita a prepararnos para saber dar una respuesta de fe, delante de estos problemas. Nos invita a mirar hacia arriba, cuando nuestro mundo parece hundirse, y acoger su venida.

Así, la palabra de Jesús no viene para meter miedo, más bien, para comunicar esperanza.

No nos olvidemos que: “Pasarán el cielo y la tierra, pero mis palabras no pasarán.” Y ¿qué palabras son estas? Pienso que todas las que Jesús nos dejó. Como por ejemplo “yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.” O “Coraje, yo vencí al mundo” o “no perderé ninguno de los que el Padre me dio” o “yo también no te condeno, va y no peques más...” o “yo soy el buen pastor”.

El Señor te bendiga y te guarde,

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.

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